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Escribe: César Vásquez Bazán
Escribe: César Vásquez Bazán
El recordado cómico Alex Valle y la
corrupción en el Perú, representada por su propio rol como funcionario público
deshonesto y su sometimiento al poder político del ubícuo pero invisible Doctor
Chantada
En las
últimas dos décadas, la corrupción política se ha generalizado en el Perú. Los
políticos usan en su provecho personal, económico o social, el poder del Estado
que detentan por elección supuestamente democrática o por nombramiento de
alguna autoridad estatal de grado superior. Ejemplos de esta afirmación pueden
ser encontrados en todos los gobiernos del pasado reciente del país, en
especial durante los regímenes de García Pérez y Fujimori. Además del anterior
par de nombres, baste recordar los apellidos Montesinos y del Castillo Gálvez
para proporcionar muestras de la generalización de la corrupción en ambas
administraciones.
Cuando se
hace la pregunta qué tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y
Montesinos, el peruano promedio contestará que los cuatro son ladrones
descarados, políticos corruptos carentes de vergüenza, que utilizaron su
ascenso al gobierno para enriquecerse y llenarle los bolsillos a una casta de
allegados.
Ver en los altos
mandos gubernativos autoridades putrefactas trae consecuencias gravísimas. Una
de ellas es la que podría denominarse el “efecto demostración”. Si
el presidente roba y no es objeto de ninguna sanción, ¿por qué no va a meter la
mano el presidente del Consejo de Ministros? Si el premier es un ratero
intocable, ¿por qué se va a comportar de manera diferente el ministro, el
viceministro, los directores y subdirectores? Si las autoridades
gubernamentales están corrompidas, ¿por qué no se van a enviciar los parlamentarios,
el Poder Judicial, los militares y la policía? Y si todos ellos entran al
cuento, ¿por qué no se van a pervertir los empresarios, los dueños de
periódicos, los periodistas, los dueños de encuestadoras y, proyectándonos, la
sociedad en su conjunto, es decir el país?
¿Cuál es el
origen de la corrupción en el Perú? Sin duda, pueden proporcionarse diversas
hipótesis. Nuevamente, podemos pedir la ayuda del peruano promedio.
Interroguemos al hombre de la calle sobre qué otra característica, además de ser
rateros, tienen en común García Pérez, Del Castillo, Fujimori y
Montesinos. Se nos responderá que durante su gestión los cuatro favorecieron al
gran capital –extranjero y nativo–, que entregaron los recursos naturales del
país para beneficio de unos pocos, que promovieron la explotación del cholo
barato, en una palabra que permitieron la existencia de un capitalismo
salvaje basado en la expoliación de las mayorías y en el abuso de nuestras
riquezas.
Pensemos
sobre la sugerente respuesta que hemos obtenido. De acuerdo con ella, los
políticos más corruptos del Perú contemporáneo, desde Leguía, se han
distinguido por ser políticos procapitalistas. Parece una contradicción, porque
siempre se nos masajea con el cuento que el capitalismo trae avances y mejoría
social. La verdad es que los beneficios del sistema son apropiados por una
minoría de minorías, es decir por los propietarios del gran capital, los dueños
de las empresas y los altos funcionarios. Los de abajo sólo deben mirar
qué bien les va a los de arriba.
Pero no nos
apartemos de la cuestión acerca del origen de la corrupción y reflexionemos
sobre la intuición que nos ha transmitido el peruano común y corriente. Hay una
gran verdad en ella. Existe una relación directa entre la existencia y el crecimiento del
capitalismo y la existencia y el crecimiento de la corrupción. No
existe sistema económico que sea más corrupto que el capitalismo.
¿Por qué
hacemos esta afirmación? Expliquémonos. En su esencia funcional, el
capitalismo está basado en un acto de corrupción, que es el robo del trabajador
por el capitalista. El capitalista no paga al obrero o al empleado
el íntegro de su aporte a la producción de la riqueza. Se queda con una parte
del esfuerzo de los trabajadores, porción sobre la que acrecienta su capital
original y de la que proviene también su elevado nivel de consumo personal. El
capitalismo asalta intrínsecamente a los trabajadores. Basarse en ese hurto,
que es un acto de corrupción, es su condición de existencia y progreso.
La cosa no
queda allí. Por diversas razones, el capitalista cobra a los consumidores más
de lo que debería cargar por los productos que vende. Observemos el caso de las
compañías que venden software de computación, que exigen
decenas o centenas de dólares por programas cuyo costo marginal de producción
no pasa de uno o dos dólares. Pensemos, sin ir más lejos, en cada uno de los
actos de Telefónica vinculados con los precios que cobra al
consumidor y la forma cómo lo hace. ¿Robo, no? En general, si el capitalista
puede vender en diez, lo que pudo haber vendido con utilidad en dos o tres, lo
que se obtiene es una ganancia extraordinaria. Estamos frente a un capitalismo
basado en el asalto al consumidor.
