¿Qué debe hacer la izquierda en la
segunda vuelta?
¡EL 5 DE JUNIO, EL FUJIMORISMO NO
DEBE PASAR¡
Las fuerzas de izquierda consiguieron
un sorprendente resultado en las elecciones del 10 de abril. Ninguno de los
partidos y movimientos que integran el Frente Amplio calcularon que podían
convertirse en la primera minoría parlamentaria. Los pronósticos de la mayoría
de los que estaban fuera del FA, también eran pesimistas. Con estos
antecedentes, es comprensible que la primera reacción en las fuerzas de izquierda
haya sido de gran celebración por los resultados obtenidos, de entusiasmo
desbordante por lo conseguido y de recrear la imaginación, ante todo en los
planes estratégicos.
Sin embargo, ¿puede existir un futuro
lleno de éxitos si la izquierda intenta abstraerse de la actual coyuntura y
colocarse al margen de la segunda vuelta? ¿La izquierda puede ignorar el gran
peligro que el fujimorismo gane la presidencia de la República el 5 de junio?
Los avances electorales importantes
de la izquierda no pueden ocultar la derrota que ha sufrido el conjunto de las
fuerzas democráticas, la victoria política de la derecha en general y del
fujimorismo en particular, no puede llevarnos a dejar de ver la imperiosa
necesidad de colocar en primer plano la tarea de luchar para impedir la
victoria de Keiko Fujimori en la segunda vuelta.
En las elecciones del 2006 y 2011
-también de los años 2000 y 2001- las fuerzas sociales y políticas que luchaban
por la democracia y el progreso consiguieron victorias importantes. En todas
ellas se realizaron grandes movilizaciones de masas en contra de las fuerzas
más reaccionarias y conservadoras, en especial en contra del fujimorismo. El
pueblo consiguió triunfos indirectos y avanzó políticamente muy a pesar de que
los protagonistas principales, las plataformas electorales y los candidatos no
representaban a los trabajadores. Estos avances se desarrollaron en particular
durante las elecciones del 2006 y 2011.
En relación a esos momentos
históricos, el 10 de abril de este año la derecha explícita y neoliberal ha
conseguido un triunfo casi abrumador e inocultable. El fujimorismo ha logrado
una victoria política contundente.
En vista que las victorias
democráticas -y hasta el triunfo de carácter popular del 2011- no se
convirtieron en políticas de Estado y cambios, como esperaba el pueblo, este
2016 se ha producido un viraje hacia los partidos que defienden abiertamente el
orden social vigente y el modelo neoliberal, y lo más grave, lo más peligroso,
este viraje ha posibilitado el reactivamiento del fujimorismo.
El origen directo e inmediato de este
viraje es la traición del nacionalismo al programa de la “gran transformación”,
es la mediocridad del gobierno de Ollanta Humala y el aventurerismo egocéntrico
de Nadine Heredia; es la conducta política de todos los nacionalistas que
permitieron, casi hasta el final, que su partido y el gobierno conquistado por
las fuerzas progresistas transitaran de las grandes promesas a la traición y a
la mediocridad total, y se hundieran en las olas desencadenadas por las
denuncias contra la corrupción de sus más altos niveles de dirección.
Los líderes principales del
nacionalismo que se comprometieron con los grupos de poder, impulsados por sus
múltiples y mezquinas aspiraciones personales, familiares y de grupo, al
alejarse por completo de las bases de su partido y del electorado que los apoyo
en los años 2006 y 2011, finalmente no tuvieron ninguna capacidad política para
defenderse de la ofensiva mediática organizada por la gran burguesía y otras fuerzas
reaccionarias en el tramo final de su gobierno. Tal ha sido la desorganización
y la derrota sufrida por el nacionalismo, que no pudieron participar en estas
elecciones generales; y ahora, tanto Humala como Nadine Heredia, se encuentran
en una situación de extrema vulnerabilidad, pueden ser juzgados y hasta
encarcelados.
En el viraje de las masas hacia la
derecha también hay grandes responsabilidades de la izquierda. Pero este viraje
no se explica porque en algunas de las coyunturas electorales la izquierda haya
tomado la decisión de apoyar al “mal menor” -como hoy sugieren algunos-, sino
porque no ha tenido la capacidad de comprender con mayor profundidad la
realidad, porque no ha podido diseñar una política que organice la lucha
coyuntural con un rumbo estratégico claro y definido. Las indefiniciones
ideológicas sobre estos aspectos fundamentales de tipo estructural y
coyuntural, en lo programático, estratégico y táctico, no permitieron a la
izquierda superar su prolongada crisis que estalló a fines de la década del 80
e inicios del 90 del siglo pasado. Resolver estos problemas ideológicos es aún
una tarea pendiente, que ante el avance de las fuerzas progresistas de
izquierda, como se ha producido en la actual coyuntura electoral, exigen que se
resuelvan apremiantemente.
