10/08/2016
| Toni Negri
[La publicación en 1966 de Operai e Capitale (edición en
castellano: Obreros y capital, Akal, Madrid, 2001) por Mario Tronti, cofundador
de las revistas Quaderni Rossi y Classe Operaia en los años 60
del pasado siglo y autor desde entonces de una larga relación de obras de
enorme interés, además de participante activo en la política italiana, tuvo una
creciente repercusión en el “operaismo”, corriente autónoma y antiautoritaria
que tuvo un notable desarrollo en Italia y en el ámbito europeo. Con ocasión
del 50 aniversario de su publicación se desarrolló un Seminario en la
Universidad de París X-Nanterre el 11 de junio pasado, dentro del cual Toni
Negri presentó esta ponencia que ahora publicamos.]
En 1966, en su primera edición, Operai e
capitale concluye con la promesa de estudiar “qué es lo que ha sucedido
dentro de la obrera después de Marx”/1. En el “Postscriptum” a la
segunda edición de 1970 de Operai e capitale, Tronti analiza la clase
obrera del “New Deal” y describe la transformación de la composición técnica
(fordismo) y de la composición política (el sindicalismo y el reformismo del
“New Deal” al “Welfare State”, de hecho). Tronti no reconocía todavía, para la
obrera, una diferencia estructural de composición técnica y política entre el
fordismo y los años 1970. No existen para él modificaciones de los procesos de
trabajo, taylorismo y keynesianismo permanecen hegemónicos y las relaciones
políticas de continúan dominadas por el Estado-Plan. Entre la primera y la
segunda edición de Operai e capitale ha ocurrido el 1968: a Tronti no la
ha parecido que hubiera sido un gran suceso. La obrera en 1968 y en lo que
seguirá (en particular en el llamado “otoño caliente” italiano) se encuentra
íntegramente dentro del fordismo y el “New Deal”. Afirmando esta cuestión,
Tronti tenía a la vez razón y estaba errado. En la superficie la situación
permanecía igual, el “proceso de trabajo” no había mutado.
Sin embargo, si uno mira más en profundidad, sí que
había algo que estaba cambiando y de lo cual 1968 era su síntoma. Cambiaba la
“relación del capital”, la forma del proceso productivo, el “modo de producción”.
En 1968 fue cuando había comenzado esta transformación. Y llevaba razón Tronti
cuando, con mucha circunspección, sospechaba, en el “Postscriptum” de 1970, que
lo que se estaba revelando era una nueva fase, la terminal de la larga época
del fordismo. Mientras en aquella fordista, obreros y capital se encontraban
dentro del capital, ahora se estaba dando una nueva condición: obrera y capital
se encontraban ahora dentro de la obrera. Tronti proponía estudiar esta
transición. Era una intuición correcta. Si se deja de lado la ilusión, que
algunos cultivaban, de que “dentro de la clase obrera” significase “dentro del
Partido”, se hacía necesario reconocer que, en el nuevo nexo antagonista a
continuación del 1968, el capital de alguna forma pagaba la superación del
fordismo y la difícil victoria reportada sobre la clase obrera fordista, con la
obligación de estabilizar el eje del nuevo comando “dentro de la clase obrera”
y reestructurar su propio proyecto de acumulación allí mismo -sufriendo con
esto una radical mutación de estructura. “Dentro de la clase obrera”, es decir:
llegando a reconocer -el capital mismo- que “el principio es la lucha de la
obrera” y que “al nivel del capital socialmente desarrollado, el desarrollo
capitalista está subordinado a la lucha obrera, viene después de él y a él debe
hacerse corresponder el mecanismo político de la misma producción”/2 -es
decir: el capital comprendió que su misma composición técnica (el concepto es
aquel marxista de “composición orgánica” del capital) debía ser modificada para
poder funcionar (id est: producir y dirigir) sobre una nueva composición
política de la clase obrera. Y esto se producía dentro de un bello ajetreo: la
Trilateral, por ejemplo, lo llamaba 1968, pero otros no denominaban al proceso
así. Lo cierto era que una mutación radical le era impuesta al capital. Se
resguardaba el espacio productivo (cambiaba el lugar de la producción) y la
dimensión de la temporalidad (se transformaba radicalmente la “jornada
laboral”).
