Tabla de contenidos
- 1 Antecedente indispensable: las causas de la crisis
- 2 Del artesanado, a la industrialización del crimen
- 3 Ingeniería financiera del lavado de dinero
- 4 El peso del sector criminal en cifras
- 5 Variedad de las ramas criminales
- 6 Flexibilidad, pymes y consorcios del crimen
- 7 La división internacional del trabajo en el capitalismo criminal
- 8 Desintegración del proceso productivo
En el terreno económico (y hay que recordar que es
la estructura económica la que determina finalmente los cambios sociales,
políticos y hasta culturales) todo empezó con la crisis. El 15 de agosto de
1971, el entonces Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, decretó el
cese de la convertibilidad del dólar en oro. Esta medida, que iniciaría un
desorden monetario internacional de enormes proporciones, constituía,
precisamente por tratar de enfrentarla, el reconocimiento de que la crisis
económica, gestada durante los cincuenta y los sesenta, había estallado y
precipitaría al mundo en su conjunto en un proceso de cambio vertiginoso que
hasta hoy, en el primer lustro del siglo XXI todavía no termina. Entre las
muchas transformaciones que hemos vivido, una, no de menor importancia, es el
surgimiento de un capitalismo criminal, que constituye no un aspecto
secundario, preocupación exclusiva de jueces y policías, sino que representa
hoy uno de los ejes de la acumulación de capital.
Antecedente indispensable: las
causas de la crisis
Vayamos por partes, a fin de no crear malos
entendidos. Aunque no abordaré aquí las características ni el comportamiento de
la crisis económica, que no es el tema de estas notas, me parece indispensable
mencionar que desde mi punto de vista la crisis económica que se inicia en los
setenta tiene como causa fundamental la caída de la tasa de ganancia que afecta
tanto a los países industrializados como a los subdesarrollados. Esa caída de
la tasa de ganancia se convierte de tendencia latente en fenómeno actuante,
porque los mecanismos contrarrestantes aplicados desde los cincuenta, pero con
mayor énfasis en los sesenta, dejaron de operar. De esos mecanismos
contrarrestantes, cuatro me parecen los de mayor relevancia:
1. La concentración y centralización
de capital
2. El cambio tecnológico
3. La intervención del Estado en la
economía
4. La expansión del crédito
Esos cuatro mecanismos, a los que recurrió el
capital durante la posguerra, pasaron, al inicio de los setenta, de ser
propiciadores a convertirse en trabas para la acumulación de capital, ya sea
porque provocaron la insolvencia de gobiernos, empresas y particulares, ya sea
porque generaron una inflación galopante, ya sea porque ocasionaron la
combinación de desempleo con inflación.
Para enfrentar la crisis económica, el capital
aplicó, un poco a ciegas y un mucho de mala fe, varias estrategias. Las dos
principales fueron la guerra permanente, por un lado, y, en el terreno
productivo, el proceso de globalización cuyo objetivo es la libre movilidad del
capital en todas sus formas, es decir, como capital productivo (a través de la
internacionalización del proceso productivo) como capital-mercancía, (que ha
determinado el abatimiento de las fronteras económicas, el cual amenaza la
existencia misma de los Estados-Nación) y como capital-dinero (a través de dos
fenómenos sumamente relevantes, la hipertrofia del sector financiero de la
economía y la internacionalización de las Bolsas de Valores, al lado del
surgimiento de los mercados de derivados para el intercambio de valores
futuros, en especial de divisas).
Del artesanado, a la
industrialización del crimen
Como un fenómeno que al principio parecía
desarrollarse sólo en los sótanos delincuenciales de la sociedad, también
surgió lo que podría describirse como el proceso de industrialización del
crimen hasta formar nuevas ramas económicas que han seguido las etapas de
concentración y centralización, y que han sido, hay que reconocerlo, pioneras
en la línea de la globalización económica.
El crimen, por supuesto, ha acompañado a la
humanidad desde sus inicios, pero hoy no es el mismo que prevaleció durante
siglos. Lo que quiero destacar es el paso de una criminalidad, digamos artesanal,
a un amplio proceso de industrialización y de internacionalización hasta llegar
a convertirse en verdaderos consorcios globalizados.
No deja de resultar sorprendente que las
dimensiones del fenómeno han llevado a convertir al crimen organizado en
uno de los temas infaltables en la agenda de las reuniones del G-7, es decir de
los siete países más industrializados del mundo; que la ONU tenga un Programa
Internacional de Control de Drogas, que cada año se publique un World Drug
Report, y que el asunto haya llegado hasta la vida académica, de modo que, por
sólo mencionar dos casos como muestra, la American University ha creado un
centro de investigación sobre Crimen Transnacional, mientras en la Universidad
de Cardiff, Reino Unido, puede obtenerse un doctorado en Delincuencia
Organizada.