Sin embargo, muy a pesar de todos sus
problemas, la izquierda ha continuado luchando en los últimos lustros contra
las fuerzas reaccionarias y conservadoras, en particular participó muy
activamente en el movimiento democrático patriótico organizado en torno al
Partido Nacionalista durante casi toda la primera década del presente siglo. La
gran limitación histórica y política que tuvo la izquierda en todo este tiempo
fue el de no organizarse como una fuerza política independiente del
nacionalismo emergente. Su error no fue apoyar a Humala, en las elecciones del
2006 y 2011, sino en no haber desarrollado una organización que luche en todo
momento con autonomía, que actúe con independencia cuando Ollanta llegó al
poder, más aún, cuando había claras evidencias de su viraje hacia la derecha.
No cabe duda que estas indefiniciones
permanentes de la izquierda, así como las conductas aventureras en su seno,
también contribuyeron para el actual viraje de las masas hacia la derecha, para
el reactivamiento del fujimorismo.
¿Qué hacer en la coyuntura actual?
Es fundamental que el conjunto de las
fuerzas de izquierda trabajemos por avanzar en la unidad. En el momento actual
lo más óptimo sería que el Frente Amplio se convierta en el gran frente único
de todas las fuerzas progresistas de izquierda, y desde este espacio, juntos
enfrentemos la lucha contra los enemigos históricos del pueblo y de nuestra
Patria.
Es muy probable que los militantes y
simpatizantes de izquierda, entusiasmados por los logros del 10 de abril,
piensen y sientan que es posible conquistar cuanto antes la unidad. Pero de
acuerdo a la situación concreta en la que se encuentran los partidos de
izquierda, tanto los que están en el Frente Amplio como los de Unete, el
proceso de unidad tomará su tiempo. No será nada fácil conquistar la ansiada
unidad.
Tendrá que lucharse por la unidad de
las fuerzas de izquierda con perseverancia e inteligencia, con una gran dosis
de mutua tolerancia que posibilite crear un ambiente para el debate necesario
que nos permita alcanzar nuevos niveles de unidad en las ideas fundamentales de
carácter estratégico y programático, sin los cuales no es posible la lucha
política y la acción práctica. Naturalmente este proceso de unidad también
depende mucho de las tácticas que se asuman ante la coyuntura política.
¿La izquierda puede contentarse con
celebrar los logros conseguidos el 10 de abril, puede encerrarse en sus
estructuras partidarias para concentrarse en “organizar” las fuerzas para el
2018 y 2021? Sí se actúa así, después de todo lo avanzado en las recientes
elecciones, seria profundizar todos los errores del pasado, es dejar las
puertas abiertas para que los nuevos acontecimientos nos desborden.
En la actual lucha electoral, los que
han pasado a la segunda vuelta, son partidos derechistas y neoliberales: el
movimiento de PPK y Fuerza Popular liderada por Keiko Fujimori. Ante esta
disyuntiva, en la izquierda se ha impuesto de facto la táctica de la
neutralidad política. Unos plantean abiertamente el voto blanco o viciado y
otros son partidarios del voto escondido por PPK.
Es completamente comprensible que se
haya impuesto esta conducta política de cierta neutralidad. Es consecuencia
directa de la experiencia frustrante de los últimos lustros, en particular de
las decepciones engendradas por el nacionalismo. Pero comprender las causas de
este estado de ánimo no significa justificar el error político serio que la
mayoría de los partidos de la izquierda están cometiendo, que si se persiste
puede ocasionar graves daños a los trabajadores, a los pueblos del Perú y al
conjunto de nuestra Patria.
El 5 de junio Keiko Fujimori puede
ganar la Presidencia de la Republica. De este modo puede controlar tanto el
poder Ejecutivo como el Legislativo. La experiencia práctica de la década del
90 del siglo XX así como lo realizado por el fujimorismo en los últimos lustros
y la naturaleza de su actual campaña electoral, nos indican que estamos ante un
partido profundamente reaccionario, organizado para imponer una dominación
autoritaria al servicio de los grandes capitalistas. El fujimorismo de ahora se
construye sobre la base de una amplia alianza reaccionaria entre determinados
sectores de la burguesía tradicional, capas de la burguesía emergente y
aquellos sectores populares que enajenados por el descontento contra la
democracia parlamentaria y atrapados por las redes corruptas fomentadas por el
fujimorismo, cuestionan el estatus quo de los últimos quince años, se aferran a
los recuerdos del gobierno de Alberto Fujimori y desarrollan actitudes
crecientemente hostiles frente a los progres de todos los colores.
Entre PPK y Keiko Fujimori a nivel
programático en lo fundamental no existen diferencias. La historia de ambos
movimientos y candidatos, y la campaña que han realizado en la primera vuelta,
así nos enseñan. Ambas alternativas están por la mantención del orden social
vigente y por la continuidad del neoliberalismo. Sin embargo, existen algunas
diferencias que debemos tomar muy en cuenta para definir las tareas tácticas.
