06-01-2016
En las
procesiones católicas el que esparce incienso al paso de la imagen se llama
turiferario y, con los “efectos especiales” del Medioevo, trata de dar
sacralidad al paseo del santo o de la reliquia del mismo. Los sacerdotes laicos
de los gobiernos “progresistas” no llegan a turiferarios sino que son,
simplemente, sahumadores pues con el humo de sus teorías tratan de disimular el
mal olor que despide la descomposición de esos gobiernos.
Un sahumador destacado es mi amigo Emir Sader quien
al menos tiene la valentía de romper lanzas teóricas a favor de gente que, tras
una derrota inesperada e ignominiosa, desaparece refugiándose en la mudez de la
falta de balances y explicaciones, como Cristina Fernández de Kirchner, no
puede ni pensar, como Dilma Rousseff y
Lula, o se limita obstinadamente a vociferar, como Nicolás Maduro, en vez de
abrir un período de reflexión, autocrítica y rectificación, para salvar lo aún
salvable.
Emir, en su artículo “la
izquierda del Siglo XXI es antineoliberal”, publicado en La Jornada,
de México, Página 12, el boletín kirchnerista de Argentina y la página
web española Rebelión, dice que la izquierda es una categoría histórica
variable que primero se habría referido al enfrentamiento entre las clases,
después al antifascismo y, por último, al neoliberalismo. Lo que Emir describe
es en realidad la evolución de la socialdemocracia y del estalinismo desde los
años 1930 hasta hoy, desde la lucha anticapitalista y socialista, pasando por
los Frentes Populares con partidos burgueses hasta los Hollande, los Tsipras,
los Iglesias, empeñados en mantener el capitalismo a costa de todas las
concesiones y vergüenzas posibles. Pero aunque “izquierda” es un término de
relación (se es izquierda frente a una derecha) tan poco preciso que Hitler
sería izquierda frente a Gengis Khan, desde 1848, con el surgimiento de las
insurrecciones obreras y del socialismo, es de izquierda quien está contra el
sistema capitalista y de ultraderecha, derecha o centro derecha quien lo
defiende, sólo ve como posible el marco del sistema y niega la lucha de clases
en nombre de la unidad nacional. No hay entonces un enfrentamiento entre una
“izquierda” progresistas y la derecha sino una lucha entre una débil derecha
nacionalista y la sólida del gran capital financiero mundial.
Además, el neoliberalismo es sólo una de las
políticas del capitalismo, que en su momento fue keynesiano o nazi. Quien busca
sólo una alternativa al neoliberalismo propone sólo reformas al capitalismo,
que es la causa de fondo del mismo y de todos los otros males (guerras,
ecocidio, racismo, esclavitud, xenofobia, colonialismo).
Siguiendo a García Linera, cuyo fin declarado es la
constitución de un “capitalismo andino” y cuya bestia negra son “los
intelectuales de izquierda” y las ONGs progresistas, Emir Sader critica a los
sectores que planteaban que los movimientos sociales debían ser independientes
del Estado y de las instituciones capitalistas, no dice una palabra sobre el
carácter capitalista de los Estados que tienen gobiernos “progresistas” (es
más, confunde gobiernos con Estado) ni sobre la necesidad de esa independencia,
por ejemplo, en México, Colombia o la Argentina de Macri.
Según Emir, los gobiernos “progresistas” habrían
“redefinido el papel del Estado en vez de oponerse a él”. ¿Cómo? ¿Apoyando a
los soyeros a costa de la agricultura campesina, aliándose con el agribussiness
en vez de hacer una reforma agraria, como exige en Brasil el MST? ¿Fomentando
la gran minería y la deforestación, el extractivismo, la destrucción ambiental
de masa, favoreciendo al capital financiero como hizo el kirchnerismo? ¿No
tocando las bases del capitalismo y ni siquiera afectando a las transnacionales
y la banca extranjera?
Según los sahumadores esos gobiernos habrían
“promovido un inmenso proceso de democratización social”. ¿Habría desaparecido
la explotación, se habría reducido la brecha entre ricos y pobres o,
simplemente, el Estado, para mantener altas las ganancias de los capitalistas,
subsidió algunos servicios y amplió el mercado interno con políticas
asistenciales y redistributivas dejando intactas las estructuras económicas
capitalistas y dependientes? Si se hubiese producido esa democratización masiva
¿por qué la oposición venezolana pasó de menos del 50 por ciento de los votos
al 65,27 por ciento conquistando millones de votos anteriormente chavistas?
