Por: Diego Crescente
Decía Robert Louis Stevenson que la política es la única profesión para la que
no se considera necesaria ninguna preparación y tenía razón pero no es menos
cierto que hay una cualidad imprescindible para tener éxito en política, para
lograr atraer a una comunidad centrada en sus propios problemas en torno a una
serie de principios. Esta cualidad no es otra que el liderazgo político.
En el mundo militar y en la empresa privada existen
ejemplos claros de buen liderazgo, pero en el mundo político y especialmente en
los últimos años observamos precisamente lo contrario, la falta de un líder que
en tiempos de incertidumbre pueda servir de referente por sus virtudes para
guiar una Nación.
Prestancia, comunicación, imagen, dedicación, son
atributos que no son ajenos a la figura del líder político, pero ahora bien,
¿Cuáles son las características que definirían el liderazgo político de nuestro
tiempo? ¿cuáles son los rasgos por los que reconoceremos, indubitadamente, a un
líder político?
1. La credibilidad. En nuestros días es la cualidad
más importante para un líder. El descrédito actual que vive la clase política
sólo podrá superarse gracias a ella. En Norteamérica, Barack Obama consiguió
crear esta credibilidad haciendo del yes, we can toda una
declaración de Estado. Haciendo a los americanos conscientes de que si algo se
proponían podría hacerse realidad. Si hoy en día preguntásemos si el Presidente
americano es un líder nato, la respuesta estaría condicionada, como no, por los
resultados, pero la perspectiva histórica debe servir para juzgar las conductas
en cada momento y en 2008 Obama, sin duda, era el líder, el reflejo de toda una
Nación bajo un patrón común.
2. La firmeza. La política no es terreno para
pusilánimes y mucho menos en tiempos de crisis. Ver dudar a un oficial en el
campo de batalla es un anticipo de un fracaso seguro y en un espacio, el de la
política, en el que valores son el combustible de una máquina diseñada para
gobernar, la firmeza, y la resolución son cualidades que proporcionan seguridad
a los ciudadanos. Esta cualidad, como ya se ha señalado, esencial en tiempos de
crisis, está precisamente ausente del discurso y del relato político occidental
actual. Winston Churchill es, quizá, el principal representante de este
valor. Su determinación en la lucha de un pueblo contra la barbarie le llevó
precisamente a ejercer su liderazgo desde la firmeza.
3. La autoridad. Distingámoslo de la firmeza,
puesto que, mientras que la primera se refiere a la imposición y la previsibilidad
del yo, la autoridad se ejerce frente al resto. También es conveniente
diferenciarla del autoritarismo que convierte al líder político en un caudillo
local, en una persona que pierde la referencia del partido para convertir la
política en él mismo. En este caso, la gran mayoría de caudillos políticos se
dan en el ámbito local donde confluyen la cercanía de la acción política con la
comunicación directa con el ciudadano. Rudolph Giuliani, el emérito
alcalde de Nueva York que lideró la recuperación de la ciudad frente al
vandalismo supo marcar la distinción entre el líder y el caudillo preservando
en todo momento la búsqueda del bien común.
4. La honestidad. El líder político necesita, al
igual que el mando en el Ejército, ser honesto con sus votantes, con los
ciudadanos. Cuando el 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, el político
francés – de origen luxemburgués –, declaró como se construiría la futura Unión
Europea no ocultó en su mensaje el esfuerzo y el sacrificio a realizar. Sería,
precisamente, a través de las realizaciones concretas, del paso a paso, como se
configuraría el mayor espacio de democracia política y económica en la historia
de nuestro Continente.
5. La convicción. El líder político actúa conforme
al diálogo, no a la imposición. Su autoridad en este sentido es más moral que
ejecutiva porque realmente convence tanto a sus seguidores como incluso a sus
adversarios. Muhatma Gandhi es el símbolo perfecto de esta cualidad. Su
simple influencia moral le bastó para derrotar a un imperio basando su victoria
en principios irreductibles frente al autoritarismo.
6. La empatía. Vital en el siglo XXI. A menudo
observamos cómo los políticos se asemejan cada vez más actores del Club de la
Comedia en sus mítines. No se trata de eso, ni de ser simplemente gracioso. Se
trata de empatizar con aquellos ciudadanos que, a pesar de no estar pasando por
una buena situación, consiguen llamar su atención y visualizarse como la
solución a ese problema. Esta característica es quizá la más etérea del
liderazgo político pero, sin duda, es la más importante en el siglo de lo
audiovisual, de lo inmediato, de lo intangible. A John Fitzgerald Kennedy
simplemente le bastaba un gesto, una mirada para transmitir una idea, pero
también era capaz de captar los sentimientos de sus ciudadanos y convertirlos
en su trabajo: la política.
Estas seis características no son, por supuesto,
excluyentes de otras muchas que conforman al líder político pero sí son las
principales razones por las que un líder puede ser percibido como tal en
nuestro siglo. Quizá sea sólo una casualidad pero son seis líderes políticos
masculinos con seis virtudes en femenino. Los tiempos, incluso para los
líderes, están cambiando.
Fuente: Blog de MAS Consulting Group
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