Jean Batou
Miércoles 25 de noviembre de 2015
“El oro, que
residía al principio en el Cielo junto con su hermana la plata, igual que el
Sol y la Luna, después de desprenderse de sus atributos sagrados para descender
sobre la Tierra como un autócrata, podría ahora contentarse con la austera
condición de rey constitucional con un gabinete de bancos; y tal vez no sería
jamás necesario proclamar una república. Pero todavía no es el caso, y las
cosas podrían evolucionar en sentido totalmente contrario. Los amigos del oro
tendrán que mostrarse extremadamente sabios y moderados si quieren evitar una
revolución. ”
(John M. Keynes, Auri
Sacra Fames, 1931).
Desde hace diez
años, Suiza no ha dejado de reforzar su dominio monopolístico sobre el comercio
mundial del oro físico (las operaciones de trading tienen su base en
Londres). En este decenio, sus importaciones y exportaciones del metal amarillo
han triplicado su volumen, rebasando en cada caso las 3 500 toneladas, mientras
que se han multiplicado por 6 a 8 en valor. Para formarse una idea de la
magnitud de estas transacciones, basta señalar que semejantes volúmenes son
superiores a la producción anual mundial de oro, que se cifra en 3 000
toneladas; la oferta total asciende a unas 4 500 toneladas, que incluyen el
metal reciclado.
En el
corazón de un tráfico internacional
¿Compra Suiza
simplemente lo esencial del oro mundial (el 70 % en promedio estos últimos
años) para revenderlo, cumpliendo así la función de mayorista mundial? No, su
papel es infinitamente más complejo. En primer lugar, el metal precioso se
procesa en varias refinerías (que suman dos tercios de la capacidad mundial), que
lo transforman en oro puro al 99,99 %. La página web de la más grande de ellas,
Valcambi, con sede en el Tesino (filial de Crédit Suisse hasta 2003, adquirida
recientemente por una empresa india), presenta de este modo las ventajas de
esta industria: transporte seguro del metal precioso a escala internacional;
análisis y certificación de la calidad del producto entregado; refinado y
presentación certificados (lingotes, barras, piezas, etc.); estudio de las
opciones de financiación de cada cliente; custodia del metal en condiciones de
seguridad óptimas.
En 2014, estas
transacciones figuraban por primera vez en la estadística suiza del comercio
exterior, cuando antes habían sido asimiladas a meras operaciones de pago y de
este modo quedaban en gran medida camufladas. Con ello, el oro se ha convertido
de pronto en el primer producto de exportación del país, por delante de los
productos farmacéuticos o la relojería, representando ahora un quinto de su
comercio exterior. Además, en marzo de 2015, presionada por sus socios
extranjeros y rompiendo con 34 años de secreto, Suiza ha revelado por fin la
distribución por países de su comercio de oro. Aunque estos datos solo
contemplan el último país de tránsito y el primer país de destino, demuestran
el papel clave que desempeña el Reino Unido como proveedor, y el de India,
China (Hong Kong), los Emiratos Árabes Unidos o Turquía como clientes. Como
señalaré más adelante, este reparto es bastante significativo.
Una
alquimia delicada
De las 175 000
toneladas de metal amarillo producidas hasta ahora por la humanidad, 160 000
han servido para responder a las necesidades del capitalismo triunfante desde
la segunda mitad del siglo XIX (actualmente, las reservas todavía disponibles
se cifran en 183 000 toneladas). De hecho, el circuito del oro desde que se
extrae de las entrañas de la Tierra hasta sus diferentes usos sociales, dice
mucho sobre el orden económico de las sociedades humanas. En los años 2009 a
2013, dichos usos se repartían de este modo: suntuario 48 % (joyería, atesoramiento);
financiero 35 % (inversión); industrial 10 % (electrónico, odontología, etc.);
institucional: 7 % (bancos centrales). Resulta que los distintos eslabones de
esta cadena revisten el máximo interés para Suiza. Ante todo porque este país
desempeña un papel clave en la transmutación del metal bruto extraído o
reciclado –portador a menudo de una pesada carga derivada de su historial– en
metal puro, intrazable, anónimo. Y es sin duda esta delicada alquimia
industrial, financiera, comercial y política, la que hace de este país un lugar
de paso obligado en la trata mundial de oro.
En efecto, la
extracción del metal amarillo en el África subsahariana (25-30 %), en América
Latina (15-20 %), en China (15 %) o en los países de la antigua URSS (15 %), es
casi siempre fruto de la sobreexplotación de trabajadores particularmente
expuestos, a menudo drogados con anfetaminas para llevar a cabo una labor
peligrosa y agotadora. En los países del Sur dedican a esta tarea cientos de
miles de niños, y en general los accidentes profesionales son frecuentes en
este sector. Apenas existe otra actividad en el mundo en que el productor
directo se vea expoliado hasta este punto del producto de su trabajo. Además,
las consecuencias medioambientales y para la salud pública de esta actividad
son considerables (uso masivo de mercurio y cianuro).