Se trataba de una “mutación de paradigma” del
modelo de explotación: se había producido por la victoria obrera dentro/contra
el fordismo. Que el paradigma que tal victoria había introducido fuese una
novedad, lo demostraba el hecho que el antagonismo en la “relación del capital”
se presentaba -mejor dicho: en realidad se reabría- en una forma nueva, de
experimentar una nueva forma de lucha por la organización, ya sea por la parte
capitalista, ya sea por la parte obrera.
Lo que deseamos saber ahora es si Obreros y
capital nos ofrece instrumentos para describir este nuevo paradigma
estructural. A nosotros nos parece que sí, nos parece que el ensayo “Marx
-fuerza de trabajo- clase obrera” es, desde este punto de vista,
fundamental. A partir de ahí, se nos permite desplegar un análisis del desarrollo
capitalista después de 1968, fuertemente dinámico debido a su insistencia sobre
los procesos de subjetivación de las y los trabajadores.
Sabemos que el capital es una relación, una
correlación, un antagonismo de fuerza. Tronti ha insistido con gran fuerza
sobre la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo: “En el concepto de
‘fuerza de trabajo’ está la figura del obrero; en aquella de ‘trabajo’ no”/3.
Y este concepto político de la fuerza de trabajo como no-capital, lo encuentra
en germen y en desarrollo en todo el pensamiento juvenil de Marx, quien ya en
los Manuscritos… de 1844 concluye esta aproximación, proponiendo
soluciones inmediatamente subversivas. En un período -los años 1960- en el cual
se había puesto de moda, tanto en la izquierda como en la derecha, realzar el
utopismo juvenil marxiano sobre el pensamiento de El Capital, Tronti presiona
al contrario por una unificación estricta. Existe aquí, en esta continuidad del
pensamiento marxiano de juventud y madurez, en la imbricación entre los escritos
filosóficos y los históricos, y a su vez entre todos ellos y El Capital, un
concepto político de la fuerza de trabajo que funciona como palanca para
resolver toda solución teórica.
En segundo lugar, esta tendencia de la
investigación se hace todavía más evidente en el análisis que encontramos en
los Grundrisse…, asumido como texto genético de El Capital. Que el
“doble carácter” de la Fuerza de trabajo, aquel de ser al mismo tiempo
mercancía y sujeto, surge con extrema fuerza. “La única antítesis al trabajo
objetivado es el trabajo no-objetivo, o sea que la única antítesis al trabajo
objetivado es el trabajo subjetivo” -señala Tronti citando a los Grundrisse…/4
y esta subjetivación se representa como la condición misma de la existencia del
capital. En los Grundrisse… (“monólogo interior que Marx establece
tanto con su propia época como consigo mismo”)/5 el trabajo como
subjetividad deviene central: “en la medida en que debe existir temporalmente
como trabajo vivo, la fuerza de trabajo puede existir por lo tanto como sujeto
vivo, como capacidad, como posibilidad: por lo tanto, como trabajador”/6.
El doble carácter de la mercancía trabajo se subjetiviza, deviniendo de un lado
como “miseria absoluta”, es decir: la “mercancificación” total de la potencia productiva,
y del otro lado “subjetividad”, subjetivización continua, posibilidad general
de la riqueza como sujeto. El doble carácter de la mercancía fuerza de trabajo
es empujada a interiorizarse al máximo en el capital. Tronti: “éste es el
camino nuevo que Marx mismo propone. Punto de partida: el trabajo como
no-capital, o sea: el trabajo como sujeto vivo del trabajador en contra de la
muerta objetividad de todas las otras condiciones de producción; el trabajo
como fermento vital del capital -otra determinación activa que se agrega a la
actividad del trabajo productivo. Punto de llegada: el capital que deviene en
sí mismo fuerza productiva, relación esencial al desarrollo del trabajo como
fuerza productiva social, y por lo tanto esencialmente enlazada con el
desenvolvimiento de la clase obrera… En el medio de este camino, entre lo uno y
lo otro permanecen dos puntos: el trabajo como no-valor y, precisamente por
esto, la fuente viva del mismo valor; miseria absoluta y, precisamente por
esto, posibilidad general de la riqueza; de nuevo plustrabajo y, precisamente
por esto, plusvalor -la figura moderna del obrero colectivo que ahora trata de
producir capital propio en cuanto antagonista que lo combate./7” “Se
trata entonces, sobre esta base, de partir del descubrimiento de las leyes
políticas del movimiento de la clase obrera, que subordinan materialmente en sí
mismas el desarrollo del capital: se completará así la tarea teórica definitiva
desde el punto de vista obrero”/8.
