EE UU marcará el paso de la economía mundial en
2017
La
llegada de Donald Trump al poder puede provocar una transición entre un modelo
de crecimiento dependiente de los bancos centrales a otro impulsado por las
políticas fiscales
Diario EL
PAÍS, Madrid 29 DIC 2016
Hace un año por estas fechas saltaban todas las
alarmas. El riesgo de recesión mundial parecía cercano. El desplome del
petróleo y varios datos macroeconómicos malos en
China inocularon el miedo. El largo ciclo alcista para el
crecimiento de EE UU parecía próximo a su fin. Los mercados, siempre tan
sensibles, descontaron rápidamente la inevitable catástrofe. Por si este pésimo
arranque no fuera poco, 2016 tuvo que cargar a sus espaldas con varios cisnes
negros geopolíticos (Brexit, Donald Trump, el terrorismo o la crisis de
refugiados). Y al final… Pues al final los fantasmas se difuminaron y tuvimos
un ejercicio muy parecido a los cursos precedentes: crecimientos por debajo de
la media histórica pero ni rastro de recesión (salvo en algunos países
emergentes), precios deprimidos, aumento de la brecha en el reparto de la
riqueza y economías sostenidas por la máquina de hacer dinero de los bancos
centrales.
Hoy finaliza este año tan volátil y la bola de
cristal de bancos de inversión, gestoras de fondos y casas de Bolsa vislumbra
un 2017 con numerosos obstáculos, pero, en general, de mayor crecimiento. El
consenso del mercado augura una aceleración del PIB mundial.
Se habla de un repunte del 3,4% frente al 3,1% de 2016. Eso sí, el nuevo
ejercicio parece traer bajo el brazo un cambio en el paradigma económico que
surgió de las cenizas de la Gran Recesión. “2017 está emparentado con el largo
ciclo económico que ya vimos en 2016 y años anteriores. La diferencia clave
está en los movimientos de transición que empiezan a tomar cuerpo. El populismo
amenaza a la globalización; las preocupaciones acerca del bajo crecimiento
dejan paso a los temores inflacionistas; el eje del crecimiento se desplaza
poco a poco desde los estímulos monetarios de los bancos centrales a las
políticas fiscales de los gobiernos; y la fiebre normativa abre paso a
movimientos de desregulación”, argumentan desde Goldman Sachs Asset Management.
Si se cumplen los pronósticos, EE UU será quien más
contribuya a la aceleración de la actividad global. Trump tomará posesión como presidente
el próximo 20 de enero. Sus promesas electorales —bajadas de impuestos y
aumento del gasto público— podrían llevar a la economía americana a crecer a un
ritmo superior al 2,2% en 2017. “Paradójicamente, la elección de Trump es un
factor positivo a corto plazo. Mejora las perspectivas de crecimiento y empleo,
aunque a costa de algo más de inflación. Como contrapartida, eleva el riesgo de
desequilibrios [déficit fiscal y deuda pública] en el medio y largo plazo”,
destaca Bankinter en su informe de estrategia.
Dependencia
del BCE
En Europa la previsión de consenso habla de un
crecimiento más moderado que en EE UU y que será muy similar al registrado en
2016 (en torno al 1,6%). Los mayores costes energéticos y la incertidumbre en torno al impacto del Brexit
deberían verse compensados en gran medida por los vientos de cola que soplan al
otro lado del Atlántico. “La zona euro seguirá consolidando su crecimiento a lo
largo del año, aunque cederá algunas décimas respecto al año anterior resultado
de la ralentización de su socio comercial británico. Sin embargo, estimamos que
el consumo privado y la inversión seguirán creciendo a tasas suficientes para
asegurar crecimientos intertrimestrales del 0,5%”, según Santander Asset
Management.
La renta variable se presenta como el activo con
mayor potencial de revalorización en un año en el que la volatilidad será la
tónica dominante debido a los numerosos focos de incertidumbre (económicos y
políticos) que hay sobre la mesa. Por ese motivo, la mayoría de los expertos
aconseja a los inversores tener una estrategia activa y aprovechar las posibles
fases bajistas para incrementar el peso de las acciones en las carteras.