De especial importancia es el hecho, que también
apunta al peso actual de la industria criminal, es que el G-7 haya formado, en
la cumbre de 1989, una fuerza de tarea para el combate al lavado de dinero (la
Financial Action Task Force on Money Laundering) de la que forman parte hoy 29
países de los cuatro continentes.
Quizá el ejemplo más claro de la integración
vertical, es decir la que reúne empresas que generan desde la materia prima
hasta la venta del producto final, es el tráfico de drogas. Los llamados
cárteles de la droga poseen desde las plantaciones de la materia prima, pasando
por los laboratorios para curar la marihuana u obtener la goma de opio y
producir la cocaína y la heroína, o elaborar las distintas y cada vez más
variadas anfetaminas, hasta los sistemas de distribución, frecuentemente
internacionales, y, a veces –aunque lo más común es que sean servicios externos
controlados por bandas locales– las redes de ventas al menudeo.
Ingeniería financiera del lavado
de dinero
Además, y éste es uno de los aspectos más
importantes, el narcotráfico cuenta, como brazo complementario que le ha
facilitado precisamente la internacionalización, con los sistemas de lavado de
dinero a lo largo del mundo. Y digo sistemas, porque efectivamente no se trata
de operaciones aisladas, ni siquiera de simples redes, sino de verdaderos
sistemas que disponen de la más avanzada tecnología y cuyas corrientes de
fondos, con una compleja ingeniería financiera, recorren las plazas más
distantes para tejer una maraña de transacciones de la cual salen blanqueados.
Esta maraña, incluye, indefectiblemente, alguno de
los mercados financieros conocidos como paraísos bancarios y fiscales. Por esta
razón, una corriente de opinión ha planteado que el mejor método para combatir
el narcotráfico sería eliminar los paraísos bancarios, pues al no poder
blanquear los fondos y en consecuencia no poder utilizarlos, se acabaría con el
objetivo del narcotráfico.
Frente a esta opinión, sin embargo, hay que
señalar, en primer lugar, que los narcotraficantes no sólo recurren al mercado
financiero para lavar dinero; por sólo mencionar algunas formas, hay que
recordar que también se blanquean fondos a través de la inversión en inmuebles,
a través de falsas ganancias en el juego o, incluso a través de subastas de
arte. En segundo lugar, pero más importante para nosotros, hay que señalar que
los sistemas de blanqueo no se limitan a utilizar los paraísos, también operan
en los mercados normales, de modo que cada transacción de blanqueo incluye por
lo general un paraíso y dos, tres o más mercados normales.
Y aquí el lavado de dinero entronca con otro
fenómeno que ha sido evidente a partir de los años setenta: la hipertrofia del
sector financiero dentro de las economías nacionales y en consecuencia del
mercado internacional. La razón última de esa hipertrofia es la caída de la
tasa de ganancia en las actividades productivas, que condujo al estallido de la
crisis más larga y más profunda que ha vivido el capitalismo. En la década de
los setenta, esa caída de la tasa de ganancia determinó que los capitalistas,
que no encontraban campos rentables de inversión, se refugiaran en las
actividades especulativas. Esta respuesta de la burguesía coincide con la
devaluación de la libra primero y del dólar después, que provoca que los países
productores de petróleo agrupados en la OPEP aumenten el precio del energético,
con lo que se genera una afluencia masiva de divisas hacia estos países que a
su vez buscan en el mercado internacional formas de inversión para esa masa de
capital-dinero. Los petrodólares así son el punto de partida para un aumento
acelerado del volumen del mercado financiero, tanto en inversiones bancarias
como en las Bolsas del mundo. Los narcodólares, y en general el dólar sucio
proveniente de las actividades criminales, constituyen una aportación
significativa para el volumen de las transacciones financieras en el mundo. Tal
ha sido la hipertrofia del sector financiero que ha descrito a la actual etapa
como de economía casino, por el volumen y la importancia que han adquirido las
inversiones en la Bolsa. Fenómeno acentuado con la ampliación de los mercados
de futuros, a partir de 1972, cuando el mercado de Chicago introduce los
contratos de divisas. Hoy, el mercado de derivados que puede operar sobre
monedas, tasas de interés, valores como acciones y obligaciones (créditos) y
hasta índices bursátiles, supera con mucho el valor de todo el comercio
internacional. Basta mencionar que en 1995 las exportaciones mundiales de
bienes y servicios sumaron alrededor de 6 billones de dólares, mientras el
mercado de derivados alcanzó unos 40 billones (millones de millones) de
dólares. Para tener una perspectiva de comparación, puede recordarse que el
producto interno bruto de Estados Unidos, la mayor economía del mundo, tuvo un
monto de 10 billones 946 mil millones de dólares en 2003. Tal volumen, sin
precedentes en la historia, tiene su causa, como decía más arriba, en la caída
de la tasa de ganancia en las actividades productivas, fenómeno que conduce a
unos capitalistas a refugiarse en las actividades especulativas y a otros, con
todavía menos escrúpulos, a las actividades criminales. Y, finalmente, estos
capitalistas van a apoyar, como ya veíamos, el crecimiento del sector
financiero, que hoy, señalan los expertos, no podría vivir sin la contribución
del capital criminal.
