Publicado por Daniel Eskibel en May
30, 2017
Descubrí la utilidad de los perfiles psicológicos
en la vida política una noche del invierno de 1982, tirado boca abajo en el
piso de un vehículo al que me habían subido bruscamente los efectivos
policiales y militares que me detuvieron en el centro de Montevideo.
Uruguay vivía la peor dictadura de su historia y
los opositores poblaban las cárceles luego de pasar por centros de detención
clandestinos donde vivían un infierno de torturas. Algunos no sobrevivían y
quedaban en la ominosa condición de desaparecidos o eran entregados a su
familia dentro de un ataúd cerrado. La sociedad entera vivía bajo rigurosa
vigilancia y las prohibiciones y el miedo eran la constante.
Desde hacía algunos años yo formaba parte de la más
ferozmente perseguida fuerza de la resistencia contra la dictadura, y aquella
noche comía una pizza y tomaba una cerveza luego de una jornada con varios
contactos clandestinos. Había recibido, transportado y escondido un paquete por
el cual me habrían tipificado el delito de ‘asociación subversiva’ en caso de
ser descubierto. Pero todo había ocurrido de acuerdo a lo planificado y podía
permitirme un momento de distensión antes de ir a dormir.
En eso aparecieron los vehículos policiales y
militares, bajaron los efectivos, entraron al bar, miraron con ojo
especializado a quienes allí estábamos y fueron directamente hacia mí. Me
sacaron del bar sin contemplaciones, me empujaron contra una de las camionetas,
me cachearon buscando elementos que confirmaran mi condición de ‘subversivo’ y
me arrojaron al piso del vehículo que se puso en marcha de inmediato.
Y allí estaba yo, aterrado ante aquel infierno tan
temido que finalmente parecía abrirme las puertas. Pero al mismo tiempo me
preguntaba qué errores habría cometido para que me hubieran descubierto. De
pronto tuve una idea como una revelación, un fogonazo, una brevísima
iluminación.
– No saben quienes somos pero saben cómo somos -pensé.
Apenas me faltaban unos meses para lograr el título
de Psicólogo y conocía lo que eran los perfiles psicológicos tanto desde el
punto de vista teórico como en la práctica hospitalaria. Pero lo que de pronto
comprendía era que también en política se podían usar. Y se usaban. Fue un
instante pero me di cuenta que de alguna manera los servicios de inteligencia
salían a cazar a los más encarnizados opositores conociendo algo de nuestra
personalidad, de nuestros hábitos, de nuestro estilo de vida. Tenían algo
parecido a un perfil psicológico nuestro…
Aquella noche sobreviví y luego de un
interrogatorio amenazador recobré mi libertad, aunque esa es otra historia. Pero años después supe, con nombres y
apellidos, que algunos de nuestros profesores de psicología en la Universidad
trabajaban asesorando a los servicios represivos de la dictadura.
Han pasado muchos años desde entonces.
Y los perfiles psicológicos se volvieron mucho más sofisticados.
No comprendemos al votante
El problema principal de la comunicación política
democrática de hoy es que no comprendemos al votante. Creemos que lo conocemos,
pero luego surgen resultados inesperados como los de 2016: el No en Colombia,
el Brexit, el triunfo de Trum…Recién entonces nos damos cuenta que en realidad
no comprendemos al votante ni sabemos qué es lo que lo mueve.
Aunque tengamos Big Data, perfiles políticos y
perfiles demográficos. Pero nos sigue faltando algo. Y ese algo que nos falta
complica la vida de los partidos políticos, de las campañas electorales, de los
candidatos, de sus equipos y de los consultores políticos. Porque eso que falta
arruina la comunicación política.
– La gente nos
miente en las encuestas -dicen algunos políticos emulando al ‘todos
mienten’ que solía decir el Dr. Gregory House.
– Miénteme si puedes -respondería desafiante el Dr. Lightman, alter-ego televisivo del Dr. Paul Ekman.
– Miénteme si puedes -respondería desafiante el Dr. Lightman, alter-ego televisivo del Dr. Paul Ekman.
Es que el Dr. Lightman sabía que aunque intentaran engañarlo sería imposible.
Basado en sus estudios en psicología de la comunicación y psicología de las
emociones, el especialista de la serie ‘Lie to me’
dejaba de mirar lo obvio para observar lo que nadie veía pero estaba allí, ante
los ojos de todos: las microexpresiones.
A través de esas microexpresiones del rostro que
apenas duraban una fracción de segundo, el Dr. Lightman descubría las mentiras
y también las emociones ocultas de empresarios, delincuentes, terroristas,
políticos y gobernantes. Porque sabía que las microexpresiones no mienten.
Entonces: ¿las personas nos mienten en las
encuestas?
En realidad no importa tanto porque ese no es el problema. El problema es que
hacemos las preguntas equivocadas. Preguntamos siempre lo obvio, lo racional,
lo consciente…
Preguntamos a nivel de superficie, apenas sobrevolando ese 5 % de
la psicología humana que es lo que está a la vista. Y olvidamos el 95 %
restante.
Así es que obtenemos resultados equivocados. Y sobre esa base nuestra
comunicación política también se equivoca.
No hay respuestas erróneas sino preguntas erróneas.
Por eso para comprender al votante tenemos que hacer las preguntas correctas.
Todo cambia a gran velocidad
(todo menos la personalidad)
Vivimos un tiempo de cambios grandes y acelerados.
