Constructores del presente,
soldados del futuro, Obreros del planeta. Esta noche recordaremos algo que
ustedes conocen mejor que nosotros: Robert Owen en 1817 fue el primero que formuló
el objetivo de la jornada de ocho horas y acuñó el lema: ocho horas de
trabajo, ocho horas de recreación, ocho horas de descanso.
Tuvieron que pasar 70 años para que el llamamiento
casi personal de Owen se hiciera realidad: un 1° de mayo de 1886, 200.000
trabajadores iniciaron una huelga mientras que otros 200.000 conquistaron las
ocho horas con la simple amenaza de parar. En Chicago las movilizaciones
siguieron los días 2 y 3 de mayo. A finales de mayo de 1886 varios
sectores patronales estadounidenses accedieron a otorgar la jornada de 8 horas
a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de
Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás
en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las
masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha
impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones
existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación
sindical».
Pues bien. Los obreros del
planeta en 1886 habían iniciado la conquista de la jornada de 8 horas. Pero lo
que con lucha, sacrificio, solidaridad y CONCIENCIA de CLASE se conquista;
también se pierde si la clase obrera baja la guardia en la permanente guerra
que libra con la patronal, el capitalismo y la burguesía. Hoy la ofensiva
neoliberal está convirtiendo los “derechos de los trabajadores” en un tema de
arqueólogos, dice Eduardo Galeano. Hoy estos derechos están siendo despedazados por un huracán despiadado
que se lleva todo por delante, que castiga el trabajo y recompensa la especulación,
el robo, la estafa. Hoy, el capitalismo está arrojando al tacho de la basura
más de dos siglos de conquistas obreras. Obreros, constructores del futuro, os
pregunto ¿debemos permitirlo? ¿Permitiréis esta nueva infamia del capital?
¿Estáis dispuestos a vivir de rodillas?
Hace unos días el filósofo
español, Antonio Fornés, señaló: actualmente trabajamos más horas que un
esclavo romano y, sin embargo, creemos (nos imaginamos) que vivimos en una
sociedad súper libre. El esclavo romano tenía asegurada vivienda, alimento,
salud y trabajo; los asalariados del planeta, en cambio, lo único que tienen
asegurado es morirse de hambre. El vértigo de la competencia y la lucha por el
pan de cada día no nos deja tiempo para ver a los amigos ni reflexionar en voz
alta con ellos. No tenemos tiempo para estar con nuestros hijos, para estar de
verdad con nuestros niños. Hay que madrugar, no tenemos tiempo de hacer el amor
con la persona que hemos elegido: la pasión se marchita. Lunes, martes,
miércoles, jueves, viernes... La rutina devora nuestra vida a cambio de algún
capricho, otro chaleco negro que luciremos en la oficina, un mes de vacaciones
si es que eres afortunado, un coche nuevo para el atasco del domingo, un nuevo iPhone
o el último Galaxy S5. Siento… siento mucho,
amargarles la noche, pero ¿eso es vivir?… ¿Renunciar a la vida para que
tus hijos se resignen el día de mañana de la suya? Mi gato –dice Antonio
Fornés- vive mucho, muchísimo mejor.
¿Qué es lo que nos obliga a
seguir ese ritmo de vida que no es vida, qué nos esclaviza al ritmo impuesto
por los capitales? ¿Será el miedo?… Estamos dispuestos a trabajar más por menos
dinero por miedo a perder el puesto de trabajo. Dostoyevski decía: preferimos
ser esclavos y no pensar y no temer, pero eso, eso también nos deshumaniza, nos
destruye, nos aniquila como seres humanos.
El sistema no va a cambiar
porque sus principales (o amos) se
conmuevan de la miseria del trabajo asalariado. Platón decía que el mejor
sistema político es aquel que tiene a los mejores ciudadanos. Debemos cambiar
nosotros, recuperarnos como seres humanos, vencer el miedo y construir un nuevo
orden sin explotados, donde el trabajo esté garantizado, donde la vida se
disfrute en el trabajo.
