Osvaldo León
ALAI AMLATINA, 29/09/2016.- “Si hay que resumir la esencia del golpe, se trata de una dictadura del
capital sobre el trabajo. La ruptura de la democracia se da porque, en
democracia, los trabajadores y sus organizaciones tienen mejores condiciones de
defenderse, de luchar por sus derechos, de garantizar sus intereses”, señala
Emir Sader al referirse al golpe parlamentario que culminó con la destitución
de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil[1].
Y es que más allá de los
fuegos de artificio lanzados por los actores en el escenario legislativo (donde
61 senadores de 81 -entre los cuales 41 se encuentran involucrados en procesos
legales por corrupción- condenaron a la Presidenta sin prueba alguna de
culpabilidad), en el trasfondo fueron gravitantes las corporaciones
empresariales (internas y externas) que movieron los hilos y recursos para
precipitar tal desenlace.
Resulta que ahora, con el
golpe, la propuesta neoliberal derrotada en las urnas cobra vigencia para abrir
todas las puertas a las corporaciones transnacionales. En esta dirección
va el paquete de 32 proyectos de infraestructura anunciado por el gobierno
Temer para entregar a la empresa privada, junto al desmantelamiento y eventual
privatización de Petrobras, la principal empresa estatal, que comenzó con la
apertura al capital internacional en la explotación del Pré Sal (campos
marítimos con significativas reservas petroleras).
En esta misma línea, en el
país vecino, Argentina, el gobierno neoliberal de Mauricio Macri optó por abrir
una especie de subasta para poner en venta el patrimonio nacional con un evento
llamado “Foro de Inversión y Negocios en la
Argentina”, realizado del 12 al 15 de septiembre, prometiendo a los futuros
inversores apertura económica, liberalización financiera, libre movimiento de
capitales, etc.
En uno y otro caso, lo que
está de por medio es que tales propuestas precisan establecer democracias de
excepción (vía golpe o subterfugios legislativos o judiciales) para poder
degradar, cuando no anular, derechos y conquistas sociales y económicas,
comenzando por lo que consideran el “problema mayor”: el acumulado organizativo
en el plano laboral, bajo la premisa de que hace falta la necesaria
“flexibilidad” en este campo. Y en tal perspectiva se apunta a futuras
reformulaciones del rol del Estado.
Como se trata de los dos
países con más peso en la región, que contribuyeron a impulsar procesos de
integración soberana, particularmente con la reactivación del Mercosur y la
creación de Unasur, hacia adelante se anticipa un giro hacia la Alianza del
Pacífico como un trampolín para el futuro ingreso al Tratado Trans Pacífico
(TTP), que impulsa Estados Unidos para conformar una
gran área geopolítica hegemónica.
Es justamente en torno a
este Tratado que las grandes corporaciones vienen negociando en secreto con el
propósito de consolidar y blindar su poder en los más diversos campos, buscando
igualar a la baja las normas medioambientales, financieras, sociales,
sanitarias y laborales, entre otros aspectos.
En este contexto, cobra
particular importancia el llamado a la Jornada Continental por la
Democracia y contra el Neoliberalismo que movimientos sociales de
Nuestra América están impulsando para el 4 de noviembre de 2016.
- Osvaldo
León,
comunicólogo ecuatoriano, director de la revista América Latina en
Movimiento.
Artículo introductorio de
la edición 517 (septiembre 2016) de la revista América Latina en Movimiento
de ALAI, titulada “El poder transnacional y los nuevos TLCs”. http://www.alainet.org/es/revistas/517
URL de este artículo:
http://www.alainet.org/es/articulo/180615
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