eldiario.es
22-08-2015
Muchas personas en Europa recibieron la elección de
Alexis Tsipras como primer ministro de Grecia como una noticia esperanzadora.
Cuando el presidente de Syriza, después de semanas de agotadoras negociaciones
firmó el dictado de recortes, la decepción fue asimismo muy grande. Sería
injusto y arrogante señalar a Alexis Tsipras y a Syriza con el dedo acusador de
la moral. Mucho mejor sería reflexionar dentro de la izquierda europea bajo qué
condiciones es posible en Europa hoy hacer una política democrática y social,
es decir, de izquierdas.
Hemos aprendido una cosa: Mientras el supuestamente
independiente y apolítico Banco Central Europeo pueda cerrar el grifo del
dinero a un gobierno de izquierdas, una política que se oriente hacia
principios democráticos y sociales será imposible. El exbanquero de inversión
Mario Draghi no es ni independiente ni apolítico. Él trabajaba para Goldman
Sachs, en el momento en que ese banco de Wall Street ayudó a Grecia a falsear
los balances de su contabilidad. Así fue como se hizo posible la entrada de
Grecia en el euro.
En los meses pasados muchos artículos de opinión se
han ocupado de la pregunta de si el dracma debería ser introducido de nuevo. No
sirve para nada y es una base errónea reducir el debate a esta pregunta. No solo
en Grecia, sino en todo el sur de Europa el paro juvenil es insoportable y cada
uno de los países que forman parte de la zona euro están siendo
desindustrializados. Una Europa en la que la juventud no tiene futuro está en
peligro de descomposición y de convertirse en el botín de fuerzas nacionalistas
de extrema derecha renovadas.
La vuelta al sistema monetario europeo
La pregunta, por todo ello, no puede ser para
nosotros: “¿dracma o euro?”, sino que la izquierda debe decidir, si a pesar del
desarrollo social catastrófico se sitúa a favor de una permanencia en el euro,
o por el contrario se pronuncia en favor de una reconversión escalonada hacia
un sistema monetario europeo más flexible. Yo estoy a favor de una vuelta a un
sistema europeo de monedas que tenga en cuenta las experiencias aprendidas con
este sistema monetario y que con su construcción beneficie a todos los países
que formen parte del mismo.
El sistema monetario europeo funcionó durante
muchos años no sin dificultades, pero mejor que la moneda única. A pesar de las
tensiones inevitables posibilitó una y otra vez compromisos, que ayudaron a
compensar los diferentes desarrollos económicos. Y ello porque los bancos
centrales de los países miembros estaban obligados –por desgracia solamente por
un corto periodo de tiempo– a estabilizar los cursos de cambio de los socios
del sistema monetario europeo. Dentro del euro solamente los trabajadores y
pensionistas españoles, griegos o irlandeses cargan el peso de la devaluación
interna mediante la bajada de salarios, los recortes de pensiones y las subidas
de impuestos.
El sistema monetario europeo requería, y de eso se
trata, al contrario que el euro, del progresivo trabajo conjunto de los pueblos
de Europa. A través de revaluaciones y devaluaciones regulares se evitó una
desnivelación de las economías europeas demasiado fuerte. Bien es verdad que la
dominancia del Banco Federal Alemán fue un gran problema, pero uno mucho mas
pequeño que la tutela actual de los europeos por la economía alemana y el
gobierno de Merkel, Schäuble y Gabriel. Es cuestión de tiempo hasta que, por
ejemplo, Italia reconozca un gobierno que no pueda soportar mas la lenta pero
firme desindustrialización de su país.
Es necesario descentralizar
En este sentido exite, en especial entre la
izquierda alemana, un fallo de pensamiento estructural que se ha vuelto claro y
que está virando el debate sobre el futuro de Europa en la dirección
equivocada. Cada una de las exigencias sobre una reversión de las competencias
de Europa a la esfera nacional son difamadas como nacionalistas u hostiles a
Europa. Los conglomerados mediáticos que están defendiendo los intereses de las
grandes empresas alemanas y los bancos tocan la música de acompañamiento correspondiente.
Y buena parte de la izquierda cae en la trampa.
Que el traspaso de competencias a la esfera
internacional abre el camino al neoliberalismo es algo que mostró una de los
estilitas de esta ideología, Friedrich August von Hayek, en un artículo de principios
de 1976. De ahí que la Europa del mercado libre y del tráfico incontrolado de
capitales no será nunca un proyecto de izquierdas.
Desde el momento en que se pone de manifiesto en
qué medida la Comisión Europea y el Parlamento Europeo se volvieron muletas
ejecutoras del lobby financiero, transferir mas competencias a nivel europeo es
equivalente al desmontaje de la democracia y del estado social de derecho. A
esta conclusión deberíamos haber llegado antes, y lo digo haciendo autocrítica,
pues yo mismo como europeo convencido, defendí durante mucho tiempo la política
de transmisión de tareas a nivel europeo.
