21/02/2017
"Alan García ha regresado al país, haciendo
elocuencia una vez más de su gastada retórica de impoluto, mostrando su “enojo”
por el delito de sus pares. Nadie le cree pero la justicia sigue sin tocarlo,
haciendo que para el sentido común sea “el que la sabe hacer”. A esto se suma
la condescendencia con la que los grandes medios lo tratan, manteniendo y
haciendo suya la impunidad de García"
A pesar de haber enjuiciado y sancionado al
presidente más corrupto de nuestra historia, Alberto Fujimori, la sensación de
la ciudadanía en torno a la impunidad en casos de corrupción es altísima. Los
peruanos y peruanas sentimos que la corrupción no se castiga o, en todo caso,
si se hace no se toca a las cabezas, y como dice el dicho la pita termina
rompiéndose por el lado más débil.
Esta sensación tiene asidero y una base
indiscutible con ciertos personajes de la política nacional que se han erigido
como los intocables del sistema judicial. Sin duda, el arquetipo de este sector
es Alan García, quien tiene en su haber grandes vínculos históricos con casos
de corrupción e irregularidades, por decirlo generosamente, que se han colocado
como los peores escándalos de los últimos años.
Es una burla a la inteligencia de la ciudadanía
pretender que García está limpio y nada ha tenido que ver con las grandes
coimas de la empresa brasileña Odebrecht. O que firmó más de cinco mil indultos
a narcotraficantes y otros delincuentes en su segundo gobierno porque como él
lo ha dicho “escuchaba a Dios” y no por haber estado involucrado en una red que
cobraba a presos que habían cometido grandes delitos para que sean liberados.
Alan García ha regresado al país, haciendo
elocuencia una vez más de su gastada retórica de impoluto, mostrando su “enojo”
por el delito de sus pares. Nadie le cree pero la justicia sigue sin tocarlo,
haciendo que para el sentido común sea “el que la sabe hacer”. A esto se suma
la condescendencia con la que los grandes medios lo tratan, manteniendo y
haciendo suya la impunidad de García, a la vez que ensucian la imagen de otros
que nada le deben al país. Una vez más, lo único que les importa es la defensa
de quienes garantizan el modelo y no adecentar la política.
Hoy tenemos la oportunidad histórica de romper con
un círculo maldito que nos resta dignidad como nación. La oportunidad de que el
Poder Judicial supere el bochorno de que los casos de megacorrupción de
empresas brasileñas, que son delitos en territorio peruano, se hayan
descubierto en poderes judiciales de otro país y no aquí. La oportunidad de
demostrar que no está capturado por lo peor del aprismo. Por último, darnos la
oportunidad de tener una respuesta a la pregunta que nos hacemos millones de
peruanos y peruanas: ¿Y Alan García, cuándo?
http://www.alainet.org/es/articulo/183677
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