por Thierry
Meyssan
Caen las máscaras al cabo de 5 años de guerra
en Siria. La publicación del texto del acuerdo ruso-estadounidense
revela las intenciones secretas de los Dos Grandes: Washington quiere
cortar la «Ruta de la Seda», Moscú aspira a acabar con los
yihadistas. El fracaso de este acuerdo y los debates del Consejo de
Seguridad de la ONU demuestran además el carácter surrealista de
la retórica del presidente Obama: en 5 años, Barack Obama
no logró conformar nada que se pareciera a un grupo de oposición
«moderada» y no estuvo por tanto en condiciones de
alinear a sus famosos «moderados», contrariamente a lo que
tendría que haber hecho para cumplir con los términos del acuerdo.
En otras palabras, Estados Unidos no está en condiciones de
cumplir el acuerdo que firmó.
Red
Voltaire | Damasco (Siria) | 28 de septiembre de 2016
El fracaso del acuerdo ruso estadounidense del 9 de
septiembre de 2016 y los subsiguientes debates registrados en el Consejo de
Seguridad de la ONU permiten confirmar varias hipótesis.
El objetivo estratégico actual de Estados
Unidos en Siria es, en efecto, cortar la «ruta de la seda».
Al prepararla durante años y poner en el poder al presidente Xi Jinping
en mayo de 2013, China adoptó la restauración de ese histórico
eje de comunicación como su principal objetivo. Sin embargo,
al haberse convertido China en el principal productor mundial, Xi Jinping
planeó ampliar la «Ruta de la Seda» de la Antigüedad agregándole una «nueva
ruta de la seda», pasando por Siberia y Europa Oriental hasta llegar a
la Unión Europea.
Lógicamente, Estados Unidos organiza actualmente
dos guerras a través de intermediarios: una en el Levante y otra
en Ucrania. Al crear el caos en Siria y en el Donbass,
el objetivo no es cumplir las cínicas teorías de Leo Strauss sino
sólo cortar los dos trayectos de la ruta de la seda.
De manera nada sorprendente, el presidente
ucraniano Petro Porochenko viajó a Nueva York para participar en el
Consejo de Seguridad de la ONU y respaldar a la delegación de
Estados Unidos que acusó a Rusia de haber bombardeado un convoy
humanitario sirio.
Por otra parte, el acuerdo
ruso-estadounidense estipulaba que Estados Unidos separaría a los grupos
armados «moderados» de los «extremistas», ya que esos «moderados»
participarían –junto a los Dos Grandes y el Ejército Árabe Sirio– en la
neutralización de los «extremistas», y que finalmente se crearía un
gobierno de unión nacional en Damasco, bajo la presidencia de Bachar
al-Assad. Ese gobierno de unión nacional integraría a representantes de
los «moderados» que hubiesen participado en la batalla final contra los
«extremistas».
Pero nada se hizo en ese sentido. El compromiso del
secretario de Estado John Kerry no pasó de ser un piadoso deseo.
Washington no encontró los combatientes que necesitaba para que
hicieran el papel de «moderados». Porque el hecho es que todos
sus «moderados» en realidad son «extremistas». Así que
no tuvo más salida que aprovechar el incidente –o probablemente
organizarlo– del convoy humanitario quemado para escapar a
sus contradiciones. La retórica del presidente Obama –quien dice
respaldar a sirios que luchan por la democracia contra un régimen que los
reprime– no corresponde a la realidad. En 2013, el presidente ruso
Vladimir Putin tenía toda la razón del mundo al observar con ironía
que los occidentales consideraban «moderados» a los caníbales del
Ejército Sirio Libre que se filmaban comiéndose el hígado de sus enemigos.
Para terminar, el contenido del acuerdo
ruso-estadounidense pone de manifiesto el hecho que el objetivo
de Rusia es liquidar en Siria a los yihadistas que se preparan
para atacarla en el Cáucaso. La solución negociada resultaba ideal
para Moscú: ponía fin a los sufrimientos de su aliado sirio, abría
una vía de comunicación para su aliado chino y le garantizaba poder acabar
con el yihadismo internacional. Pero, Moscú acaba de comprobar que, desde los
tiempos de la primera guerra de Afganistán, el yihadismo fue un arma
estadounidense que ahora se vuelve contra su amo y que Washington
no piensa abandonarla.
Por supuesto, los nuevos yihadistas
no tienen conciencia de ello, pero es imposible que los que
vienen luchando, con ayuda estadounidense, desde hace 38 años
no sepan que sólo son una fuerza de tareas del Pentágono.
Fuente
Al-Watan (Siria)
Al-Watan (Siria)
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