17-03-2016
Este
texto contiene mis respuestas a preguntas realizadas por varios entrevistadores
en diferentes épocas de mi vida sobre el tema de Althusser y el marxismo [1].
Las agrupé en los siguientes temas:
▪ Del catolicismo militante al marxismo.
▪ Relación con Althusser: una profunda amistad.
▪ Mis primeros escritos.
▪ Validez actual de los aportes teóricos de Althusser.
▪ Una ausencia significativa en sus trabajos.
Es un pequeño homenaje, algo tardío, a quien ha
significado tanto para mi vida intelectual y política a los 50 años de la
publicación de sus dos primeros libros: Pour Marx y Lire Le
Capital.
1. —Para responder a tu pregunta tengo que hacer un
largo rodeo.
2. —Empezaría por decir cómo llegué a interesarme
en el marxismo. Y esto no ocurrió de un día para otro. Creo que las condiciones
fueron preparándose desde 1958 o 1959. En ese momento yo era alumna de la
Escuela de Psicología de la Universidad Católica de Santiago y había llegado a
ser presidenta de la Acción Católica Universitaria. Con un grupo dirigente de
dicha organización y otros compañeros de la Universidad Católica de Santiago
comenzamos a plantearnos cómo lograr hacer más efectivo el principio cristiano
del amor al prójimo. El libro del filósofo francés Jacques Maritain: Humanismo
Cristiano era una especie de Biblia para nosotros en aquella época.
3. Como parte de un programa de la Iglesia Católica
yo también había ido a trabajar a una fábrica de pastas (Lucketti) durante las
vacaciones de mi tercer año de Psicología. Y lo hice porque quería quedar
marcada para siempre por dicha experiencia, pensando que de esa manera no iba a
caer en el aburguesamiento en que muchos estudiantes universitarios habían
caído luego de transformarse en profesionales.
4. En este contexto se puede entender mejor la
conmoción que produjo en mí la Revolución Cubana. A mediados de 1960, sólo seis
meses después del triunfo, cuando todavía todos los guerrilleros verde olivo
andaban con sus melenas largas, visité el país invitada como dirigente
estudiantil de la Universidad Católica, junto a otros compañeros de la
Universidad de Chile. Fue mi primer encuentro con una sociedad que estaba
tomando medidas para resolver la desigualdad y aplicar la justicia social que
yo ya buscaba. Eran los momentos de euforia, de improvisación y creatividad de
una revolución que todavía no se declaraba socialista, pero que había
transformado al pueblo en el verdadero protagonista del proceso y en su principal
beneficiario. Una revolución que desde tan temprana edad había empezado a
practicar la solidaridad con otros países de América latina.
—¿Puedes
poner un ejemplo de alguna expresión de solidaridad de la revolución cubana?
5. —Recuerdo siempre mi visita a un cuartel
transformado en escuela en la Sierra Maestra. Al saber que yo venía de Chile
—país recientemente afectado por un fuerte terremoto que había destruido muchas
viviendas—, aquellos niños campesinos de corta edad, para mi asombro, me
preguntaron por el terremoto y me dijeron que en su escuela estaban esperando
la llegada de niños chilenos mientras se reconstruían sus casas.
6. Las seis semanas en las que recorrimos la isla
de punta a cabo nos permitieron vibrar con ese pueblo y sus múltiples esfuerzos
por comenzar a salir de la pobreza y encontrar una vida digna. Esa experiencia
produjo en mí una rápida politización que asombró a mis amigos más cercanos.
Desde entonces las preocupaciones políticas pasaron a ser más importantes que
las religiosas, pero esto todavía nada tenía que ver con el marxismo.
—¿Cómo
llegaste a París?
7. —Luego de licenciarme en Psicología en la
Universidad Católica de Chile, y de empezar a trabajar como profesora de
Psicología Fenomenológica en esa universidad, decidí postular a una beca que
ofrecía la embajada francesa, junto a Rodrigo Ambrosio, mi pololo (así llamamos
en Chile a las relaciones amorosas antes de ser formalizadas en noviazgo) y
otra pareja: Cristina Hurtado y Raimundo Beca. Todos nos ganamos becas y
viajamos a París en barco en septiembre de 1963.
8. En esa época de mi vida pre-política, si la
pudiésemos llamar así, tenía una gran preocupación filosófica: el tema de la
libertad humana. Una prueba de ello es que mi tesis de licenciatura en la
carrera de Psicología estuvo centrada en la fenomenología del acto libre. Mi
visión de la libertad humana se contraponía a mi visión del marxismo de aquel
entonces: rechazaba el materialismo mecanicista que negaba dicha libertad.
—Has
mencionado el marxismo, ¿podría decirme cómo llegaste a interesarte en él?
9. —Mi interés por el marxismo aparece como
resultado de la lucha estudiantil entre cristianos y comunistas. En el medio
político en que yo me movía (simpatizantes de la Democracia Cristiana), oía
constantes críticas a la teoría marxista y, por un principio de honradez
intelectual, fue surgiendo en mí la necesidad de conocer en sus propias fuentes
esa teoría.
10. —Conociendo que me había propuesto estudiar el
marxismo durante mi estadía en Francia, mi amigo cristiano‑marxista chileno
(Jacques Chonchol) me recomendó hablar con un sacerdote francés, militante del
partido comunista de ese país. No recuerdo su nombre. Y ese sacerdote me
recomendó ponerme en contacto con Louis Althusser, que entonces impartía clases
en la Escuela Normal Superior de la Rue D’Ulm, en el Barrio Latino. Me lo
recomendó porque él consideraba que era una persona que tenía una gran
disposición a trabajar con los jóvenes.
—¿Ya
habías leído algo sobre el marxismo?
11. Antes de conocer a Althusser había leído dos
textos marxistas: un pequeño librito de Politzer sobre el materialismo
dialéctico y un libro de Charles Bettelheim sobre el subdesarrollo. El primero
lo único que hizo fue aumentar mis aprensiones como creyente acerca del
materialismo marxista. El segundo fue fundamental para acercarme al marxismo ya
que echaba por tierra la expandida tesis del llamado "círculo vicioso de
la miseria" que el sacerdote jesuita Roger Veckemans nos había inculcado
en Chile. Se me abrió un mundo cuando entendí que la pobreza de nuestros países
no se debía a que fuésemos menos capaces o más pobres, sino a la explotación
que habíamos sufrido por parte de los países desarrollados. Era la primera
explicación marxista convincente que recibía acerca de cómo funcionaban nuestras
sociedades.
