Alainet
14-05-2015
Lo que sucede con el proyecto minero Tía María en
el valle del río Tambo en Arequipa es una radiografía de lo que ha significado
el modelo neoliberal en el Perú. La disputa no viene de ahora sino de, por lo
menos, 7 años atrás. La persistencia del conflicto no proviene de la presencia
de agitadores profesionales, como quieren hacer aparecer los medios
concentrados defensores del modelo, sino del continuismo neoliberal
(Fujimori-Toledo-García) abrazado por Ollanta Humala en la primera etapa de su
gobierno.
Un modelo primario exportador de minerales que
produce altas ganancias en un plazo relativamente corto de tiempo, sin cuidado
del medio ambiente y con escasos efectos en la creación de empleo, apenas el 3%
de la PEA, es lógico que cause el rechazo de la población. En el valle del
Tambo la situación es especialmente preocupante porque la población mira lo que
ha sucedido al sur, a pocos kilómetros de su comarca, en Moquegua y Tacna,
donde la misma empresa que pretende explotar Tía María, la Southern, ha
devastado la agricultura en esos lugares.
La pregunta es ¿se puede hacer minería a costa de
la agricultura? En principio no. Sin embargo, para definir el dilema hay
necesidad de un nuevo ordenamiento territorial en el país. No puede ser que
haya provincias enteras que han sido concesionadas a empresas privadas, lo cual
prácticamente condena a la población del lugar a la pobreza o a la migración.
Esto no significa tener una posición antiminera, el Perú hace siglos que es un
país minero, pero esta actividad tiene que realizarse en condiciones de cuidado
del medio ambiente, equilibrio con las otras actividades productivas y
repartiendo sus ganancias con los gobiernos locales y regionales de los lugares
donde realizan sus actividades. Todo esto es perfectamente posible por las
altísimas ganancias del negocio minero, a pesar de las crisis y las bajas de
precios, que deben también servir para resarcir al país de la explotación de un
recurso no renovable.
En Tía María se ha actuado engañando a la
población, impidiéndole participar en las audiencias en las que se ha,
supuestamente, debatido el Estudio de Impacto Ambiental (EIA), y por último, no
mostrando ningún documento en el que se diga explícitamente de qué forma se han
levantado las observaciones del organismo de las Naciones Unidas (UNOPS) que
evaluó el primer EIA. Frente a este conjunto de arbitrariedades, cometidas por
el Estado en complicidad con la empresa Southern, es que la población protesta
y cuando lo hace es brutalmente reprimida. En los últimos años ya cuesta seis
vidas de peruanos (cinco pobladores y un policía) la terquedad neoliberal en llevar
adelante este proyecto.
¿Es viable hoy el proyecto Tía María? De ninguna
manera, Tía María está muerto y querer llevarlo adelante significaría una
masacre. Esperamos algún tino en este gobierno que ya parece no tenerlo, para
evitar mayores pérdidas de vidas humanas. La militarización actual (en realidad
un Estado de Emergencia no declarado) llevando a las Fuerzas Armadas a asumir
tareas que no le competen, no es otra cosa que el fracaso de la política y una
aceptación de parte del gobierno de los errores cometidos. A lo sumo pretenden
“quedar bien” con la inversión extranjera, especialmente minera, mostrándose
enérgicos frente a las protestas. La propia Southern difícilmente va a querer
continuar en un clima tan polarizado y enrarecido como el actual.
Pero Tía María no solo señala los límites de un
modelo económico, sino también los límites de esta democracia precaria. La
propia democracia liberal señala que una de las funciones del régimen político
es canalizar los conflictos. Pero es indudable para cualquiera que esta
democracia no canaliza los conflictos sino que reprime a los que protestan. 60
muertos, solo en lo que va de los casi cuatro años del gobierno de Humala son
una muestra elocuente de ello. Una democracia que no canaliza sino reprime, en función
de un modelo económico agotado, se acerca peligrosamente a una tentación
autoritaria.
Tía María entonces nos pone frente a la necesidad
de redefinir la democracia, tanto su referente económico como su capacidad
institucional para que los ciudadanos participen en el mismo. El que casi uno
de cada cinco peruanos se debata en la economía informal y por lo tanto en la
sobrevivencia, difícilmente forma ciudadanos interesados en el bien común. Hoy,
luego de Conga y Tía María, necesitamos otro patrón de crecimiento económico y
otra democracia que nos haga viable como país. El próximo año en las elecciones
generales del 2016 tenemos la oportunidad de producir un viraje en este
sentido.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198766
No hay comentarios:
Publicar un comentario