En tercer lugar se da aquí, según Tronti, la
superación marxiana de la ley del valor. O mejor dicho su redefinición: “Marx
refuta la idea del trabajo como fuente de la riqueza y asume el concepto de
trabajo como medida del valor.” Valor-trabajo quiere decir ahora en primer
lugar “la fuerza de trabajo, en este sentido valor medido por el trabajo. El
trabajo es la medida del valor porque la clase obrera es condición del capital”/9.
Inútil agregar que con ello la ley del valor viene reconocida por aquello que
es: “ella no puede ser extrapolada de la relación capitalista de producción y
del nexo de que la fundamente como tal.” El valor, como pura medida del valor,
intentando devenir en ley, transforma su acción en mistificación: la ley del
valor, absolutizándose, clausura la Trennung entre clase y capital, conduce de
manera perversa la relación del capital a su identidad. Aquí -y no es una
subordinada insignificante- la ideología socialista (no solo la estalinista)
queda definitivamente desenmascarada. Y de allí que “del funcionamiento
económico objetivo de la ley del valor-trabajo, ya no se puede (paradojalmente
o escandalosamente -esto lo agrego-) hablar propiamente, por lo tanto, en la
sociedad que declama haber realizado el socialismo”… “debemos tener el coraje de
convencernos que este absurdo es un hecho histórico real: el poder político del
capital puede asumir la forma de un estado obrero”/10.
Hasta ahora habíamos visto en qué medida y con qué
profundidad la fuerza de trabajo se encuentra ya interiorizada en el capital.
Pero el concepto de capital es una relación de fuerza entre el trabajo muerto,
acumulado en capital, y el trabajo vivo, en fuerza de trabajo, en la
subjetivación de ésta -tal relación es un campo abierto-. El doble carácter de
la fuerza de trabajo, que habíamos visto actuar en la sumisión al capital,
puede reemerger contra la subordinación al capital. Es precisamente aquí donde
comienza una suerte de “camino en subida”, reconstructivo, apoyando la
instancia comunista de la lucha de clases.
Pero: ¿cómo puede suceder esta reapertura
revolucionaria de la relación del capital? La primera condición consiste en la
socialización de la fuerza productiva y este pasaje de socialización de la
fuerza de trabajo se produce completamente en el interior del capital: por lo
tanto, “la fuerza productiva desarrollada por el trabajador como obrero social
es fuerza productiva del capital”/11. Cuando “un número considerable de
obreros, o sea obreros socialmente combinados, ingresan en un mismo proceso de
producción, bajo el comando del mismo capitalista, devienen fuerza productiva
del capital”, entonces es cuando se hace posible la ruptura. Pero sólo se hace
posible. Interesa aquí seguir “el pasaje histórico que ve, de la parte obrera,
primero el vendedor de la fuerza de trabajo, entonces la fuerza productiva
singular, entonces la fuerza productiva social”/12. Pero: ¿qué es la
fuerza de trabajo constituida dentro del capital? ¿Qué significa
establecer su posibilidad de llegar a existir contra el capital?
Significa recualificar sin interrupción la específica dinámica antagonista en
la “relación” del capital, y sus diversos equilibrios -si puedo decirlo en los
términos de un autor que me resulta muy querido, la “guerra civil” que recorre
la relación de poder. Esta posibilidad se da obviamente con la condición de “no
fijar el concepto de clase obrera en una forma única y definitiva, sin
desarrollo, sin historia”/13. En el interior del movimiento marxista
está naciendo con mucha dificultad una “historia en el interior del capital”, y
Tronti añade: “pero aún se encuentra lejos de ser asumida como un programa de
trabajo, así como un principio en el método de investigación, la idea de una
historia interna de la clase obrera que reconstruya los momentos de su
formación, las modificaciones de su composición, el crecimiento de su
organización, según las varias y sucesivas determinaciones que la fuerza de
trabajo asume en cuanto fuerza productiva del capital, según la diversa,
recurrente y siempre nueva experiencia de lucha que la masa obrera elige en
cuanto única fuerza antagónica de la sociedad capitalista”/14.
Es por lo tanto dentro de la historia interna de la
clase obrera que el dentro/contra trontiano va a ser analizado/15.
