Habana, 13 de marzo de 1962.
Compañeros estudiantes;
Pueblo de Cuba:
Esta es una ocasión
doblemente importante para nosotros, primero, porque recordamos una fecha
histórica singularmente importante en el proceso revolucionario; y, segundo,
porque nos reunimos con los jóvenes, nos reunimos con los estudiantes.
Ya este quinto
aniversario y cuarta conmemoración… No me sale bien la
cuenta. Fue en 1957. Es
que el hecho de que aquel acontecimiento ocurrió en el año 1957 y la Revolución
triunfa en 1959 me tenía un poco confundido. Pero, en fin, lo que
quiero decir es lo siguiente: que hay
algo nuevo, hay un cambio, un verdadero cambio de calidad en la composición de
este acto.
Este acto, la cuarta
conmemoración, refleja ya un cambio sustancial en la vida del país, y refleja
ya un cambio profundo en la vida del estudiante, en la composición del
estudiantado y en la propia universidad.
Se puede decir, en
realidad, que nosotros en el día de hoy podemos asistir aquí a este acto,
todos, con verdadera satisfacción, con la verdadera y con la única satisfacción
con que se puede venir a recordar a los caídos. Y esta universidad
de hoy, este estudiantado, estas filas nutridas de jóvenes aquí presentes, nos
están diciendo que tenemos derecho a sentirnos satisfechos un día como hoy, y
que estamos honrando de manera digna, de la única manera digna con que se puede
honrar a los muertos, así estamos honrando a José Antonio Echeverría y a todos
los que cayeron aquel 13 de marzo (APLAUSOS): con la presencia de 3
000 becarios universitarios (APLAUSOS), y con la presencia de miles y miles de
jóvenes de las escuelas de becarios preuniversitarios y de institutos
tecnológicos (APLAUSOS); estamos conmemorando este aniversario con una juventud
que surge y se desarrolla en medio de la Revolución, con una juventud cada vez
más homogénea, cada vez más revolucionaria; estamos conmemorando este
aniversario del 13 de marzo con la presencia nutridísima de los hijos y las
hijas de los obreros y de los humildes de la patria (APLAUSOS).
Y en esta juventud están
puestas las esperanzas de la Revolución, en esta juventud están puestas las más
legítimas esperanzas de nuestro pueblo, y en esta juventud están puestas
también las más legítimas y las más humanas esperanzas de nosotros, los
revolucionarios, de todos los revolucionarios (APLAUSOS). Y a esta
juventud hay que hablarle, a esta juventud hay que exhortarla, a esta juventud
hay que educarla, hay que orientarla, hay que forjarla; hay que hacer de esta
juventud lo que todos soñamos para el porvenir, hay que hacer de esta juventud
lo que todos soñamos que habrá de ser el pueblo del mañana, las generaciones
nuevas de la patria; hay que hacer de esta juventud lo que todos nosotros
habríamos querido ser, lo que todos nosotros habríamos querido vivir con
ustedes; hay que hacer de esta juventud, sencillamente, el porvenir.
¿Y qué juventud
queremos? ¿Queremos, acaso, una juventud que simplemente se concrete
a oír y a repetir? ¡No! Queremos una juventud que
piense. ¿Una juventud, acaso, que sea revolucionaria por imitarnos a
nosotros? ¡No!, sino una juventud que aprenda por sí misma a ser
revolucionaria, una juventud que se convenza a sí misma, una juventud que
desarrolle plenamente su pensamiento (APLAUSOS).
¿Y por qué creemos que se
desarrollará esta juventud revolucionariamente? Sencillamente,
porque tiene todas las condiciones para lograrlo, tiene todas las condiciones
que le permitirán desarrollarse revolucionariamente, pensar y actuar
revolucionariamente. No decimos que el ejemplo no valga; el ejemplo
influye, el ejemplo vale, pero aun más que la influencia del ejemplo, vale la
propia convicción, vale el pensamiento propio. Y nosotros sabemos
que esta juventud será revolucionaria, sencillamente porque creemos en la
Revolución, porque tenemos fe en las ideas revolucionarias (APLAUSOS), y porque
sabemos que esas ideas se ganarán el pensamiento y se ganarán el corazón de
esta juventud (APLAUSOS).
