02-02-2017
El
historiador y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Antonio
Zapata, nos dice que ante los actos de corrupción en el sonado caso Odebrecht, “está
ausente el debate de ideas de fondo sobre el tema, [y que] es hora de la
indignación ciudadana” [i] .
Aprecio los artículos del historiador Antonio Zapata pero, en este caso, querido profesor, la indignación no es suficiente para el debate de ideas de fondo. En cambio, si al debate de ideas de fondo le agregamos nuestra indignación, sería doblemente pertinente. Pero, ¿cuáles son las ideas de fondo? Antonio Zapata no lo explicita.
En el mismo artículo, el profesor Zapata señala que “en el imaginario de la mayoría nacional, la actividad política en sí misma y todos sus integrantes actúan a través de sobornos. Nada se mueve sin coima, desde la presidencia de la república hasta los municipios distritales.” A partir de esta constatación, nos libra esta sentencia: “la gente siente que el país siempre ha sido corrupto y que seguirá siéndolo. Por ello, está ampliamente extendida la resignación”.
Pregunto, ¿el país siempre ha sido corrupto? No es verdad, si recordamos que nuestra civilización tawantinsuyana vivía exenta del robo y de la corrupción como normas de sociedad. El robo, la corrupción, y otros males de sociedad llegan con la invasión española de 1532. En sustancia, ¿qué es lo que nos trae dicha invasión?
La invasión española instala un nuevo modelo de economía y de sociedad. La piedra angular del nuevo modelo socio-económico es la propiedad privada individual, institución jurídica que hace perdurar en el tiempo a la apropiación individual de la totalidad del resultado de la actividad económica. Con ello entierra a la propiedad colectiva y genera el comportamiento individualista. El bienestar general es remplazado por el interés individualista, reflejado en el gamonal, único propietario de grandes extensiones de terrenos y amo de toda la población indígena al interior de sus tierras.
Este modelo socio-económico perverso y, por cierto, las normas de sociedad que conlleva, continúan en la República y, lo que es grave, se encuentra inmersa en la gestión del Presupuesto Público del país. Veamos.
El país, a través de impuestos, tasas y otros, recolecta fondos con el propósito de mitigar el sufrimiento de poblaciones vulnerables o realizar obras de necesidad pública. Es decir, la naturaleza del Presupuesto Público es el bienestar general. Pero, ¡cómo se le gestiona y, sobre todo, en su parte más sensible, la inversión pública?
Resulta que la casi totalidad de la inversión pública es orientada y ejecutada por el sector privado; es decir, por empresas cuyo objetivo fundamental es maximizar sus ganancias. Un objetivo individualista en completa contradicción con el espíritu del Presupuesto Público. En estas condiciones no esperemos que caigan peras de un olmo.
Como se podrá apreciar, lo que hace mal a la sociedad es el modelo socio-económico que nos impusieron los invasores españoles. Y la respuesta no puede ser otra que instalar otro modelo socio-económico que se asiente en mecanismos que generen cooperación, hermandad y bienestar entre todas y cada una de las personas que integran el país.
Y ese mecanismo no puede ser otro que la propiedad colectiva de los activos físicos y financieros del país, en donde las empresas-país serán fundamentalmente las unidades ejecutoras de la nueva economía y sociedad. Con ello, la casi totalidad del resultado de la actividad económica de las empresas-país volverán directamente a los bolsillos de todos los habitantes del país.
En estas condiciones, entre otras cosas, no habrá posibilidad ni de coimas ni de corrupción, menos aún la participación de empresas tipo Odebrecht.
Nota:
[i] http://larepublica.pe/impresa/opinion/844600-la-indignacion
Aprecio los artículos del historiador Antonio Zapata pero, en este caso, querido profesor, la indignación no es suficiente para el debate de ideas de fondo. En cambio, si al debate de ideas de fondo le agregamos nuestra indignación, sería doblemente pertinente. Pero, ¿cuáles son las ideas de fondo? Antonio Zapata no lo explicita.
En el mismo artículo, el profesor Zapata señala que “en el imaginario de la mayoría nacional, la actividad política en sí misma y todos sus integrantes actúan a través de sobornos. Nada se mueve sin coima, desde la presidencia de la república hasta los municipios distritales.” A partir de esta constatación, nos libra esta sentencia: “la gente siente que el país siempre ha sido corrupto y que seguirá siéndolo. Por ello, está ampliamente extendida la resignación”.
Pregunto, ¿el país siempre ha sido corrupto? No es verdad, si recordamos que nuestra civilización tawantinsuyana vivía exenta del robo y de la corrupción como normas de sociedad. El robo, la corrupción, y otros males de sociedad llegan con la invasión española de 1532. En sustancia, ¿qué es lo que nos trae dicha invasión?
La invasión española instala un nuevo modelo de economía y de sociedad. La piedra angular del nuevo modelo socio-económico es la propiedad privada individual, institución jurídica que hace perdurar en el tiempo a la apropiación individual de la totalidad del resultado de la actividad económica. Con ello entierra a la propiedad colectiva y genera el comportamiento individualista. El bienestar general es remplazado por el interés individualista, reflejado en el gamonal, único propietario de grandes extensiones de terrenos y amo de toda la población indígena al interior de sus tierras.
Este modelo socio-económico perverso y, por cierto, las normas de sociedad que conlleva, continúan en la República y, lo que es grave, se encuentra inmersa en la gestión del Presupuesto Público del país. Veamos.
El país, a través de impuestos, tasas y otros, recolecta fondos con el propósito de mitigar el sufrimiento de poblaciones vulnerables o realizar obras de necesidad pública. Es decir, la naturaleza del Presupuesto Público es el bienestar general. Pero, ¡cómo se le gestiona y, sobre todo, en su parte más sensible, la inversión pública?
Resulta que la casi totalidad de la inversión pública es orientada y ejecutada por el sector privado; es decir, por empresas cuyo objetivo fundamental es maximizar sus ganancias. Un objetivo individualista en completa contradicción con el espíritu del Presupuesto Público. En estas condiciones no esperemos que caigan peras de un olmo.
Como se podrá apreciar, lo que hace mal a la sociedad es el modelo socio-económico que nos impusieron los invasores españoles. Y la respuesta no puede ser otra que instalar otro modelo socio-económico que se asiente en mecanismos que generen cooperación, hermandad y bienestar entre todas y cada una de las personas que integran el país.
Y ese mecanismo no puede ser otro que la propiedad colectiva de los activos físicos y financieros del país, en donde las empresas-país serán fundamentalmente las unidades ejecutoras de la nueva economía y sociedad. Con ello, la casi totalidad del resultado de la actividad económica de las empresas-país volverán directamente a los bolsillos de todos los habitantes del país.
En estas condiciones, entre otras cosas, no habrá posibilidad ni de coimas ni de corrupción, menos aún la participación de empresas tipo Odebrecht.
Nota:
[i] http://larepublica.pe/impresa/opinion/844600-la-indignacion
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