17/07/2016 | Howie Hawkins
El eterno
sueño de la izquierda de un abandono masivo del Partido Demócrata por parte de
los progresistas para formar un tercer partido de izquierda nunca se ha
realizado desde los días de Eugene Debs, quien lanzó este llamamiento a los
Demócratas progresistas en 1904: “¿Adónde pueden acudir estas personas
progresistas si no es al Partido Socialista? Ahora no tienen partido y el único
partido demócrata genuino en liza es el Partido Socialista, y todo Demócrata
verdadero debería dar las gracias a Wall Street por hacerle salir de un partido
que solo es demócrata por su nombre e ingresar en otro que es demócrata en los
hechos.” Es el mismo llamamiento que hace Jill Stein, del Partido Verde (www.jill2016.com), en 2016 a los seguidores
de Bernie Sanders que no las tienen todas consigo ante la perspectiva de votar
a Hillary Clinton. Más que en la mayoría de los ciclos presidenciales, hay
motivos para esperar un abandono masivo en 2016. La campaña de Sanders ha
demostrado que existe una base masiva para un partido independiente de
izquierda.
Durante
décadas, los sondeos de opinión muestran un apoyo mayoritario a políticas como
el seguro de enfermedad público y universal, el comercio justo, aumento del
salario mínimo, bajas de maternidad y paternidad pagadas, ampliación de las
prestaciones de la seguridad social, regulación de la actividad de Wall Street,
energías renovables, inversión en infraestructuras, transparencia de los gastos
de campaña electoral y fiscalidad progresiva. La campaña de Sanders ha
demostrado que millones de personas votarán a un candidato que defienda una
plataforma económica progresista. La campaña está ayudando a esta mayoría
silenciosa a encontrar su voz en el terreno electoral, especialmente entre los
sectores más jóvenes, lo que es un buen presagio. Dicha campaña también ha
revelado que el 99 % tiene la capacidad y la voluntad de financiar la
campaña con pequeñas aportaciones de millones de personas en cantidad
suficiente para competir con los grandes donativos de los ricos.
Sanders no
ha recaudado tanto dinero como los candidatos financiados por empresas si se
incluyen los fondos de “dinero negro” obtenidos indirectamente, pero sí lo
suficiente para llegar a los votantes con una ofensiva terrestre de
organización sobre el terreno y sendas incursiones aéreas a base de anuncios de
campaña. Hay gente y hay dinero. La cuestión para la izquierda independiente es
cómo sacar a esta base del Partido Demócrata. Demasiados activistas de
izquierda plantean esta cuestión proponiendo formaciones de transición que
intenten trabajar tanto dentro como fuera del Partido Demócrata. Esto ya se ha
intentado muchas veces y de muchas formas, y ahora numerosos seguidores de
Sanders volverán a intentarlo. Todos los movimientos históricos de reforma del
Partido Demócrata acabaron neutralizados como agentes del cambio dentro del
partido. El precio de la participación en comités del partido, comisiones de
campaña y elecciones primarias y en los debates internos es el de renunciar a
las alternativas externas. Este es el precio que ha pagado Sanders para
participar en las primarias y los debates de la campaña del Partido Demócrata.
Creo que hay
una manera más sencilla y directa de atraer a los Demócratas progresistas a un
partido de izquierda independiente: construyámoslo y vendrán. Un abandono
masivo del Partido Demócrata ha de contar con un lugar viable y seguro al que
acudir. Si hubiera una masa crítica de partidos de izquierda efectivos e
independientes a escala local y estatal, los progresistas del Partido Demócrata
verán la política independiente como una alternativa práctica. Mientras no
hagamos esto, la mayoría de los progresistas seguirán votando a la defensiva
por los socialdemócratas –eso sí, procapitalistas y militaristas– del Partido
Demócrata para parar los pies a los militaristas procapitalistas socialmente
todavía más reaccionarios del Partido Republicano.
No perdamos
la oportunidad
Según un
sondeo del mes de abril, uno de cuatro seguidores de Sanders dijo que no
votaría a Hillary Clinton, de manera que la izquierda independiente tiene una
gran oportunidad en 2016 para reclutar nuevas fuerzas significativas a favor de
una política de izquierda independiente. El primer paso inmediato consiste en
animar a estos “sanderistas” a apoyar la campaña del Partido Verde a favor de
la candidata Jill Stein. Hasta cierto punto, la campaña de Stein seguirá
defendiendo las reivindicaciones de Sanders, y otras más, en las elecciones
generales. No obstante, cualquiera que sea la influencia que pueda tener la
campaña en el debate político en 2016, también hay que tener en cuenta el
objetivo más duradero y muy práctico de asegurar la posibilidad de presentar
candidaturas en más Estados. Esto sentará las bases para futuras campañas
locales en elecciones municipales, comarcales, estatales y federales, en las
que la “revolución política” pueda continuar con candidatos en las listas de
los Verdes para incidir en el debate y muy posiblemente salir elegidos.
El Partido
Verde comenzó la campaña con listas en 21 Estados. Espera que el final cuente
con listas en más de 40 Estados donde reside más del 85 % del electorado.
Este partido ha participado en sendos juicios en Georgia, Oklahoma y
Pensilvania, donde ha logrado rebajar el número de firmas necesarias para
presentarse este año a las elecciones en dichos Estados. Contar con una lista
en Georgia supondrá un importante avance para la izquierda en el sur de EE UU.
En Carolina del Norte es donde hoy por hoy el listón está más alto, pues hacen
falta 89 366 firmas. Los Verdes no escatiman esfuerzos para conseguir las
firmas, o al menos para reforzar la base de apoyo en su juicio contra los
requisitos injustos para presentarse a las elecciones.
Un 5 %
de los votos en la elección presidencial federal supondría que el Partido Verde
recibiría unos 10 millones de dólares de financiación pública para la elección
presidencial de 2020. Si los Demócratas representan aproximadamente a la mitad
del electorado Demócrata, y si el 20 % de los seguidores de Sanders votan
por Jill en vez de Hillary, los Verdes pueden obtener el 5 % de los votos
de todo el país. La obtención de financiación pública y la proliferación de
listas de los Verdes son objetivos prácticos que están a nuestro alcance y que
vale la pena perseguir.
El paso
siguiente, más allá de 2016, consiste en transformar los comités de campaña de
Stein que no están basados en organizaciones del Partido Verde en partidos
locales que intervengan en asuntos locales y presenten candidaturas
independientes. Un partido de masas de izquierda no comenzará con una gran
conferencia fundacional nacional. Este será el paso final para unificar un
movimiento por un tercer partido que se construirá ciudad a ciudad, pueblo a
pueblo, comarca a comarca y Estado a Estado. Los Verdes, otros terceros
partidos de izquierda y, desde luego, la carrera de Bernie Sanders anterior a
este año, demuestran que esto es posible y puede replicarse en la base por todo
el país.
Llenar un
vacío
La mayoría
de terceros partidos que han tenido éxito se han formado en zonas con una
amplia clase media progresista, basados en las “profesiones propicias”, como
maestros, trabajadoras sociales y enfermeros en ciudades universitarias
(Madison) o escoradas a la izquierda (Kshama Sawant en Seattle), Estados
progresistas (Partido Progresista de Vermont) y la mayoría de las ciudades
grandes y pequeñas en que más de 100 Verdes ocupan cargos electos en todo el
país. Esta base demográfica es el principal factor que explica el apoyo a los
Verdes en Europa, donde movilizaron a muchas personas en torno a
reivindicaciones pacifistas y ecologistas cuando la izquierda socialdemócrata
abandonó este terreno y se derechizó en cuestiones de política económica en la
era neoliberal.
Los Verdes
estadounidenses también han demostrado que son capaces de llenar un vacío
derivado de la ausencia de un partido socialdemócrata en EE UU, además del
vacío dejado por la actitud antiecológica y militarista de Demócratas y
Republicanos. En Richmond, California, Gayle McLaughlin, miembro de la Alianza
Progresista de Richmond, es concejal por los Verdes desde 2004 y ha sido
alcalde en una ciudad obrera en la que más del 80 % de los habitantes son
negros, derrotando a los candidatos Demócratas financiados por la petrolera
Chevron, que tiene una gran refinería en la ciudad.
Syracuse,
donde vivo yo, es una ciudad industrial en la que, como en la mayoría de
ciudades, mandan los intereses inmobiliarios a través de una maquinaria
Demócrata favorable. Debido a una fuerte segregación racial y de clase,
Syracuse tiene la mayor concentración de negros y latinos pobres y la quinta
mayor concentración de blancos pobres de todas las áreas metropolitanas de EE
UU. Allí hasta hace poco no había salido elegido ningún Verde, pero yo obtuve
el 48 % de los votos en unas elecciones municipales y en 2015 los cinco
candidatos Verdes obtuvieron entre el 25 % y el 35 % de los votos.
Los Verdes son ahora el segundo partido del municipio, la principal oposición a
los Demócratas.
Los
obstáculos estructurales a que se enfrentan los terceros partidos –escrutinio
mayoritario, elecciones municipales apartidistas, dificultades para poder
presentar listas, financiación privada, medios de comunicación en manos de las
empresas, lealtades heredades a los principales partidos– son reales, pero nada
que un núcleo relativamente pequeño de activistas no pueda superar, como
demuestran los logros de partidos terceros en todo el país. En efecto, podemos
dar la vuelta a estos obstáculos y convertirlos en ventajas. Las elecciones
apartidistas fueron promovidas a comienzos del siglo XX por reformadores
municipales, apoyados por las empresas, para cerrar el paso a los avances del
Partido Socialista y las maquinarias corruptas de los grandes partidos. Querían
despolitizar la política local a favor de la eficiencia tecnocrática y gobernar
en nombre de los intereses “modernizadores” de los empresarios.
En las
elecciones apartidistas actuales, las tradicionales lealtades a los grandes
partidos dejan de ser un obstáculo tan grande. Kshama Sawant, Gayle McLaughlin
y la mayoría de candidatos del Partido Verde en todo el país han resultado
electos en este tipo de comicios. Hoy en día se celebran elecciones locales
apartidistas en 27 Estados, y en otros 8, en algunas comarcas. En los 23
Estados y el Distrito de Columbia en los que las elecciones municipales son
partidistas, la mayoría de distritos electorales son efectivamente distritos
unipartidistas debido a las maniobras de los partidos con escaños seguros. En
la mayoría de estos distritos electorales, el principal partido minoritario no
compite seriamente, lo que deja la puerta abierta a un tercer partido de
izquierda para convertirse rápidamente en el segundo partido del distrito, en
el principal partido de la oposición que pugna por convertirse en el primero.
El papel de
los socialistas
Los
socialistas ejercen en muchos casos el liderazgo en el movimiento obrero,
vecinal, pacifista y ecologista. Deberían hacer ahora lo mismo en la
construcción de partidos políticos locales independientes que proporcionen a
las reivindicaciones de estos movimientos una plataforma de expresión
incondicional en las elecciones. Algunos socialistas objetan que los Verdes, el
Partido Progresista de Vermont o Dane Progresista tienen programas progresistas
populistas que no son explícitamente socialistas. Yo les recordaría que Marx y
Engels aconsejaron a sus seguidores socialistas en EE UU que trabajaran dentro
de los partidos populistas campesinos y obreros de la época porque habían dado
el paso decisivo: la independencia de clase con respecto a los partidos
capitalistas. Esta experiencia en la lucha contra los capitalistas por reformas
inmediatas les llevaría a asumir con el tiempo una perspectiva plenamente
socialista.
No existe
actualmente una mayor receptividad al pensamiento socialista que entre los
activistas de terceros partidos que luchan contra los partidos capitalistas y
por su genuino derecho a presentar candidaturas independientes frente a ellos.
Una perspectiva que podrían defender los socialistas que favorecería en
particular la construcción de un movimiento por el tercer partido es la de una
estructura de partido de masas basada en afiliados que cotizan, organizados en
agrupaciones locales. Esta idea de la izquierda obrera y socialista del siglo
XIX permitió crear partidos de los trabajadores que contaban con dinero
suficiente y una organización capaz de competir con los partidos capitalistas
organizados de arriba abajo y creados por los ricos para que los representen.
Los Verdes
se apartaron de esta estructura cuando comenzaron a asegurar listas electorales
a finales de la década de 1990 y adoptaron las mismas estructuras que los Demócratas
y Republicanos, adaptadas a unas elecciones primarias en que los candidatos son
preseleccionados por las entidades donantes de fondos y se proponen a
continuación a votantes atomizados que carecen de toda estructura local en que
puedan discutir sobre las cuestiones, elegir a sus líderes y nombrar
candidatos.
Una red de
partidos locales basada en una estructura partidaria masiva no sería un partido
de masas desde el principio, pero contaría con financiación, organización y
portavoces elegidos localmente para ofrecer un refugio realista a los
Demócratas progresistas cada vez que –como ha ocurrido este año con la campaña
de Sanders– las diferencias entre candidatos progresistas y procapitalistas
empedernidos en el seno del Partido Demócrata se vuelven demasiado agudas para
que los progresistas sigan tolerándolas.
Julio de
2016
Traducción: VIENTO
SUR
No hay comentarios:
Publicar un comentario