¿Y a qué viene este
preámbulo? ¿De qué vamos a hablar nosotros hoy? Nosotros
queremos sencillamente hablar de los jóvenes a los jóvenes. Y este
preámbulo tiene algo que ver con lo que voy a exponer aquí esta noche y que los
jóvenes deben analizar. Yo voy a hacer una crítica aquí esta noche a
un hecho que parece incidental y, sin embargo, debemos criticarlo y analizarlo,
y lo vamos a analizar públicamente.
He aquí que en esta noche
se presenta un caso, un ejemplo que nos ha de servir de lección y nos ha de
servir para hacer un análisis revolucionario. El compañero que actuó
como maestro de ceremonias fue leyendo al principio de este acto una serie de
documentos, algunas palabras, algunos escritos y, entre ellos, estaba leyendo
el Testamento del compañero José Antonio Echeverría. Y nosotros,
mientras él leía, íbamos leyendo también el Testamento en la última página de
un folleto que nos habían entregado, íbamos leyendo mecánicamente el Testamento
Político de José Antonio Echeverría al pueblo de Cuba. Y comenzó a
leerlo. Leyó el primer párrafo, leyó el segundo párrafo, comenzó a
leer el tercer párrafo y, cuando estaba al final del tercer párrafo, notamos
que saltó al cuanto párrafo, dejando de leer tres líneas. Escuchen,
compañeros, no se apresuren a hacer un juicio, ni siquiera a echarle la culpa
al compañero. Y nos pareció que se había saltado, y por curiosidad
fuimos a leer la parte, ya que él se la había saltado, y leemos que dice —voy a
leer el tercer párrafo—: “Nuestro compromiso con el
pueblo de Cuba quedó fijado en la Carta de México, que unió a la juventud en
una conducta y una actuación; pero las circunstancias necesarias para que la
parte estudiantil realizara el papel a ella asignado no se dieron
oportunamente, obligándonos a aplazar el cumplimiento de nuestro
compromiso…” De ahí salta: “…Si caemos, que nuestra sangre…”, y leo
las tres líneas. ¿Y qué decían? “Creemos que ha llegado
el momento de cumplir. Confiamos en que la pureza de nuestras
intenciones nos traiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia
en nuestra patria.”
Presten atención, que
esto es muy interesante; no aplaudan. Yo pienso: “¡Caramba,
qué casualidad! ¿Pero se habrán omitido de manera intencional estas
tres líneas?” Y me quedo con esa duda, y le pregunto a él cuando
termina de leer quién le dio los papeles, quién preparó esto. Dice: “No,
a la entrada me dieron instrucciones. Yo dije que iba a leer esto, y
me dijeron que quitara estas tres líneas.”
¡¿Será posible,
compañeros?! Vamos a hacer un análisis
(APLAUSOS). ¿Seremos nosotros, compañeros, tan cobardes, y seremos
tan mancos mentales, que vengamos aquí a leer el Testamento de José Antonio
Echeverría y tengamos la cobardía, la miseria moral, de suprimir tres líneas
(APLAUSOS), sencillamente porque esas líneas hayan sido expresión, bien formal
de un modismo, o bien de una convicción que a nosotros no nos toca analizar,
del compañero José Antonio Echeverría? ¿Vamos a truncar lo que
escribió? ¿Vamos a truncar lo que creyó? ¿Y vamos a
sentirnos aplastados, sencillamente por lo que haya pensado, o lo que haya
creído en cuanto a religión? ¿Qué clase de confianza es esa en las
ideas propias? ¿Qué clase de concepto es ese de la
historia? ¿Y cómo concebir la historia de manera tan
miserable? ¿Cómo concebir la historia como una cosa muerta, como una
cosa putrefacta, como una piedra inmóvil? ¿Podrá llamarse
“concepción dialéctica de la historia” semejante cobardía? ¿Podrá
llamarse marxismo semejante manera de pensar? ¿Podrá llamarse
socialismo semejante fraude? ¿Podrá llamarse comunismo semejante
engaño? ¡No! Quien conciba la historia como deba
