Alejandro Villamar
Artículo publicado en la
edición digital de la
Revista América Latina en Movimiento No. 522 (marzo 2017)
¿Hasta cuándo las guaridas fiscales?
(Coedición con Paguen lo Justo)
Revista América Latina en Movimiento No. 522 (marzo 2017)
¿Hasta cuándo las guaridas fiscales?
(Coedición con Paguen lo Justo)
ALAI AMLATINA, 06/04/2017.- No hay analista ni gobierno
serio que pueda afirmar que el sistema internacional de comercio y financiero
goza de buena salud. Por el contrario existe una creciente preocupación
por evitar una mayor crisis global.
Partimos de la premisa que los
“nuevos” tratados comerciales y financieros y el orden financiero global están
en crisis y retroceso, pero ni los EE.UU. ni la UE son ya los únicos actores
determinantes de las tendencias comerciales ni financieras. Y el fracaso
o estancamiento de sus mega-iniciativas y de su territorio de dominio son
señales de un proceso de transición contradictorio hacia un nuevo ciclo de
acumulación y hegemonía (en el sentido de G.
Arrighi) pues se
ha creado, también, un espacio político difícil pero de posible avance de
poderes y nuevas alianzas sociales y estatales emergentes.
Sus raíces recientes
Las políticas del “Consenso
de Washington” (1990),
de liberalización comercial y financiera, “disciplina” fiscal, estabilidad
monetaria y cambiaria y privatización de las empresas estatales han sido el
alma de los tratados comerciales y financieros. Políticamente estaban
destinadas a reducir la presencia del Estado en la regulación económica y
política, y dejar todo esto en manos de las “fuerzas del mercado”, es decir de
la ley del más fuerte, del capital.
Esas recetas de política económica se volvieron el
mantra fundamentalista de estabilizar, privatizar y liberalizar, para
“la modernización y la competitividad” y engendrar los llamados tratados de
libre comercio (TLC). El TLC de América del Norte (1993) fue el primer
“compendio” que recogió y volvió obligatorias las
famosas medidas de Washington. Su Capítulo 11, relativo a Inversiones,
asentó una generosa definición de inversión y de derechos a los inversionistas
transnacionales. Esto se reconoce como el modelo base de varios
acuerdos multilaterales sobre comercio e inversión.
La OECD y el FMI
fracasaron tratando de reproducir ese capítulo en las negociaciones iniciales
de la Organización Mundial de Comercio (OMC, 1994) e insistieron bajo la Agenda
de Singapur, en la Cumbre de 1996. Pero ante sus fracasos optaron por
construir y promover el llamado Acuerdo Multilateral sobre Inversión
(AMI) buscando las adhesiones de la mayoría de países que no habían participado
en su negociación. Sin embargo, la campaña mundial contra el AMI y OMC (Seattle, 1999) y la
destacada oposición de Francia logró abortarlo ese mismo año.
Ante el fracaso de
imponer sus acuerdos “multilaterales”, la administración Bush adoptó la
vía de intensificar los acuerdos bilaterales de libre comercio para asegurar
acuerdos preferenciales… y dada la asimetría de poder en la “negociación”, la
crítica social y académica denunció la injusticia y anómala perspectiva.
Jagdish Bhagwati, reconocido experto, sentenció: “…los EE.UU. los ha
utilizado para intimidar estados más pequeños que desean tener acceso al gran
mercado estadounidenses y los han convertido en las termitas del sistema internacional”.
Esa estrategia la ha retomado D. Trump.
Las termitas
proliferaron. Según datos de la ONU-UNCTAD (2016) el total de Tratados
Bilaterales de Inversión alcanzó los 2,958; de ellos 2,323 estaban en vigor.
En tanto que según datos incompletos existen un poco más de 400 acuerdos bilaterales de libre comercio,
y 286 acuerdos regionales registrados ante la OMC.