Aquí nos encontramos con un momento fundador del obrerismo. Para ello, se
establecen tres condiciones sobre la base de toda posibilidad de derrocamiento
estratégico de la relación productiva. Las primeras dos condiciones son
aquellas sobre las cuales nos hemos centrado hasta ahora en gran medida: la
subjetivización de la fuerza de trabajo cuando ella ha madurado hasta el punto
de poder permitir “contar con ella verdaderamente dos veces dentro del sistema
del capital: una vez como fuerza que produce capital; otra vez como
fuerza que se resiste a producirlo; una vez dentro del capital;
otra vez contra el capital. Cuando las dos secuencias subjetivamente se
unifican desde la parte obrera, se abre la vía para la disolución del sistema
capitalista, comienza entonces el proceso práctico de la revolución”/16.
He aquí la tercera condición.
Es éste el punto crucial del método obrerista -que
de esa manera deviene una genealogía opositora en la historia interna de
la al capital. El ejemplo marxiano de la lucha por la reducción de la jornada
laboral de parte de los trabajadores ingleses, lucha victoriosa y que introduce
una nueva forma de valorización (del plusvalor absoluto al relativo)
es aquí fundamental. La transformación del capital es impuesta en el mismo
momento en el cual la composición de la clase obrera en lucha se modifica.
Analizando este período de lucha Tronti subraya que aquí se ha realizado “un
auténtico y verdadero salto político”. Y de “causa” y “efecto” político
se puede hablar incluso cuando no exista un movimiento organizado sino mera
resistencia, cuando se dan elementos destituyentes y no todavía expresamente
políticos y constituyentes.
De hecho, el nexo entre fuerza de trabajo y capital
no se presenta de manera simple -como en los orígenes del capitalismo- en el
intercambio del mercado de trabajo, sino que se presenta dentro de la
producción del capital, expone con gran potencia cómo desde la relación de se
determina la figura del capital. Y es a través de este reconocimiento que la
iniciativa obrera deviene política. El ejemplo trontiano es ahora antiguo, se
trata de la insurrección obrera en el 1848 francés y repite la narración
marxiana, insistiendo en el hecho que el pasaje de la acción para la
destrucción de la sociedad burguesa se transforma en lucha por la destrucción
de la forma del Estado. Es en el interior de esta lucha en la cual la
transformación del “proletario” en “obrero”, del vendedor de la fuerza de
trabajo en productor de plusvalía, se organiza y es aquí en el que una en armas
contra toda la sociedad transforma la relación productiva en resistencia, lucha
e insurrección en contra de ella.
Observa Tronti: “no sucede sólo en El Capital
de Marx sino que en la historia misma del desarrollo capitalista la lucha por
la ‘jornada de trabajo’ normal precede, impone, provoca una
transformación en la forma del plusvalor, una revolución en el modo de
producción”/17. Aquí todavía se puede hacer notar como una victoria en
la Lucha de s, en este caso la imposición al capital de un interés específico
de parte de la clase obrera, prefigura y sobredetermina un interés (y una
potencia) del capital: “es un hecho no excepcional en la historia del
desarrollo capitalista”. “Es un modelo no tanto referido a la lucha, sino en
tanto conclusión de la lucha, se repetirá en diversas formas en varios
niveles del desarrollo”/18. Y todo continuará: “cuando los obreros ganen
una batalla parcial después de haberla ganado por cuenta del capital”. A veces
la sufre de derrotas terribles “que doblegan por un momento al movimiento pero
los hacen realzar en su fortaleza rápidamente”/19. Dentro de esta
derrota madura todavía (y se manifiesta), la transformación del modo de
producción y la modificación de la forma del plusvalor. Y así también se
modifica la composición de la clase obrera -como habíamos visto. Incluso el
nombre “clase obrera” puede ser un error: no tanto porque la estructura
antagonista de la clase obrera se haya disuelto sino porque la forma en la cual
ella produce y lucha se han transformado. Proletariado, obrera, multitud: no
representan figuras de la oposición, representan caras variables pero
homogéneas de una composición de resistencia y de lucha en movimiento.