concebirla, quien conciba el marxismo como deba concebirlo, y lo comprenda y lo
interprete y lo aplique a la historia, no comete semejante estupidez
(APLAUSOS); porque, con ese criterio, con ese criterio, habría que comenzar por
suprimir todos los escritos de Carlos Manuel de Céspedes, que expresó el
pensamiento de su tiempo, que expresó el pensamiento de su clase, que expresó
el pensamiento revolucionario que correspondía a un momento en que los
criollos, los representantes de la riqueza nacional se rebelaron contra el yugo
y la explotación de España. ¿Y que ideas influían a aquellos
hombres? ¡Las ideas de la Revolución Francesa, es decir, de la revolución burguesa! ¿Y
que ideas influyeron a los próceres de América, que ideas influyeron en
Bolívar? ¡Aquellas mismas ideas! ¿Qué ideas influyeron en
Martí, que ideas influyeron en Maceo, que ideas influyeron en Máximo Gómez y
los demás hombres de aquella gloriosa estirpe? ¿Qué ideas influyeron
en nuestros poetas de aquel tiempo, representantes de la cultura cubana, raíz
de nuestra historia, sino las ideas de aquel tiempo? ¿Y entonces
tendremos que suprimir los libros de Martí porque Martí no fuera
marxista-leninista, porque Martí respondiera al pensamiento revolucionario que
cabía en nuestra patria en aquella era? (APLAUSOS.)
Si el marxismo-leninismo
es la ideología de la clase obrera cuando esa clase surge y toma conciencia de
sí misma y se lanza a la lucha por su redención, ¿cómo podíamos pedir que ese
fuera el pensamiento cuando la tarea que se presentaba en un país, la tarea que
se presentaba en la América Latina en la época de su independencia, y la tarea
que se presentaba en nuestra patria eran tareas nacionales, tareas de otra
índole, tareas de otros tipo, que correspondían al desarrollo de nuestra patria
en aquel momento dado?
¡Por ese camino, habría
que abolir el concepto de revolucionario desde Espartaco hasta Martí! ¡Por esa concepción
miope, sectaria, estúpida y manca, negadora de la historia y negadora del
marxismo, habría que caer en la negación de todos los valores, en la negación
de toda la historia, en la negación de nuestras propias
raíces! (APLAUSOS.) ¡Cuando todo ese acervo de progreso
humano, de esfuerzo humano, de sacrificio humano, debemos recogerlo y
acumularlo en la historia hermosa de la patria y en la historia hermosa de una
humanidad que progresa, que ha venido progresando desde el principio, y que
sigue progresando y que seguirá progresando cada vez más!
Por ese camino
llegaríamos a la situación de creernos de nosotros ultrarrevolucionarios, y
creernos que hemos hecho toda la historia de la patria, olvidados de las
decenas de miles de mambises que cayeron, olvidados de las decenas de miles de
héroes que murieron en el camino (APLAUSOS), todos los cuales, en un grado o en
otro, fueron jalonando el camino, fueron haciendo la historia de la patria y fueron
creando las condiciones en virtud de las cuales nosotros, generación
afortunada, tuvimos la oportunidad de llegar a las metas más altas y ver
cumplidos sueños que fueron sueños de generaciones de luchadores que, unas tras
otras, se sacrificaron y se inmolaron preparando el camino.
¡El invocar sus
sentimientos religiosos —si esta frase fue expresión de ese sentimiento— no le
quita a José Antonio Echeverría nada de su heroísmo, nada de su grandeza y nada
de su gloria, porque fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud
universitaria (APLAUSOS), del sentimiento generoso de aquella juventud que, por
boca de uno de sus más valerosos dirigentes, escribió tan sereno y
desinteresado Testamento, tan sereno y generoso Testamento, como quien tuviera
casi la certeza de que iba a morir!