Finalmente, el
capitalismo también roba a la sociedad en su conjunto, representada por el
Estado, institución de la que recibe concesiones de riquezas naturales,
permisos de operación en el territorio nacional y protección militar, policial
y legal. Por supuesto, a cambio, el capitalista luchará por pagar el mínimo
posible de impuestos, a cuyo nivel bajísimo pedirá que se establezca un
contrato de estabilidad tributaria.
Se obtiene
así una primera conclusión: el capitalismo en el Perú es, en
esencia, un acto de corrupción. Está basado en el robo de los
trabajadores, en el hurto a los consumidores y en el escamoteo a la sociedad en
su conjunto. Dentro de la sociedad actual, el papel de los capitalistas es
asaltar al prójimo, de manera generalizada y sistemática, pero refinada. El
capitalismo es corrupto por naturaleza y la mejor manera que tiene para
desarrollarse en países marginales como el Perú es mantener y acrecentar la
corrupción.
Entonces, si
el sistema económico sobre el que se basa la sociedad es corrupto, existe una
elevada probabilidad que la sociedad en su conjunto y en sus demás facetas sea
invadida por la corrupción. Puede entonces replantearse la cadena de la
corrupción que se mencionó al inicio de este artículo. Si el gran empresario es
un corrupto refinado, ¿por qué no lo va a ser también su estudio de abogados?
¿O su oficina de ingenieros? ¿O su agencia de turismo? Peor aún, si las grandes
empresas roban en grande –baste recordar a las mineras extranjeras y nacionales
y sus sobreutilidades–, las medianas y las pequeñas robarán a su nivel y en
cuanta ocasión puedan.
Ante la
realidad de las formas corruptas cómo funciona el capitalismo, los políticos
deducen que si el sistema económico promueve la corrupción, si los empresarios
son corruptos refinados y se llevan la riqueza en paila, ¿por qué nosotros, los
gobernantes, que aseguramos a los empresarios una atmósfera propicia para sus
negocios, no vamos a hacer lo mismo? Es cuestión de dividirnos el “mercado” de
la corrupción. García y Del Castillo piensan para sus adentros: “Dejemos que los
empresarios se llenen los bolsillos con negocios en el área de la economía;
nosotros, los políticos, nos llenaremos los bolsillos con negocios que
provienen de actos políticos, como contratos de concesión de recursos
naturales, compras del Estado, consultorías, adquisiciones de servicios,
etc.”
El sistema
capitalista de corrupción funciona a las mil maravillas. Yanacocha roba el oro
peruano. Para sus adentros, Alan piensa: si Roque se la lleva en grande,
¿porqué yo no voy a robar con mis “conferencias”, con patrulleros chinos,
computadoras, u hospitales? Del Castillo roba con Canaán, Castañeda roba
con Comunicore, los medios de comunicación y las encuestadoras roban
imbecilizando a sus lectores, oyentes o televidentes.
El secreto
que tienen los políticos de las clases gobernantes para enriquecerse se
encuentra en permitir que las clases dominantes del sistema roben, que a cada
gran empresario le caiga algo, que ninguno denuncie el sistema, que todos estén
contentos, que nadie se salga de las reglas, que cada miembro de las clases
dominantes esté bien aceitado. García roba mientras Roque pueda
robar. García puede robar mientras Roque robe. García y Roque roban porque los
miembros del Poder Judicial roban y, por ello, los dejan robar; los generales y
almirantes también lo hacen. Todos para uno y uno para todos. Hoy por ti y hoy
por mí.
Cuando
discutamos la corrupción política en el Perú, recordemos que ella nace de un
sistema económico deshonesto por naturaleza. La descomposición política que se
observa en nuestro país se origina en un capitalismo delincuencial, vicioso y
abusivo, que sustrae de los bolsillos de los trabajadores, los consumidores y
el Estado, eso sí, manteniendo las apariencias formales de legalidad.
¿Queremos
combatir la corrupción? No es casualidad que los políticos corruptos sean
simultáneamente apañadores del gran capitalismo. Si aspiramos combatir a la
corrupción, comencemos combatiendo el capitalismo del que proviene la
corrupción. De esa manera también distinguiremos al verdadero luchador contra
la putrefacción, que es aquel que denuncia y enfrenta al capitalismo corruptor
y propone su reemplazo con un sistema en el que no exista la explotación del
hombre por el hombre ni tampoco la explotación del hombre por el Estado.
© César
Vásquez Bazán, 2013
Todos los derechos reservados
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Marzo 3, 2013
Fuente: http://cavb.blogspot.com/
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