¿Por qué el kirchnerismo perdió en la provincia de Buenos Aires y en todas las
grandes ciudades, además de en los barrios y municipios obreros? ¿Por
ingratitud, porque millones de obreros se habrían vendido a la CIA o serían
derechistas fascistizantes, como explicaban los comunistas en el caso de
Solidarnosc, en Polonia en 1980? ¿La izquierda se reduce por otra parte a la
caricatura que hace Emir cuando pone como sus representantes a Negri-Hardt o a
Holloway? ¿Fuera del estalinismo o de los espontaneístas, no hay izquierda sino
sólo “intelectuales irresponsables que hablan desde cátedras” (diciendo lo
contrario a los –pocos- intelectuales sahumadores que hablan también desde
cátedras o desde gobiernos)? ¿La “izquierda del siglo XXI” sería Tsipras y
Syriza, que aceptan con júbilo todas las imposiciones de la Troika y del gran
capital que rechazaron poco antes, Podemos, que lo que quiere “es ganar”, o sea
entrar mediante una alianza electoral en un gobierno de un Estado monárquico y
capitalista, o la izquierda portuguesa que reproduce la nefasta experiencia del
ingreso de Rifondazione Comunista en el gobierno de Romano Prodi?
¿Para ser izquierda basta con estar contra la
política de austeridad y ser honestos representantes del capital? ¿Eso es lo
que nos proponen los sahumadores en vez de intentar dar ideas sobre cómo
recuperar las conciencias en Venezuela, sobre cómo construir poder popular en
Bolivia y en Ecuador para evitar allí futuras derrotas, sobre cómo hacer una
política clasista de resistencia en Argentina en vez de ponerle velitas a la
mariscala de derrotas Cristina esperando su regreso en el 2019?
LA IZQUIERDA DEL SIGLO XXI ES ANTINEOLIBERAL
05-01-2016
La izquierda realmente existente es una categoría
histórica, que varía conforme las condiciones concretas de lucha. Ya fue una
izquierda de clase contra clase, que incluía a corrientes anarquistas,
socialistas y comunistas. Ya fue antifascista, conforme las corrientas de ultra
derecha se fortalecían, especialmente en Europa. Ya fue democrática y popular,
socialista, conforme las fuerzas propias que tenía y los enemigos a enfrentar.
Conforme el capitalismo ha ingresado en su era
neoliberal y ha asumido la centralidad de las tesis del libre comercio, de la
mercantilización, se planteó a la izquierda el desafío de la ruptura con el
modelo neoliberal y la construcción de alternativas superadoras de ese modelo,
que se han denominado posneoliberales.
Hace década y media esa perspectiva no estaba
clara. las ONG, algunos movimientos sociales e intelectuales planteaban la
lucha en el nuevo periodo como una lucha antipolítica, anti-Estado,
anti-partidos, proponiendo como su centro una sociedad civil, con límites no
claramente definidos frente al liberalismo. Proponían que los movimientos
populares mantuvieran una autonomía respecto a la política, al Estado, a los
partidos. Han impuesto esa orientación como predominante en los foros sociales
mundiales, con algunos movimientos como los piqueteros argentinos y los
zapatistas mexicanos, como los ejemplos de esa orientación.
Una década y media después, el campo de lucha quedó
mucho más claro, no sólo teóricamente, sino principalmente en el campo político
concreto. Las fuerzas que se han fortalecido –especialmente en América Latina,
pero tambien en Europa – han sido las que han centrado su lucha en la
superación del neoliberalismo. Han redefinido el papel del Estado, en lugar de
oponerse a él. Han recuperado el lugar de la política y de los partidos, en
lugar de rechazarlos. Tesis como las de Tony Negri y de John Holloway sobre el
carácter reaccionario del Estado y la posibilidad de transformar el mundo sin
tomar el poder, entre otras, personificaban esas teorías, que han quedado
superadas por la realidad, mientras el FSM se ha vaciado en manos de las ONG.