Blanqueo
de los beneficios de la esclavitud y del crimen
Por tanto, hace
falta conocer la procedencia del oro refinado en Suiza. En este punto, la
estadística es formal: hasta comienzos de la década de 1990 se importaba
principalmente de Sudáfrica, mientras que ahora proviene en lo esencial de Gran
Bretaña, sede mundial del trading del oro (London Bullion Market
Association), que fija sus cotizaciones dos veces al día. Está claro que Suiza
no pretende conocer la cadena de producción del metal precioso que compra, ni
las condiciones sociales y ecológicas que la caracterizan. Incluso se muestra
poco curiosa al respecto, como demuestra una reciente investigación de la
Declaración de Berna. Esta ONG ha revelado que en 2014, un grupo libanés
implantado en África Occidental, que cuenta con una sociedad propia en Ginebra,
exportó a Suiza 7 toneladas de oro, producidas sobre todo por niños de Burkina
Faso y trasladadas de contrabando a Togo, para su refino a cargo de la empresa
Valcambi. Estos hechos no hacen más que confirmar un escándalo duradero, ya
denunciado en el pasado en relación con otros países de África y de Sudamérica.
El oro refinado en
Suiza no solo permite “esterilizar” un metal producido en condiciones sociales
y ecológicas inaceptables, sino que contribuye asimismo a “blanquear” metal
amarillo reciclado, fruto de tráficos más o menos legales, cuyo refinado impide
determinar su origen. Así, el oro robado y encubierto por redes mafiosas,
saqueado por grupos armados o recuperado en ciertos sectores industriales que
lo utilizan (joyeros, dentistas, fabricantes de circuitos electrónicos), pueden
convertirse –en muchos casos sin medidas anticontaminantes adecuadas,
especialmente en Asia– en lingotes irreprochables cuando se transportan a Suiza
para ser procesados en este país.
Contribución
a la evasión fiscal en los países emergentes
Acabamos de ver
que el refinado de metales preciosos permite en primer lugar normalizar
actividades basadas en la esclavitud moderna y en la acumulación por
desposesión. Pero también se halla en el corazón de otro tráfico muy lucrativo:
el blanqueo de los enormes beneficios no declarados de empresas de los países
emergentes (India, China, Turquía, etc.). A salvo del impuesto, estos países
miran de borrar las pistas relativas a su origen y de protegerse de la
depreciación de su moneda nacional al convertirse en oro.
Así, el metal
amarillo se importa legalmente en Asia, aunque una parte de estas transacciones
pueden disimularse mediante la manipulación de la facturación (de esta manera,
Suiza no exporta oficialmente la misma cantidad de oro a India que la que este
país importa de Suiza). También se puede introducir de contrabando (pasando en
particular por los emiratos del Golfo, grandes importadores de oro suizo) para
guardarlo allí tal cual o transformarlo en joyas. Finalmente, también puede
depositarse en cajas de seguridad de las entidades bancarias, de las empresas
de refinado o de otras instituciones más discretas, como los puertos francos
helvéticos, bajo una identidad prestada (gracias a hábiles montajes cuyo
secreto guardan los bancos).
En la
encrucijada del capitalismo globalizado de dominante financiera
A raíz del aumento
de los depósitos de metal amarillo en Suiza, la estadística del comercio
exterior de oro acusa un saldo crónicamente deficitario: en efecto, los
importes importados son estructuralmente superiores a los importes exportados/1.
Además, esta acumulación vertiginosa de depósitos de oro físico no solo se
deriva del blanqueo de beneficios no declarados en los países emergentes, sino
también de la volatilidad de los mercados de valores, que incita al conjunto de
los inversores a protegerse mejor colocando una parte de su cartera en oro.
Por tanto, en la
encrucijada de las evoluciones más recientes del capitalismo globalizado de
dominante financiera, Suiza se ha convertido en el centro mundial del tráfico
de oro, en la intersección de los fenómenos muy contemporáneos de la
sobreexplotación del trabajo (particularmente en los países de la periferia),
de la acumulación por desposesión (fruto del crimen, del saqueo y de la
guerra), del mismo modo que de la especulación endémica con los enormes
capitales sustraídos de la esfera productiva.
Nota:
1/ Así, el hecho de que el oro figure en la estadística
de comercio exterior de Suiza desde 2014 contribuye mecánicamente a reducir el
excedente de su balanza comercial, sin que ello tenga que ver con la fortaleza
del franco suizo ni la competitividad industrial de Suiza.
24/11/2015
Traducción: VIENTO
SUR
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