Más allá
de las elecciones
30-12-2015
La
economía capitalista mundial está quebrada.
La pobre “recuperación” de la economía que hemos
visto en 2015 es en realidad un espejismo. Está basada en un truco de magia: la
“aparición” de dinero que se han sacado de la chistera los Bancos Centrales.
También las entidades financieras privadas de todo el mundo han convertido las
enormes deudas que mantienen las posibilidades de gasto de familias, empresas e
instituciones, en dinero multiplicado hasta el paroxismo mediante la
prestidigitación especulativa. Este es pues un dinero ficticio en una economía
de magia.
Pero es una magia envenenada, pues aboca en breve a
estallidos financieros sin precedentes.
De hecho, el mercado de bonos (de deudas), aquel
donde empresas, países e individuos toman préstamos de dinero, es mucho más
grande que el mercado de valores (las Bolsas de valores). En Estados Unidos,
por ejemplo, el mercado de bonos es dos veces más grande que la Bolsa de
valores de Wall Street.
Para evitar que esa espiral de deudas hiciera
estallar demasiadas empresas e instituciones, los Bancos Centrales bajaron los
tipos de interés hasta niveles cercanos al 0 e incluso negativos. Aun así, las
corporaciones no-financieras norteamericanas enfrentaron en 2015 una deuda de
7.7 billones de dólares. Durante los primeros once meses del año 2015 unas cien
compañías globales entraron en bancarrota de las cuales 62 fueron
norteamericanas.
Pero ahora que el problema de la solvencia es peor
que en 2008, la FED ha subido la tasa de interés en diciembre y tiene planeado
ir alzándola más para mantener contraída la liquidez. Un aumento en la tasa de
interés, por bajo que sea, afectará la capacidad de pago de la pirámide
invertida de crédito existente (y de los derivados), pues la economía real, ya
en recesión, no genera plusvalía suficiente como para poder soportar pagar
tasas de interés en aumento. La deuda existente se tornará impagable y empezará
un nuevo reguero de impagos y quiebras, que se extenderá desde las empresas
hasta las familias pasando por las instituciones. En cambio, si la Reserva
Federal no aumenta la tasa de interés o incluso la baja, perderá aún más
credibilidad y la fuga de dólares de EE.UU. se agravará, haciendo menos creíble
la economía mundial (dejando al descubierto el conjunto de trucos en los que se
ha venido basando desde al menos los años 80 del siglo pasado).
La Reserva Federal se encuentra, por tanto, en la
situación imposible de no poder subir ni bajar las tasas de interés en 2016. En
esas circunstancias la economía queda bloqueada.
Los principales Bancos Centrales del mundo se están
deshaciendo de sus dólares en deuda estadounidense. Ya hay 27 mercados
bursátiles en el mundo que han perdido más del 10% desde su máximo alcanzado
ese mismo año.
Cuando el dólar ya no da confianza la tendencia es
a refugiarse en el oro y la plata. Por tanto, a que el precio de estos metales
suba por las nubes. Sin embargo, en 2015 su precio más bien bajó. Las Grandes
Corporaciones financieras han podido reducirlo mediante contratos de entrega de
oro a futuro (oro en papel), muy por encima del oro físico existente. Tarde o
temprano la promesa de entrega de oro físico no se va poder cumplir y esto
probablemente va a hacerse realidad en 2016, año de vencimiento de esa entrega.
Cuando clientes como China, India o Rusia reclamen
sus toneladas de oro físico, no sólo se podrá disparar el precio del oro y de
los metales preciosos, sino implicar al mismo tiempo una caída libre del precio
del dólar.
En cambio una salida bélica o incluso el simple
clima bélico contra acreedores como ésos puede evitar tener que pagarles. Una
economía paralizada camino de entrar en quiebra sistémica, hace que los agentes
de poder en juego se tornen muy peligrosos. La salida bélica adquiere cada vez
posibilidades más reales. Si aumenta la desesperación, ¿podemos esperar en 2016
una operación de bandera falsa sin parangón con las que hemos visto hasta ahora
(Nueva York, Londres, Madrid, París...)?
La fortaleza del dólar es sólo un espejismo
Por otro lado, el hecho de que primero Japón y
ahora la UE estén inventándose dinero sin respaldo alguno en la economía real
(eso que ellos llaman elegantemente “flexibilización cuantitativa”), tiene como
consecuencia que sus respectivas monedas se deprecien en favor del dólar. Ese
dinero no va destinado a salvar empresas o familias europeas, sino a adquirir
bonos del tesoro estadounidense para mantener artificialmente el precio del
dólar y su papel como moneda de reserva de valor, unidad contable e intercambio
internacional.