Son los gobiernos que han logrado un inmenso
proceso de democratización social, en países como Venezuela, Brasil, Argentina,
Uruguay, Bolivia, Ecuador, eligiendo y religiendo gobiernos con amplio apoyo
popular, los que han surgido como las referencias de la izquerida en el siglo
XXI. Han logrado la hazaña de avanzar a contramano de las corrientes
predominantes en el capitalismo en escala mundial, disminuyendo la miseria, la
pobreza, la desigualdad y la exclusión social.
Se han proyectado así como el eje y la referencia
de la izquierda en escala mundial, con líderes reconocidos como Hugo Chávez,
Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales y Rafael Correa,
entre otros. La realidad concreta ha probado quien tenía razon en el debate
sobre la naturaleza de la izquierda en el nuevo periodo histórico.
Mientras esos liderazgos se han afirmado, las que
debieran ser las referencia han desaparecido –como es el caso que debiera ser
paradigmático del autonomismo piquetero– o han quedado reducidos a la
intrancendencia, como es el caso de los zapatistas. Todo ha pasado sin que los
intelectuales que han propuesto a esa vía como alternativa hayan mínimamente
hecho un balance de ese fracaso. Como son intelectuales desvinculados de la
práctica política concreta no tienen responsabilidades por lo que han escrito
ayer y se dedican a otras tesis.
Muchos de ellos, fracasadas las tesis autonomistas,
se han dedicado a la crítica de los gobiernos que han avanzado concretamente en
la superacion del neoliberalismo. Sin captar el caracter nuevo de esos
gobiernos, los han tildado de traidores, de extractivistas, de
neodesarrollistas, muchas veces aliándose con la derecha –la verdadera
alternativa a esos gobiernos– contra las fuerzas progresistas en esos países.
No han captado la naturaleza essencialmente antineoliberal de esos gobiernos. Algunos
intelectuales, latinoamericanos o europos, pretenden ser la conciencia crítica
de la izquierda latinoamericana, con sus posiciones desvinculadas de las luchas
y las fuerzas concretas, sin que sus tesis hayan desembocado en la construcción
de ninguna fuerza alternativa. Las opciones a los gobiernos posneoliberales
–como queda claro en Venezuela, en Argentina, en Brasil, en Uruguay, en
Bolivia, en Ecuador– siguen siendo las viejas fuerzas de la derecha, mientras
que las posiciones de ultra izquierda siguen en sus posturas críticas, sin
ninguna injerencia en las luchas concretas. No por acaso sus defensores son
intelectuales, que hablan desde sus cátedras académicas sin ningún arraigo en
las fuerzas sociales, políticas y culturales reales.
Mientras tanto, los únicos gobiernos que han
avanzado en la superación de las políticas de centralidad del mercado, de
eliminación de los derechos sociales, en la subordinacion a la hegemonía
imperial estadunidense, han sido los que han sabido definir la centralidad de
la lucha contemporánea como la lucha antineoliberal.
No sólo en América Latina, incluso en Europa, la
definición de la centralidad de las luchas contemporáneas de la izquierda
alrededor de la superación del modelo neoliberal, se impone, sea en España, en Portugal,
en Grecia, con la conciencia de que al lucha contra la austeridad es la forma
que asume en Europa la lucha antineoliberal, relegando otras posiciones a los
libros y a las cátedras académicas.
Incluso en el momento en que gobiernos
posneoliberales enfrentan dificultades reales para pasar de la primera a una
fase más avanzada de sus luchas, las posiciones ultra izquierdistas, que hablan
del fracaso de esos gobiernos, no explican su propio fracaso, al no lograr
construir ninguna fuerza alternativa a esos gobiernos, lugar ocupado por
fuerzas de derecha. Hablan de fin de ciclo, cuando lo que se presenta no es la
superación de un ciclo, sino formas de recomposición conservadora, de retroceso
neoliberal, que no superan un ciclo, sino, al contrario, se proponen retroceder
a un ciclo anterior.
La izquierda del siglo XXI es, así, antineoliberal:
es la que logra construir fuerzas concretas, alternativas bajo la forma de
gobiernos, de plataformas, de grandes liderazgos contemporaneos. El resto son
palabras que el viento lleva, sin cambiar ni la realidad y, al parecer, ni la
cabeza de los que las escriben y son derrotados junto con ellas.
La historia de la izquierda contemporánea está
escrita y protagonizada por los que logran avanzar en la construccion de alternativas
concretas al neoliberalismo.
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