Socialismo o Barbarie
Adolfo Gilly
Jueves 24 de marzo de 2016
Nuestro
inolvidable Bolívar Echeverría escribió esto allá por 1984:“No sabemos bien
lo que Rosa Luxemburg quería decir con ‘barbarie’ cuando, en el verdadero
comienzo del siglo XX, en la Gran Guerra, reconocía para la marcha de la
historia una encrucijada inevitable: o adopta el difícil camino del socialismo
o se hunde en la barbarie… Barbarie: una vida social cuyo trascurrir fuera el
discurso de un idiota, lleno de ruido y de furor y carente de todo sentido.
Ausencia de sentido, he ahí la clave de la barbarie”.
Los atentados
terroristas en Bruselas con su espantosa secuela de muertos y heridos, así como
los bombardeos indiscriminados sobre Siria, las oleadas de refugiados que
juegan –y pierden– sus vidas en el Mediterráneo sin encontrar asilo en Europa;
los ya incontables desaparecidos y asesinados en México y en Centroamérica y
los feminicidios cotidianos nos dicen que la barbarie –esta barbarie contemporánea–
está entre nosotros. Y cuando escribo “barbarie”, estoy midiendo mis
palabras.
Donald Trump, el
precandidato en ascenso que aparece irresistible, acaba de insistir (Reuters)
en que “Estados Unidos debería usar la asfixia y otras técnicas duras de
interrogación cuando se trate de sospechosos de terrorismo” (que por
supuesto puede ser cualquiera en manos de la policía). “La asfixia por
inmersión está bien”, declaró ayer. “Si se pudiesen ampliar las leyes
permitiría algo más que la asfixia por inmersión. Hay que sacarle información a
esta gente”. Este individuo amenaza tomar el control de la mayor potencia
tecnológica, militar y destructiva del planeta, aquí, nomás, tras frontera.
La barbarie: las
dos Grandes Guerras mundiales del siglo XX, las guerras coloniales, los campos
de concentración gemelos de Hitler y de Stalin, el Holocausto judío que algunos
bárbaros plumíferos todavía hoy se atreven a negar o minimizar. Sí, esa
barbarie fue creciendo sin cesar y desbordó sobre este siglo XXI y también sobre
este nuestro México, hoy, con decenas y decenas de miles de desapariciones
forzadas, presos torturados, inocentes encarcelados, feminicidios y violencia
cotidiana, asesinatos impunes, fosas clandestinas por doquier y Ayotzinapa como
herida abierta ( secuestro y asesinato de 43 estudiantes de la escuela Rural
Normal el 26 de septiembre de 2014 en el Estado de Guerrero de Máxico; ndr) .
Desarmados, no
tenemos otra respuesta inmediata a este desborde más que la razón, la
honestidad humana elemental y la organización. En nombre de estas tres
necesidades primordiales de este nuestro tiempo, quiero reproducir aquí la
respuesta que una pequeña organización socialista de Bélgica, la Liga Comunista
Revolucionaria (LCR), a la cual pertenecía Ernest Mandel, acaba de dar este
mismo día 22 de marzo. Proviene de la Bruselas donde estalló esta barbarie:
“La LCR-SAP
denuncia enérgicamente los cobardes atentados terroristas perpetrados este 22
de marzo en Bruselas. Ningún motivo político o religioso puede servir de pretexto
para estos crímenes innobles. La LCR-SAP expresa su apoyo y sus sentimientos
profundos de solidaridad con todas las víctimas inocentes de esta violencia
ciega.
La LCR-SAP
llama también a la más grande vigilancia democrática ante la nueva acometida de
seguridad, bélica, racista e islamófoba que estos terribles eventos amenazan
con suscitar en Bélgica y en otros países entre la clase política y los grandes
medios de comunicación.
Han trascurrido
apenas unos días desde el grito de victoria de las autoridades con motivo del
arresto de Salah Abdeslam; el vergonzoso acuerdo europeo para reprimir a los
refugiados; un nuevo atentado asesino en Estambul; y un bombardeo ruso sobre
Raqqa, en Siria, que dejó decenas de muertos entre la población civil. Hoy
volvemos a comprobar, una vez más, que no se combate el terror bombardeando al
pueblo sirio; sosteniendo regímenes dictatoriales; sacando al ejército a las
calles; estigmatizando a una comunidad en Europa con medidas racistas como la
pérdida de la nacionalidad; lanzando a los refugiados al mar y limitando las
libertades democráticas.
Por el
contrario, estas políticas de terror no hacen más que dar alimento a las
organizaciones terroristas y cumplir el objetivo de reforzar el odio sectario y
asfixiar a la sociedad. Reiteramos nuestra convicción de que nada podrá
protegernos mientras nuestra sociedad siga fundada sobre la injusticia, la
violencia y la exclusión, tanto al interior como al exterior de nuestros
países.
En estas horas
trágicas, la LCR honra a las víctimas luchando por un cambio radical de rumbo:
por una política social generosa, basada en la solidaridad, las libertades
democráticas y la lucha contra las desigualdades en nuestro país y en el mundo.
Defendiendo la
vida es como se combate una política de muerte.”
La pequeña voz de
estos compañeros no está sola en Europa ni en el mundo. Hoy toda la izquierda y
la democracia social europea está pronunciándose y uniendo y movilizando sus
fuerzas contra este desborde aluvional de las barbaries. Sirvan estas líneas
escritas con premura para traer algunas de aquellas voces entre nosotros.
Son las mismas
voces que en estas tierras se alzan, se movilizan y se organizan por Nestora
Salgado, por Miguel Mirelles, por Berta Cáceres asesinada en Honduras, por
Gustavo Cáceres allá en peligro de muerte; y también por Abel Barrera y Vidulfo
Rosales y los compañeros de Tlachinollan, que se juegan cada día la libertad y
la vida en defensa de los padres y madres de Ayotzinapa y de las desaparecidas
y desaparecidos de Guerrero, y todos los defensores de derechos humanos que se
las juegan en México y Centroamérica.
Vuelvo a traer
aquí la voz de Bolívar Echeverría en aquel escrito memorable:
“Sólo un hecho
impide hablar del siglo XX como de una época de barbarie. No se trata de la
existencia de un nexo que, al unir una barbaridad con otra, les otorgue un
sentido trascendente. Se trata de la existencia de la Izquierda: una cierta
comunidad de individuos, una cierta fraternidad, a veces compacta, a veces
difusa, que ha vivido esta historia bárbara como la negación de otra historia
deseada y posible a la que se debe tener acceso mediante la revolución. En
virtud de la existencia de la Izquierda, la miseria de la vida moderna, la
destrucción de los seres humanos y de la naturaleza en la ciudades y en los
campos de la época industrial deja de ser un absurdo y se vuelve un
acontecimiento histórico dotado de un sentido –negativo– y por tanto explicable”.
Explicable, es
decir, comprensible y accesible a la razón humana y, por lo tanto, al sentido y
al sentir de los seres humanos, de nosotros en México y en el Norte y el Sur de
este lado del mundo. Es cuanto nos dijo con otras palabras y por aquella misma
época –1981– nuestro Luis Villoro en “El sentido de la historia”, breve ensayo
deslumbrante incluido en el libro Carlos Pereyra (y otros), Historia, ¿para
qué?, Siglo XXI, México.
Es bueno regresar
a él en estos días de barbarie y sinsentido.
23/03/2016
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