12. En mis primeras vacaciones en Francia, además
de dedicar un tiempo al turismo viajando “a dedo” (autostop) por el Sur
de Francia hacia Italia, dediqué otra parte de éste a leer sobre Marx.
Probablemente orientada por el sacerdote comunista leí el libro del jesuita
Jean-Ives Calvez: La Pensée de Karl Marx [2] (El
pensamiento de Karl Marx), y me identifiqué mucho con su búsqueda intelectual
inicial.
—Volviendo a tu viaje a París, ¿qué fuiste a estudiar?
13. —Yo pensaba inicialmente especializarme en
Psicología Social, para volver a impartir clases en Chile sobre la materia,
pero al ver el programa de La Sorbonne me di cuenta que ya había estudiado
todos esos contenidos en mi país. Fue entonces cuando un amigo uruguayo de la
Acción Católica [3] que estaba estudiando en París, me recomendó
hablar con Paul Ricoeur, un conocido filósofo francés que realizaba unas
especies de tutorías con algunos estudiantes interesados en esta forma de
aprendizaje.
14. Ricoeur me recomendó leer a varios autores,
pero como todos ellos tenían referencias a Kant, autor que yo no había
estudiado, terminó por recomendarme la lectura de una de sus obras: La
Crítica de la razón pura. Recuerdo que leía 16 páginas por días y
trataba de ir resumiendo sus principales ideas. Mi primer trabajo fue comparar
el concepto de imaginación radical de Kant con el de fantasía creadora de
Phillip Lersch, un psicólogo alemán con un enfoque fenomenológico de esta
materia que se estudiaba en la carrera de Psicología en la Universidad Católica
de Santiago. [4] Carente de formación filosófica, me sentía muy
insegura intelectualmente al estudiar estos autores tan complicados para mí. Mi
inseguridad era tal que nunca me atreví a preguntarle a Ricoeur qué pensaba de
mi trabajo. Luego me dio una segunda tarea: escribir acerca de una obra de
Merleau Ponty. Recuerdo que hice un resumen de ella y se la entregué a mi
profesor, pero nunca supe qué opinó de ella.
15. Ese primer año y parte del segundo, no tuve
contacto alguno con Althusser.
2.
Relación con Althusser: Una profunda amistad
—¿Cuándo ocurrió tu primer contacto?
—¿Cuándo ocurrió tu primer contacto?
16. —Fue, si no recuerdo mal, en el otoño de 1964,
luego de las vacaciones de verano en Europa y habiendo ya leído el libro de
Calvez, que contacto por la primera vez a Althusser. Habíamos formado un grupo
de estudios con el grupo que llegó conmigo y algunos amigos latinoamericanos
provenientes de diversos países y relacionados a mis actividades previas en la
Acción Católica Universitaria, fundamentalmente brasileños. [5] Fue
por encargo de ese grupo que al fin me decidí a contactarlo. Lo llamé por
teléfono para pedirle una cita e inmediatamente me invitó a pasar por su casa.
17. Él vivía en un pequeño departamento dentro de
la Escuela Normal Superior de Rue D’Ulm, a unos 50 metros del hotel en que yo
estaba alojada en la calle Feuillantines. Me impresionó el buen gusto con que
estaba arreglada su sala y lo humano que él era. Mi timidez inicial desapareció
rápidamente.
18. Ese primer encuentro con Althusser fue el
inicio de una gran amistad. Desde que lo conocí hasta que cayó en estado
depresivo profundo en 1968, lo veía regularmente una o dos veces por semana,
sea en su departamento, donde él mismo cocinaba, sea en algún restaurante a la
orilla del Sena o en algún otro lugar del Barrio Latino.
19. En ese momento yo estaba viviendo una crisis
personal. Por un lado, el amor no correspondido por parte de Rodrigo Ambrosio,
cuya relación yo había terminado meses antes de ir a París, pero que ya en esa
ciudad en vano quise retomar —él había quedado muy traumatizado por la
inesperada ruptura de mi parte—. Por otro, una gran inseguridad intelectual
provocada por las lecturas filosóficas que me recomendaba Paul Ricouer.
Recuerda que yo estudié Psicología y tenía, por lo tanto, una escasa formación
filosófica.
20. Althusser me ayudó en ambos planos, en el
afectivo y en el intelectual. En el primero decía que no podía entender cómo no
era correspondida. En el plano intelectual me reafirmó enormemente.
21. Me pidió que le pasara el último trabajo que
acababa de terminar para Ricoeur sobre Merleau‑Ponty. Recuerdo que le dije: “No
se si soy inteligente o no.” “Pásame tu trabajo”, me dijo. Y luego de leerlo
expresó: “Tú tienes una gran capacidad pedagógica. No te preocupes tienes
tiempo para ser filósofa; todavía eres muy joven.” Eso me ayudó mucho. La
verdad es que nunca llegué a ser filósofa, pero sí creo que tengo una fuerte
vocación pedagógica y habilidades para comunicar ideas en forma sencilla.
22. Una de de las primeras cosas sobre las que
conversamos con Althusser fue sobre el tema del tiempo, que para mí era como
una camisa estrecha. Le expresé mi angustia de sentir que no podía hacer todo
lo que quería hacer. Nunca he podido entender cómo la gente puede aburrirse
cuando hay tantas cosas en que ocuparse. Él me recomendó leer su artículo sobre
el teatro materialista donde habla de Bertolt Brecht, publicado en diciembre
del 1962 en la revista Esprit, porque allí abordaba ese tema. Ese fue el
primer trabajo que leí de él.
23. Althusser había estado publicando anualmente
desde 1960 artículos muy interesantes [6] y polémicos en relación
con las obras de la juventud de Marx, que luego fueron reunidos en su libro Pour
Marx, publicado en 1965 por la editorial Masperó. Los planteamientos allí
vertidos conmovieron al medio intelectual francés y luego al europeo, entre
otras cosas porque iban contra la corriente de aquellos años en que muchos
autores estaban desarrollando una visión humanista del marxismo basado en las
obras del joven Marx.
24. Él me fué pasando esos artículos y me recomendó
leer directamente a Marx empezando por El Capital, y no por sus
páginas iniciales sino partiendo por el capítulo de la plusvalía, ya que en los
primeros capítulos Marx había coqueteado —según el— con la dialéctica
hegeliana.
25. Se estableció así entre ambos un riquísimo
intercambio intelectual. Yo le iba consultando las dudas a medida que iba
leyendo sus escritos; al comienzo los que él había publicado hasta ese momento
y luego sus trabajos inéditos, o El Capital; y él me iba contando
acerca de sus nuevas incursiones teóricas.