Con esos esfuerzos, con
esos sacrificios, con el conjunto de toda esa sangre generosa, de esa sangre
rebelde, de esa sangre heroica, donde se mezcló el afán de libertad de todos
los jóvenes, desde Mella hasta José Antonio Echeverría; con la sangre de Mella
y con la sangre de José antonio Echeverría, y con la sangre de muchos
como ellos se fue haciendo la historia de la patria! (APLAUSOS.) Y la grandeza de la Revolución es
saber ir uniendo todo ese esfuerzo, toda esa sangre para hacer la Revolución y
para llevarla adelante.
¿Cómo podemos nosotros
pararnos ante nuestros enemigos con moral haciendo esos trucos? Se
sabe que los contrarrevolucionarios han tratado de usar esa frase para tratar
de presentar a José Antonio Echeverría como instrumento de su pensamiento, es
decir, del pensamiento de los contrarrevolucionarios; que han tratado de
utilizar esta frase para combatir a la Revolución, para combatir al
marxismo. Que los contrarrevolucionarios, con la hipocresía y la
endeblez moral que los caracteriza, actúen de esa forma, se explica; pero que
nosotros, los revolucionarios, los marxistas, por esa razón vayamos a suprimir
esa frase, no se explica.
Se sabe que un
revolucionario puede tener una creencia, puede tenerla. La
Revolución no obliga a todos los hombres, no se mete en su fuero interno, no
excluye a los hombres; a todos los hombres que quieren a su patria, los hombres
que quieran que en su patria haya la justicia, se ponga fin a la explotación,
al abuso, a la odiosa dominación imperialista, no los obliga ni los hace
desgraciados sencillamente porque tengan en su fuero interno alguna idea
religiosa.
Ya sabe que los
latifundistas, los explotadores, a lo largo de toda la historia, han querido
utilizar la religión contra la Revolución. Y así, ahí está en la
Declaración de La Habana: los paganos romanos, es decir, los
patricios romanos, que tenían su religión, que era la religión de la clase
dominante, utilizaban su religión para perseguir a los cristianos, llevarlos a
la hoguera y sacrificarlos en el circo. Y el cristianismo era la
religión de los humildes, de los esclavos, de los pobres de
Roma. Pasó el tiempo, desapareció la esclavitud, es decir, aquel
régimen esclavista, vino un orden social nuevo, el feudalismo, y entonces los
curas, los arzobispos, los papas y aquellos señores, invocando la religión,
llevaban a la hoguera a aquellos hombres de pensamiento revolucionario que se
oponían a aquel orden feudal. Y entonces, los primeros filósofos y
pensadores que expresaban el pensamiento de una clase que nacía, eran llevados
por los inquisidores a la hoguera.
Luego se estableció otro
orden social: el capitalismo, se desarrolló el capitalismo y se
convirtió en imperialismo, y entonces nos encontramos a los arzobispos
anatematizando a las revoluciones proletarias y pidiendo el fusilamiento de los
abanderados de la clase revolucionaria, es decir, de los
trabajadores. Y entonces, invocando la religión, persiguen el
pensamiento revolucionario.
Los latifundistas y los
esbirros y los criminales que vinieron a Playa Girón traían a cuatro curas, y a
uno de los cuatro curas, o a dos, los tiraron en paracaídas, y venían por el
camino dando misa (RISAS). Siempre enarbolando sentimientos en los
que no creen; porque, ¿en qué sentimiento religioso podía creer aquella manada
de traidores, de explotadores y de esbirros? Jamás fueron a una
iglesia, posiblemente, la mayor parte de ellos; sin embargo, estaban allí
arrodillados delante del cura, cuando venían a asesinar campesinos y obreros,
cuando venían aquí a instaurar otra vez el imperio de las compañías americanas,
de la explotación extranjera y del yugo de los latifundistas y de los
explotadores de toda laya. ¡Y venían con un crucifijo en la mano!
Se sabe que esa actitud
es la actitud de los contrarrevolucionarios, y tratan de arrastrar a esa
actitud a gente creyente. Como no tienen ninguna bandera justa, no
tienen ninguna causa que atraiga a las masas, tratan de acudir a las creencias
religiosas, a las supersticiones, a lo que sea. Pero, ¿qué culpa
tiene de eso un buen católico, un católico sincero, que sea miliciano, que esté
con la Revolución, que esté contra el imperialismo, que esté contra el
analfabetismo, que esté contra la explotación del hombre por el hombre, que esté
contra todas las injusticias sociales? ¿Qué culpa tiene?
