Oscar
Ugarteche, Armando Negrete
ALAI
AMLATINA, 23/01/2017.- El unilateralismo está de
regreso y para quedarse. Distinto al proyecto de Obama: el TPP, alianzas y
pactos estratégicos; Donald Trump mira que EEUU va a determinar él solo el
curso de su país y del mundo en el futuro. La liquidación del multilateralismo
es una reversión de las políticas instaladas en 1919 y 1944, años de grandeza
americana, al final de dos guerras mundiales ganadas, y de creación la Liga de
las Naciones y las Naciones Unidas. Ahora, lo que quedó es el reflejo de la
falta de alianzas y la pérdida de liderazgo mundial. El proteccionismo ha
vuelto también y permanecerá, hasta que le caiga a la economía estadounidense
en la cabeza.
Tras
semanas de incertidumbre, producto de un personaje impredecible y una campaña
electoral plagada de promesas idílicas y nocivas amenazas económicas, Trump
recibió el cargo como presidente electo de EEUU y lo hizo con un discurso,
aunque menos histriónico, por demás alarmante. Expuso por primera vez, con
arrogante ignorancia, preocupante demagogia fascista y tramposa elocuencia,
cuál es la visión que tiene de la realidad y cuál es el plan de nación que le
tiene preparado al mundo.
El poder
en EEUU, expuso Trump con una retórica por demás gastada y vacía de contenido,
ha estado en los políticos y no en las empresas trasnacionales y la gran banca,
y bajo su mandato se devolverá el poder “al pueblo”. Insistió “que un pequeño
grupo en la capital del país se han beneficiado de estar en el gobierno
mientras el pueblo ha pagado el costo”. Sin embargo, omitió misteriosamente el
escandaloso rescate bancario de Paulson por 700,000 millones de dólares y el
regular gasto de 2 millones de dólares diarios que hace el lobby financiero en
Washington para beneficiarse de cambios jurídicos y tributarios. En la
realidad, el poder en EEUU está concentrado en Wall Street, las empresas
trasnacionales y el ejército. De ahí que su gabinete esté conformado por ex
presidentes de trasnacionales (Rex Tillerson, Exxon-Mobil; Andrew Puzder,
CKE-Carl’s Jr; Linda McMahon, WWE; Betsy Devos, Amway), agentes del sector
financiero (Gary Cohon, Goldman Sachs Group; Wilbur Ross; Steve Mnuchin) y ex
generales militares (James Mattis, Mike Flynn, John Kelly). El poder está y
estará intacto en Wall Street y en Washington.
Con
cinismo denunció que el “establishment” se protegió y no cuidó a los
ciudadanos. En su gobierno, todo parece indicar, éste seguirá protegido, sin
embargo, la incertidumbre está sobre qué hace con los ciudadanos y, más
importante, a cuáles se refiere. Pues, de acuerdo a su discurso de campaña:
racista, xenófobo, sexista, misógino y anti islámico, de espíritu neo fascista,
Trump está en la misma línea de Huntington cuando respondía a “quiénes somos
y qué país queremos”1 con un reclamo del regreso de los White
Anglo Saxon Protestants (WASPS) al poder. La imagen pudo apreciarse con la
familia Trump subida al estrado y la cantante del himno nacional, al frente de
un público tan diverso como la nación. Fue la imagen de un EEUU excluyente,
anglo sajón y blanco.
Incongruente
y peligroso fue también su análisis económico. Se refirió a cómo durante
décadas se enriqueció a la industria extranjera a expensas de la industria
estadounidense. Mencionó que bajo el esquema anterior “una por una, las
fábricas se cerraron […] sin siquiera pensar en los millones y millones de
trabajadores estadounidenses que quedaron atrás”. Con la misma retórica, afirmó
que “la riqueza de nuestra clase media ha sido arrancada de sus hogares y luego
redistribuida por todo el mundo”. Como si la flexibilización forzada del
trabajo en los países emergentes, contrario al proyecto desarrollista, no
hubiera sido una estrategia de saqueo de riqueza del sur hacia el norte y
explotación de trabajo por el capital transnacional.
Mostró,
en muy pocos minutos, cuánto ignora el índice de productividad de su país, la
dinámica económica global y el interés de las empresas trasnacionales
productivas por trasladar de vuelta la producción a su país. Cabe recordar que
fue EEUU la potencia que estuvo detrás de las aperturas comerciales, del
consenso de Washington, de la OMC, y del outsourcing y las cadenas
globales de valor. Esta vez, sin respeto al proyecto económico contingente y,
sobre todo, sin ningún soporte teórico que permita explicar la reversión de
estas políticas, Trump se alzó con el proteccionismo. No ha calculado la
pérdida de rentabilidad, la baja de la productividad de los factores2 y el alza de precios que esto va a traer
a su economía. De ésta forma, el prometido incremento del gasto público para
mejorar escuelas, carreteras, puertos y aeropuertos, con menos impuestos,
generará inflación a su economía y el encarecimiento de los costos de
producción por ambas razones.