26. Cuando lo invité a participar en una reunión de
nuestro grupo de latinoamericanos, me respondió que no tenía tiempo para hacer
esto ya que estaba trabajando intensamente en su libro Pour Marx, pero
que me invitaba a participar en el seminario sobre otro libro en preparación: Lire
Le Capital. Me recomendó en cambio invitar a Régis Debray, muy amigo de
él. En esa época Régis ya había publicado su primer libro: El castrismo:
La larga marcha de América Latina.
—
¿Podrías decirnos qué papel atribuyes a ese pensador en el desarrollo del
marxismo y en tu propia formación personal?
27. —A mi entender Althusser hizo un aporte
fundamental en el campo teórico: nos permitió redescubrir el marxismo. Nos
enseñó no sólo que Marx no había sido superado, como solía plantearse entonces,
sino que, por el contrario, el potencial teórico de su obra había sido
subutilizado; que la ciencia de la historia descubierta por Marx nada tiene que
ver con las interpretaciones dogmáticas del marxismo que lo consideran un
conocimiento acabado; que gran parte del camino está por hacerse; que ser
marxista no es repetir fórmulas hechas y aplicarlas mecánicamente a realidades
históricas concretas sino extraer de las obras de Marx aquellos instrumentos
teóricos que permiten enfrentar en forma creadora nuevas realidades.
28. En cuanto a mí, Althusser me hizo descubrir a
Marx. Me apasionó tanto su enfoque del marxismo como instrumento para la
transformación social que decidí abandonar la psicología (en Chile me esperaban
como docente universitaria en esa materia), para dedicarme de lleno al
marxismo. Esa decisión la tomé previa consulta con mis amigos chilenos de
París. Era una decisión demasiado importante para tomarla sola. Yo quería su
opinión acerca de donde yo podía ser más útil para Chile. Todos concordaron en
que debía dedicarme a estudiar marxismo.
29. Entonces pensaba que a mi regreso a Chile
podría ganarme la vida como traductora de francés. Nunca pensé que iba a poder
vivir del marxismo. Pero llegué a Chile en plena reforma universitaria, cuando
se valoraba más haber escrito un libro que tener un título universitario. Mi
único título entonces y hasta hoy es el de Licenciada en Psicología. Fue
gracias a Los conceptos elementales del materialismo histórico, mi
primer libro, que llegué a ser profesora universitaria de esta materia. Junto
con Clodomiro Almeida, que luego fue ministro de Salvador Allende, elaboramos
los primeros programas de marxismo en la Universidad de Chile.
— ¿Cuándo
empiezas a estudiar a Marx, propiamente tal?
30. Eso ocurrió el verano de 1965 luego de mis
primeros contactos con Althusser y mi decisión de prepararme en marxismo. Dejé
la tutoría de Ricoeur y comencé a leer a Marx. Me concentré en estudiar El
Capital —como me había recomendado Althusser— y lo hice en forma muy
rigurosa, haciendo resúmenes y esquemas de todo lo que iba aprendiendo. Más
tarde, en 1971, gran parte de ese material fue incluido en mi segundo libro: El
capital: conceptos fundamentales.
31. —Él me enseñó el método con que debía estudiar
a los clásicos del marxismo. Me enseñó a “leer”, a leer más allá de lo que una
cita dice textualmente, a leerla en su contexto, a leer en profundidad, a
deducir de lo que el autor dice, pero también de lo que no dice, a desentrañar
su pensamiento profundo. Creo que sólo de esta manera es posible que nos
liberemos del dogmatismo, de la repetición de citas textuales sacadas de su
contexto; que aprendamos a argumentar con razonamientos y no con recitación de
textos. Sólo de esta manera se puede desarrollar creadoramente el marxismo,
extrayendo de las obras de los clásicos un enorme caudal de instrumentos
teóricos que serán muy útiles para el estudio de las nuevas realidades que van
surgiendo. Gracias a este método logré reconstruir, por ejemplo, el concepto de
clases sociales en Marx. Darle de alguna manera vida al capítulo inconcluso de El
capital. En ninguna parte de su obra Marx define el concepto de clase
social. Cuando lo iba a hacer muere, pero a lo largo de toda su obra están
presentes los elementos teóricos que permiten darle un contenido conceptual a
esa palabra clave para el marxismo.
32. Quiero aclarar, finalmente, que mi admiración
por Althusser y mi gratitud por todo lo que significó su apoyo y amistad en mi
desarrollo intelectual y personal, no significa que haya compartido plenamente
todos sus planteamientos. Recuerdo que no compartí su crítica a la Unión
Soviética en relación con la guerra en Vietnam. Pero, sean cuales sean nuestras
diferencias eso no invalida en absoluto el gran aporte que creo que ha hecho al
desarrollo de la teoría marxista.
—Entiendo
que tú participaste en seminarios en la Escuela Normal Superior, ¿es así?
33. —Sí, así es. No recuerdo si fue a fines del 64
o comienzos del 65 que Althusser convocó al seminario sobre el tema de su
futuro libro: Para leer El Capital. Este libro cumplió 50 años de
ser publicado en 2015. El seminario era abierto a personas de fuera de la
Escuela Normal y, como te mencioné antes, Althusser me había invitado a asistir
a él. Lo hice acompañada de Petrola, un amigo brasileño filósofo.
34. Este libro fue escrito por varios autores.
Además de Althusser, participan: Etienne Balibar, Roger Establet, Jacques
Rancière, Pierre Macherey. En el seminario, cada autor exponía su capítulo y
luego se entraba a una discusión colectiva. Me costaba mucho seguir la
exposición de los autores cuando leían sus respectivos capítulos. Por una
parte, mi comprensión del francés no era perfecta, pero, sobre todo, no tenía
la formación filosófica para entender muchas de las cosas que allí se
planteaban. Quien ha leído a Althusser sabe lo complejo que es su pensamiento.
Sin embargo, cuando se abría el debate y los autores respondían a las preguntas
lograba entender mucho más.
35. En el otoño del año siguiente (1966) empecé a
participar en un seminario organizado por el grupo de discípulos de Althusser
de la Escuela Normal. En este caso tuve una participación activa. Me sentía
mucho más segura por haber leído prolijamente El Capital en las
vacaciones.
—¿Fueron
estos discípulos suyos los que luego abandonaron el Partido Comunista?
