Dr. Hugo SALINAS
Cuando Felipe Quispe Huanca, más conocido como el
Mallku (condor en aymara), fue capturado por la fuerza armada boliviana, y
una periodista le pregunta por qué encabeza actividades terroristas,
subversivas, su respuesta fue sin ambigüedad: “No quiero que mi hija sea su
sirvienta”.
Una respuesta que sintetiza el sufrimiento de seis
siglos de los pueblos originarios de los Andes de América Latina. De ser una de
las civilizaciones más notables, luego de la invasión española del siglo XVI,
sus hijos pasaron a ser sirvientes y pongos. Perdieron la totalidad de sus
activos y recursos naturales. Su fuerza laboral ingresó a los socavones de las
minas para nunca más salir de ellos. Un genocidio por el cual, los españoles
deberán rendir cuentas en algún momento.
El Mallku es uno de los personajes más destacado del
mundo Aymara en Bolivia, de donde él proviene. Es dirigente sindical, político
y profesor universitario. A sus 75 años sigue con la misma vitalidad de sus
años mozos en la búsqueda de un futuro mejor para su pueblo. Junto a su pueblo,
intenta por todos los medios, resolver esa ignominia de que los hijos del
pueblo Aymara sean los sirvientes de los k’aras (blancos y criollos poseedores
del poder y las fuerzas armadas y policiales).
La respuesta del Condor de los Andes merece una
reflexión serena, a la luz de la Historia de los pueblos del mundo, bien que es
el grito natural que sale desde las entrañas de un pueblo sumido en la pobreza,
desempleo, exclusión y asesinato impune desde hace seis siglos.
Es muy probable que los aymaras lleguen al poder en
Bolivia con ese sentimiento de no querer que sus hijos sean sirvientes de los
k’haras. Pero, ¿cuál será la opción de administración pública que escogerán los
aymaras? Al respecto es muy aleccionador el testimonio que nos brinda Aníbal
Quijano en su artículo “El ‘Movimiento Indígena’ y las cuestiones pendientes
en América Latina” con relación a lo que ha sucedido, y está sucediendo,
por ejemplo, en la India.
Quijano señala, “[…] no es complicado entender que en
todos los contextos donde el control inmediato del poder local no lo tienen los
‘blancos’, ni lo ‘europeo’, el término ‘indígena’ no tiene la misma
significación, ergo tampoco las mismas implicaciones.
Así, en el Sudeste del Asia, en India, Indonesia,
Filipinas, en los países situados en la antigua indochina, quienes son
identificados como ‘indígenas’ y han terminado aceptando tal identificación,
así como quienes los identifican de ese modo, no tientan para nada ninguna
referencia con lo ‘europeo’, con lo ‘blanco’, en suma con el colonialismo
europeo. Allá, los grupos o poblaciones ‘indígenas’ son aquellos que habitan
las zonas más aisladas, más pobres, por lo general en la floresta o en la
tundra, cuyos principales recursos de vida, a veces los únicos, son el bosque,
la tierra, los ríos, y sus respectivos habitantes, vegetales o animales.
Tales poblaciones son oprimidas, discriminadas,
despojadas de sus recursos […] por los otros grupos no ‘blancos’, ni ‘europeos’
(por lo mismo, tan ‘nativos’, ‘aborígenes’ u ‘originarios’ como los otros) que
en esos países tienen hoy el control inmediato del poder [después de haber
expulsado a los ingleses dominantes], aunque sin duda asociados a la burguesía
‘global’ cuya hegemonía corresponde a los ‘europeos’ y ‘blancos’.
[...] Y bajo el renovado dominio de los brahmines y su
fundamentalismo ‘comunalista’, esa situación es hoy aún peor y más violenta.
Las demandas de los ‘indígenas’ del Sudeste asiático son pues, en todo lo
fundamental, diferentes que los de sus homónimos latinoamericanos. Sus
movimientos de resistencia son cada vez más amplios y organizados y los
conflictos regionales que ya producen irán en la misma dirección. La actual
virulencia del chauvinismo fundamentalista del ‘comunalismo’ es una de sus
claras señales.”
Es decir, la victoria, por ejemplo, de los aymaras
ante dominio del k’hara, del “hombre blanco”, no es ninguna garantía para la
liberación de todos los pueblos originarios de Bolivia, ni menos de todos los
habitantes de Bolivia. Este testimonio de Aníbal Quijano debe ser tomado en
cuenta muy seriamente si no queremos empeorar las cosas.
La ira en la frase del Mallku (no quiero que mi hija
sea su sirvienta), debe conducir a la liberación de todos los habitantes de
Bolivia y no solamente de una fracción de la población. Porque, de otro modo,
se tendría en lugar de los k’haras a los aymaras, quienes en el poder
aplicarían políticas de dominación mucho más raciales, étnicas y sanguinarias
que los k’haras, como ya viene sucediendo en el Sud este asiático liberado de
los k’haras.
De lo que se trata es de superar el modelo
socio-económico impuesto por los españoles en el momento de la invasión del
Abya Yala. En aquella época, modelo ya imperante en Europa por varios miles de
años, que tiene como elemento fundamental a la Repartición Individualista del
resultado de la actividad económica, y sus instituciones que lo hacen perdurar
en el tiempo como la propiedad privada y la herencia.
Es decir, si no proponemos una real alternativa a la
Repartición Individualista, seguiremos lamentando la dominación de los unos
sobre los otros con todos sus efectos perversos. La Repartición Individualista
seguirá alimentando las ansias del dinero, del poder de un pequeño grupo de
personas, de una etnia, o una raza, contra el resto de la población.
Lima, sjl, 1 de setiembre del 2017
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