27-11-2015
La
cuestión kurda es de esas cosas que, aunque nadie las mencione, está en el
corazón de la crisis siria en particular, y del Medio Oriente en general. No es
casual que el vocero de la OTAN, Jens Stoltenberg, haya respondido al
derribamiento del bombardero ruso por parte de Turquía afirmando que “estamos
en solidaridad con Turquía y apoyamos la integridad territorial de nuestro
aliado turco” [1]. ¿Por qué hablar de la
integridad territorial cuando esta cuestión no ha sido mencionada por nadie en
medio de las actuales tensiones ruso-turcas? ¿Qué tiene que ver la integridad
territorial de Turquía con el derribamiento de un avión ruso en territorio
sirio? Aparentemente nada; sin embargo, en la realidad, tiene mucho que ver
gracias a ese actor a veces invisible, que son los kurdos.
Las acciones del gobierno turco en la región del
Levante son extraordinariamente desestabilizadoras. Mientras juegan la carta de
la defensa a ultranza de la soberanía nacional para justificar la agresión al
bombardero ruso, sus fronteras son extraordinariamente porosas para los
combatientes yihadistas rumbo a Siria y su ejército apoya soterradamente al
Estado Islámico (ISIS). De hecho, la reciente campaña turca contra el Estado
Islámico fue, en realidad, una ofensiva en contra del movimiento guerrillero
kurdo PKK. El islamismo en sus variantes totalitarias no molesta a Turquía
demasiado; de hecho, el proyecto político del presidente turco Erdoğan –que
mezcla de manera oportunista el islamismo político y sus pretensiones de
sultán, con la conservación de las bases del Estado autoritario kemalista
(incluido su Estado profundo)- se ha ido acercando a la idea de proyectar la
hegemonía sunita en la región de la mano de los saudíes y los emiratos, quienes
se han convertido en sus aliados objetivos en la región. El principal enemigo
de Erdoğan son los kurdos: la única fuerza autóctona que en terreno ha
demostrado capacidad de luchar en contra del Estado Islámico, articulados en el
PKK y el YPG [2]. Objetivamente, Erdoğan
ha convertido a los enemigos de sus enemigos, en sus amigos.
La OTAN se ve, entonces, forzada a plantear su
defensa de la integridad territorial turca, porque saben que los kurdos miran
toda esta crisis como una oportunidad de luchar por su derecho a la
autodeterminación represado por un siglo de autoritarismo secular y religioso.
En el Kurdistán nace un nuevo mundo en medio de las ruinas. Es un mundo
hermoso, aún embrionario, de participación popular, de organizaciones
horizontales, donde se busca la relación armoniosa con el medio ambiente y la
igualdad de las personas, la liberación de la mujer y la fraternidad entre los
pueblos que habitan la región, independientemente de etnia y credo. Este
proyecto lo han llamado “Confederalismo Democrático”. El proyecto totalitario y
sectario de Erdoğan odia a ese mundo y lo quiere ver ahogado en sangre. Por
esos las bombas en Amed (Diyarbakır), Pirsûs (Suruç) y en Ankara; por eso las
incursiones militares que han dejado más de medio millar de muertos en la
región kurda del Estado turco (Silvan, Gimgim, Silopiya, Cizîr).
Es imposible seguir haciendo la vista gorda ante la
evidencia: Turquía apoyará al Estado Islámico porque les sirve en la lucha
contra los kurdos –que amenazan la integridad del Estado kemalista- y en su
lucha en contra de Assad –piedra en el zapato para el proyecto sunita sectario
de las dictaduras fundamentalistas pro-EEUU. Sencillamente, le son funcionales.
Y los protegerá todo lo que pueda, aunque eso le cueste tensiones con Rusia. La
OTAN, indirectamente, se ha visto involucrada en este juego. La OTAN, con EEUU
a la cabeza, no logra sino dar palos de ciego, tras la humillación mundial a la
que ha sido sometida por la intervención rusa en Siria: tras años de
intervencionismo, solamente han logrado fortalecer al Estado Islámico y reproducir
el fiasco que dejaron en Libia. Su intención jamás ha sido otra que derrocar a
Assad –para lo cual se han apoyado en los islamistas. En semanas, Rusia
demostró que se puede golpear y hacer retroceder al Estado Islámico.
Los kurdos miran, toman nota, y combaten en el
terreno. Mientras occidente se da en el pecho y habla fuerte contra el
islamismo, no hará nada en el terreno porque está atado de manos por Turquía y
por los califatos árabes. Por eso Erdoğan reacciona con histeria ante la
presencia militar rusa –porque cambia el equilibrio militar en contra del
Estado Islámico. Peor aún para Erdoğan, este equilibrio puede cambiar a favor
de los kurdos. Sabido es que Assad está dispuesto a respetar su autonomía y que
los kurdos no están interesados en derrocar al gobierno de Damasco: su objetivo
ha sido combatir al Estado Islámico y tratar de crear un mundo nuevo, en sus
territorios en medio del caos y la tragedia de la guerra. Ahora, Erdoğan es
quien podría haber dado el empujón necesario para que Rusia se decida a dar el
respaldo y reconocimiento al movimiento de liberación kurdo, que necesita
urgentemente armas y apoyos logísticos. Esa es la preocupación de la OTAN por
la integridad territorial turca. Los dados, empero, ya están echados y el acto
de torpe desesperación de Erdoğan puede costarle más caro de lo que cree. Hay
un bebé hermoso que espera nacer, y, en medio de la complejidad geopolítica y
las rivalidades entre las potencias, los pueblos del mundo también pueden
actuar como matronas solidarias en su parto. Ese bebé es la experiencia
libertaria del pueblo kurdo.
Notas
[1] http://www.aljazeera.com/news/2015/11/nato-turkey-russian-jet-syria-151124181649801.html
Énfasis
del autor.
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