Confirmó
su unilateralismo económico, sobre la sentencia “la protección nos conducirá a
una gran prosperidad y fortaleza”. Planteó que deberán “proteger las fronteras
de los estragos de otros países que fabrican nuestro productos, robando
nuestras empresas y destruyendo nuestros trabajos.” De esta manera omite que
fueron las trasnacionales las que se trasladaron fuera por los altos costos
dentro de EEUU e instalaron el outsourcing para mejorar su
productividad.
Después
que esbozó el tipo de gobierno que ejercerá, dibujó un escenario aún peor.
Reconoció que lo importante es si éste lo controla el pueblo, y no qué partido
lo controla. Rememoró, con la referencia “NOSOTROS EL PUEBLO”, al Artículo 1 de
la Constitución de EEUU, inspirado en la revolución francesa: “NOSOTROS EL
PUEBLO para formar una unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la
tranquilidad doméstica, proveer la defensa común, promover el bienestar general
y asegurar las bendiciones de la libertad, ordenamos y establecemos esta
Constitución”. No obstante atacó, repetidamente, a la clase política gobernante
y a sus instituciones. Se refirió a ella como “un pequeño grupo en la capital
[que...] ha cosechado las recompensas del gobierno mientras que la gente ha
soportado el costo”.
De esta
manera, el problema que aguarda es: ¿cómo “el pueblo” se verá expresado si no
es a través de la clase política o sus instituciones? Lo que ha hecho Trump es
atacar el centro de la política partidaria norteamericana, del mismo modo que
lo hizo Hitler en su llamado a la nación3 cuando dijo que “los que están en el
poder han creado su propia sentencia […] la clase media está arruinada; las
esperanzas sociales de muchos millones de personas están destruidas”, o cuando
Mussolini dijo que encontró al estado democrático y liberal como débil y
agnóstico4, o Fujimori cuando en el Perú post-golpe
de 1992 atacó a los partidos, o actualmente los ataques de Marine Le Pen en
Francia y Nigel Farage en Gran Bretaña. Es el populismo encarnado en la derecha
alterna, más a la derecha de los conservadores, que critica la esencia
partidaria de la democracia.
Si la
racionalidad del neoliberalismo fue devastadora para la economía mundial y el
crecimiento económico global (que se redujo a 2.1%, la mitad la tasa de
crecimiento en comparación al periodo 60-80), la irracionalidad patriótica de
Trump y el unilateralismo conformarán un escenario en el que difícilmente habrá
ganadores. Trump espera un 4% de crecimiento vía gasto público que, combinado
con el alza de la tasa de interés, va a producir un desenganche donde crecerá
EEUU y nadie más, salvo Asia. Para Asia, tendrá una política del mosquito, una
amenaza militar a China para asegurar que su tasa de crecimiento baje a la
mitad, hasta un 3%. En poco tiempo, fruto de los problemas de productividad
dentro de EEUU, no obstante lo que dice Jorgenson5, se verán problemas de costos y el
consumo caerá.
Toda la
política económica de Trump será, cuando más, una recuperación cortoplacista.
Mientras tanto, los brazos de política exterior económica, el FMI y el Banco
Mundial, deberán cambiar de discurso y volverse también proteccionistas. En
México sobre todo, pero en general, se deberá trabajar en otra concepción de la
política económica que redefina su posición frente a EEUU. Las represalias
comerciales por las medidas que va a decretar Trump no tardarán, con lo que nos
espera un 2017 de muy poco crecimiento, de un dólar muy fuerte, de precios de
materias primas muy deprimidos y de tasas de inversión caídas en el mundo.
Entierra el muy escaso crecimiento de Europa.
Notas
2 Dale W. Jorgenson, Kevin J. Stiroh, “Raising the Speed Limit: U.S.
Economic Growth in the Information Age”, The Brookings Institution, 2000.
5 Jorgenson, Dale W., Mun S. Ho, and Jon D. Samuels. “The
Impact of Information Technology on Postwar U.S. Economic Growth.” Telecommunications Policy November (2015).
- Oscar
Ugarteche y Armando Negrete son integrantes del Observatorio Económico
Latinoamericano (OBELA)
URL de
este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/183016
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