Hoy nosotros asistimos a una transformación radical
del proceso de trabajo y del modo de producción capitalista. Un nuevo terreno
de lucha, en el “nuevo modo de producción”, es propuesto a una fuerza de
trabajo socializada, precarizada, global. El trabajo ha devenido cognitivo,
afectivo, cooperativo. El nuevo modo de producción fue impuesto por las luchas
obreras del siglo pasado -que la ha producido a través del rechazo al trabajo
asalariado y la destrucción de la centralidad de la fábrica. Y, en especial, a
través de dos procesos que acompañaron al desarrollo del capital cognitivo: la
apropiación, de parte de los trabajadores, de una autonomía en la gestión del
saber y por otro lado los procesos de cooperación productiva. Realmente aquí la
lucha de clases comienza a crecer “dentro de la clase obrera” y la
subjetivación de la fuerza de trabajo comienza a transformarse (para decirlo
con palabras de Tronti) en potencia del “obrero” -vale decir que la
subjetivación se determina a través de la incorporación de cuotas de “capital
fijo” (saber y organización del trabajo), muchas veces instrumento de comando
del capital sobre la fuerza de trabajo. Es en respuesta a aquella lucha que el
capital ha construido su organización basada sobre la explotación de la
potencia social del trabajo y sobre la extracción de lo “común”. En esta
situación, se impone hoy una nueva estrategia de los movimientos en lucha por
el comunismo y se deben buscar nuevas tácticas de organización. Pero, en
relación con el método y la axiomática de la investigación, nosotros nos
mantenemos sobre el sólido terreno propuesto por Tronti en Obreros y Capital.
Si existe una diferencia entre el obrerismo y el postobrerismo, si es que
existe, consiste en el Saber de y en la que se encuentra en el
reconocimiento de la transformación histórica de la relación de producción y
del sujeto que, allí en su interior, es explotado. Pero es algo que, al mismo
tiempo, constriñe al capital a someterse a un nuevo impacto de resistencia y de
lucha, de odio y de esperanza.
Para concluir, un ejemplo del método, trabajando en
presencia de una nueva composición del trabajo -el trabajo cognitivo- y de las
terribles condiciones de precarización y de desocupación que ello supone. El
capital de buena gana dejaría morir a esta nueva generación de trabajadores si
no fuese porque ello acarrea el riesgo del deterioro de esta preciosa capacidad
productiva y el bloqueo de la nueva forma de acumulación social a través de la
“extracción de lo común”. ¿Qué sucederá como consecuencia? La primera
hipótesis, aquella de “dejarlos morir”, la experimentamos todos los días en las
fronteras de Europa, de EE UU y en el Pacífico Sur -aunque, de manera
aleatoria, en nuestra vida cotidiana. Pero la “racionalidad” capitalista
-siempre funcional a la acumulación- impondrá otra elección. El Capital se verá
obligado por lo tanto a desarrollar formas de salarización social y a reformar
las instituciones del “Welfare State” en funciones de control de la dinámica de
resistencia y del ejercicio de dominio. Medidas salariales (“renta básica
ciudadana”, por ejemplo) y maniobras sobre el “Welfare State” pueden mezclarse
y confundirse en la gestión capitalista de la transformación: lo importante es
que establezcan un equilibrio, al menor costo posible, en la productividad y la
vida de los trabajadores.
Pero las cosas se complican tanto de parte de los
capitalistas como de parte de los trabajadores. A los primeros, les incumbe
sobre todo la necesidad de reorganizar las estructuras internas para absorber y
regular, y así imponer una acumulación ordenada de los nuevos flujos sociales
del valor -ya que la transformación del modo de producir determina una nueva
forma en el plusvalor (“social” más que “absoluto” o “relativo”) e impone al
comando capitalista una nueva jerarquía -en este caso financiera. Pero para los
trabajadores muchas cosas han cambiado: ya sea la “jornada laboral” que ahora
no tiene medida temporal, ya sea el “lugar de trabajo” que ha devenido en algo
móvil y transferible, ya sea la forma del salario que es ahora socializada y
viene establecida en el punto más bajo de la relación entre salario mínimo y
subsidio del “Welfare State” -bien, todo esto destruye definitivamente formas y
tradiciones de lucha, configurando de esta manera un nuevo terreno social de
organización y de propuesta anti-capitalista. Nos preguntamos: ¿será una
victoria para la trabajadora obtener una renta básica ciudadana, articulada a
las necesidades previstas en el “Welfare State”?; ¿o en realidad se está
configurando simplemente una nueva organización de la fuerza de trabajo como
“capital variable”? Una y otra cosa, evidentemente. Pero sobre esta base puede
darse (y esto es lo que realmente interesa) un nuevo terreno de lucha y por lo
tanto la posibilidad de organización para los trabajadores cognitivos, los
cuales, por la misma rica cualidad de su composición de , no pueden limitar su
propia iniciativa sobre el terreno de la pura resistencia. “La figura
schumpeteriana del emprendedor, con su iniciativa innovadora, nos gustaría
verla volcada en la iniciativa permanente de lucha de las grandes masas
obreras”/20: de acuerdo -pero ahora tenemos nueva composición, técnica y
política, mucho más continuamente productiva y una multitud mucho más extensa,
en consecuencia una posibilidad mayor de construir pasajes constituyentes de un
nuevo orden social. Estos es lo que, desde el 2011, seguimos viendo y
estudiando.
