Fuerza
interior y Apariencia exterior
Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez
No voy a
confrontar la calidad literaria de Oswaldo Reynoso recientemente fallecido y
autor de Los Inocentes con la de Miguel Gutiérrez, autor de La Violencia del tiempo. Son dos extraordinarios narradores alejados
de los detentadores del poder e identificados con el socialismo. Ambos animaron la legendaria revista Narración. En los dos es notorio la vigorosa fuerza interior que erupciona en
sus obras. Tanto en Oswaldo como en
Miguel existe una disonancia positiva en la personalidad. Contrasta la fuerza interior con la
apariencia exterior.
Conocí a
Oswaldo cuando Hernán, hermano menor y a
quien llamábamos cariñosamente Perico, me invitó a almorzar a su casa. Con Perico estudiábamos pre-letras en la
universidad de San Marcos para luego ingresar a la escuela de psicología. Me sorprendió encontrar al autor de Los Inocentes con chinelas, una bata y
gorrito; algo entrado en carnes y amable.
Su aspecto era de una persona muy doméstica.
Era el año
1961, año de aparición de Los Inocentes.
Obra que acababa de leer y estaba bajo su poderoso influjo. Me había prefigurado a un avisado navegante
de los siete bares (mares). Mi sorpresa
aumentó al sentarnos a almorzar. La mesa
era larga, los lados laterales eran ocupados por sus hermanos, la cabecera
estaba reservada para una respetable matrona arequipeña de una hermosa
cabellera plateada: era la mamá de
Oswaldo. Sus hijos acudían de donde
estuvieran para llegar puntualmente a cumplir con el rito de acompañar a la
mamá a la hora de almorzar. Yo también
me sentí un hijo más.
Esa amistad
me sirvió para buscar a Oswaldo en la ciudad de Huamanga, de cuya universidad
era profesor. Eso ocurrió cuando en la
delegación de San Marcos acudí el año 1963 al congreso nacional de la
Federación de Estudiantes del Perú.
Oswaldo tuvo la cortesía de ser mi cicerone. Recuerdo que me condujo hacía el pórtico de
piedra de una casona colonial; en los capiteles de cuyas columnas estaban
esculpidos dos monos con sus falos erectos.
A Miguel
Gutiérrez lo conocí cuando ambos estudiábamos el primer año de en la escuela de
Sociología de la universidad de San Marcos y, simultáneamente, cursaba también
Literatura y yo Psicología. En ese
tiempo se podía estudiar dos carreras a la vez.
Luego, Miguel abandonó sociología.
La fuerza
interior se revela no solo en el contenido de La Violencia del Tiempo;
sino también en el mismo ejercicio físico de escribir. Su obra se publicó en tres tomos y tiene más
de mil páginas. Tecleó una vieja máquina
alemana marca “Torpedo”; además, prestada. Sacó cuatro copias con papel carbón. ¡Imagínense!
La tenacidad de Miguel. En cada
equivocación, tener que borrar el original y las copias. (Después adquirió una computadora).
Primera edición, editorial Milla Batres. Lima 1991
También en
Miguel, la fuerza interior y la apariencia exterior no guarda armonía, hay un
desbalance. Tal como lo muestra el
siguiente episodio. Hará unos 25 años
Miguel invitó a sus amigos más allegados a Chorrillos para almorzar en la casa
de su hermano mayor que estaba ausente.
Fue una invitación especial: comida Piurana, de su tierra, y, nada menos,
preparada por su mamá para su hijito y sus invitados.
Acudí con
mi amiga Lupe Camino Diez Canseco porque me había manifestado su deseo de
conocer al autor de La Violencia del Tiempo,
novela que le había agradado de sobremanera.
En esa reunión, no solo la comida fue sabrosa; sino la conversación,
bromas y anécdotas. Aunque no parezca,
Miguel en la intimidad es irónico, chistoso.
Bueno, aquí viene la extrañeza de Lupe.
Luego de
despedirnos, Lupe me dijo que después de leer La Violencia del Tiempo se imaginó que el autor era un hombre alto,
corpulento y vigoroso; agregó: pero si tiene manos de Marqués.
En
contraste con sus manos, Miguel es un fanático espectador del deporte de los
puños. Se concentra de tal manera ante
una pelea de box en la televisión que hace caso omiso a todos los estímulos del
ambiente como si estuviera concentrado en plena relación sexual. Si ocurriera un K.O., alcanza el
éxtasis. ¡Quién creyera!?
Ante el
reciente fallecimiento de Oswaldo, es de esperarse no una plegaria fúnebre;
sino un ensayo de alta calidad literaria sobre la personalidad y la obra de
quien fuera su cercano amigo: Miguel
Gutiérrez. Miguel, además de novelista,
es un notable ensayista.
Lima,
Unidad Vecinal N°3, mayo 24 del 2016
Antonio Rengifo Balarezo
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