Y ahora bien: nosotros hacemos
un documento revolucionario, lo publicamos en varios idiomas, lo apoya todo el
pueblo, vota por él más de un millón de ciudadanos que están allí, en la
América Latina encuentra un extraordinario eco. ¿Y qué decimos
nosotros? Que en la lucha por la liberación nacional, en la lucha
contra el imperialismo, deben unirse todos los elementos progresistas, todos
los elementos patrióticos, y que en ese frente debe estar desde el católico
sincero, que no tenga nada que ver con el imperialismo ni con el latifundismo,
hasta el viejo militante marxista (APLAUSOS). Declaramos eso a todo
el mundo, y venimos aquí, con una cobardía que no tiene nombre, a quitar del Testamento
de un compañero la invocación que hizo del nombre de Dios. Mientras
por un lado les decimos que tienen que unirse, y que si son patriotas y son
revolucionarios, para luchar contra el imperialismo y para luchar contra el
latifundismo y para luchar contra la explotación no es obstáculos que uno sea
creyente, tenga una religión, sea cristiano, sea de cualquier religión, y el
otro sea marxista, el otro tenga su fe en la filosofía marxista, que eso no es
obstáculos, ¡y venimos aquí con esta cobardía a suprimir una frase!
¡No se podía pasar eso
por alto! Porque, ¿eso qué es? Un síntoma, una corriente
miserable, cobarde, mutilada, de quien no tiene fe en el marxismo, de quien no
tiene fe en la Revolución, de quien no tiene fe en sus ideas (APLAUSOS).
Y para que se acabe de
ver con un ejemplo, aquí mismo, lo trágico de esta situación es el caso que el
compañero que ha recibido la orden de tachar eso es poeta, tiene este librito
de versos, y entre sus versos está uno que dice: “Plegaria para el
Dios anónimo.” Entonces empieza expresando su creencia. Y
después me dice: “Yo tenía un complejo con todas estas
cosas.” ¡Como no va a tener un complejo! Un compañero
miliciano, un compañero maestro de ceremonias, un compañero integrado con la
Revolución, y por el hecho de que un día escribió versos que hablaban de Dios,
tiene que vivir acomplejado. ¿Y cómo no se va a acomplejar, si llega
aquí y le dicen: quita esa palabra? ¿En qué se
convierte la Revolución? En una coyunda. ¡Y eso no es
Revolución! ¿En qué se convierte la Revolución? En una
escuela de domesticados. ¡Y esa no es
Revolución! (APLAUSOS.)
¿Y
qué tiene que ser la Revolución? La Revolución tiene que ser una
escuela de revolucionarios, la Revolución tiene que ser una escuela de hombres valientes,
la Revolución tiene que ser una escuela de pensamiento libre, la Revolución
tiene que ser una forja de caracteres y de hombres; la Revolución tiene que
ser, ante todo, fe en sus propias ideas, aplicación de sus ideas a la realidad
de la historia y a la realidad de la vida; la Revolución tiene que llevar a los
hombres al estudio, a pensar, a analizar, para tener convicción profunda, tan
profunda que no haya menester de esos trucos.
Porque
nosotros, si hablamos de esto, es porque creemos en nuestro pueblo, porque
creemos en las ideas revolucionarias, porque sabemos que nuestro pueblo es
revolucionario y porque sabemos que nuestro pueblo será cada día más
revolucionario (APLAUSOS); porque creemos en el marxismo-leninismo, porque
creemos que el marxismo-leninismo es una verdad incontrastable
(APLAUSOS). Sencillamente por eso, porque tenemos fe en nuestras
ideas y tenemos fe en nuestro pueblo, no somos tan cobardes que podamos aceptar
semejante cosa. Lo sentimos mucho por el autor de esto, pero debiera
hacerse una buena autocrítica (APLAUSOS).