La velocidad es el santo y seña de nuestra época. Cambian a toda velocidad la
coyuntura política, la vida cotidiana, las opiniones, las valoraciones, las
emociones, las decisiones, las impresiones…
Pero hay algo que no cambia a ese ritmo infernal:
la personalidad.
En realidad la personalidad de cada uno es algo sobre lo cual el votante no
puede mentir aunque quiera. Y no la puede transformar a su antojo.
La personalidad del votante es una roca mucho más
sólida que el oleaje efímero de las opiniones que van y vienen.
Esa personalidad es lo que tenemos que descubrir más allá de la superficie.
Porque si comprendo cómo eres, pues entonces sabré cómo comunicarme mejor
contigo.
Para conocer mejor al votante tenemos que conocer
su personalidad.
Claro que no podemos hacer desfilar a una población entera por el diván del
psicoanalista para escuchar sus problemas y trazar un diagnóstico. Y tampoco
podemos encarar una encuesta con más de 300 preguntas como algunos inventarios
de personalidad muy útiles en la clínica pero imposibles en la psicología
política.
Pero nos quedan algunas herramientas útiles.
Por ejemplo el Big Five.
El Big Five es
un instrumento psicológico que nos permite clasificar las personalidades de
una población entera en función de la combinatoria de cinco grandes rasgos
psicológicos: apertura mental, escrupulosidad, extroversión, amabilidad y
estabilidad emocional.
Ya no necesitamos un diván superpoblado ni 300
preguntas desbordando la paciencia del encuestado.
Necesitamos investigar cinco rasgos.
Cinco. 5. Five. Solo cinco.
Y obtener así un perfil psicológico de los diversos segmentos del electorado.
Un perfil psicológico que podremos cruzar con variables políticas, sociales y
demográficas. Un perfil psicológico que nos permitirá mejorar verticalmente la
comunicación política.
Porque entonces podremos hacer comunicación política adecuada a cada perfil psicológico.
Porque entonces podremos hacer comunicación política adecuada a cada perfil psicológico.
Tal vez me dirás que es solo una idea, algo muy
teórico.
¿De verdad?
Donald Trump, ‘Criminal Minds’ y
la misteriosa Cambridge Analytica
No sé si el Presidente Donald Trump es fan de la
serie ‘Criminal
Minds’. De verdad que no lo sé…
¿Recuerdas la serie?
Un departamento del FBI especializado en la conducta humana asesora
investigaciones complejas con una herramienta de alto valor: perfiles
psicológicos. Aunque los investigadores no sepan quién es el criminal, de todos
modos construyen su perfil psicológico y guían la investigación en base al
mismo.
Ya sabes: no saben quiénes son pero sí saben cómo son. Y los atrapan.
Si los perfiles psicológicos se usan en la práctica
para atrapar criminales (y a veces hasta opositores políticos…), ¿por qué no
serían efectivos para conquistar votos? Si se usan para persuadir acerca del
consumo de determinadas marcas comerciales, ¿por qué no podrían usarse para
persuadir acerca de ideas o candidatos?
Me adelanto a darte respuestas: los perfiles
psicológicos sí se usan y sí son efectivos en comunicación política.
En la práctica.
En los hechos.
En la realidad.
Escribí líneas arriba que desconozco las
preferencias de Trump en materia de series televisivas.
Pero sí conozco que su campaña electoral sabía las preferencias de sus votantes
potenciales en casi todas las áreas, incluyendo qué series de televisión miraban.
¿Te sorprendería saber que el público de los Estados Unidos que más disfrutaba
de las series de zombies estaba mucho más inclinado a votar a Trump que a
Hillary? Pues no te sorprendas tanto porque así era.
Casi todos compramos en su momento la idea superficial
de que la campaña electoral de Trump era errática y que la comunicación
política del candidato respondía solo al vaivén desordenado de sus emociones.
Pero no era tan así.
Porque lejos de los focos de la prensa operaba la misteriosa Cambridge Analytica.
¿Cual es la especialidad de dicha empresa?
¿Cual es la especialidad de dicha empresa?
La construcción de perfiles psicológicos del electorado para crear comunicación
política a la medida de cada perfil.
Sí. La comunicación política de la campaña de Trump no era un caos sino un
traje a medida.
Idéntico trabajo al que hizo la misma empresa en el
Brexit, por cierto.
Adelanto que no tengo ninguna vinculación con
Cambridge Analytica. Lo aclaro para evitar mitos urbanos de esos que siempre
circulan…
Lo que me importa no es la empresa en sí sino el concepto: perfiles
psicológicos para mejorar la comunicación política.
En el duro invierno uruguayo de 1982, un grupo de
policías y militares podía ingresar a un bar y detectar al potencial subversivo
en base a un simple y artesanal esbozo de perfil psicológico. Sabían cómo
éramos.
Ahora, tan lejos de entonces, un equipo de campaña
electoral puede detectar a los posibles votantes en base a perfiles psicológicos
más elaborados y profesionales. Y puede formular su comunicación política en
función de esos perfiles, no para alterar el fondo de la política sino para
adecuar las formas de la comunicación.
Ese equipo de campaña puede ser el de tus
adversarios, claro está…
Lo cual puede ser inquietante para tu campaña.
Tan inquietante como aquel momento en que me sacaron a empujones del bar.
PD: Ya ninguna dictadura me pisa los talones, de
manera que puedo ir y venir por el mundo brindando conferencias y consultoría.
De hecho este artículo está basado en la conferencia que brindé en el Congreso
Internacional de Comunicación Política celebrado en Buenos Aires (Argentina)
los días 23 y 24 de mayo de 2017.
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