– Desafíos desde los movimientos de justicia
ambiental.
Por
Ashish Kothari, Federico Demaria y Alberto Acosta*
“El buen vivir (es) una oportunidad para
construir otra sociedad sustentada en una convivencia ciudadana en diversidad y
armonía con la Naturaleza, a partir del conocimiento de los diversos pueblos
culturales existentes en el país y el mundo” José María Tortosa
Ante el empeoramiento de las crisis civilizatoria
–social, ecológica y económica- en las últimas décadas han emergido con cada
vez más fuerza dos grandes tendencias: la una persigue la justicia ambiental, y
la otra, la justicia social. Dos fuerzas, por lo demás, complementarias.
Estas fuerzas enfrentan los enfoques del desarrollo
sostenible y la economía verde, que dominarán la próxima cumbre sobre el clima
de París, así como la construcción de los objetivos de desarrollo sostenible
post-2015. Sabemos que estas tan publicitadas opciones no han logrado ni van a
lograr una armonización del crecimiento económico, con el bienestar social y la
protección del medio ambiente. Esta es una ecuación por lo demás imposible
desde cualquier punto de vista.
Los paradigmas de la ecología política, sustentados
en la justicia ambiental y en la justicia social, comprometidos con la vida de
la Tierra y de la Humanidad, por el contrario, abogan por cambios
estructurales. Desafían el predominio del desarrollo, cuestionando
especialmente el crecimiento económico y la irracionalidad de una economía basada
en los combustibles fósiles. Enfrentan el capitalismo, cuyas aberraciones
sociales y ambientales se han agudizado en su versión extrema: la neoliberal.
Simultáneamente proponen una radicalización de la democracia, que no puede
reducirse exclusivamente a la democracia representativa.
Los límites de la economía verde
Si nos fijamos en la política ambiental
internacional de las últimas cuatro décadas, sus principios renovadores,
expuestos en la década de los años setenta, han desaparecido.
Así las cosas, hace poco, el documento final de la
Cumbre Río 2012 + 20, “El Futuro Que Queremos”, no identificó las raíces
históricas y estructurales de la pobreza, el hambre, la insostenibilidad y la
inequidad. No se dice nada de los efectos nocivos derivados de la
centralización del poder del Estado, los monopolios capitalistas, el
colonialismo, el racismo y el patriarcado. Sin diagnosticar de quién es o a qué
se debe esa responsabilidad, es inevitable que cualquier solución propuesta no
sea suficiente frente a los graves retos de la crisis civilizatoria que
enfrentamos.
Aun más, el informe no reconoce que el crecimiento
económico infinito es imposible en un mundo finito. Conceptualiza el capital
natural como un “activo económico fundamental”, abriendo aún más las puertas
para la mercantilización de la Naturaleza, vía el llamado capitalismo verde. No
rechazó el consumismo desenfrenado. Por lo contrario, se puso muchísimo énfasis
en los mecanismos de mercado, en la tecnología y simplemente en una mejor gestión
como base para los cambios políticos, económicos y sociales que el mundo
demanda. Lo que, como es fácil comprender, no rendirá los frutos esperados.
En contraste, una diversidad de movimientos por la
justicia ambiental y social, recogiendo conocidas y nuevas visiones del mundo,
proponen soluciones eficaces, que necesariamente tendrán que ser estructurales.
Estas respuestas forman parte de una larga búsqueda de alternativas de vida
fraguadas en el calor de las luchas de la Humanidad por la emancipación y la
vida misma en diversas regiones del mundo. A diferencia del desarrollo
sostenible, que cree falsamente que puede ser de aplicación universal, estos
enfoques alternativos no pueden ser reducidos a un solo modelo. Estas nociones
de vida, en consecuencia, son heterogéneas y plurales. Representan
posibilidades para una vida en armonía de los seres humanos en la comunidad, de
las comunidades con otras comunidades, de individuos y comunidades en y con la
Naturaleza.
Incluso el Papa Francisco en la “Encíclica Laudato
Si” -al igual que otros líderes religiosos como el Dalai Lama- ha sido
explícito en la necesidad de redefinir el progreso:
“Para que surjan nuevos modelos de progreso,
necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», […] No basta conciliar,
en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la
preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son
sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el
progreso. […] muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye
–por el deterioro del ambiente, la baja calidad de los mismos productos
alimenticios o el agotamiento de algunos recursos– en el contexto de un
crecimiento de la economía. En este marco, el discurso del crecimiento
sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe
valores del discurso ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la
tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele
reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen.”
Igualmente explicita es la reciente “Declaración islámica
sobre el cambio climático global” cuando dice: “Reconocemos la descomposición (fas?d)
que los humanos han causado en la Tierra debido a nuestra incesante búsqueda
del crecimiento económico y el consumo.”
Decepciona la incapacidad o falta de voluntad
política de las Naciones Unidas para reconocer los defectos fundamentales del
sistema económico y político dominante en la actualidad y para prever una agenda
verdaderamente transformadora hacia un futuro sostenible y equitativo. Sin
embargo, es entendible. El todo no podrá ser mejor que las partes, sobre todo
en una organización representada por gobiernos –en su mayoría- al servicio del
capitalismo. A pesar de eso, y conscientes de las limitaciones existentes en
este escenario, valoramos que la sociedad civil siga presionando para incidir
en la agenda de los objetivos del desarrollo sostenible objetivos de desarrollo
sostenible post-2015, imaginando y promoviendo visiones y caminos
fundamentalmente alternativos.
