PEDRO G.
CUARTANGO
Actualizado:
26/12/2014 21:01 horas
En las páginas más brillantes de la Fenomenología
del Espíritu, Hegel analiza la dialéctica del amo y del esclavo como una
parábola del ser social del hombre. Según el filósofo alemán, el progreso hacia
lo absoluto o Autoconciencia, por utilizar sus términos, se basa en esa
relación entre dueño y sirviente.
El esclavo renuncia a su deseo para satisfacer el
afán de dominación del amo, pero a la vez éste existe en la medida que es
reconocido por su antagonista. Hegel escribe que el sujeto -el amo- se
constituye cuando el objeto - el esclavo- acepta su condición. Esto implica muchas
consecuencias. La primera es que la acción nace de la negación de ese vínculo
de dependencia por parte del esclavo que quiere acabar con la supremacía del
amo. Y la acción no es otra cosa que deseo que genera un vacío, una nada que se
materializa en algo tras el rechazo de lo existente. «El deseo es la presencia
de una ausencia», concluye Hegel.
Esta reflexión puede parecer muy abstracta pero
explica muy bien la esencia de la política y, sobre todo, ilustra la relación
de antagonismo entre Mariano Rajoy, el amo, y Esperanza Aguirre, la esclava,
que se ha ofrecido esta semana como candidata a la Alcaldía de Madrid. El PP ha
respondido que Rajoy no tomará la decisión hasta febrero y que no se va a dejar
presionar.
Aguirre asume el papel de la esclava hegeliana en
el momento en el que se somete a la voluntad de Rajoy para ser designada
candidata, lo que equivale a aceptar su legitimidad para nombrar a dedo a quien
le convenga. Y el presidente del Gobierno y jefe del partido encarna el papel
de amo en cuanto ese nombramiento depende de su voluntad y sólo la suya.
Pero Rajoy está totalmente condicionado por la
voluntad de la esclava, que, al expresar su deseo, le obliga a salir fuera de
sí mismo para dar una respuesta. En ese movimiento dialéctico, los papeles se
invierten y la esclava fuerza la creación de una nueva realidad superadora.
Pero al actuar así, y siguiendo el análisis de Hegel, Esperanza Aguirre revela
la presencia de una ausencia, una herida, que es su voluntad de volver a la
política contrariamente a lo que ella misma había dicho hace un par de años.
La tensión entre el amo y el esclavo es dinámica y
se resuelve mediante el triunfo del deseo del uno sobre el otro porque la
realidad jamás es estática. Esa lucha es la base del poder político, en términos
hegelianos. Por tanto, el choque dialéctico entre Aguirre y Rajoy tiene que
saldarse en una síntesis que depende de lo que decida el amo pero también de la
respuesta del esclavo, que siempre tiene la posibilidad de decir no, fundamento
de la libertad.
La cuestión es si lo real es racional y lo racional
es real, como creía Hegel al interpretar la Historia. Más bien su dialéctica
nos lleva a pensar que la política es un juego que, como en la guerra, hay que
doblegar la voluntad del contrario para seguir adelante.
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