36. —Efectivamente, este grupo fue derivando cada
vez más hacia el maoísmo hasta plantearse el abandono del Partido Comunista en
el que todos ellos militaban. Yo también simpatizaba mucho con el maoísmo. Me
extrañó que Althusser no abandonara el Partido como sus discípulos, ya que él
apreciaba altamente el pensamiento de Mao Tse Tung. Cuando le pregunté la razón
de su decisión me respondió: “He permanecido en el partido porque es allí donde
está la clase obrera francesa. Ellos (sus alumnos) son un grupo pequeño burgués
y como tal tienden a irse a los extremos.” Y eso fue lo que ocurrió. Una gran
parte de este grupo que era extremadamente teórico, en un momento posterior
decidió abandonar los estudios teóricos e incorporarse a trabajar en las
fábricas como obreros. El mayo francés (1968) los encuentra en esa situación y
por eso no pudieron participar en la orientación política de esas luchas.
— ¿La
enfermedad de Althusser afectó tu relación con él?
37. —Si no me equivoco fue en el verano u otoño de
1967 que Althusser cae en la depresión profunda que te mencioné anteriormente y
desaparece por varios meses de la Escuela Normal. Para mí fue muy duro verlo
derrumbarse y no poder ayudarlo. Es terrible ver que una persona por la que
sientes un gran cariño se hunde a tu lado y no puedes hacer nada por salvarla.
La depresión es una enfermedad que te lleva a aislarte, creas una muralla que
no puede ser traspasada por nada ni nadie. Se trata de una enfermedad que tiene
orígenes en traumas sicológicos tremendos en la vida infantil.
38. La enfermedad me permitió cortar con el cordón
umbilical que me unía a Althusser. Ese año decidí volver a Chile. No sé qué
hubiese pasado si él no se hubiese enfermado. Me parecía tan difícil abandonar
París cuando tenía las posibilidades de estar en constante diálogo con él.
Además entre nosotros se había creado una relación muy especial, algo más que
una simple amistad. Yo muchas veces me pregunté si no estaría enamorándome de
él o si sólo se trataba de una inmensa abstracción intelectual. Él, por su
parte, me confesó que debido a sus problemas psicológicos no podía amar
profundamente a nadie y que si bien sentía un gran afecto por mí, no quería
establecer una relación que me haría sufrir.
39. Ese mismo verano mi padre me había invitado a
ir a Chile en las vacaciones europeas, lo que también ayudó a que me motivara a
regresar a mi país. En ese momento Althusser ya era famoso en América Latina, y
yo empezaba a ser conocida por el prólogo que hice de su libro: Pour Marx que,
con su consentimiento, titulé: La revolución teórica de Marx.
40. —Para responderte, debo volver un poco atrás.
Cuando llegué a estudiar a París, me había propuesto quedarme sólo dos años y
luego volver a mi país. No quería que me pasara como a otros estudiantes de
América Latina que nunca volvían, se transformaban en eternos becados. Por ello
decidí renunciar a un tercer año de beca, pero luego, al conocer a Althusser, y
al sentir que era una oportunidad extraordinaria poder trabajar tan cerca de
él, decidí quedarme por más tiempo y para sobrevivir, tuve que empezar a
trabajar.
41. Empiezo vendiendo tarjetas postales artísticas
en una librería del Barrio Latino y luego trabajo en la traducción de Pour
Marx y luego de Para Leer El Capital. Debo haber iniciado
la traducción del primero a mediados de 1965 o comienzos de 1966, terminándola
en agosto de este último año. Siglo XXI editores publica este libro a inicios
de 1967. No recuerdo bien pero probablemente fue Althusser quien me propuso
como traductora a dicha casa editorial mexicana.
42. La traducción de Pour Marx fue
una tarea llena de desafíos, pero muy positiva porque me obligó a adentrarme a
fondo en el pensamiento de su autor. Y la introducción a ese libro fue mi primer
escrito. Cuando se la mostré a Althusser a él le encantó. Encontró que había
sido capaz de poner en forma muy clara conceptos que eran muy complejos. Al
revisarla me pidió incluir algunas precisiones filosóficas que él mismo
redactó.
43. Esa introducción me dio a conocer como
intelectual marxista althusseriana en los medios académicos latinoamericanos, y
lo hizo en un momento en que había un verdadero snobismo althusseriano. Esta
situación se revertiría algunos años volviéndose en un snobismo anti Althusser.
Muchos de los que fueron muy admiradores suyo, luego, con la crítica a su
supuesto estructuralismo, se trasnformaron en anti-althusserianos sin haber
entendido a cabalidad su pensamiento.
—¿En qué
fundamentas tu afirmación?
44. —Hubo dos cosas que yo viví de cerca que
revelan lo poco que lo entendieron.
45. La primera se refiere a mi experiencia en un
seminario realizado en Paris al que asistió un grupo selecto de filósofos. Este
seminario debía estudiar primero el tema del estructuralismo —que estaba de
moda en ese momento en París— y luego a Althusser.
46. Mientras se discutía sobre estructuralismo,
tema que me costaba muchísimo entender, no me di cuenta de la calidad de los
debates, pero cuando entramos a discutir el pensamiento de Althusser —que yo
dominaba—, me di cuenta que muchos de esos grandes filósofos no habían
entendido varios de sus conceptos claves.
47. La otra prueba es lo que ocurre con el libro de
Althusser La revolución teórica de Marx. Ahí yo uso el término de
“estructura a-dominante” para traducir su concepto “structure à dominante”
distinguiéndolo de su otro concepto: “estructura dominante” (structure
dominante). El editor decidió, sin consultarme, eliminar simplemente la “a” de
la palabra “estructura a-dominante” porque consideró que esa palabra no existía
en español, dejó sólo “estructura dominante” y con ello deformó completamente
el esfuerzo hecho por el autor por diferenciar ambos tipos de estructuras. En
Althusser el término “estructura a dominante” se refiere al concepto del todo
social que está compuesto de varias estructuras (económica, ideológica,
jurídico‑política), una de las cuáles domina en el todo mientras las otras
tienen un papel subordinado.
48. Yo reclamé y logré que aceptaran corregir la
segunda edición. Después de 17 años de esa edición corregida leo un artículo de
un dirigente comunista chileno exiliado en París donde escribe: “Como Althusser
dijo, ‘estructura dominante o a‑dominante’...” Asombrada de esta formulación,
reviso la edición corregida y compruebo que habían corregido un pliego del
libro, pero que los otros pliegos habían conservado el error. Y ese libro fue
utilizado como texto por profesores universitarios durante 17 años y nadie
reclamó por dicho error. Eso me hace pensar que no entendieron uno de los
conceptos más claves de la interpretación althusseriana de Marx.