PPK es un hombre orgánicamente
vinculado al gran capital nacional e internacional, pero su movimiento no tiene
la fuerza social y política como para imponer un tipo de autoritarismo como la
del fujimorismo. Fuerza Popular de Fujimori además de sus antecedentes
históricos y de haber conseguido la mayoría absoluta en el parlamento, ha
logrado organizar una alianza peligrosa entre los sectores más reaccionarios de
la gran burguesía y de la burguesía emergente, con el apoyo de una amplia red
popular compuesta por sectores atrasados y enajenados del pueblo.
Si el fujimorismo logra ganar la
segunda vuelta tomará la dirección del Poder Ejecutivo, por lo tanto, se
multiplicarían todas sus posibilidades para fortalecer su movimiento
reaccionario, tendría un inmenso poder como para controlar y manipular a las
masas. Intentará aplicar la política de enfrentar “masas contra masas”, lo
combinará con la represión selectiva en la que tiene mucha experiencia. Un
gobierno de PPK, ciertamente aplicaría una política neoliberal, pero no tendría
el mismo control casi absoluto del Estado, no tendría el dominio casi
monopólico como si lo tendría el fujimorismo, si gana las elecciones del 5 de
junio.
En un escenario electoral en el cual
la disputa sólo es entre dos alternativas derechistas, es inevitable que las
masas y las fuerzas de izquierda no se sientan convocados, no tengan ilusión ni
entusiasmo para movilizarse. Sin embargo, es necesario que la izquierda no se
someta al espontaneísmo y enfrente la realidad con un espíritu de lucha.
Asimilando los golpes de la derrota, controlando los entusiasmos exagerados por
los avances, las fuerzas de izquierda debemos participar de manera activa en la
lucha por la segunda vuelta.
No todo ha sido derrota en la actual
coyuntura electoral. Los partidos de izquierda tenemos que valorar debidamente
los progresos para continuar luchando. Precisamente en el momento actual
aprovechando estos progresos, expresados en los avances electorales del FA y en
la lucha juvenil popular organizada por la Coordinadora Keiko No Va, debemos
movilizar al pueblo levantando una plataforma programática que exprese las
reivindicaciones de los trabajadores y de los pueblos, que posibilite la
movilización de las masas por un camino progresista muy a pesar que el
escenario electoral está dominado por la derecha.
Debemos participar activamente en
esta segunda vuelta levantando las reivindicaciones populares y democráticas
-que en gran medida ya se han difundido en la primera vuelta- para movilizar al
pueblo por un camino independiente. Desde esta posición debemos luchar para
impedir el triunfo de Keiko Fujimori. La única manera de hacerlo es votando por
PPK. El voto blanco o viciado en las actuales circunstancias no sirve para
luchar contra el fujimorismo. Tampoco es útil el voto escondido, el “caleta”,
el voto vergonzante. Porque no se trata sólo de votar pasivamente el día de las
elecciones, sino de retomar la campaña política y la movilización de las masas.
La necesidad de luchar por la
reconstrucción de la izquierda no puede colocarnos al margen de la lucha
decisiva del 5 de junio. Por el contrario, el camino que debemos seguir es
impulsar la unidad estratégica, desarrollando ahora la unidad de acción de los partidos
y grupos de izquierda para impedir el triunfo del fujimorismo, uniéndonos al
mismo tiempo a todas las fuerzas democráticas. En este proceso, en esta lucha
del momento se crearan mejores condiciones para desarrollar los debates y las
acciones para avanzar en la unidad estratégica de la izquierda.
La política del encierro con el
pretexto de construir el futuro, o la pretensión de evitar “mancharse” con el
movimiento derechista de PPK, sólo están favoreciendo la ofensiva del
fujimorismo, porque la indefinición política táctica está fomentando una
peligrosa parálisis política en la izquierda y en el conjunto del campo
popular.
El 5 de junio debemos cerrarle el
paso a Keiko Fujimori. Pero la única manera de hacerlo es votando por PPK. La
fuerza del antifujimorismo existente en todas las clases sociales ha sido
reactivado por la lucha de los jóvenes organizados en la coordinadora Keiko No
Va, éste espíritu contrario a todo lo que significa el fujimorismo, así como
ayudó a las fuerzas progresistas de izquierda en la primera vuelta, ahora en la
segunda vuelta puede posibilitar el triunfo de PPK muy a pesar de todas sus
precariedades y de todas sus distancias históricas y políticas con el pueblo.
No es suficiente lo conseguido hasta
ahora, para asegurar la victoria contra el fujimorismo y crear mejores
condiciones en el nuevo escenario político (posterior a las elecciones), es
necesario que la izquierda y el movimiento popular se movilicen activamente.
Levantando las propuestas
democráticas progresistas del pueblo, emplacemos a PPK, profundicemos y
extendamos la movilización popular que se inició en la primera vuelta. Si los
partidos de izquierda se colocan al margen de esta lucha o se hunden en la
parálisis con cualquier pretexto, cargarán con la “mancha” más grande de toda
su historia, con la vergüenza de haber contribuido con el retorno al poder del
fujimorismo. ¡Aún hay tiempo para acabar con la parálisis! ¡Organicemos la
movilización del pueblo en todo el país!
¡El 5 de junio, el fujimorismo no
debe pasar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario