17/07/2016 | Tino Brugos
En la noche
del 15 al 16 de julio se produjo en Turquía un intento de golpe de Estado
militar contra el gobierno de Tayip Erdogan que, desde hace meses parece
empeñado en una escalada de atentados contra las libertades democráticas en
Turquía. Que en Turquía se produzca una asonada militar no resulta extraño a la
luz de la tradición intervencionista de su ejército, convertido durante años en
el guardián de las esencias laicas de la República fundada por Mustafá Kemal,
Ataturk, inspirador del modelo de occidentalización impuesto desde arriba al
conjunto de la sociedad.
Precisamente
para salvar ese modelo laico el ejército ha protagonizado diversos golpes de
Estado en 1960, 1971, 1980 que implantaron, de facto, gobiernos que dejaron
nuevos marcos constitucionales diseñados desde el alto Estado Mayor. Aún más,
en 1997 se produjo lo que se dio en llamar un golpe de Estado blando con el que
el Consejo de Seguridad Nacional presidido por los militares, acabó con el
gobierno islamista de N. Erbakan del Partido del Bienestar (Refah Partisi). Así
pues, hablar de una intervención militar en Turquía hace que de inmediato se
piense en una inspiración ideológica laica.
Sin embargo
en esta ocasión las cosas parece que han sido diferentes. Desde su llegada al
poder Erdogan ha venido impulsando un proceso de islamización de la vida social
turca. Los principios sagrados del laicismo han sido cuestionados uno tras
otro. Y, lo más importante, ha ido imponiendo su estilo en instituciones
alejadas del centro de poder y hostiles como puede ser el caso del ejército. En
su primera legislatura se denunció la existencia de varias conspiraciones
contra el gobierno del AKP. Este asunto fue utilizado para abrir un proceso de
depuración que se concretó en diversos juicios de los cuales el proceso
Ergenekon fue el más conocido. Como consecuencia de todo ello la correlación de
fuerzas cambió, el ejército se “profesionalizó” y los sectores laicos dejaron
de ser los predominantes en el seno de las Fuerzas Armadas. Es por eso que la
idea de un golpe militar de inspiración laica sonó extraña desde el comienzo,
sobre todo sabiendo que en el caso de un supuesto triunfo no podrían contar con
el apoyo de instituciones occidentales como la Unión Europea o la OTAN. El
hecho de que el CHP, partido laico oficial en tiempos lejanos, condenara el
intento de golpe obligaba a buscar su origen en otras fuentes de inspiración
política.
Tras las
condenas de los diferentes partidos: DHP pro-kurdo, CHP, ultras del MHP y por
supuesto del gobernante AKP, todas las miradas se dirigieron hacia la cofradía
nurcu dirigida por Fetullah Gülen que entra en competencia con el AKP de
Erdogan en su búsqueda de una inspiración islamista que pueda resultar
aceptable para occidente.
Un Islam de
rostro amable
La
experiencia histórica del islamismo en Turquía está marcada por su
enfrentamiento con el modelo laico y la represión impulsada en su contra desde
las estructuras estatales. Una represión que en 1961 condujo a la horca al ex
presidente Adnan Menderes. La búsqueda de una cohabitación con el Estado laico
se convirtió en esencial para garantizar la supervivencia. Es en este proceso
donde aparece la cofradía Nurcu dirigida por Fetullah Gülen que se pronuncia
por hacer un trabajo lento y a largo plazo impulsando una política de educación
islámica con escuelas propias que ofertan una educación de alta calidad,
empresas inspiradas en la lógica islamista, redes de asociaciones, prensa y
finalmente cadenas de televisión. La idea era, y sigue siendo, infiltrar la
sociedad y sobre todo las estructuras del aparato de Estado turco. Este modelo
no ha quedado reducido a Turquía extendiéndose a otras regiones del mundo
islámico, particularmente los nuevos estados surgidos en Asia central tras la
implosión de la URSS.
En el caso
de Turquía, con el tiempo, la cofradía logró un significativo éxito en áreas
alejadas de las grandes ciudades del oeste del país, más occidentalizadas, y
entre sectores medios y campesinos. El éxodo rural ha permitido llevar a parte
de esa base social a las grandes ciudades.
Cuando
Erdogan creó el AKP buscando el reconocimiento de occidente los nurcu se
sumaron al proyecto. Sin embargo con el tiempo, cuando Erdogan comenzó a
desarrollar su propio proyecto de centralizar el poder en sus manos surgieron
fricciones entre el aparato del AKP y los seguidores de la cofradía de Gülen
que se han concretado en un proceso de depuración de funcionarios calificados
de dudosa fidelidad al poder, cierre de periódicos y cadenas de televisión, etc
La ruptura entre Gülen y Erdogan es pública y notoria desde hace algo más de
dos años.
El intento
de golpe de estado militar, condenado por Fetullah Gülen, solo puede obedecer a
los deseos de este último de intervenir para limitar o derrocar al caudillo
islámico que no oculta su deseo de convertirse en el nuevo sultán. Hará falta
disponer de más datos para confirmar esta afirmación pero todas las fuentes
miran y señalan a militares inspirados por los nurcu como los responsables del
intento de golpe de estado
El fracaso
del golpe
Pese a que
los primeros movimientos intentaron dar a entender que estábamos ante un golpe
militar pronto se hizo evidente que se trataba de una facción del ejército que
se había movilizado intentando tomar el control de los aeropuertos de Estambul
y Ankara, edificios de televisión y los puentes del Bósforo. La entrada en
escena de Erdogan rechazando el golpe y llamando a la movilización para la
defensa de su gobierno democrático generó la aparición de población civil
dispuesta a ofrecer resistencia a unos golpistas que pronto perdieron la
iniciativa. El rechazo internacional, la aparición de Erdogan en varias cadenas
de radio así como la falta de apoyos institucionales dentro del país
permitieron una rápida ofensiva que cortó en seco las aspiraciones de los
golpistas. Al ponerse en evidencia un apoyo minoritario a la intentona la
resistencia se limitó a unos pocos lugares en la zona del Bósforo poniendo fin
a la rebelión.
El panorama
que se abre después de este episodio hace pensar en un reforzamiento de la
figura de Erdogan tanto en el plano interno como a nivel internacional. Sin
duda, el jefe de gobierno turco utilizará en su favor la tentativa golpista
como un elemento de movilización de su base social con un previsible cierre de
filas en torno a su persona. Conviene resaltar que la movilización civil
impulsada desde los medios de comunicación ha sido el elemento determinante
para acabar con el golpe. Al mismo tiempo, de cara a la comunidad
internacional, Erdogan se presentará como un gobernante elegido
democráticamente que tiene que hacer frente a procesos internos que amenazan el
funcionamiento de las libertades en un momento en el que occidente necesita
garantizar el mantenimiento de la estabilidad para que Turquía pueda cumplir
con sus compromisos relacionados con éxodo de refugiados sirios, la guerra
civil en ese país así como la amenaza yihadista de grupos como la organización
del Estado Islámico y el Frente Al Nusra vinculado a Al Qaeda. Dicho de otra
manera, si Erdogan cumple con sus compromisos Europa hará oídos sordos ante las
denuncias y exigencias del pueblo kurdo y ante las referencias a malos tratos
sobre la población siria refugiada en ese país.
De momento
Erdogan ha decidido mostrar músculo. Además de los muertos durante la intentona
ha anunciado la detención de cerca de tres mil militares acusados de formar
parte de la trama y un número algo más reducido de jueces. Todo hace pensar que
su deseo de controlar la totalidad del aparato de estado tendrá que hacer
frente a una resistencia cada vez menor de los sectores descontentos.
17/07/2016
Tino Brugos forma parte de la redacción web de VIENTO SUR
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