— ¿En qué
contexto político‑social llegan las obras de Althusser a América Latina?
49. —Las primeras obras de
Althusser llegaron a América Latina en un momento en que se habían producido
reformas universitarias y el marxismo empezaba a ser por primera vez materia de
estudio universitario. Fueron años de auge del marxismo y del pensamiento de
izquierda. Los trabajos de varios intelectuales marxistas sirvieron de base
para la elaboración de los planteamientos programáticos de los gobiernos y
partidos de izquierda de esa época, en brutal contraste con la situación
actual.
—¿Cómo
fue que llegaste a escribir Los conceptos elementales del materialismo
histórico?
50. —La Introducción a Pour Marx no
sólo fue una carta de presentación ante los intelectuales latinoamericanos,
sino que también sirvió para que Althusser me invitase a colaborar en otro
libro que él y Etienne Balibar iban a emprender. El proyecto era que yo
colaborara haciendo una exposición más pedagógica de sus ideas. El habló con
Masperó, el editor francés de muchos de sus libros, sobre este nuevo proyecto y
consiguió que él me comenzara a pagar en forma anticipada una cierta cantidad
de dinero por ese trabajo. Ese proyecto nunca prosperó porque fue entonces
cuando Althusser cayó en esa profunda depresión.
51. En el último año de mi estadía en París (fines
del 67 y mitad del 68) me dediqué a impartir un curso sobre el materialismo
histórico con el enfoque althusseriano a un pequeño grupo de estudiantes
latinoamericanos: brasileros, chilenos, mexicanos y haitianos. Quién tuvo la
idea de hacer una pequeña escuela para formar cuadros políticos
latinoamericanos fue Adolfo Orive, un economista mexicano que estudiaba en
París, hoy senador de la República. El provenía de una familia mexicana muy
rica y tenía bastante dinero como para pagarme un año más de estadía en París.
52. Cuando Althusser cae en esa profunda depresión,
yo fui a ver a Masperó y le expuse mi decisión de devolverle el dinero que
había recibido de él para el proyecto de libro de Althusser. El se mostró muy
asombrado, nadie jamás le había devuelto un dinero por un trabajo relacionado
con la editorial. No quería aceptarlo. Entonces, la alternativa que le presenté
fue la de transformar en un pequeño manual el texto sobre materialismo
histórico que había preparado para impartir las clases al grupo de
latinoamericanos que mencioné anteriormente. Le ofrecí además un segundo libro
sobre el materialismo dialéctico y otro sobre conceptos políticos. Masperó se
mostró encantado.
53. Sin embargo, a los pocos meses, cuando
Althusser se recupera de su depresión y conoce mi propuesta, le pide a Masperó
que suspenda la publicación de dicho libro, porque contenía ideas que él
todavía no había publicado, a las cuales yo había podido tener acceso por estar
trabajando en el proyecto del otro libro que mencioné anteriormente. No objetó,
sin embargo, que yo lo publicara en América Latina.
54. Contacté a Arnaldo Orfila, director de Siglo
XXI Editores, quien recibió con gusto la idea. Él había quedado muy bien
impresionado con la lectura de mi introducción a La Revolución teórica de
Marx y luego con un contacto personal que habíamos tenido en relación con
la publicación de ese libro.
55. Terminé de escribir Los conceptos ... en
1968, poco antes de partir a Chile. Después supe que una de las personas que
contribuyó a que el libro fuese publicado en dicha casa editorial fue Gaspar
Ilom, que luego se transformaría en el comandante de una de las organizaciones
guerrilleras guatemaltecas: la Organización del Pueblo en Armas (ORPA).
—¿Cómo
explicas el éxito que tuvo dicho libro en América Latina y otras partes del
mundo?
56. —Te confieso que nunca pensé, ni creo que el
propio editor haya imaginado la enorme repercusión que tendría este esfuerzo
pedagógico. Yo siempre digo que lo pude escribir porque no tenía entonces, ni
tengo todavía, un conocimiento enciclopédico del marxismo. Sólo había leído El
capital de Marx y algunas otras obras de lo que Althusser llamaba: el
“Marx maduro”, y los escritos de Althusser de los años 60. Luego, en la edición
revisada y ampliada en 1985, incorporé obras posteriores de Althusser,
fundamentalmente su artículo acerca de los aparatos ideológicos del Estado.
—¿Podrías
decirnos qué persigues con tus trabajos sobre teoría marxista?
57. El objetivo fundamental de mis trabajos ha sido
y es de orden pedagógico. Primero pretendí hacer llegar a mucha gente ese
redescubrimiento del marxismo realizado por Althusser y el grupo de compañeros
que trabajaba con él. Como sabes, su lenguaje era muy hermético aún para los
propios intelectuales; me esforcé por hacer llegar todo eso a los trabajadores.
Y luego, a medida que iba profundizado en el marxismo, cómo hacer accesible al
máximo de gente todo lo que iba descubriendo.
58. Es extraño, pero creo estar en lo cierto al
decir que existen muchos más investigadores y estudiosos del marxismo que
pedagogos, pero resulta que no son los investigadores ni los estudiosos los que
hacen la historia, son nuestros pueblos. Yo me propuse como tarea ayudar a la
gente sencilla a desembarazarse de la ideología dominante burguesa, a ayudarla
a tener una posición crítica, quise colaborar dándole instrumentos que le
permitiesen enfrentarse a realidades nuevas y cambiantes. Los manuales clásicos
de marxismo no me convencían, me parecía que la gente aprendía a recitar y no a
analizar, ellos daban la impresión de que existen respuestas hechas para todo,
cuando lo que hay que hacer es construir esas respuestas a cada instante.
59. Mi esfuerzo estuvo encaminado entonces a dar
instrumentos de trabajo intelectual, no respuestas hechas, y a tratar de
explicar cómo se llega a esos instrumentos. Si se lee con atención la última
revisión (1985) de mi libro: Los conceptos elementales del materialismo
histórico, las grandes definiciones están siempre al final de un largo
recorrido explicativo. Y esto es más claro aún en los Cuadernos de
educación popular donde, por ejemplo, el concepto de fuerzas
productivas que se ha prestado a tantas simplificaciones e interpretaciones
evolucionistas que nada tienen que ver con el marxismo, no aparece en el primer
cuaderno, Explotados y explotadores, sino en el tercero de la edición actualizada
y generalizada, de la editorial española Akal.