“Redirigimos nuestra estrategia desde preservar patrimonio hacia conseguir rentabilidad. En este sentido, subimos los niveles de exposición a Bolsa hasta el 20% para aquellos perfiles más defensivos y hasta el 85% en los casos más agresivos”, explica Bankinter en su informe de estrategia para 2017.
La Bolsa estadounidense está en máximos históricos
y los múltiplos a los que cotizan muchas compañías hace tiempo que dejaron de
estar baratos. Sin embargo, la victoria de Donald Trump ha inyectado gasolina a
Wall Street y los analistas creen que el próximo ejercicio las acciones
americanas seguirán encabezando el ranking de revalorizaciones. “Las rentas
variables global, estadounidense y asiática podrían ser las más beneficiadas en
un entorno general de reflación e iniciativas nacionales favorables para el
crecimiento de los beneficios empresariales. Esta mejora será menos pronunciada
en la zona euro, donde las perspectivas de crecimiento son más moderadas y el
riesgo político y de noticias adversas sigue siendo alto. También nos gusta la
renta variable de Japón, ya que el país está siendo escenario de experimentos
para impulsar el crecimiento y la inflación”, aconsejan los analistas de
Pioneer.
Cuidado
con los bonos
Los
mercados de renta fija han trazado una espectacular evolución alcista durante
los últimos 30 años, una tendencia que ha culminado en 2016 con numerosos bonos
soberanos ofreciendo rentabilidades negativas. Este hecho, unido al sentimiento
en el mercado de que la fase deflacionista podría haber tocado suelo, lleva a
los gestores a reclamar mucha cautela en la inversión en esta clase de activo,
decantándose sobre todo por emisiones con duraciones cortas y primando la deuda
corporativa (sobre todo con grado de inversión) frente a los bonos soberanos.
“Es prácticamente imposible concebir que la deuda pública ofrezca durante los
próximos años rentabilidades similares a las que han registrado en los últimos
ejercicios. De hecho, la tendencia hacia el populismo y el giro de política
monetaria a política presupuestaria bien podrían traducirse en mayores
rendimientos de los bonos [en este activo, cuando aumenta el rédito de un bono,
baja su precio, y viceversa] y rentabilidades negativas para los inversores en
renta fija”, advierte Phil Apel, de Henderson.
La victoria de Donald Trump en EE UU dio alas a la Bolsa y supuso una ingente
salida de dinero del mercado de bonos porque los inversores descontaron que sus
políticas traerán más inflación y tipos de interés superiores. “Esta reacción
no tiene mucho sentido por fundamentales en el mercado del euro porque la
inflación en Europa no remontará de manera significativa en 2017. Entendiendo
que la volatilidad de la deuda soberana será mayor, abogamos por duraciones
menores y una eficiente diversificación”, según Santander Asset Management.
Mientras en EE UU la política fiscal tomará el
relevo a los estímulos monetarios como motor del crecimiento, en Europa el
banco central no encuentra de momento a quien pasarle el testigo. Otro año más el BCE será la clave
de bóveda de la economía continental. Como la caja de herramientas monetarias
es finita, empiezan a surgir voces que reclaman a aquellos países europeos con
las cuentas más saneadas que asuman de una vez su responsabilidad. El fin de la
austeridad —aunque solo sea por mero instinto de supervivencia de los partidos
en el Gobierno frente al auge del populismo— ya no es una quimera.
