Escribe:
Antonio Zapata
La
candidatura de Julio Guzmán sigue en veremos y su exposición mediática continúa
siendo elevada. Además, es propaganda gratuita y positiva, porque lo presenta
como víctima de competidores abusivos que quieren eliminarlo.
Las
tachas ayudarán a que se consolide como placé. Mientras tanto, salvo Keiko, se
derrumba el resto de candidaturas del ayer denominado “elenco estable”. Entre
ellos PPK ha sufrido una caída particularmente notable. ¿Existen vasos
comunicantes entre PPK y Guzmán? A través de una mirada histórica, veremos cómo
se trata de una propuesta semejante, empaquetada de manera diferente.
El
Perú independiente comenzó caóticamente, liderado por un ineficiente
caudillismo militar, generando una reacción del pensamiento conservador
ilustrado, cuyo principal representante fue Bartolomé Herrera. Él sostuvo que
la independencia había significado un gran desorden y se requería redefinir las
jerarquías, poniendo a la inteligencia a la cabeza y desplazando a los torpes y
prepotentes militares que hasta entonces se habían sucedido en la
presidencia.
El
saber conservador y cultivado siempre ha aspirado al gobierno. Pero nunca lo ha
conseguido en forma plena. En realidad, los representantes de esta tradición
han sido acompañantes del poderoso, ocupando el área técnica del aparato del
Estado y dejando las manos libres a gobernantes que tejen las alianzas
políticas y militares necesarias.
En
tiempos pasados, los representantes de esta tradición estaban muy interesados
en la educación y la producción ideológica. Luego, avanzando hacia nuestros
días, se hicieron fuertes en el Ministerio de Economía y hoy el eje de sus
desvelos es darle continuidad al modelo neoliberal, lo que vienen logrando
desde los noventa.
Ahí
podrían seguir para siempre, aliados a quien ocupe la presidencia y controlando
los ministerios claves. Pero dentro de esta corriente ha surgido una inquietud
sobre el curso político actual. La tecnocracia piensa que es necesario realizar
reformas neoliberales de segunda generación, que están estancadas desde hace
veinte años.
¿Acaso
SEDAPAL y Petroperú se han privatizado? ¿Cuándo se van a flexibilizar los
derechos laborales? ¿Cómo combatir la corrupción y mejorar la eficiencia del
Estado? Como no hay respuesta, entre la tecnocracia ha crecido la ambición
política. Su idea es que los gobiernos centristas o populistas de derecha no
tienen determinación para la segunda generación de reformas neoliberales. Por
ello, sería necesario disputar el poder con un candidato viable.
Ese
fue PPK. Venía de la campaña anterior y a pesar de sus hándicaps: edad y
nacionalidad, se le construyó como una alternativa potente, capaz de disputar
exitosamente la segunda vuelta con Keiko. Pero no ha dado fuego, se fue
apagando a causa de un cúmulo de errores y ahora es difícil que resucite.
Entonces surgió un calichín del mismo perfil. Sonó la hora de Guzmán.
Como
se sabe, proviene del partido llamado originalmente Coordinadora Nacional de
Independientes, que se formó alrededor de Drago Kisic para acompañar a Lourdes
Flores el 2001. Ha conservado el registro electoral gracias a oportunas
alianzas para cada elección presidencial. Este grupo político estuvo vinculado
a la consultora Macroconsult, que en esta oportunidad está tomando cierta
distancia. El perfil es el mismo, un equipo de tecnócratas de derechas,
susceptibles de trabajar en cualquier gobierno, porque en el fondo están en lo
mismo: modernizar el modelo imperante desde los noventa.
Pero
PPK es antiguo, lobista y no sintoniza con la mayoría de la ciudadanía.
Mientras que Guzmán es nuevo y luce fresco, sin mochilas. Eso le gusta al
electorado, aunque por ello es débil y poroso. No aparece un equipo solvente
detrás del candidato y su lista de congresistas está integrada por casi
desconocidos. Además, sus propuestas están en construcción y su grupo cae en
frecuentes contradicciones. En el alto mando de Keiko debe haber cierta
confianza, es tan feble que lo pueden derrotar.
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