Una nota manuscrita enviada a Celia Sánchez en
plena Sierra Maestra hace casi 60 años sintetiza la vocación antimperialista
del líder histórico de la Revolución cubana
26 de noviembre de 2016
Facsímil
de la carta de Fidel a Celia Sánchez, fechada el 5 de junio de 1958. Foto: Archivo
Lo había anunciado desde la Sierra
Maestra —5 de junio de 1958— en un papelito manuscrito de apenas un párrafo,
que Celia Sánchez salvó con celo de guardiana incondicional y que hoy pudiera
ser considerado perfectamente el testamento político de Fidel Castro.
“Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario —escribió entonces—, me
he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo.
Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y
grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser
mi destino verdadero”.
Ese día la aviación batistiana había destruido el bohío del campesino
Mario Sariol y su esposa y sus cinco hijos pudieron escapar milagrosamente al
refugiarse en el túnel de una antigua mina de manganeso, ubicada muy cerca del
lugar donde residía la familia.
Al regresar del secadero de café donde se encontraba a la hora del
bombardeo, el campesino descubrió desconcertado aquella visión dantesca y, tras
encontrar unos fragmentos de los cohetes disparados, cargó con ellos hasta la
Comandancia de Fidel, quien no tardó en descubrir una inscripción
reveladora: USAF (United
States Air Force).
Fidel sabía desde mucho antes que los Estados Unidos alimentaban por
todos los medios a la dictadura decadente de Fulgencio Batista y que la base
naval norteamericana enclavada en Caimanera era una retaguardia segura para los
bombardeos, pero aquellas cuatro letras incrustadas en el metal resultaban más
que contundentes.
La cineasta cubana Rebeca Chávez que descubrió la carta en una fotocopia
ubicada frente a los ascensores del periódico Granma, contagió a otros
compañeros suyos con la idea de una película, se fueron hasta la Sierra,
treparon por Mompié y filmaron el testimonio del propio Mario en el lugar de
los hechos.
Ella misma relataría que 20 años después ya la Sierra era otra, que
Mario trataba de no equivocarse frente a las cámaras dirigidas por Daniel Díaz
Torres y que constantemente invocaba al jefe guerrillero que en medio de las
urgencias de la guerra encontraba tiempo para ocuparse de la casa bombardeada y
de la suerte de la familia campesina.
Fidel Castro terminó aquella guerra —la ganó en poco más de dos años— y
como él mismo le había jurado a Celia, casi sin bajar de las lomas comenzó una
“más larga y grande”, la que Cuba entera está librando todavía.
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