Esa política y sus actores se ha sustentado en la
transnacionalización de la producción (globalizada), proceso impulsado por una
pequeña pero poderosa clase capitalista transnacional que necesita y ha ido
creando mecanismos formales e informales de “gobernanza” global de la economía,
una especie de estado transnacional, proceso en el cual los tratados de libre
comercio e inversión son una especie de
constitución mundial de una única economía, según dijo el ex-director de la
OMC (Ruggiero, 1996) o de los derechos del capital.
Rechazo a los megatratados
Usando
la telaraña previamente tejida de tratados bilaterales y regionales, los
intereses del capital transnacional, encabezados por el dueto EE.UU.-UE,
desataron una etapa de megatratados del siglo XXI, con los cuales han buscado
unificar infructuosamente las reglas mundiales de inversión, comercio y otras
materias de atractivo futuro lucrativo, como la propiedad intelectual, compras
gubernamentales y los servicios públicos; las reglas del siglo XXI que debería
dictar EE.UU. insistía el derrotado Barack Obama.
La resistencia ha sido más dura
que los propósitos transnacionales originales. La triada de megatratados
transnacionales comerciales encabeza la crisis de esos instrumentos
corporativos; el tratado transpacífico (TPP) eliminado, el transatlántico (TTIP) en fase
terminal, y el
Acuerdo de Comercio de Servicios (TISA) con diagnóstico clínico-político “reservado”. Estamos ante evidentes
síntomas de una parte de la política fracasada de la globalización
transnacional; una política, además, social y ambientalmente
patológica como nunca se había vivido.
Hipocresía discursiva. Se quejan del raquítico crecimiento del comercio mundial, pero los países del G20
encabezan las medidas que han obstaculizado y distorsionado más el comercio mundial. De
2009 a 2016 los gobiernos del G20 impusieron 3,581 medidas; en 2016 el 82% de
ellas fueron del G20. La mayoría de las medidas proteccionistas, muchas
de ellas al margen de la OMC, fueron sobre el comercio de las manufacturas.
En paralelo, la política
financiera y monetaria internacional, la otra parte sustancial de esa política
transnacional desreguladora, también se encuentra en crisis. Sus
instituciones e instrumentos resultan cada día más alejados de sus propósitos
básicos de propiciar estabilidad financiera y sustento a la economía
productiva, y se han transformado en procesos de acumulación financiera
parasitarios sin control real que han asaltado ya el poder político público.
Los multimillonarios rescates a los bancos han sido
ampliamente criticados por su ineficacia y engaño. Por ejemplo, “El
Congreso –de EEUU- había aprobado $ 700 mil millones para comprar hipotecas
tóxicas, pero $ 250 mil millones de dólares del dinero fueron desplazados a las
inyecciones
directas de
capital para los bancos…”… Y “El inspector general especial para la síntesis
del TARP (los Programas) de rescate dice que el –verdadero– compromiso
total del
gobierno es $ 16.8 billones de dólares con los $ 4.6 billones ya abonados”.
Por su parte, el
presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, ex Director de Gestión del
Goldman Sachs Group, Inc., “decidió en diciembre de 2011, proporcionar un
préstamo a tres años para salvar a los bancos europeos,
sin consultar, ni a la Comisión Europea ni las otras instituciones de la
UE. La cantidad total fue de poco menos de € 500 mil millones con tasas
de interés simbólicas”. Ahora dicho funcionario esta demandado civil y por petición parlamentaria, y
bajo investigación del ombudsman europeo,
sobre sus vínculos de posible dependencia política del grupo de los 30
poderosos banqueros, antes que de los países miembros de la UE.
Los
neoliberales son cortos de memoria, pero hace 200 años un libertario afirmó: “creo
sinceramente, con ustedes, que los establecimientos bancarios son más
peligrosos que los ejércitos permanentes, y que el principio de gastar dinero
que se pagará posteriormente, bajo el nombre de financiación, no es más que
futura estafa a gran escala ", Carta de Thomas Jefferson a John Taylor, mayo 28, 1816.