Cómo
nosotros, ante una generación nueva, ante una generación que empieza a
estudiar, sedienta de aprender, sedienta de leer, sedienta de penetrar en el
estudio de la historia, sedienta de penetrar en el estudio del marxismo, ¿cómo
a esa generación le vamos a poner unas orejeras tan grandes que no le
permitamos ni leer completo un documento histórico de un compañero de la
Revolución, de un compañero que, al igual que Martí, que Mella, que Maceo, que
Guiteras, hicieron la historia y fueron construyendo escalón por escalón ese
camino de la patria? Sí, el primer escalón sería muy bajito; pero
era el primer escalón, el humilde primer escalón. Y así, sobre el
primero, el segundo, y sobre el segundo, el tercero, así se fue construyendo la
historia de la patria. ¡Y si hoy estamos en este escalón tan elevado
de la historia y del pensamiento revolucionario, es porque se empezó a
construir desde el primero y humilde escalón de nuestros primeros patriotas!
(APLAUSOS.)
Aquí
hay muchos que se creen más revolucionarios que nadie, y creen que la
Revolución está en gritar, y creen que la Revolución está en decir: “Izquierda,
izquierda.” No les quiero hacer ninguna crítica a los Jóvenes
Rebeldes, desde luego, porque ellos han rectificado algunas de sus
consignas. Por ejemplo, ellos decían: “Somos
socialistas, pa’lante y pa’lante, y al que no le guste, que tome
purgante.” A mí no me gustaba, sinceramente, esa consigna, porque no
era positiva. La cambiaron: Somos socialistas, pa’alante
y pa’alante, y el que esté de acuerdo, la mano levante”. Esa es
positiva, esa consigna (APLAUSOS); lo otro, es presentar el marxismo como un
purgante: “Y al que no le guste, que tome purgante.” No
está invitando a nadie a estudiar, no está invitando a nadie a convertirse al
marxismo; le dice “te lo tragas, si quieres y si no quieres; si no te gusta,
toma purgante.” ¿A quién van a conquistar con
eso? “Izquierda, izquierda, izquierda siempre izquierda”, eso no es
el socialismo, eso puede ser Izquierdismo, enfermedad infantil del
comunismo (APLAUSOS).
Yo
creo que nosotros estamos ya creciditos y un poquito maduros, y podemos
afrontar estos problemas, para ir de verdad creando un espíritu revolucionario,
pero no un espíritu de palabras ni de imposición. ¿Qué es
eso? ¿Desde cuándo? ¿A quién se le ha impuesto aquí el
marxismo? El pueblo se ha vuelto marxista por convicción propia,
porque la propia Revolución se lo ha enseñado; nadie se lo ha impuesto, señores
(APLAUSOS). Batista trató de imponernos el imperialismo y no hubo
manera de que nos lo impusiera; no hubo manera de que nos impusiera su espíritu
reaccionario, su dominio castrense, capitalista e imperialista, no hubo manera.
Entonces
es la Revolución misma con sus hechos, con sus luchas, con sus evidencias, la
que ha ido convirtiendo a este pueblo, que tiene una sensibilidad política
tremenda, lo ha convertido en uno de los pueblos más avanzados en este momento,
de un espíritu revolucionario extraordinario. Esta no es una opinión
nuestra; es una opinión que nos han dado muchos visitantes que se quedan
admirados de ver cómo piensa el hombre de la calle y lo que conversa un
muchacho, van a las escuelas, y los muchachos les dan unas respuestas
fantásticas.
Sin
embargo, nosotros creemos que hay que crear más espíritu marxista; y en la
juventud, sobre todo, hay que crear algo más que espíritu socialista, ¡hay que
crear espíritu comunista! (APLAUSOS PROLONGADOS.)
Aquí
los compañeros de los Jóvenes Rebeldes han estado discutiendo si le cambiaban
el nombre, si le ponían otro nombre, qué nombre le ponían, si Juventud
Socialista. Yo, sinceramente, he dado mi opinión: Creo
que a esta juventud, a esta generación nueva que estamos forjando para el
futuro, a su organización, a la organización juvenil del Partido Unido de la
Revolución Socialista, a la organización juvenil debemos ponerle Organización o
Asociación de Juventudes Comunistas (APLAUSOS PROLONGADOS).