El peso del sector criminal en
cifras
Para visualizar la participación de estos
inversionistas en la actividad económica mundial hay que señalar que el Atlas
de la criminalidad financiera de la Editorial Akal calcula que sólo la economía
de la droga representa el 8 por ciento del comercio mundial y generaría
alrededor de 400 mil millones de dólares cada año.
A su vez, el blanqueo de dinero proveniente de
diversas fuentes criminales suma aproximadamente 320 mil millones de dólares al
año. Otra fuente, el Fondo Monetario Internacional, estima el monto de lavado
de dinero en un rango de entre 500 mil millones de dólares y un billón y medio
de dólares para 1996; y considera que representaría entre el 2 y el 5 por
ciento del producto bruto mundial. El Atlas calcula el producto criminal bruto
(de todas las ramas, no sólo el narcotráfico) en unos 800 mil millones de
dólares anuales, cuyas transacciones internacionales significarían el 15 por
ciento del comercio mundial. Para tener una perspectiva de comparación puede
recordarse que el monto del producto del crimen supera al producto interno
bruto de México, que en 2003 sumó 637 mil millones de dólares.
Variedad de las ramas criminales
Hay que señalar que al mismo tiempo del crecimiento
en volumen, la industria del crimen se ha diversificado y hoy incluye lo que
podríamos llamar nuevas ramas de la economía. Así, una lista no exhaustiva
registraría desde luego en primer lugar al narcotráfico, pero también al
tráfico de personas, cuyo monto, calcula el Atlas, suma alrededor de 12 mil 600
millones de dólares al año; el tráfico de animales, por unos 15 mil millones de
euros, la piratería que llaman comercial, esto es, de todo tipo de productos,
alcanzaría una impresionante cifra que se ubica entre 150 mil y 470 mil
millones de dólares, mientras la piratería sólo de medicinas sumaría unos 12
mil millones de euros y la piratería informática, únicamente en Estados Unidos,
llegaría a los 100 mil millones de dólares.
Como decíamos al principio, el surgimiento,
dinamismo y diversificación de las ramas industriales criminales no son hoy un
fenómeno marginal, sino plenamente integrado a las formas actuales de
acumulación de capital. Por ejemplo, el tráfico de personas como actividad
criminal crece al amparo del llamado neonomadismo, es decir de las grandes
migraciones que caracterizan a esta etapa del capitalismo en que, de nueva
cuenta como en la prehistoria, amplias masas de trabajadores se ven obligados a
migrar desde los países subdesarrollados hacia los altamente industrializados
en busca del sustento. Así, en el año 2000 se reportaba un total de casi 175
millones de migrantes en el mundo que representaban el 2.9 por ciento de la
población mundial. Como al lado de esta creciente migración los países
receptores aplican políticas restrictivas que más que disminuir las corrientes
de personas buscan crear las condiciones para el sometimiento y la explotación
de los migrantes, resulta un fenómeno propio de la lógica capitalista que se
creen redes criminales para el tráfico de personas a través de las fronteras
(principalmente, las de Estados Unidos, Alemania y Japón, cabezas de los
bloques económicos) que han constituido un nuevo campo de acumulación de capital.
Tampoco es ajena a la lógica de la acumulación la
aparición de la piratería. Basta recordar que una de las vías oficiales para
combatir el dominio español por parte de sus competidores, Inglaterra y Francia
principalmente, fue el otorgamiento de patentes de corso, de ahí los corsarios
que, al lado de piratas y bucaneros, que, diríamos eran los asaltantes por su
cuenta, esto es, que no contaban con el permiso oficial, asolaron las costas
americanas y los mares durante los siglos XVII y XVIII, o sea, cuando el
capitalismo vivía su etapa infantil y se daban los primeros pasos en el mercado
mundial. La piratería, pues, ha acompañado al capitalismo en el pasado, lo
nuevo hoy es que ya no se trata de asaltar los galeones españoles, sino de
producir, de manera industrial y a más bajos costos, imitaciones de productos
originales y distribuirlos a través de esa forma de sobrevivencia que es el
ambulantaje, al que ha tenido que recurrir un ejército industrial de reserva
hoy hipertrofiado en todo el mundo, como resultado de las nuevas tecnologías
ahorradoras de fuerza de trabajo, que han desembocado en la exclusión de las
actividades productivas de grandes masas de población.
