Chaplin,
Keaton, Lloyd, Tati…y Pierre Étaix
15/11/2016
| Angel García Pintado
Un día de este Octubre pardo se nos fue Pierrre
Étaix; a los 87 años, en París. Fue ‘el sucesor’ de los grandes del cine
cómico (mudo o no), y nuestro país ha ignorado su desaparición –salvo alguna
levísima referencia-,como en vida ignoró su existencia creadora de un modo casi
total. Actor, clown, cineasta… Étaix no fue ignorado por Federico Fellini,
quien contó con él para Los clowns, filme imprescindible en la filmografía
del siglo XX, donde lució protagonismo la saga circense de los Fratellini; con
uno de sus miembros –Annie—casó Étaix, con ella fundó en Francia La Escuela
Nacional de Circo.
Empezó su vida profesional como dibujante y fue
autor del ingenioso cartel de la memorable película de su amigo Jacques Tati, Mon
oncle (Mi tío), en la que trabajó como ayudante de dirección.
Étaix fue gran admirador no solo de Tati, también y
sobre todo de Buster Keaton, con el que compartía un gran parecido físico y el
quietismo e impavidez de su rostro como mecanismo esencial de comicidad y de
drama. Pensando en Keaton realiza Étaix su primer filme, El pretendiente
(1962), un homenaje a Siete ocasiones (1925), el filme legendario del genio
americano. Luego realizaría Yoyo (1965), El gran amor (1969)… Yoyo,
o El millonario, se inicia con la secuencia de un rico que se aburre
mortalmente en su gran mansión rodeado de criados. Entonces ve pasar los
carromatos de un circo ante sus narices y…
Acaso, el ostracismo que Étaix padeció, no solo en
España sino también en cierto modo en su país, se deba a una larga batalla que
estalló sobre los derechos de sus películas, lo que impidió que tuviesen la
divulgación que justamente les correspondía. Woody Allen y Jean Luc Godard
fueron algunos de los firmantes de una carta solicitando el final de un embargo
absurdo, final que le llegó a Étaix solo dos años antes de su fallecimiento.
Pero, ¿cómo reponerse de ese olvido? Algo parecido
aconteció con su buen amigo y colaborador Jacques Tati, creador del inefable
personaje Monsieur Hulot, gloria nacional de Francia, que acabó sus días
olvidado y prácticamente en la miseria.
En 1982 un periodista de Paris Match escribe
en su necrológica: “Adiós, Monsieur Hulot. Le lloramos una vez muerto,
¡habría que haberlo ayudado cuando estaba vivo!”. En sus películas la
figura desgarbada de Tati – Jours de fête, Las vacaciones de M.
Hulot, Mon oncle, Trafic, Play Time…—, con su gabardina y su
pipa, hablaba menos de lo necesario. Sus pocas voces eran lejanas, imperceptibles,
se disolvían en el viento del paisaje, en el fragor de las cosas inútiles.
El humorismo de Tati era amable, festivo y critico;
con el tiempo se fue haciendo más amargo. Observador implacable de la realidad,
la burguesía, la burocracia, o la estupidez de la mecanización, del consumo y
de la riqueza son temas recurrentes en su filmografía.
Los Chaplin (Charlot), los Lloyd, los Keaton, los
Stan Laurel y Oliver Hardy, los Marx Brothers (la mudez de Harpo el arpista, la
locuacidad desternillante de Groucho), gloriosos precedentes de los Tati y de
los Étaix, ¿no son ellos, también, víctimas de un ostracismo y como de una obsolescencia
programada por un sistema que decidió elegir otro género de risa más
chabacano?
La grandeza del silencio y del “non sense”,
del absurdo, como estilo, como estética, también como filosofía, fue reconocida
por dramaturgos como Eugene Ionesco o Samuel Beckett, reivindicadores ente
otros de los diálogos y las situaciones del Gordo y el Flaco (Laurel y Hardy).
No es llevarse el agua a nuestro molino si se
piensa en la lucidez de estos extravagantes creadores, en la modernidad a
ultranza de su transgresión de los códigos burgueses, como inquilinos eternos
de los márgenes, en su burla de las convenciones sociales, de la autoridad y
del poder –-verbigracia El gran dictador o Tiempos modernos de
Chaplin, por citar solo dos—, caracteres genéticos comunes –con mayor o menor
intensidad y coherencia— a todos ellos.
La risa como factor subversivo y desopilante,
libertador de opresores corsés. Humorismo inteligente y crítico, arrumbado
ahora a los desvanes de las filmotecas, en favor de las grandes cacerías de
audiencia, en esta cultura de mercado que nos embarga y nos idiotiza.
¡Qué gran ocasión perdida la de las cadenas
televisivas –- preferentemente las públicas—de programar con regularidad
sistemática ciclos de este cine cómico -–mudo o no—, como antídoto a tanto
veneno, a tanta toxicidad de las mentes, colonizadas por el gran amigo
americano en sus más abyectas versiones!
No estaría de más que en las escuelas, en los
institutos y en las universidades se incluyera esta asignatura libertaria.
Sí: una utopía más. ¿Por qué no?
Ángel García Pintado es escritor y periodista
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