uraniaenberlin
El
norteamericano Jay S. Cohen es doctor en Medicina y no es
precisamente de los que son muy condescendientes con la situación actual de ese
“pacto de caballeros” que existe entre médicos y empresas farmacéuticas. En dos
interesantísimos artículos titulados Cultura de la corrupción en la profesión
médica deja bien a las claras que las cosas, en la
llamada medicina oficial, están alcanzando unos derroteros que rozan (o
sobrepasan) la prostitución de la profesión médica. Los conflictos de intereses
de los galenos con la farmafia son moneda de curso común, mientras que esa
industria intenta influir en los médicos a través de la promoción de sus drogas
legales que son a veces útiles (pocas) e inservibles y iatrogénicas (en una
buena parte). El doctor Cohen lo refleja en la primera parte de su artículo Decenas de miles de representantes de
ventas aparecen en los consultorios médicos todos los días. Los pacientes en
las salas de espera a menudo son superados en número por los representantes de
la industria del medicamento (por lo general mujeres jóvenes y atractivas); aquí, lo único “atractivo” son unos
buitres gordos apostados con sus maletines al acecho). Sobre este asunto Cohen
apunta un dato de relevancia. Y es que, según Cohen, los estudios han demostrado que la
influencia de las compañías farmacéuticas sobre los médicos suelen dar lugar a
decisiones irracionales y tienen un impacto negativo en el tratamiento de los
pacientes.
Con
ser ese un aspecto importante del entramado médico-farmacéutico quizás la parte
más decisiva de este fraude y corrupción generada por la industria de las
drogas legales y las complicidades del establishment médico sea que, según
Cohen, ellos (las
corporaciones) no sólo ofrecen regalos, cenas y seminarios, sino que
seleccionan cuidadosamente los estudios que apoyan el uso de sus medicamentos.
El objetivo general es el control de la información que reciben los médicos
acerca de los fármacos. Los estudios con resultados desfavorables no se
publican. Es decir, los representantes de la industria farmacéutica no
incluyen estudios independientes donde existan conclusiones menos favorables.
Marcia
Angell, ex editora
en jefe del New England Journal of Medicine, quien ya denunció, en su momento,
la poca credibilidad de las investigaciones sobre ensayos clínicos, se hace eco
de esta cuestión reflexionando acerca de esa telaraña de intereses creados
mutuamente entre médicos y la mafia de las drogas legales: algunas instituciones académicas, dice Angell, han entrado en alianzas con las compañías
farmacéuticas para establecer centros de investigación y programas de enseñanza
en el que los estudiantes y miembros de las facultades de Medicina llevan a
cabo, esencialmente, investigación para la industria farmacéutica. Cuando los
límites entre esta industria y la medicina académica se ha vuelto tan difusa,
como lo son actualmente, los objetivos de negocio de las multinacionales del
medicamento influyen de múltiples maneras en esas Facultades de medicina. Entonces ¿qué se puede esperar de la gran
mayoría de los médicos si éstos tienen vínculos financieros con la industria
farmacéutica la cual marca las directrices, recomendaciones y prescripción de
medicamentos que incluso pueden dejar graves secuelas físicas y psíquicas, como
así ha sucedido?
Pamela
Hartzband y Jerome Groopman afirman en el New York Times que los médicos son recompensados (por la Farmafia) por mantener el colesterol de sus pacientes
y la presión arterial por debajo de ciertos niveles objetivo. Jay S. Cohen habla en el mismo sentido
que sus colegas anteriores Los métodos de prescripción de los médicos están muy influenciados
por los incentivos de las compañías farmacéuticas. Pero ¿Esto no sería, además de corrupción,
un delito contra la salud pública? ¿Qué grado de complicidad y encubrimiento
tienen las agencias nacionales gubernamentales de salud de los países, sobre
todo desarrollados? ¿Tienen algunos la desvergüenza de hablar en contra de la
homeopatía y silenciar esta campaña de iatrogenia masiva? Cohen remarca el
hecho de que Durante
años, muchos de nosotros (los médicos) nos hemos opuesto a las compañías
farmacéuticas que ofrecen regalos, cenas caras, viajes, vacaciones, entradas
para espectáculos en Broadway, eventos deportivos, campos de golf y otros
regalos. Hoy en día, los representantes de las compañías farmacéuticas
frecuentan los pasillos de muchas Facultades de Medicina, ofreciendo regalos,
almuerzos y seminarios gratuitos. La Asociación Médica Americana (la AMA) y
otras organizaciones están de acuerdo en “limitar” estas prácticas y han
establecido directrices voluntarias (SIC) que restringen la aceptación de
regalos que no vayan más allá del mero valor simbólico. Pero, por desgracia, estas
directrices no han funcionado nunca.
