Estados Unidos incrementa de la forma más
irresponsable la probabilidad de graves incidentes militares en Europa Oriental
y en el Mar de China
La Vanguardia
04-06-2015
Desde hace años, el declive relativo del poderío
global de Estados Unidos en el mundo viene acompañado por un claro incremento
del belicismo y de las aventuras militares, desde Oriente Medio a los Balcanes,
pasando por el norte de África y Afganistán. A todo ello se suma el conflicto
que ha resultado del cambio de régimen inducido por la OTAN en Ucrania y la
creciente tensión en el Mar de China provocada por el despliegue militar de
Estados Unidos en la región, sus alianzas y tomas de nuevas bases de apoyo en;
Singapur, Filipinas, Australia y Vietnam, que se suman a las tradicionales de
Corea y las del revigorizado militarismo japonés.
El resultado
de todo esto es un claro incremento del peligro de una “guerra total”, como ha
alertado un político tan timorato como el presidente francés, François
Hollande. Una guerra total contra las nuevas y viejas potencias emergentes
-sobre todo Rusia y China- cuyo riesgo, según el retrógrado ex primer ministro
sueco Carl Bildt, toma fuerza en la, “incertidumbre sobre las relaciones de
poder global”.
En otras
palabras: el mundo bipolar se acabó con el fin de la guerra fría, el intento de
mundo unipolar que le sucedió acabó en fiasco y lo que se viene afirmando desde
entonces, una invitación a cierto pluralismo y consenso en las relaciones
internacionales, es visto como algo “incierto” y “peligroso” con lo que hay que
acabar por la fuerza.
Reaccionando
al cambio de régimen en Ucrania, anexionándose Crimea y apoyando a los rebeldes
de Novorrossia, Rusia ha respondido por primera vez con medidas de fuerza al
avance de la OTAN en su entorno más inmediato, lanzando un mensaje a otras
potencias regionales. Ese desafío es lo que se está castigando con sanciones y
la nueva campaña informativa contra Rusia. Militarmente se asiste a un
verdadero festival de maniobras, despliegues y tanteos provocadores alrededor
del territorio ruso, en toda Europa Oriental, el báltico, el Mar Negro y el
Ártico. En el último incidente, cazas rusos salieron el sábado al encuentro de
un destructor americano, el USS Ross, en el límite de las aguas territoriales
rusas del Mar Negro.
En el Mar de
China pasa algo parecido, algo que va en claro incremento desde que en 2009
Washington iniciara su “pivot to Asia”, es decir un incremento y
reorganización de su presencia militar allá con el escenario de una guerra
contra China.
La semana
pasada en el foro internacional de seguridad regional Shangri-La organizado en
Singapur, el secretario de defensa americano, Ashton Carter, confirmó el envío
a la región -atravesada por las tensiones territoriales entre vecinos- de sus
recursos militares más modernos con el objetivo de afirmar la “libertad de
navegación”, seudónimo del cerco de hierro alrededor de China, cosa que ésta no
tiene la menor intención de aceptar. Como se hace con Rusia, la provocativa
práctica de enviar aviones y barcos de guerra a patrullar justo en los límites
de las zonas del adversario se ha convertido en recurso corriente y da lugar a
tensiones constantes que pueden degenerar con gran facilidad en conflictos,
deseados o no.
Para
comprender la situación hay que observar quién lleva la iniciativa y donde
ocurre: todo esto no está ocurriendo en el Golfo de México o frente a las
costas de Estados Unidos, sino en su equivalente ruso y chino.
Estados
Unidos está determinado a bloquear militarmente el ascenso de China o toda
respuesta de Rusia a las provocaciones en su más íntimo patio trasero. Naturalmente,
medios de comunicación y “expertos” de centros que orbitan alrededor de la
lógica imperial y sus dineros, han iniciado una intensa campaña sobre la que no
hace falta ni entrar. La realidad de que ni el Mar de China ni Ucrania pueden
ser considerados como patios traseros de Estados Unidos es demasiado obvia para
ser ignorada.
Washington
quiere que Rusia y China acepten el mismo estatuto de vasallaje aceptado en
Europa, Asia y Oceanía por países como el Reino Unidos, Francia, Alemania,
Japón o Australia, pero eso no va a suceder, explicaba el mes pasado en su blog
Paul Craig Roberts, que fue vicesecretario de Estado para política económica
con Ronald Reagan.
“A menos que
el dólar, y todo el poder americano con él, se desmorone o que Europa sea valiente
y rompa con Washington para desarrollar una política exterior independiente
diciéndole adiós a la OTAN, la guerra nuclear es nuestro probable futuro”,
escribe ese observador.
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