El periodista revolucionario, Eduardo Galeano, que vivirá por
siempre, con la maestría de un cirujano de las palabras señaló: “En el mundo
del revés, la libertad oprime. La libertad del dinero exige trabajadores
presos, presos de la cárcel del miedo, que es más cárcel que todas las
cárceles. El Dios del mercado amenaza y castiga, y bien lo sabe cualquier
trabajador en cualquier lugar. El miedo al desempleo que sirve a los
empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la
productividad, eso hoy por hoy es la fuente de angustia más universal de todas
las angustias. A esa angustia –agrega Galeano- se le suma que cada 15 segundos
muere un obrero asesinado por eso que llaman “accidentes de trabajo”.
¿Quién está a salvo del pánico, de ser arrojado a las largas colas
de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un obstáculo interno,
para decirlo con las palabras del presidente de Coca-Cola, que explicó el
despido de miles de trabajadores diciendo: “hemos eliminado los obstáculos
internos”? Los trabajadores –para los caballeros del capital- son COSAS
absolutamente desechables.
El consumismo alentado por el sacrosanto mercado nos acaba
convirtiendo en drogadictos. ¡Consumimos lo que la publicidad nos impone! No,
no vale la pena trabajar para consumir en Burger King o MacDonald´s. No, no vale la pena trabajar un minuto más para
presumir el último coche. No, no vale la pena trabajar un minuto más para desahogarse
en unas cuantas botellas de licor. La sofisticación y el placer están en cosas
mucho más importantes y fáciles que nos mejoran como personas; desde una buena
conversación hasta implicarnos con nuestro hermano y nuestro vecino en la
organización de la resistencia a la infamia capitalista.
¿Qué es más
importante que vivir? Sí, así como escuchan: ¿qué es más importante que vivir?
Vive el orate, vive el drogadicto, vive el alcohólico; pero, ¡eso no es vida!
Lo estamos perdiendo todo cada día, deberíamos arriesgar porque tenemos mucho
que ganar: vivir la vida en plenitud, estar orgullosos de haber vivido. ¿Qué
nos quedará al final del camino tras haber sido tan buenos trabajadores? ¿Qué
nos quedará cuando no tienes nada que
perder?
¡Obreros
humanos! Hoy que la deshumanización capitalista parece dominar el planeta
recordamos, a dos años del bicentenario (1817 -2017), el pronunciamiento de
Robert Owen, quien formuló
por vez primera el gran objetivo de la jornada de ocho horas y acuñó el lema: ocho
horas de trabajo, ocho horas de recreación, ocho horas de descanso. Ayer eran las 8 horas de trabajo; hoy, tenemos que
proponernos un NUEVO GRAN OBJETIVO: Reducir la jornada laboral de 8 a 6 horas
diarias (o 30 horas semanales) sin que esto signifique reducción salarial. La
jornada laboral de 6 horas es una propuesta realista y concreta, urgente y
necesaria, que aliviaría las crecientes tensiones en las filas del trabajo y le
daría una válvula de escape a la profunda crisis general del régimen
capitalista. Es claro que esta propuesta, que esta REFORMA, en principio, no
reduciría la injusta distribución del ingreso en la sociedad capitalista (que es
una preocupación paralela), pero sí sería un modo concreto de RECUPERAR, a gran
escala, parte de la riqueza que los trabajadores producen, ya que se traduciría
en un incremento del valor hora para todos los trabajadores.
Constructores del
presente, soldados del futuro, obreros del planeta. ¿Es una locura soñar con
una Jornada de 6 horas? Soñó Owen hace 198 años con la jornada laboral de 8
horas. Soñaron los trabajadores franceses con la jornada de 6 horas y la
obtuvieron en 1998, aunque la hayan perdido 10 años más tarde. Soñaron los
trabajadores suecos con las 6 horas y la están consiguiendo. Los trabajadores
peruanos tenemos derecho a soñar no sólo con la jornada laboral de 6 horas sino
con un Perú nuevo dentro de un mundo
nuevo.
¡Por un trabajo para vivir, y no un vivir
para trabajar!
¡Por una jornada laboral de 6 horas!
¡Viva el internacionalismo de la clase
obrera!
Gracias
Tacna, 29 abril 2015
Edgar Bolaños Marín
(Discurso por el día del trabajo en el Sindicato de Construcción Civil Tacna - Perú)
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