CELAG
03-11-2015
A pesar
de todos los premios literarios, Vargas Llosa sigue atravesado por su derrota
en las elecciones presidenciales de Perú del año 1990. Jamás lo superó. Ninguno
de sus merecidos reconocimientos como escritor compensó su anhelo de todo niño
hijo de la oligarquía latinoamericana de la época: ser Presidente. Desde
entonces, ha persistido con sus diatribas en defensa de cualquier propuesta de
la derecha naciente en América latina. Su tono se enfureció mucho más durante
el siglo XXI luego de la llegada de los gobiernos de signo contrario a sus
designios. En todos esos casos (Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia,
Ecuador), la democracia dejaba de ser un sistema justo para elegir sus
mandatarios. El pueblo dejaba de tener razón. Y Vargas Llosa sustituía su pluma
ilustrada y creativa por un lenguaje de brocha gruesa, de lugares comunes cómo
cualquier político obsoleto de la derecha del siglo XX.
El novelista y ensayista ha vuelto a aparecer en
escena con las elecciones argentinas. En su editorial, de El País, “Una
esperanza argentina”, hace campaña en modo hooligan a favor de Macri. Le regala
todo tipo de piropos como adalid de la libertad y democracia a pesar de que su
fortuna –la de la familia Macri- se fraguó en época de dictadura. Por el
contrario, arremete sin piedad contra el peronismo y el kirchnerismo. Les
insulta con el peor lenguaje barriobajero. Se atreve incluso con equiparar lo
que sucede en Argentina con el nacismo y fascismo: “el fenómeno del peronismo
es, al menos para mí, más misterioso todavía que el del pueblo alemán abrazando
el nazismo y el italiano el fascismo”. Su lengua viperina no tiene límites. A
Chávez le dijo absolutamente de todo. Lo mismo contra Evo Morales o Correa. A
Néstor y Cristina también les despreció con todo tipo de improperios. Todo
porque –tal como él mismo afirma- Argentina no vuelve “al primer mundo”, a su
primer mundo, a ese mundo privilegiado para unos pocos donde está prohibida la
entrada de las mayorías. Vargas Llosa, como buen marqués (marquesado
hereditario español que le fue creado y entregado por el rey Juan Carlos),
siempre defiende a su propia su casta.
Su mirada está impregnada de rencor y mentiras.
Habla de empobrecimiento cuando Argentina es el país, según la CEPAL, que más
ha erradicado pobreza y reducido desigualdad gracias a las políticas públicas
del kirchnerismo. Crítica el antiamericanismo del gobierno después de que éste
se haya negado a acatar lo que un juez de Nueva York sentencia a favor de los
fondos buitres. Para Vargas Llosa el americanismo ha de significar todo
proyecto político impuesto desde Estados Unidos en vez de cualquier
construcción de una América latina más emancipada. Seguramente, jamás pudo
digerir aquel No al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) que tuvo
lugar precisamente en Mar del Plata hace una década. El gobierno K jugó un rol
clave en esa batalla y eso escuece todavía mucho a aquellos que defienden que
América latina ha de volver subordinadamente al redil atlántico trazado por
Estados Unidos y Europa.
Vargas
Llosa sigue sin comprender absolutamente nada de lo que sucede al interior del
cambio de época latinoamericano. Sigue apoyando a perdedores en América latina:
Henrique Capriles en Venezuela, Aecio Neves en Brasil, Lacalle Pou en Uruguay,
Rubén Costas en Bolivia, Mauricio Rodas en Ecuador. En esta ocasión apuesta por
Macri a ver si logra de una vez por todas ganar una elección en países que
buscaron otro camino diferente al neoliberalismo. El 22 de Noviembre veremos si
atina. Por ahora, sus aciertos son prácticamente nulos. Su olfato político deja
mucho que desear.
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