No han
funcionado, y señalo yo, ni funcionarán porque la cultura de la salud hoy día
es la cultura de la corrupción médico-farmacéutica gracias, entre otras
organizaciones, a la AMA estadounidense, quien tolera y promueve la ciencia de
la corrupción (como antes ejerció el gangsterismo contra investigadores como Royal
Raymond Rife). Y lo refiere además, acertadamente, Sydney
Wolfe, de Public Citizen: Las directrices voluntarias de la AMA no son nada más que una campaña
de relaciones públicas apenas disimulada. No confío en la industria
farmacéutica o en la AMA para practicar lo que predican porque ya llevan
articulando directrices similares durante 11 años y solamente en el último par
de años hemos encontrado un gran número de violaciones de esas normas. Este chalaneo, consentido desde los gobiernos en su
calidad de gestores de la salud pública de los ciudadanos, les convierte en
delincuentes de Estado al servicio de unas transnacionales que actúan del mismo
modo que la mafia.
Cohen
insiste en la cultura de la corrupción médica: La presencia de la industria de las drogas
legales en algunas conferencias médicas es tan penetrante que a veces es
difícil saber si se trata de conferencias médicas o de convenios sobre publicidad
farmacéutica. Cohen
cita al Washington Post para señalar el despiporre de este festival de
mangoneo clientelar montado conjuntamente por gobiernos, médicos y la mafia del
medicamento: En los
días previos a la reunión de la Asociación Americana de Psiquiatría, en
Filadelfia [2002], las compañías farmacéuticas enviaron por correo a los
asistentes cientos de tarjetas telefónicas gratuitas, así como invitaciones a
museos, conciertos de jazz y cenas de lujo. Le faltó decir, también, visitas guiadas
a los mejores burdeles de lujo de la ciudad con su inexcusable pack de condones
de colores (con la bandera americana, faltaría más).
Pero
no hace falta ir tan lejos. Aquí, en España, las sociedades médicas
también se “pegan la vida padre” en los congresos que organizan bajo el
“mecenazgo” de la farmafia. Un ejemplo. El reciente congreso (junio de
este año) de la SEPAR (Sociedad española de Neumología
y cirugía torácica) se celebró en la isla de Tenerife y los asistentes
se hospedaron en un lujoso hotel (el Baobab) que llaman “resort” (una forma
hortera y anglofilizada de neocolonizar el lenguaje español, que significa que
está ubicado en un entorno privilegiado, con “extras” como el spa,
campo de golf, etc..). En el Palacio de Congresos donde se desarrollaban
las actividades de los médicos (conferencias, charlas, debates), se
podían ver, de forma preeminente, casi diría que omnipotente, los “stands” de
farmacéuticas como Roche, Boehringer o AstraZeneca. Eso sí, novedades
médicas para “intentar curar” (es un decir) enfermedades crónicas o letales,
propias de la especialidad (asma, fibrosis pulmonar, EPOC, cáncer de pulmón,
etc), ninguna que no fuese la habitual y farragosa monserga dialéctica médica,
tecnicista, ambigua, amalgamada de “prometedoras promesas” con la que embaucar
a los enfermos, todo ello bajo el patronazgo de una industria del
medicamento a la que, sobradamente, lo único que le interesa es expandir el
negocio de enfermar y, también, a veces, matar. Aquí les paso algunas fotos del
“evento”:
CONGRESO DE LA SEPAR, TENERIFE, JUNIO 2015
LA FARMAFIA EN PRIMERA LÍNEA
La
estrategia de la farmafia es, pues, la compra de voluntades y que el enfoque
médico esté orientado a la iatrogenia de sus fármacos, a cualquier precio,
prescindiendo de una visión nutracéutica de la salud que proporcione métodos
más curativos y menos agresivos que los de las drogas legales de Big Pharma.
Pero no sólo la medicina oficial representada por los galenos es la mina que
explota en exclusiva ese lobby mafioso. También las asociaciones de pacientes
están en su objetivo, utilizando el siempre sutil chantaje emocional sobre el
enfermo. Así lo señala en su artículo Cohen: las compañías farmacéuticas están
invirtiendo millones de dólares en grupos de defensa de pacientes y
organizaciones médicas para ayudar a expandir los mercados para sus productos.
Muchos grupos de pacientes se han convertido en gran parte o totalmente
dependientes del dinero de la industria farmacéutica,
En
definitiva, no sería descabellado, poniendo punto final a esta larga crítica de
Jay S. Cohen, sobre este sistema de extorsión planificada y consentida, que las
grandes corporaciones farmacéuticas fuesen (quiméricamente) llevadas ante un
tribunal penal internacional independiente (porque el de ahora es una pantomima
compuesta por verdugos que sirven de instrumento a los crímenes de EEUU e
Israel) para que fuesen enjuiciadas, entre otros muchos delitos, por impedir de
forma deliberada el fomento e investigación de alternativas naturales para la
salud.
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