“La expansión monetaria ha permitido salir de la
recesión, pero con un crecimiento muy bajo. Y esto, a largo plazo, tiene
consecuencias negativas. El apoyo de los bancos centrales hace que no haya
presión en los Gobiernos para realizar las necesarias reformas estructurales, a
la vez que un crecimiento bajo eleva el descontento social. La elección de
Trump y sus promesas electorales podrían suponer el principio del fin del
estancamiento poscrisis financiera”, argumenta Rosa Duce, economista jefe del
centro de inversiones de Deutsche Bank. Esta opinión es compartida por Monica
Defend, directora de asignación de activos de Pioneer Investments, para quien
durante el próximo año asistiremos al alumbramiento de un nuevo marco económico
y político: “Unas políticas fiscales más expansivas, ejecutadas principalmente
mediante bajadas de impuestos, constituirán la vía que tomarán muchos Gobiernos
para abordar el crecimiento social y servirán también para tratar de impulsar
el crecimiento y la inflación, además de reducir la carga de deuda”.
España, debido a los compromisos asumidos con
Bruselas para cumplir los objetivos del déficit, tiene difícil jugar la baza
fiscal. De hecho, el recién nombrado Gobierno ya ha subido algunos impuestos.
El ritmo de mejora del PIB español se desacelerará el próximo año, como
reflejan las previsiones de casi todos los servicios de estudios (se espera una
mejora próxima al 2,5% mientras que 2016 se cerrará con un incremento del PIB
superior al 3%). A pesar de esta ralentización, España volverá a ser, junto con
Irlanda, el país del área euro que más crezca en 2017. “La formación de
Gobierno pone fin a la incertidumbre política y permite iniciar la preparación
de unos Presupuestos que se ajusten al límite del déficit del 3,1%. Esto reduce
las dudas sobre la gestión de las cuentas públicas, permite retomar decisiones
de gasto relativas a la obra pública e, indirectamente, reactivar ligeramente
el PIB. A eso hay que sumar el récord histórico del turismo y la buena
evolución del sector exterior”, subraya en Bankinter.
En el caso de Japón, la pujanza del sector exterior
gracias al debilitamiento del yen y las nuevas medidas monetarias del banco
central nipón permitirán a la economía aumentar su tamaño a un ritmo anual
próximo al 0,5% en 2016. Para el próximo año se espera un comportamiento
ligeramente superior siempre y cuando el Gobierno tome medidas de estímulo
adicionales en un entorno donde el factor demográfico juega claramente en
contra. “El uso que haga el primer ministro del margen de maniobra que tiene
será clave en 2017. Desafortunadamente, la trayectoria del gasto público
japonés hasta la fecha no resulta muy convincente, pero Shinzo Abe dispone de
otras opciones, como elevar el salario mínimo”, sostienen los expertos de Robeco
en su informe de perspectivas.
La
incógnita china
Por lo que se refiere a los mercados emergentes,
parece ya claro que es imposible hacer un pronóstico global para todos ellos
debido a la heterogeneidad de sus miembros. Los temores a una desaceleración
brusca de China han pasado, de momento, a un segundo plano. La economía del
gigante asiático ya no crece a los ritmos de hace unos años, pero tampoco
parece probable un frenazo en seco. En 2016 el PIB chino crecerá en torno al
6,6% y las estimaciones del mercado apuntan a un comportamiento similar o
ligeramente inferior para 2017. “El Gobierno de Pekín ha logrado evitar el
desplome, pero la burbuja de deuda que soporta el actual crecimiento es
insostenible en el largo plazo. Y no hay forma de saber si el próximo será el
año en el que estallará”, reconocen en la gestora Natixis.
Álex Fusté, economista jefe de Andbank, recuerda
que China está en su particular fase de transición de modelo económico y que
las medidas que está aplicando podrían tener éxito. “Si bien es cierto que hay
camino por recorrer, también lo es que se han adoptado importantes reformas en
los ámbitos del endeudamiento de los gobiernos locales, políticas diferenciadas
de crédito, gestión del exceso de capacidad con cierres graduales en la industria
pesada y minería o límites en la oferta de suelo en ciudades con elevados
stocks de viviendas”.
