Los
protagonistas de las vacaciones de mi infancia son los carnavales. No importa
cómo coloque los recuerdos, de frente o de cabeza. Es inevitable tener siete
años e ir de la mano de mi mamá hasta la calle Callao, a ver a centenares de
personas reunirse en un maremoto de carcajadas, música, colores, chisguetes,
globos de agua y pica pica. No era el carnaval de Río o Barranquilla, pero la
gente era feliz. Se daba rienda suelta a una fiesta donde por un instante, sin
distinción de credo o clase social, todos olvidaban sus problemas. Mi mamá
reposaba sus manos en mis hombros y me colocaba delante de ella para que viera
el espectáculo en primera fila. Ño Carnavalón había fallecido. En medio de
todos, un cajón de color negro, improvisado, aparecía cargado por cuatro robustos
hombres. Nos movíamos a un costado de la vereda, mientras el cortejo de
dolientes avanzaba por la pista. Y en medio de todos, una mujer que de tanto en
tanto estallaba en llanto tapándose el rostro. Era la viuda. Una morena alta de
impresionantes pestañas, contorneándose con picardía, mientras de reojo pasaba
revista entre los presentes, a un próximo candidato a esposo. Se daba lectura
al testamento y largos aplausos festejaban las "herencias" a cada una
de las autoridades. Yo apenas entendía, pero el sarcasmo y la ironía, al
parecer, no se olvidaba de ningún nombre. Finalizado el testamento, el baile de
la viuda iba al compás de "la múcura está en el suelo, ay mamá no puedo
con ella". Y ahí estaba ella, sobre altos tacones, moviendo los hombros,
extendiendo los brazos hacia arriba, moviendo la cintura, girando sobre sí
misma. De mi costado, alguien le gritaba en medio de los aplausos "¡está
bien despachada la viuda!" y todos estallaban en carcajadas. Ella
volteaba, le enviaba un beso con la mano y seguía bailando. A los más chicos
nos daban chisguetes y pica pica. A los más grandes, se les veía pasar de mano
en mano y sin peaje, las cervezas. Y todo era risa. Hasta los vendedores
ambulantes que pasaban por tu costado, traían puesto el antifaz. Caray, esos eran
los carnavales de mi infancia.
Sé que este año la municipalidad provincial, en distintas fechas, no sólo recreará los Carnavales de Antaño: también celebrará otro tipo de costumbres más ancestrales, como el "Martes de challa", ritual donde se agradece a la Pachamama, hacedora de vida, todos los beneficios y alimentos que nos dio la tierra. O aún más cerca, el "Jueves de Compadres y Comadres" donde cada persona elige a su compadre o comadre y le obsequia una canasta con los mejores productos de la región en un gesto de amistad. Pero también habrá convite de carnaval, danzas, coplas y reinas.
Entre todas las fechas, espero con ansias el Carnaval de Antaño. Le porfiaré al tiempo y otra vez tendré siete años. Llegaré a casa con harina rosada en el rostro y mi mamá me dirá mientras me cambio de ropa: "Sabías que la viuda era un varón disfrazado de mujer, ¿verdad?" Y yo me quedaré pasmada, con la boca abierta.
Disparar fotos a los recuerdos, es llenar el corazón de imágenes. Capturar tu inocencia y tu alegría en la retina. Y veintinueve años después, volverlos a vivir.
Sé que este año la municipalidad provincial, en distintas fechas, no sólo recreará los Carnavales de Antaño: también celebrará otro tipo de costumbres más ancestrales, como el "Martes de challa", ritual donde se agradece a la Pachamama, hacedora de vida, todos los beneficios y alimentos que nos dio la tierra. O aún más cerca, el "Jueves de Compadres y Comadres" donde cada persona elige a su compadre o comadre y le obsequia una canasta con los mejores productos de la región en un gesto de amistad. Pero también habrá convite de carnaval, danzas, coplas y reinas.
Entre todas las fechas, espero con ansias el Carnaval de Antaño. Le porfiaré al tiempo y otra vez tendré siete años. Llegaré a casa con harina rosada en el rostro y mi mamá me dirá mientras me cambio de ropa: "Sabías que la viuda era un varón disfrazado de mujer, ¿verdad?" Y yo me quedaré pasmada, con la boca abierta.
Disparar fotos a los recuerdos, es llenar el corazón de imágenes. Capturar tu inocencia y tu alegría en la retina. Y veintinueve años después, volverlos a vivir.
Publicado
por Getty Paco Morales
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