60. La verdad es que he sido la primera sorprendida
por la gran difusión que han tenido mis libros. Nunca pensé que un texto, que
estuvo inicialmente destinado a un pequeño grupo de compañeros revolucionarios,
llegara a tener tal acogida, transformándose de hecho en texto de estudio de
las universidades latinoamericanas. Tampoco imaginé que los Cuadernos de
educación popular, elaborados para responder a las ansias de educación
política de crecientes sectores del proletariado y de los estudiantes chilenos
durante el gobierno de Allende, iban a ser reproducidos y adaptados en
numerosos países de América, Europa y también de África. Creo que ello se debe
a lo que decía antes, al gran vacío pedagógico que hay en el terreno del
marxismo.
—Tu
primer libro ha sido muy bien recibido por amplios sectores pero también ha
sido muy criticado por otros, ¿qué interpretación haces de esa recepción
contradictoria?
61. —Los que me han criticado han sido los intelectuales,
los que han agradecido mi contribución han sido los militantes políticos
populares, saca tú tus propias conclusiones.
4. Validez actual de los aportes
teóricos de Althusser
—¿Se puede decir que el pensamiento de Althusser tiene validez en el momento actual?
—¿Se puede decir que el pensamiento de Althusser tiene validez en el momento actual?
62. —Yo creo que gran parte de
sus formulaciones teóricas siguen teniendo gran validez y siguen siendo muy
útiles. Hay que recordar que el proyecto de Althusser era rescatar el poder y
originalidad de la teoría de Marx para el avance del conocimiento científico de
la sociedad y, a partir de ese conocimiento, poder ofrecer al movimiento
comunista internacional elementos para orientar la acción política. Su mira
estuvo siempre en la transformación de la sociedad mediante la lucha
revolucionaria.
63. A continuación me refiero brevemente a algunas
de estas formulaciones.
64. —Althusser nos enseñó —como te decía— a
estudiar el pensamiento de Marx. La gran pregunta que nos planteaba era: ¿en
qué momento la elaboración teórica, el pensamiento de Marx, puede comenzar a
reconocerse como tal, como diferente de otros autores de su época?
65. Él nos dice que toda ciencia tiene un comienzo,
una prehistoria de la que sale y de la que continúa saliendo, pero hay un
momento en que el pensamiento de un autor se diferencia del de otros autores. A
ese comienzo Althusser le llamó corte o ruptura epistemológica, reconociendo la
paternidad del concepto en Gastón Bachelard.
66. Para entender esta ruptura son fundamentales
los conceptos de problemática y de campo ideológico. Todo pensamiento tiende a
ir evolucionando, pasando por diversas etapas, caracterizándose cada una de
ellas por la forma en que se articulan los diversos conceptos en una
problemática o un nuevo dispositivo conceptual.
67. Marx en un momento asumió la problemática
feuerbachiana. Una lectura crítica cuidadosa de Marx como la que hizo Althusser
al editar la traducción francesa de Feuerbach, demuestra que muchos de los párrafos
que los marxistas humanistas citaban como propios de Marx, no eran sino copia
de párrafos textuales de Feuerbach que Marx escribía para su uso personal.
68. Sólo cuando un pensamiento rompe con diversas
problemáticas del pasado y produce una nueva problemática es cuando se puede
hablar con propiedad de un pensamiento propio. El pensamiento original de Marx
sólo surge en un momento de su desarrollo intelectual, cuando rompe con las
problemáticas hegeliana y fuerbachiana con las que se había identificado
previamente y en las cuales están inmersas sus obras de juventud.
69. Los escritos del Marx joven —que hablan del ser
humano, su alienación y su liberación— tardíamente traducidos y desde los años
30 utilizados en el medio académico europeo para luchar contra el marxismo,
empiezan a ser utilizados por los intelectuales marxistas y los propios
partidos comunistas luego del XX Congreso del PCUS (1956), que criticó el culto
de la personalidad de Stalin.
70. Según Althusser, esa concepción humanista de la
obra de Marx —que fue adoptada por varios partidos comunistas, e incluso por el
PCUS—, en lugar de resolver los problemas de la izquierda y del socialismo
soviético llevaban a un callejón sin salida.
71. Una nueva problemática significa siempre nuevos
conceptos, en el caso de Marx: modo de producción, fuerzas productivas,
relaciones de producción, plusvalía, etcétera.
72. —Según Althusser, Marx no se dio cuenta de la
profundidad de su descubrimiento teórico. Se pensó a sí mismo como alguien que
aportaba en el terreno económico y, especialmente, en cuanto a la comprensión
de la lógica capitalista, pero la envergadura de su aporte fue mayor, él fundó
—como dice Althusser— una nueva ciencia: la ciencia de la historia.
73. Para llegar a esta conclusión me pareció muy
interesante del método con que Althusser lee a Marx y especialmente su obra
maestra El Capital. No sólo estudia lo que él dice
explícitamente, sino también lo que no dice —como te decía— y muchas veces eso
que no dice ilumina más su pensamiento que lo que dice, de la misma manera que
un psicoanalista descubre más cosas en los silencios y sueños de su paciente
que en lo que éste comunica directamente.
74. Para explicar la profundidad del descubrimiento
de Marx, Althusser utilizaba la metáfora de los continentes científicos.
Desarrollé esta idea en mi libro Los conceptos elementales del
materialismo histórico. Allí digo, citando a Althusser [7] ,
que antes de Marx sólo habían sido descubiertos dos grandes continentes: el
continente Matemáticas por los griegos (Tales o lo que el mito de este nombre
así designa) y el continente Física por Galileo y sus sucesores. Una ciencia
como la química fundada por Lavoisier es una ciencia regional del continente
Física. Una ciencia como la biología, al integrarse a la química molecular,
entra también en este mismo continente. La lógica en su forma moderna entra en
el continente Matemáticas. Por el contrario, es muy posible que Freud haya
descubierto un nuevo continente científico. Marx, por su parte, habría abierto
al conocimiento científico un nuevo continente: el continente de la Historia.
75. Esta nueva ciencia fundada por Marx es una
ciencia “materialista” como toda ciencia y, por ello, se la ha denominado
materialismo histórico. La palabra materialismo indica simplemente la actitud
estricta del sabio frente a la realidad de su objeto, que le permite captar,
como diría Engels, “la naturaleza sin ninguna adición desde fuera”. Pero, la
expresión “materialismo histórico” es, sin embargo, algo extraña, ya que las
otras ciencias no emplean la palabra “materialismo” para definirse como tales.
