Escribe: César Lévano
El ministro
de Vivienda, Francisco Dumler, ha sido sincero: hay un proyecto oficial
para privatizar el agua. Para variar, Proinversión se ha encargado de
recibir tres proyectos privatizadores. Conocido es el papel entreguista
de esa institución.
Las
declaraciones de Dumler confirman la intención del gobierno de Ollanta
Humala de entregar la administración del agua a empresas probablemente
extranjeras. Esa orientación contradice el acuerdo de las Naciones
Unidas que consideran el acceso al agua como un derecho universal que
los estados deben respetar y garantizar.
El Papa
Francisco ha advertido, en su Encíclica Laudato Sí (Alabado seas), que
“es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas
mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos
de este siglo”.
Ese mismo documento pontificio señala:
“Mientras se
deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos
lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido
en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el
acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental
y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por
lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.
Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen
acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida
radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más
aportes económicos para proveer de agua limpia y saneamiento a los
pueblos más pobres”.
El proyecto
privatizador de Humala se cumpliría el 2016. Quiere decir que se basa en
la confianza de que el próximo gobierno será de la misma línea
neoliberal y vendepatria que implantaron Alberto Fujimori y Alan García.
¿Pero qué pasa si ninguno de esos continuistas es elegido? ¿O si un
huracán ciudadano se opone?
Guerra
avisada no mata gente. Noam Chomsky en su libro Making the future
(Construyendo el futuro), Penguin Books, 2002, recuerda que el pueblo de
Cochabamba, Bolivia, “libró una valerosa y exitosa lucha contra la
privatización del agua, que despertó la solidaridad internacional como
prueba de lo que se puede lograr mediante el activismo comprometido”.
El
presidente Humala finge olvidar que está a punto de dejar Palacio –le
quedan cinco meses, a lo más–. Debería abandonar su programa antisocial
respecto al agua.
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