Flexibilidad, pymes y consorcios
del crimen
El capitalismo criminal no sólo ha abierto nuevos
campos de acumulación de capital, igualmente ha vivido las mismas
transformaciones que otras ramas de la economía en la etapa de la
globalización. Así, como en otras industrias, la rama del crimen ha buscado
flexibilizar sus procesos productivos y de distribución, y en vez de las
grandes plantas para la manufactura o de las grandes cadenas comerciales, ha
recurrido a formar pequeños grupos que se ocupan de una parte del proceso y en
particular de la distribución en determinados territorios.
Dicho de otra manera, también en la industria
criminal han surgido redes de pequeñas y medianas empresas, (pymes) que se
encuentran vinculadas a las grandes mafias, pero gozan de cierta autonomía para
los métodos de venta y la explotación de lo que podríamos describir como nichos
del mercado o de limitados territorios dentro de las grandes ciudades. Así, por
ejemplo, la exitosa mafia rusa consta, según estimaciones del Ministerio del
Interior de Rusia, de unos 160 mil integrantes, los cuales conforman alrededor
de 12 mil grupos, o sea, un promedio de 13 personas por núcleo. Se trata pues
de las pymes de la delincuencia que, como las otras, prosperan a la sombra de
una gran empresa que se vale de ellas para disponer de la flexibilidad que
exige hoy el mercado y de esta manera abatir gastos. Flexibilidad que desde
luego es más crucial todavía en las ramas criminales por la necesidad de
ocultamiento. Expresión de esta presencia de las pymes en las ramas criminales
es la acuñación del término de narcomenudeo. Esta flexibilidad, notable en el
caso de la mafia rusa, también está presente entre los yakusas japoneses, en
los reconstruidos cárteles colombianos o mexicanos, en la Camorra italiana, los
clanes turcos, las bandas de Hong Kong o en la Cosa Nostra que opera en Estados
Unidos.
La división internacional del
trabajo en el capitalismo criminal
Y ya que mencionamos a estas grandes empresas
transnacionales, habría que señalar que, por supuesto, también en las ramas
criminales se ha desarrollado una división internacional del trabajo que ha
especializado a algunos países como productores, por ejemplo de goma de opio,
de cocaína, de marihuana o de anfetaminas, y a otros como consumidores de esos
productos, principalmente Estados Unidos y Europa. Como ha sido tradicional,
los gobiernos han representado a sus capitalistas en la competencia
internacional, aunque en este caso, debido precisamente al carácter
delincuencial de las ramas, no se ha tratado de una representación abierta,
pero es indudable que muchos gobiernos de los países altamente industrializados
prefieren combatir el narcotráfico o la piratería en los países
subdesarrollados, a fin de eliminar la competencia para sus connacionales,
mientras mantienen un bajo perfil persecutorio en sus propios territorios.
Ejemplo de esta política, aunque no la única, es la llamada certificación que
practica Estados Unidos en nuestros países.
Desintegración del proceso
productivo
Finalmente, hay que destacar, como decíamos
anteriormente que los nuevos capitalistas criminales no sólo han recurrido a la
flexibilidad y a la asociación con las pymes, sino también han llevado adelante
una intensa división del trabajo en el interior de sus plantas y redes, y han
implantado lo que constituye el motor de la globalización, esto es, la
desintegración del proceso productivo en distintos puntos del planeta. Al mismo
tiempo que han recurrido, y por supuesto han contribuido al desarrollo del
mercado financiero internacional.
Lo que quiero decir, pues, y espero que haya
quedado claro a lo largo de estas páginas, es que la industria criminal no es
un asunto marginal, surgido en las orillas oscuras de las sociedades
capitalistas, sino que responde, en todos sus aspectos, a la lógica del
capitalismo en general y en particular en su etapa de globalización. Es además,
en todas sus ramas, un espacio privilegiado para las ganancias extraordinarias.
Magdalena Galindo Ledesma
22 de noviembre de 2016
Fuente: https://kmarx.wordpress.com/2016/11/22/el-capitalismo-criminal-fase-superior-del-imperialismo/
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