De lo anterior se sirvió D. Trump para decir: "Es una estructura de poder global que es responsable de las
decisiones económicas que han robado a nuestra clase obrera, despojado a
nuestro país de su riqueza y poner ese dinero en los bolsillos de un puñado de
grandes corporaciones y entidades políticas". (¡Sic!)
Persisten
los riesgos financieros y el incumplimiento de las promesas
Desde el acuerdo multilateral de Basilea II (2004)
del Banco de Bancos, (BIS), se acordó respetar el enfoque de tres requisitos de
estabilidad preventiva: un mínimo de capital regulatorio, una revisión
supervisora y ajustarse a la disciplina del mercado. No obstante,
recientes informes de laboratorios especializados y oficinas gubernamentales de EEUU y UE de supervisión de la volatilidad
demuestran la persistencia de riesgo sistémico, y el alto
impacto potencial de quiebra de bancos grandes por incumplimiento de las
políticas preventivas. El grado de interconexión de los mayores bancos
constituye también una amenaza grave para la estabilidad financiera global.
Uno de los indicadores de
la irracionalidad del sistema financiero internacional y en especial en EEUU,
se puede apreciar con los siguientes valores. El valor de los
instrumentos financieros "Derivados" en el mundo
alcanzó en 2015 la cantidad de 492 billones de dólares; más de 10 veces el
valor de la economía mundial (74 billones). De eso, los 6 grandes bancos
de EEUU controlaban 239 billones de Derivados,
el 96% de esa zona (250 billones). Una cantidad 12 veces mayor que el PIB
de EEUU. Y los montos de derivados de los 6 bancos estaban respaldados
por la ridícula cantidad del total de sus activos, equivalente a 3.5%.
Crédito inflado y riesgoso para toda la economía.
En otras palabras, el sistema financiero no ha sido
limpiado y restaurado a un equilibrio donde el riesgo y la recompensa están en
un plano aceptable.
Desde que banqueros y Clinton derogaron en 1999 la
Ley Glass-Steagall (1933), dique legal que evitaba
la especulación entre la banca comercial y financiera, se propició y facilitó
la terrible crisis financiera de 2007-2008. La respuesta fue un fabuloso
rescate o mega-subsidio a los bancos por ser “tan grandes que no podían fracasar”,
y la emisión de la Ley
Dodd-Frank, pero se
permitió una impunidad a los delincuentes financieros. La búsqueda de la
desregulación ha vuelto a aflorar en el mismo Congreso, y con un Gobierno
Goldmanizado, D.Trump
empieza su regreso al pasado con una dudosa Orden
Ejecutiva que
cínicamente declara el desmantelamiento de la regulación adoptada para
evitar una nueva crisis. Pero también revive la confrontación global, en el
Congreso y en otros
países.
Derogar o podar la Ley Dodd-Frank busca eliminar
los impedimentos para expandir la acumulación financiera vía acciones
especulativas, destacadamente con derivados o nuevos instrumentos financieros
“innovadores” como la multibillonaria emisión de dinero sin respaldo económico
real (QE) y la manipuladora re-compra
transfronteriza del BCE o del BOJ de Bonos del Tesoro para sostener
artificialmente una economía anómala. Todo eso bajo el discurso de “…desatascar
las arterias de nuestro sistema financiero para que la sangre del capital pueda
fluir más libremente y crear empleos". Esos mismos propósitos están
plasmados, pero como “derechos”, en la triada de “nuevos” TLC hoy en crisis.
Pero nuevamente, las políticas transnacionales
financieras, monetarias y comerciales en marcha, disfrazadas de nacionalistas,
entrañan muchas contradicciones políticas internas e internacionales que no
auguran ni éxito en su instrumentación, ni continuidad hegemónica, ni
estabilidad económica sustentable. Los paradigmas neoliberales se
resquebrajan y a las élites político-empresariales de América Latina se les
mueve el otrora piso firme. Habrá que prepararse para derrotar su
tentación de regresar al pasado.
Alejandro
Villamar
/RMALC/México Mejor Sin TPP.
El autor
agradece a Alberto Arroyo por sus sugerencias.
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/184629
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