¿Hay demasiado optimismo en esta fundación y en
este relanzamiento del método obrerista? ¿Como si la derrota de los años 1970
(de todos aquellos que habían rechazado el retorno ‘irénico’/21 a los
brazos del Partido Comunista italiano) no se hubiera asumido con la gravedad
que ella tiene? ¿No existe todavía aquí la ilusión que la multitud en el
trabajo, como un conjunto plural de singularidad, pueda reagruparse
milagrosamente? Para decirlo en términos filosóficos: ¿no es esta una pobre
hipostasis ontológica, no tanto de la recuperación del método obrerista, sino
en cuanto a la redefinición de un sujeto en lucha? Estas objeciones, que son
frecuentemente opuestas a los obreristas, me temo que no pueden ser cumplidas.
En primer lugar porque la metodología de Obreros y Capital, que sale al
encuentro de la hipótesis política de Tronti, era (y lo es) practicada de
manera independiente a toda reducción a la unidad y a una trascendencia de
Partido, y por lo tanto salvaguardada de toda maquinación insurreccional
vanguardista, tan característica de la escatología socialista.
Tan cierto es esto que en la hipótesis obrerista se
puede encontrar la experiencia teórica, historiográfica y política que ha hecho
de los movimientos autónomos “desde abajo” la clave de toda reciente práctica
revolucionaria, desde aquellos llamados “altermundialistas” en torno al cambio
de siglo a aquellos que a partir de 2011 se han hecho endémicos. En segundo
lugar porque la implantación del diagnóstico de la teoría (que algunos llaman)
“postobrerista” (que es aquella que subjetiviza la singularidad multitudinaria
y considera la fuerza de trabajo cognitiva implantada en lo común) -y de esa
implantación, por lo tanto, es excluida toda hipótesis finalista y todo
telos unitario. La intencionalidad subjetiva no puede ser confundida con el
Determinismo teleológico. Si existe un “capo progresista” producto de la lucha,
es aquel construido por la fuerza de los movimientos. No existe el destino sino
un discontinuo que construimos y nuestra Libertad tiene siempre el signo de esa
necesidad. El obrerismo de Obreros y Capital nos ha enseñado esto
también.
Toni Negri, catedrático de Doctrina del Estado en la
Universidad de Padua, ha sido y es un referente político e intelectual de la
izquierda autónoma italiana e internacional desde los años 60 del siglo pasado.
Entre su larga lista de obras publicadas destacamos la reedición en castellano
de El poder constituyente (Traficantes de sueños, Madrid, 2015)
Traducción: Nicolás González Varela
Notas
1/ Tronti, Mario: Operai e capitale, Einaudi,
Torino; 1966, p. 263; en español: Obreros y Capital, Akal, Madrid, 2001.
2/ Tronti, Mario: Operai e capitale, Einaudi,
Torino; 1966, p. 89.
3/ Tronti, Mario: Operai e capitale, Einaudi,
Torino; 1966, p. 129.
4/ Tronti, Mario, op. cit., p. 166.
5/ Tronti, Mario, op. cit., p. 210.
6/ Tronti, Mario, op. cit., p. 211.
7/ Tronti, Mario, op. cit., p. 215.
8/ Tronti, Mario, op. cit., p. 219.
9/ Tronti, Mario, op. cit., p. 224-225.
10/ Tronti, Mario, op. cit., p. 226.
11/ Tronti, Mario, op. cit., p. 147.
12/ Tronti, Mario, op. cit., p. 150.
13/ Tronti, Mario, op. cit., p. 149.
14/ Tronti, Mario, op. cit., p. 149.
15/ Tronti, Mario, op. cit., pp. 150-153.
16/ Tronti, Mario, op. cit., p. 180.
17/ Tronti, Mario, op. cit., p. 207.
18/ Tronti, Mario, op. cit., pp. 207-208.
19/ Tronti, Mario, op. cit., p. 208.
20/ Tronti, Mario, op. cit., p. 210.
21/ “Irenismo”: en la Teología cristiana se refiere
a tentativas de unificar los sistemas apologéticos utilizando la razón, la
reflexión y la conciliación como instrumentos. (N. del T.)
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