31/10/2017
En su discurso en
el Centro Cultural Kirchner (CCK), donde presentó genéricamente las reformas
estructurales que propone su gobierno para el futuro inmediato, Macri dejó en
claro su base ideológica. Para él, todos los males del país tienen que ver con
los derechos adquiridos por los trabajadores. Tener 30 días de vacaciones en
verano y 15 en invierno "son privilegios" que no se pueden tolerar.
Sindicalizarse es casi un acto de corrupción. Trabajo "de calidad" es
aquél que no contradice los intereses de los patrones, aunque sumerja al
asalariado en la miseria.
Para declamar
semejantes postulados, se tomó de las distorsiones generadas por los partidos
que sostienen el sistema que a ellos los enriquece, como los 1700 empleados en
la biblioteca del Congreso. Eso le bastó para atacar a todos los trabajadores
del Estado, que cumplen con las funciones necesarias que exige el Estado
Burgués. Y por supuesto cargó contra la sindicalización, despotricando contra
"la gran cantidad de sindicatos" -un par de miles según el lavador de
plata que ejerce la primera magistratura del país- cuando las paritarias las
firman sólo 600. Claro, a un explotador ni se le pasa por la cabeza que sean
los mismos trabajadores los que quieran limpiar a sus gremios de la podrida
burocracia sindical que transa con la patronal y el gobierno, generando nuevos
gremios antiburocráticos y clasistas. O intentándolo, al menos.
Macri dice querer
"limpiar" el sindicalismo asociando en sus proyectos a la runfla
cegetista, histórica traidora, patoteril, mafiosa y corrupta.
En los males del
país, el tenedor de cuentas off-shore en Panamá y Bahamas entre otros paraísos
fiscales, no encuentra responsabilidades de los monopolios que saquean y
contaminan nuestras riquezas y reducen a los trabajadores al rango de esclavos
con salarios de miseria. Ni hablar, por supuesto, de la responsabilidad de su
familia y sus empresas en el saqueo y corrupción al Estado desde la última
Dictadura genocida hasta la fecha. Mucho menos de la desigualdad intrínseca del
modo de producción capitalista. Para Macri y los de su clase, eso es justo y
“natural”.
En el país de
Macri y Cambiemos, sobramos millones de trabajadores, y por eso prepara a las
fuerzas de seguridad e incluso a las armadas, con el asesoramiento de EEUU e
Israel, para aniquilar la protesta social. Todo, con la colaboración
inestimable del poder judicial que actúa para lo que fue creado -salvaguardar
los intereses de la burguesía- y la de las corporaciones periodísticas que de
manera vergonzosa tergiversan la realidad para acomodarla dentro de la brecha
oficialista.
Macri y Cambiemos
actúan, en definitiva, como si realmente tuvieran el apoyo que mienten haber
tenido en las elecciones pasadas, y no con la realidad que mostraron: el 70% de
este país está en contra del ajuste y las transformaciones que vienen
anunciando desde hace meses desde la Casa Rosada y sus ministerios. Actúan como
lo que son, explotadores que ejercen con prepotencia la dirección de “su”
Estado, sin importar la voluntad de las mayorías populares: si no la tienen, la
inventan.
Semejante cuadro
lleva indefectiblemente a un enfrentamiento con las mayorías asalariadas más
temprano que tarde. Aún con aquellos que cándidamente creen y apoyan a un
gobierno que es su verdugo.
La realidad
descripta exige por parte de la clase trabajadora una cohesión que hoy no
tiene, bajo una dirección que no existe y que hay que generar urgentemente.
Ante la crisis del PJ y su modelo de sindicalismo, la izquierda podría dar
pasos en ese sentido si la mayoría de sus organizaciones no estuvieran
enfrascadas en la pelea electoral y economicista y en la delirante
autoproclamación que lleva al sectarismo. Que no exista una alternativa de
poder, revolucionaria, es la mejor garantía de tranquilidad para los
explotadores y su gobierno.
No caben dudas que
para hacer realidad esa herramienta, habrá que desenmascarar de una vez por
todas, la funcionalidad de la izquierda electoralista, sectaria y
autoproclamada, al sistema que dice combatir, para que esa abnegada militancia ayude
por fin a modelar una dirección que de verdad se proponga destruir al
capitalismo y sus instituciones, para construir la sociedad socialista que
liberará a los explotados de todas sus cadenas
De lo contrario,
cuando todo estalle nos encontrará nuevamente desperdigados y el tren volverá a
pasar sin que podamos alcanzarlo.
30-10-17
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