No se habla, por ejemplo, de materialismo químico o de materialismo físico. El
término materialismo, utilizado por Marx para designar la nueva ciencia
de la historia, tiene por objeto establecer una línea de demarcación entre las
concepciones idealistas de la historia y la nueva concepción materialista, es
decir, científica de la historia.
76. Ser capaz de hacer un análisis científico de
los fenómenos históricos es ser capaces de descubrir la causalidad o
determinación que los rige, permitiéndonos predecir de alguna manera lo que
podría ocurrir en el futuro. No se trata del determinismo mecanicista de la
mecánica clásica expresada en leyes del movimiento de Newton, relacionadas con
causas y efectos simples, ni del determinismo evolucionista de Darwin, sino de
una causalidad estructural o causalidad dialéctica estructural. Así definió a
Althusser al determinismo marxista.
77. —Y justamente una de las primeras cosas que
logró Althusser fue romper en mí el fantasma del determinismo mecanicista del
marxismo. Yo era entonces —como te decía anteriormente— católica militante y me
preocupaba el tema de la libertad humana. Althusser con su concepto de
contradicción sobredeterminada resolvió mi problema filosófico. Su defensa de
la dialéctica marxista como un fenómeno antimecanicista, donde no hay una
contradicción simple: fuerzas productivas/relaciones de producción sino que
esta contradicción está siempre sobredeterminada por otras múltiples
contradicciones, me permitió entender que no era contradictorio afirmar que la
sociedad determina el quehacer del individuo (hombre o mujer), pero que éste/a,
a su vez, desempeña un papel en la historia.
78. Este determinismo de nuevo
tipo, que permite un espacio para la acción del hombre en la historia, nos
permite ver en qué lugar tenemos que combatir para que nuestro actuar sea más
eficaz, porque sí debemos combatir para transformar el mundo. Esta forma de
entender el determinismo marxista confronta la tesis evolucionista mecanicista
que deduce el advenimiento del socialismo de la maduración la contradicción
entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Y nos permite entender
por qué las crisis estructurales del capitalismo no conducen necesariamente a
salidas revolucionarias.
79. —Otro aspecto metodológico que aprendí de
Althusser —y que me parece primordial para hacer una lectura crítica de un
autor— es la necesidad de distinguir entre los diferentes niveles y
características de su discurso. Para ilustrar lo que quiero decir, veamos lo
que ocurre en El Capital. En los primeros volúmenes, cuando en el
El Capital Marx se está refiriendo al nivel más abstracto, al
nivel del modo de producción capitalista, vemos que sólo existen dos clases: la
clase capitalista dueña de las empresas (de los medios de producción) y la
clase obrera explotada por estos dueños. Pero ya en el tercer volumen, cuando
empieza a considerar la sociedad capitalista, bajando el nivel de abstracción,
aparece una tercera clase: la clase dueña de la tierra, sin la cual no podrían
entenderse como surgen las relaciones capitalistas. Esto ocurre en El
Capital.
80. Si ahora analizamos una obra histórica como El
18 Brumario de Luis Bonaparte vemos que en esa obra se menciona una
mayor cantidad de clases y fracciones de clase.
81. Algunos autores han señalado esto como una
incoherencia en Marx (a veces habla de dos clases, otras de tres y otras de
muchas más) sin percatarse de que se trata de diferentes niveles de
abstracción: el modo de producción, la formación social, la coyuntura política.
Aunque, como he explicado en mi libro: Los conceptos elementales del
materialismo histórico, a nivel de la coyuntura política es preferible
hablar de fuerzas sociales y no de clases, ya que puede haber algunos burgueses
que apoyen el proyecto político de los trabajadores, como puede haber
trabajadores que apoyen a sectores burgueses.
82. Althusser me enseñó también a entender que hay
distintos tipos de discursos: teóricos, políticos, pedagógicos y que al analizar
lo que dice un autor hay que plantearse siempre cuál es el propósito de cada
texto, a quien está dirigido, cuánto tiempo ha tenido el autor para desarrollar
sus plateamiento, contra quién está combatiendo en el terreno de las ideas.
83. —Otro aporte fundamental de Althusser fue
señalar que, para lograr transformar el mundo, Marx tuvo que crear nuevos
conceptos que desde el punto de vista teórico no se refieren a temas
relacionados con el humanismo.
84. Poco antes de conocerlo había publicado su
artículo Marxismo y humanismo. El tema me atrajo por estar tan vinculado
a mi situación de creyente. En ese artículo Althusser plantea una de sus tesis
peor comprendidas: el anti-humanismo teórico del marxismo. Una tesis
provocadora donde la palabra anti es usada por el autor para
distanciarse de la posiciones humanistas de entonces. El mismo aclaró luego que
sería más correcto hablar de un a-humanismo teórico en lugar de anti-humanismo
teórico.
85. Muchos de sus críticos interpretaron erradamente
su afirmación del marxismo como anti-humanismo teórico, pasando por alto la
palabra “teórico” y acusándolo de pretender decir que Marx era antihumanista,
con lo que deformaban completamente su pensamiento.
86. Lo que Althusser sostenía en su artículo Marxismo
y humanismo (1964) —y que yo resumí en la Introducción que hice al
libro Pour Marx que fue aprobada por el propio Althusser— era
que, para servir a los hombres reales, Marx no fabrica una teoría centrada en
reflexiones acerca del hombre sino que busca comprender las leyes que
determinan la existencia real de los hombres que viven en las sociedades. Es en
ese sentido que el marxismo es un anti-humanismo teórico, o más exactamente un
a-humanismo teórico. Esto no es contradictorio con el hecho de que Marx sea, al
mismo tiempo, un gran humanista. Lo que ocurre es que para servir a los hombres
reales, para tratar de liberar a la clase trabajadora de la explotación, Marx
no produce una teoría que hable del hombre, de la naturaleza humana, de libertad,
de conciencia, sino una teoría que emplea los conceptos de modo de producción,
de relaciones de producción, de fuerzas productivas, es decir, una serie de
conceptos que nada tienen que ver con los conceptos del humanismo. Para ser
consecuente con su humanismo práctico era necesario que Marx no fuera
teóricamente un humanista.
87. Para ayudar a una mejor comprensión de su
tesis, Althusser comparaba a Marx con Freud. Es evidente que el psicoanalista
alemán quería curar a los enfermos con trastornos psicológicos que llegaban a
su consulta y en ese sentido era fundamentalmente humanista. Sin embargo, para
poder sanarlos creó una teoría: el psicoanálisis, donde empleaba conceptos
nuevos que no consideraban el concepto de hombre como Ello, Yo y Superyo; Eros y
Tánatos, complejo de Edipo, etcétera.