El cóctel previsto para 2017 formado por un dólar
fuerte, tipos de interés al alza y amenazas proteccionistas no es, en absoluto,
un buen augurio para las economías emergentes. Sin embargo, hay un factor que
juega a favor de algunos de estos mercados como es la recuperación del precio
de algunas materias primas. “La mejora de las commodities favorece
asimétricamente a los emergentes. Los productores de estas, básicamente
economías latinoamericanas, son los favorecidos, mientras que los países
asiáticos quedan generalmente al margen de esta mejora debido a que son más
bien consumidores de materias primas antes que productores de ellas”, explican
en Bankinter.
Precisamente, el repunte de las commodities, sobre
todo del petróleo, es uno de los factores que contribuyen a despertar un viejo
fantasma tras un largo periodo de letargo: las subidas de precios. Las
presiones inflacionistas son especialmente palpables en Reino Unido por el
impacto de la depreciación de la libra tras el Brexit, y en EE UU debido a que
en un mercado laboral próximo al pleno empleo sería lógico ver alzas
salariales. Además, las medidas prometidas por Trump suponen más presión para
el IPC. “Esperamos que la inflación subyacente en EE UU continúe aumentando y
se acerque al objetivo del 2% de la Reserva Federal. Las políticas del
presidente electo son inflacionistas. En esta categoría entrarían los estímulos
fiscales, las restricciones a la inmigración porque reducen la fuerza laboral
disponible y las barreras al comercio que suponen mayores precios a la
importación de energía. El único factor corrector de los precios que vemos es
un dólar fuerte”, pronostican los analistas de Bank of America Merrill Lynch.
Que la inflación no se desboque no es una cuestión
baladí debido a la dependencia que las economías tienen de los bancos
centrales. Estrechamente ligados a los precios están los tipos de interés. La
Reserva Federal subió el precio del dinero en su reunión de diciembre hasta un
rango comprendido entre el 0,5% y el 0,75%. El mercado descuenta entre dos y
tres alzas más en EE UU, hasta situar los tipos en el entorno del 1,25%. Por su
parte, el escenario base del consenso del mercado en la política monetaria del
resto de bancos centrales apenas contempla cambios, es decir, tipos al 0%
acompañados de políticas monetarias expansivas.
Vuelve la
inflación
“La posibilidad de una subida rápida de los tipos
de interés constituye uno de los principales riesgos. Sin embargo, es demasiado
pronto para proclamar una gran desviación de los tipos a largo plazo”, según
Didier Saint-Georges, miembro del comité de inversiones de Carmignac. “El mundo
no ha pasado de repente a ser inflacionista, se conforma con ser menos
deflacionista. Incluso en EE UU, donde los precios ya han corregido el rumbo y
justifican una subida del precio del dinero más intensa que en Europa, por el
momento estamos simplemente ante un repunte cíclico: las presiones demográficas
y el endeudamiento público siguen constituyendo importantes frenos
estructurales”, añade Saint-Georges.
Otro de los riesgos económicos que pueden truncar
las previsiones de crecimiento tiene que ver con el sentimiento
antiglobalización y su impacto en el comercio mundial. Una de las ideas-fuerza
de Trump durante la campaña fue la revisión de todos los tratados
internacionales, incluso prometió el levantamiento de un muro en la frontera
con México y más aranceles. “La retórica proteccionista de Trump no casa bien
con un crecimiento de los intercambios mundiales, que ya se habían desacelerado
en los últimos años. Será interesante ver la respuesta que dé el resto de
países a las posibles medidas proteccionistas de EE UU. Una solución podría ser
un aumento de los acuerdos bilaterales”, según Allison Nathan, de Goldman
Sachs.
La victoria de Trump o la salida de Reino Unido de
la UE son claramente movimientos involucionistas, pero a muchos analistas les
cuesta creer que se pueda dar marcha atrás a 25 años de globalización
económica. “En los mercados se habla mucho del levantamiento de barreras
comerciales. Sin embargo, el mundo está demasiado interconectado como para
desmantelarse con facilidad”, augura Nick Clay, gestor de renta variable global
de Newton, compañía de inversiones de BNY Mellon.
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