domingo, 19 de julio de 2015

IMPOSIBILIDAD DE UN CAPITALISMO HUMANO


Guillermo Almeyra

Syriza planteaba la estatización de la banca y de las principales palancas de la economía y acabó aceptando la privatización de todos los servicios (energía, puertos, ferrocarriles, etcétera) y de los bienes públicos, que formarán un fideicomiso que será administrado por una agencia dependiente de la troika y también la restructuración de los bancos griegos, que será dirigida por la troika. Planteaba un aumento de salarios y de las jubilaciones y los rebajó, alargando además la edad para jubilarse y congelando las nuevas jubilaciones a partir del año próximo. Planteaba la reducción del IVA y lo aumentó para medicamentos, alimentos, hotelería, turismo, todo. Despotricaba contra la deuda injusta, ilegítima y odiosa y la reconoció, pagó religiosamente mientras pudo y aumentó con su capitulación final.

Ahora Grecia es una colonia con un seudogobierno indígena pro forma dirigido todavía por Tsipras y la ficción de un Parlamento que sólo puede votar para aceptar leyes impuestas por la troika. En Syriza, Tsipras perdió la mayoría, pues en su Comité Central sobre 201 miembros 109 votaron no a la firma de las imposiciones de la troika. En el Parlamento Syriza se dividió (40 diputados votaron contra la firma del diktat) y perdió la mayoría y Tsipras sigue gobernando, pero con el voto de la derecha que en cualquier momento prescindirá de él.

¿Cómo se llegó a esta situación? No basta con decir que los reformistas son impotentes y claudican, o con acusar a Tsipras de traición. En la fase del estado de bienestar, el reformismo lograba reformas y Tsipras no traicionó, pues siempre dijo que su objetivo era reformar el capitalismo en Grecia y en Europa, no abolirlo. Era negociar la deuda, no repudiarla y salir del euro. Muchos, entre otros quien esto escribe, lo dijimos mil y una veces. El modelo que Tsipras sigue con su eurocomunismo, desde antes de Syriza, desde Synapismos, es la llegada al gobierno capitalista para hacer reformas capitalistas en el marco de la Unión Europea, que es una creación del gran capital, no de los pueblos, y reduce constantemente la soberanía de los estados miembros. Tsipras y Varoufakis también no son traidores. Su tragedia consiste en que no siéndolo cumplen ese papel, porque creen que las instituciones están formadas por iguales, se basan en la razón y el respeto mutuo, tienen en consideración los derechos de los pueblos, piensan en pobres, desocupados, ancianos. Varoufakis, por lo menos, comprueba ahora que son instituciones del capital, para garantizar al capital financiero, inhumanas, canibalescas, ciegas ante los razonamientos, y sensibles sólo a las relaciones de fuerza.

Alemania debe a Grecia 340 mil millones de euros por reparación de deuda que jamás pagó ni pagará. O sea, más que los 330 mil millones de la deuda griega actual. Pero obliga a Grecia a pagar y Tsipras paga sin movilizar al pueblo griego contra esa extorsión, que le quitó toda posibilidad de decidir, cualquier otra opción. Tsipras fue culpable de creer en un capitalismo humano cuando ambos términos son contradictorios, de pagar hasta que no quedó un centavo en las arcas estatales, de confundir al pueblo griego, que quería con su no masivo acabar con los ajustes, no preparando ninguna alternativa en el caso de que, como era de esperar, la troika no mejorase las exigencias que pretendía imponer. Varoufakis, que intentó preparar otra opción, y la plataforma de izquierda que se negaba a pagar la deuda y exigía romper con los Shylocks de Bruselas, son culpables por no haber llamado al pueblo griego a movilizarse y actuar como protagonista en las negociaciones y por no haber mostrado que era posible una alternativa, aunque dura y difícil, incluso en el marco del capitalismo, como la emisión de pagarés en euros y en billetes de 10 y 20 euros en Grecia, la emisión de moneda electrónica, la estatización de la banca y el control de capitales, la suspensión del pago de la deuda para ahorrar unos 13 mil millones de euros por año y promover el desarrollo, y toda una serie de otras medidas propuestas por Toussaint o por el mismo Varoufakis, a posteriori. Otro admirador del eurocomunismo italiano –el español Podemos– deberá aprender de esta experiencia en vez de decir que haría lo que hizo Tsipras si se encontrase en situación similar.

Ahoa son posibles varios escenarios. Por ejemplo, que el gobierno de Tsipras, en alianza con la derecha y el centroderecha, tenga mayoría para gobernar hasta, a pesar de las protestas y las movilizaciones sociales, poder convocar con seguridad nuevas elecciones. En tal caso la nueva mayoría de izquierda en Syriza podría tender a aliarse con los maoístas, Antarsya, el partido comunista estalinista KKE para llamar a movilizaciones contra la colonización de Grecia. Esas organizaciones no tienen políticas comunes ni posiciones demasiado claras y, salvo la Plataforma de Izquierda de Syriza, no tienen gran peso popular, pero si llamasen a la lucha podrían canalizar la protesta de clase y nacional reflejada en la magnitud del oxi.

La aplicación servil de lo que le impuso a Grecia la dictadura alemana no basta para resolver la crisis griega. Por eso el FMI plantea una quita a la deuda griega de al menos 30 por ciento. Pero el ministro de Finanzas alemán dice que una quita es incompatible con la pertenencia al euro y propone que Grecia salga del mismo durante cinco años. O sea, que ni siquiera lo que firmó permitirá al país quedarse en la zona euro. Por tanto, vale más buscar una alternativa que, recuperando la independencia y la libertad del Estado, expulse del banco central griego y del aparato estatal a los agentes del capital financiero, y aplique medidas que permitan la supervivencia de Grecia. Ésta tiene 11 millones de habitantes, menos que Moscú y sus alrededores. Si audita la deuda, desconoce buena parte de ella y suspende el pago de la totalidad de la misma y, además, negocia algunas inversiones en condiciones favorables, podría salir del paso.

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