88. Y recuerdo muy bien su reacción cuando en 1965,
de regreso de un corto viaje a Polonia con un grupo de mis amigos de América
Latina, le cuento sorprendida que los filósofos marxistas polacos estaban
dedicados a estudiar a los mismos autores que yo, como católica, había estado
estudiando en Chile: Maritain, Teilhard de Chardin, Mounier, etcétera, todos
centrados en reflexiones acerca del hombre y su papel en el mundo. Reaccionó
indignado. “¡Cómo era posible que esos pensadores se dedicaran a esos estudios
acerca de los problemas ideológicos del humanismo en lugar de ponerse de lleno
a estudiar los problemas que surgen de la construcción del socialismo!” Los
problemas del hombre en el socialismo no iban a resolverse —según él, hablando
del hombre, tema sobre el cual la Iglesia Católica tenía una ventaja de siglos
sobre el marxismo— sino afrontando concreta y correctamente los difíciles
problemas que surgen en la construcción del socialismo. Por eso también se
indignaba y consideraba antimarxista el que todos los problemas que sufría la
URSS fueran atribuidos a Stalin. Reconociendo los errores personales de dicho
dirigente, lo que —según él— había que buscar para evitar la repetición futura
de esos mismos errores, eran las causas económico‑sociales que explicaban el
porqué del surgimiento de ese fenómeno tan nefasto para el socialismo.
Althusser insistía que no bastaba reconocer autocríticamente un error para
poder superarlo, había que conocer sus causas, y sólo corrigiendo esa situación
se podía evitar su repetición.
89. Otra cosa del enfoque althusseriano de Marx que
me ayudó mucho fue entender que se podía ser creyente y ser marxista a la vez.
El marxismo —decía— es una ciencia, la ciencia de la historia, y como tal no
afirma ni niega la existencia de Dios. Esa afirmación o negación pertenece al
terreno de la ideología, no de la ciencia. Y añadía: en la medida en que la
religión existe como obstáculo, uno está obligado a luchar contra ella, pero con
lo positivo que las ideas religiosas indican, escondiéndolo, existen amplias
posibilidades de entendimiento y esclarecimiento. Creo que es por eso que
Althusser fue tan bien recibido por los teólogos de la Liberación en nuestra
región.
90. —Te he señalado las contribuciones de
Althusser, pero hay, creo que hay, una ausencia importante en su enfoque de
Marx que está presente en El Capital y en otros textos y que ha
sido destacado con gran énfasis por el investigador marxista canadiense Michael
Lebowitz y mi actual compañero: la afirmación de que al transformar las
circunstancias, las personas se transforman a sí mismas para bien o para mal.
91. Según Marx, al transformar la materia prima en
productos elaborado en el proceso de producción capitalista, los trabajadores
no sólo producen mercancías sino, que al mismo tiempo, se producen a sí mismos
como trabajadores alienados. Algo diferente ocurriría, según Marx, en una
sociedad de productores libremente asociados, donde el trabajo, en lugar de
esclavizar a las personas, las liberaría.
92. Marx señala también que sólo a través de las
luchas los trabajadores se liberan del estiércol del pasado (la cultura
heredada).
93. Partiendo de estas ideas, Michael habla de la
práctica revolucionaria y del “joint product”, que yo he traducido por doble
producto. Señala que en toda actividad humana hay un doble producto, un primer
producto: los objetos materiales producidos y un segundo producto humano,
subjetivo, mucho menos tangible, que sólo una mirada atenta descubre: los
efectos que esa actividad produce en las personas: alienándolas o
permitiéndoles un mayor desarrollo humano.
94. Te pongo un ejemplo: es muy distinto que unos
técnicos hagan un plan para una comunidad o instancia local, a que sea la
propia gente la que participe en la elaboración del plan. En este último caso
junto al producto material: el plan comunitario, logramos un segundo producto:
el desarrollo de las capacidades de esas personas, el crecimiento de su
autoestima y, por lo tanto, su mayor desarrollo humano.
95. Creo que muchas veces pensamos más en resolver
los problemas de la gente, es decir, en lograr el producto material, que en
crear condiciones para que la gente sea quien resuelva sus problemas y, de esa
manera, se desarrolle a sí misma.
96. Como dice Alfredo Maneiro, pensador y político
venezolano: no es lo mismo que una comunidad construya una pasarela (paso
elevado) para lo cual se ha organizado y ha luchado, a que sea el Estado el que
la construya y se la otorgue como un regalo.
97. O como dice Julio Anguita, el dirigente
comunista español, nosotros NO tenemos que darle solución a los problemas de
los ciudadanos, tenemos que hacer posible que los ciudadanos solucionen los
problemas dándoles los instrumentos para ello.
98. Mis lectores podrán percibir que esta idea de
la importancia de la práctica revolucionaria y del doble producto, que siempre
debemos considerar al planificar cualquier tipo de actividad, y a la que hoy
atribuyo gran importancia, estuvo ausente de mis trabajos anteriores a 2004.
Notas:
[1] . Revista española Argumentos, marzo
1978; revista chilena Punto Final Internacional, 983; revista mexicana Cuadernos
del Marxismo, enero 2002; Brancaleone Films y Cátedra Che Guevara, Néstor
Kohan, Argentina, septiembre 2014; investigadora Argentina Isabel Rauber,
trabajo inédito, enero 2015; Canal Arte de Francia, Adila Bennedjaï Zou
y Bruno Oliviero, septiembre 2015, y Lutas Sociales, Brasil, diciembre 2015.
[2] . Jean-Ives Calvez, La Pensée de Karl
Marx, Editions du Seuil, Paris, 1956. sobre el pensamiento de Marx
[3] . Jerónimo de Sierra, que luego llegó a ser un
reconocido sociólogo de su país.
[4] . Su libro se llamaba: La Estructura de
la Personalidad.
[5] . Con muchos de ellos habíamos hecho un Retiro
espiritual con un sacerdote domínico, quien no había dicho que el pecado no era
otra cosa que el egoísmo. La orden de los dominicanos publicaba una revista Freres
du Monde que era tan avanzada que defendía la existencia del partido único
siempre que éste fuera pluralista y respetara la democracia interna.
[6] . Fundamentalmente en las revistas francesas La
Pensée y La Nouvelle Critique.
[7] . Luis Althusser, Lenin y la filosofía, conferencia
realizada en la Universidad de la Sorbonne, Paris, 24 de febrero de 1968.
No hay comentarios:
Publicar un comentario