17-12-2015
La
Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, coordina programas
de protección y realiza estudios sobre apatridia y otras formas de violación de
los derechos. Lo que no existe en el orden mundial vigente es un organismo
capaz de impedir que los dirigentes de las grandes potencias sigan creando
escenarios de guerra y coordinando el saqueo. La guerra imperialista y el
saqueo centenario han sacado de sus hogares a millones de personas, creando el
fenómeno que los medios de comunicación han denominado “crisis de refugiados”.
Según cifras de ACNUR avaladas también por el jefe
del Consejo de Europa, “unas 900,000 personas han ingresado a Europa a través
del Mediterráneo en 2015, más de cuatro veces el total de personas que lo
hicieron el año pasado. La mayoría de ellos provienen de Siria, Afganistán e
Irak”.
El éxodo se registra sobre todo en zonas castigadas
por los ejércitos de las grandes potencias, y ese hecho no es casual.
Escándalo y encubrimiento
En septiembre pasado, causó horror el lanzamiento a
una playa de Turquía del cadáver de un niño sirio. La sola imagen es motivo
para el llanto colectivo, pero no solo Aylan Kurdi ha encontrado la muerte
antes de contar con una cunita donde quedar dormido entre cuentos y canciones.
La ACNUR y la Conferencia Episcopal de Italia
ofrecen cifras que nada dejan a la interpretación: “Más de 3.200 personas han
muerto este año en su intento de cruzar el Mar Mediterráneo para llegar a
Europa, incluidos más de 700 niños”.
Rostro y nombre, colocan ante nuestros ojos aquello
de lo que jamás hubiésemos querido ser testigos. El poder mediático se ocupa de
dosificar estos estallidos colectivos de emoción. Para ello, se abstiene de
mostrar rostros y jamás menciona los nombres de las víctimas.
“En total cinco chicos niños murieron en el
naufragio de Aylan”, dice una crónica. Murió la madre del chico y su hermanito
Galip.
Y añade que huyeron de Kobane, Siria.
Una tía paterna residente en Canadá trató de
unificar allí la familia, pero su petición fue rechazada.
Huir de Kobane es intentar escapar de las
atrocidades que comete el Estado islámico, pero también de los bombardeos de
las llamadas fuerzas aliadas.
Nadie devolverá la vida a Galip y Aylan. La
población civil sigue bajo amenaza de los terroristas reconocidos como tales, y
de las grandes potencias en la coalición encabezada de hecho por Estados
Unidos.
Es obvio que el orden vigente es incapaz de
preservar a esta gente, y no puede garantizarles siquiera el derecho de llorar
en paz a sus hijos perdidos.
La ACNUR anuncia que Canadá recibirá a 25.000
refugiados sirios, y celebró el pasado viernes la llegada de los primeros 163.
30 países se han comprometido a recibir a unos 125.600 refugiados, pero la
tragedia sigue su curso, y, sea o no fotografiado por las agencias
internacionales, arroja hacia alguna playa el cuerpo de un chiquillo.
Otro mundo es necesario
En 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas
aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero el poder
hegemónico había creado las condiciones para desconocer lo establecido en la
misma.
“Toda persona tiene derecho a circular libremente y
a elegir su residencia en el territorio de un Estado”, dice en su artículo 13
la Declaración. Y 67 años después la libre circulación de las personas es un
mito. El capital circula libremente (a veces se abre paso a través de sucios
pactos), pero la fuerza de trabajo tiene enormes restricciones.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros”, reza el Artículo 1 del
documento.
Sucede, sin embargo, que, en lo social, esta
definición se contradice con la lógica funcional de la sociedad de clases. En
lo político, la ONU nació para dar fundamento legal a un esquema de dominación,
no a un orden internacional igualitario y democrático.
El trabajo de organismos como ACNUR es útil y
necesario, pero hace falta un mecanismo vinculante para impedir que las grandes
potencias, en su afán por controlar los recursos más valiosos del planeta,
pongan en riesgo millones de vidas.
La lucha contra el terrorismo es tarea de toda la
humanidad, y no puede seguir siendo pretexto para que el poder estadounidense y
asociaciones imperiales como la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), violen acuerdos y derechos fundamentales.
Al nombrar la llamada crisis de refugiados, es
preciso presentarla como derivada de la violación del derecho de vivir en paz.
La lucha contra la apatridia y la migración en
condiciones de riesgo, debe orientarse hacia la creación de un mecanismo que
garantice la paz e impida el saqueo… Mientras sean intocables los privilegios
del poder hegemónico, toda iniciativa a favor de los sectores más vulnerables
será coyuntural y de alcance limitado.
Cambiar por democracia global el esquema de
dominación, es urgente y necesario… y se logra en la lucha contra el poder
hegemónico. El principal organismo multilateral del mundo se ocupa por un lado
de paliar los efectos de las tropelías imperialistas, y por el otro de
legalizarlas. ¿Con qué derecho el poder hegemónico tortura, bombardea, entrena
terroristas y saquea, además de aplicar políticas que terminan de victimizar a
seres humanos a quienes se les ha negado de antemano la condición de libres e
iguales a sus semejantes?
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