Y es lamentable que el influyente filósofo alemán
Jürgen Habermas y muchos políticos y economistas, que toman parte en esta
discusión, sigan aferrándose a ese camino a pesar de que cada año resulta mas
evidente que lleva al error y que enfrenta a los pueblos europeos entre sí. El
deseo de Thomas Mann de una Alemania europea se ha convertido en lo contrario.
Tenemos una Europa alemana.
Democracia y descentralización se requieren
mutuamente. Cuanto mayor sea la unión será más opaca, más lejana y menos
controlable también. El principio de subsidiariedad es y permanece como la
piedra angular de cualquier orden de sociedad democrática. Lo que en el nivel
más bajo, a nivel de municpio, es posible regular debe ser regulado ahí, y en
el nivel regional o de países, en el nivel de los estados nacionales, a nivel
de la UE o de las Naciones Unidas debe funcionar el mismo principio. En el
nivel más alto debe transmitirse solamente lo que pueda verdaderamente ser
regulado mejor allí.
Ejemplos de transferencias erróneas hay a montones.
No necesitamos casinos que funcionen a nivel global, sino cajas de ahorros, que
aun puedan ser controladas. Para necesidades financieras mayores bastan largos
años de bancos nacionales que sean regulados estrictamente en sus comienzos. No
necesitamos gigantes de la energía que actúen en toda Europa con grandes
centrales y redes eléctricas, sino centrales municipales que funcionen con energías
renovables y con capacidades locales de almacenamiento.
Los bancos nacionales de moneda se vieron bajo una
presión tal que se abrieron las puertas a los flujos de capital desregulados y
a la especulación mundial. Los bancos de monedas deberían hacer de nuevo,
aquello para lo que fueron fundados un día: financiar a los estados.
La transición a un sistema monetario europeo
renovado debe llevarse a cabo paso a paso. Para reintroducir el dracma por
ejemplo –ello sería un primer paso en dicha dirección– el BCE debería apoyar el
curso de dicha moneda. Tal vez el gobierno griego debería haber requerido a
Schäuble que concretase su salida definida de Grecia de la Eurozona. Él
prometió una reestructuración de las deudas y un apoyo humano, técnico y que
favoreciese el crecimiento.
Desarrollar un plan B
Si esta oferta se toma en serio y el apoyo
monetario del BCE estuviese garantizado, entonces cualquier escenario
terrorífico, de los que los defensores del euro diseñaron en contra de la
reintroducción del dracma, sería privado de su base. Grecia tendría entonces,
como Dinamarca con la corona, la oportunidad de participar en el mecanismo de
cambio de curso monetario. Es sorprendente en qué medida economistas de
renombre internacional y expertos en moneda del esprectro conservador y liberal
defienden la salida de Grecia del sistema del euro.
El valiente ministro de finanzas griego Yanis
Varufakis, que lo tenía difícil con sus colegas ministros de finanzas europeos
por eso mismo, porque él de hecho comprende algo de economía política, había
diseñado un escenario para la introducción del dracma. Él quería tener un plan
B para el caso de que Draghi cerrase el grifo del dinero, es decir, hiciese uso
de la “opción nuclear” como se le llama en los círculos financieros. Y efectivamente
el exbanquero de inversión ha hecho uso de dicha arma. Junto a Schäuble, él es
el verdadero chico malo de la Eurozona. Justo después de que el gobierno de
Syriza tomase posesión en Atenas, el Banco Central Europeo utilizó los
mecanismos de tortura para hacer arrodillarse a Tsipras.
La izquierda europea debe ahora desarrollar un plan
B para el caso de que un partido en uno de los miembros europeos se vea en una
situación parecida. El código europeo debe ser reconstruido de tal forma que se
le quite el poder al Banco Central (que no está legitimado democráticamente) de
anular la democracia a golpe de botón. La introducción escalonada de un nuevo
sistema monetario europeo allanaría para ello el camino. También la izquierda
alemana debe desenmascarar el mantra de Merkel según el cual “si muere el euro,
entonces muere Europa”. El euro se ha convertido en un instrumento de
dominación económica de la economía alemana y del gobierno alemán en Europa.
Una izquierda que quiera una Europa democrática y social, debe cambiar su
política europea y escoger nuevos caminos.
Artículo publicado originalmente en la edición de
fin de semana de Junge Welt. Traducción: Carmela Negrete
Fuente original: http://www.caffereggio.net/2015/08/22/que-podemos-aprender-del-chantaje-al-gobierno-de-syriza-de-oskar-lafontaine-en-zona-critica-de-eldiario-es/
Creo que es comprensible que a los políticos no les gusten los cambios en la forma del mercado digital. Soy un operador de forex broker rating y puedo ver que hay muchas posibilidades para nuevas criptomonedas, formas de comercio, etc.
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