Alternativas radicales,
alternativas de vida
La crítica no es suficiente. Necesitamos nuestras
propias narrativas. Es urgente desmontar el concepto de desarrollo y abrir la
puerta a una multiplicidad de ideas y visiones del mundo, sean nuevas o viejas.
En este empeño surgen propuestas -con diversos
nombres y variedades que vienen desde los pueblos indígenas de diversas
regiones de América del Sur- como el Buen Vivir (sumak kawsay o suma qamaña),
una cultura de vida en armonía del ser humano consigo mismo, de los seres
humanos en sus comunidades, de las comunidades entre si, y de los seres humanos
y sus comunidades con la Naturaleza. El Ubuntu en Sudáfrica, con su énfasis en
la reciprocidad humana: “Yo soy porque nosotros somos, y ya que estamos, por lo
tanto yo soy”. De la democracia radical ecológica oswaraj ecológico en la
India, con su enfoque en la autonomía y el autogobierno. Y por cierto, del
decrecimiento que propone la posibilidad de poder vivir bien con menos y en
equidad en todo el mundo, sin sostener los privilegios de pocos grupos humanos.
Estas visiones del mundo difieren marcadamente de
la noción actual de l tradicional concepto del progreso y del desarrollo, tanto
como del crecimiento económico . Proponen en su lugar la noción del buen vivir
o vivir bien, que no puede ser confundido con ladolce vitade unos pocos a costa
del sacrificio de la mayoría y de la Naturaleza. Estas opciones de vida pueden
tener elementos diferentes, pero expresan valores fundamentales, valores
comunes, como la solidaridad, la armonía, la reciprocidad, la relacionalidad,
la diversidad, la integralidad y la unidad con la naturaleza.
Existen valores, experiencias, pero sobre todo
miles de iniciativas que ponen en práctica elementos de lo que podría ser dicha
gran transformación socio-ecológica. Podríamos mencionar la recuperación de los
territorios indígenas y de las formas de vida ancestrales en América; los
movimientos zapatista y kurdo por el autogobierno; las múltiples y diversas
formas de economía solidaria y popular, como son las cooperativas de
productores y consumidores; las ciudades en transición y sus propuestas para
construir un Buen Vivir urbano; las monedas comunitarias como opciones de
emancipación del centralismo economicista; el manejo comunitario de la tierra,
el agua y los bosques; los movimientos de democracia directa en América Latina
y en el sur de Asia; la agricultura (agro)ecológica y la construcción de
sistemas de energía renovable descentralizada en todo el mundo, entre otros.
Muchos de estos proyectos forman una base para la
política de transformación concreta como el que pudo haber impulsado SYRIZA en
Grecia o que podría alentar sobre todo desde los gobiernos autónomos
descentralizados PODEMOS en España. Son elementos de un proyecto revigorizado,
de abajo hacia arriba, sustentado en la solidaridad comunitaria, en la
redistribución de la riqueza y en la desmercantilización de los bienes comunes
y de la Naturaleza, empezando por el agua. Estos elementos configuran la base
para construir una alternativa al perverso plan de austeridad neoliberal e
inclusive al plan de crecimiento keynesiano.
Seguir por la senda capitalista agudizará crisis
multifacética y sistémica. Las respuestas planteadas desde el poder, como las
de la economía verde, no solo que no brindan soluciones reales, sino que
agudizan los problemas. Por lo que como no puede ser de otra forma, la gente en
todas partes de la Tierra se resistirá y seguirá construyendo alternativas
válidas. De allí surgirá la gran transformación, con la que, por su potencial
político movilizador, podremos dar vuelta la página definitivamente.
En síntesis, es imperioso disolver el tradicional
concepto del progreso en su deriva productivista-consumista-extractivista y del
desarrollo en tanto dirección única, sobre todo con su visión mecanicista de
crecimiento económico. Por eso precisamos alternativas al capitalismo, que
aunque parezcan hoy un sueño imposible, deberán servir de base para construir
democráticamente una civilización democrática.
Nota sobre los autores:
– Ashish Kothari es miembro de Kalpavriksh (Pune, India) y co-autor de “ Churning the Earth ”
(Penguin, 2012).
– Federico Demaria es miembro de Research & Degrowth ,
investigador del ICTA de la UAB (Barcelona,
España) y co-editor de “ Decrecimiento:
vocabulario para una Nueva Era ” (Icaria, 2015).
– Alberto Acosta es investigador de la Flacso (Quito,
Ecuador), expresidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008) y autor de
muchos libros, como “ El
Buen Vivir ” (Icaria, 2013).
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Fuente: Rebelión. Tomado de The Guardian: http://www.theguardian.com/sustainable-business/2015/jul/21/capitalism-alternatives-sustainable-development-failing?CMP=share_btn_tw (Este artículo ha sido traducido al inglés, francés, turco, polaco, italiano…)
Fuente: Rebelión. Tomado de The Guardian: http://www.theguardian.com/sustainable-business/2015/jul/21/capitalism-alternatives-sustainable-development-failing?CMP=share_btn_tw (Este artículo ha sido traducido al inglés, francés, turco, polaco, italiano…)
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