Al apreciarse el dólar, el petróleo y los principales
recursos energéticos y minerales se deprecian. El precio de las principales commodities
se situaba al final del año 2015 en su nivel más bajo de los últimos 16
años. El zinc, el hierro y el níquel, por ejemplo, perdieron más de un tercio
de su valor en el último año.
Con esta política de subir y bajar la moneda
internacional de cambio, las Grandes Corporaciones financieras tienen el poder
de subir o bajar las mercancías físicas en general, golpeando a discreción a
los países exportadores de las mismas, que para colmo han de pagar los cómodos
créditos del pasado en dólares más caros de hoy. El principal objetivo en estos
momentos es debilitar la economía rusa, pero de paso también a otros BRICS y a
ciertos países cercanos a ellos, como Irán, Ecuador o Venezuela.
El ecosistema planetario está en peligro mortal
El crecimiento capitalista está basado en la
reinversión del capital excedente de cada momento. Para que el capitalismo
funcione hay que conseguir oportunidades de reinversión rentable para una parte
del excedente producido. Al menos para el 3% aproximadamente, si nos atenemos a
la tasa de crecimiento medio del capitalismo histórico. Pero esto se va
haciendo crecientemente difícil según aumenta exponencialmente el excedente y a
la vez se agota el espacio de expansión y los recursos. Así, si en 1950 esa
expansión suponía reinvertir con esperanzas de rentabilidad unos 150.000
millones de dólares, y unos 420 millardos en 1973, encontrar oportunidades
rentables de inversión global para algo más de 2 billones de dólares en la
actualidad es tarea mucho más difícil. Es decir, que cuanto más se crece más
difícil es seguir creciendo, especialmente cuando el crecimiento tiende a ser
exponencial. Pero un capitalismo sin crecimiento es un oxímoron. Dejaría de ser
capitalismo.
Por eso, en su desesperación las Grandes
Corporaciones y Poderes mundiales ponen los ojos en los casquetes polares, los
océanos profundos, los atolones, las selvas tropicales, los recursos
enterrados, los bosques y montañas, la estratosfera... Todo, absolutamente todo
lo que pueda ser apropiado y destruido es objeto económico, estratégico y por
tanto también militar. Añadiendo con ello más fuego a la hoguera de la Guerra,
además de hacer más visible la crecientemente incompatibilidad del capitalismo
con la Naturaleza.
Por eso en París los líderes mundiales se han reído
del planeta entero, poniéndose de acuerdo para no hacer nada frente al cambio
climático, y aplaudiéndose por ello. Dejándonos a todas las poblaciones del
mundo inermes frente a las consecuencias, que serán brutales. ¿Sabemos qué
significa una subida media de 2 grados de temperatura? Para empezar en los
países mediterráneos el fin de muchas cosechas, desertificación del territorio,
sequía atroz, multiplicación de incendios, hongos de contaminación perennes en
las ciudades y buena parte de las costas devoradas por el mar en los próximos
20 a 30 años. Más allá de que en los telediarios todo el mundo parezca contento
porque en diciembre “hace buen tiempo”.
¿Y frente a esto qué?
Quienes manejan la economía mundial no están
sometidos a ningún control democrático. En Grecia ya se demostró que lo que
votan los pueblos importa muy poco. Pero aun así los amos del mundo prefieren
controlar lo que vota la gente. Poco a poco las nuevas formas de gestión
política requieren ir “ajustando” las sociedades a los golpes
financiero-económicos. Donde el Bipartido (con su crónica alternancia) ya no
puede cumplir esa función, es posible echar mano de un Tetrapartido, por
ejemplo, con formaciones “emergentes” que hagan recuperar la confianza en las
instituciones y en la democracia parlamentaria mientras la sociedad es
destruida. ¿A quién de los votados en cada país le tocará gestionar la nueva
ola de derribo social y económico que nos viene?
Pero, si se queman también los
nuevos recambios ¿qué más opciones quedan? Las del sistema mejor no pensarlas.
Para las gentes de a pie, en todos los lugares, sólo una gran fuerza social
popular construida desde abajo puede servir para transformar este absurdo,
dañino y peligroso orden de cosas.
Wim Dierckxsens y Andrés Piqueras, miembros del
Observatorio Internacional de la Crisis.
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