Ahora,
¿por qué? ¿Por qué? Sencillamente, porque hay que
distinguir entre socialismo y comunismo; primero que nada, hay que saber con
toda claridad que los regímenes sociales no se pueden imponer, que hay que
construirlos sobre determinadas bases, y nosotros estamos construyendo las
bases del socialismo, estamos marchando hacia el socialismo, todavía no estamos
en el socialismo; la Revolución es socialista, nosotros somos socialistas, pero
estamos construyendo el socialismo; todavía la sociedad, aunque el pueblo sea
en su mayoría socialista, la sociedad no lo es, ¿qué les parece?, porque
todavía quedan muchas reminiscencias del pasado capitalista, y estamos
construyendo el socialismo.
La
generación actual está viviendo esta etapa de construcción del socialismo, y es
lógico que el partido de la Revolución se llame Partido Unido de la Revolución
Socialista, porque estamos construyendo el socialismo (APLAUSOS); pero la
juventud no, la juventud constituye la generación futura, una generación que
debe vivir en otra etapa más elevada, más avanzada, no en el socialismo, sino
en el comunismo (APLAUSOS). Y esto quiere decir, sencillamente —lo comprende
cualquiera—, que a las futuras generaciones hay que prepararlas para la futura
sociedad; que el hombre del futuro hay que forjarlo desde ahora, hay que forjar
sus sentimientos, su conciencia, su carácter, su espíritu, hay que
desarrollarlo en una conciencia todavía más generosa, en un espíritu todavía
más revolucionario, más avanzado, más nuevo. ¿Y de dónde ha de salir,
sino de la juventud, donde está la cantera de la generación futura? Y nosotros
tenemos que ir creando desde ahora ese espíritu, y no ha habido mucho espíritu
que digamos en ese sentido.
Teniendo
una materia prima fantástica, una juventud que acaba de realizar una proeza
como es la de liquidar el analfabetismo en un año (APLAUSOS), no debemos perder
tiempo en hacer un gran esfuerzo por crear ese espíritu comunista en la
juventud.
¿Qué
ocurre muchas veces y que resulta deprimente? Se extrae un cuadro de
los Jóvenes Rebeldes, es un muchacho desarrollado, que tiene una gran
conciencia, pero tiene 18 años, es soltero, lo llevan a trabajar en un
ministerio; allí existe una escala de sueldos, y de repente un muchacho de 17
años, o a veces hasta de 16 ó 18, da lo mismo, soltero, lo ponemos a trabajar,
y en virtud de la escala de salario empieza a ganar 500 pesos porque le dieron
un cargo importante. ¿Eso hace revolucionarios? ¿Eso crea
espíritu comunista? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) No. Y
si más adelante se casa con otra muchachita que a lo mejor tiene otro gran
sueldo, entre los dos ganan 1 000 pesos. Y resultan muchos casos de
ese tipo.
¿Qué
creamos con eso? Creamos un ciudadano que se acostumbra a recibir
mucha más de lo que necesita, y la fórmula del socialismo es: “cada cual da
según su capacidad y recibe según su trabajo”; la fórmula clásica del comunismo
es: “cada cual da según su capacidad y recibe según sus
necesidades”. Mal podremos hacer nosotros un comunista de ese joven
que sin tener esa necesidad… Porque otro caso sería que ese mismo
joven tuviera siete hermanitos, huérfano de padre y madre, y él tuviera que
sostener toda la familia, y plantea el caso; pero si el padre y la madre están
ganando dinero y él no tiene otras necesidades, ¿no corrompemos a ese joven?
Bueno, si no lo corrompemos, ¿no lo acomodamos a un ingreso mucho más allá de
todo lo que necesita? Así no hacemos revolucionarios, así no hacemos
comunistas.
Hay
que crear un espíritu más revolucionario ante el trabajo, ante los semejantes,
ante todo el pueblo, ante la sociedad y ante la vida. Hay que
hacerlo, y hay que hacerlo con los jóvenes.
Bueno,
nosotros hemos tenido problemas, se han aumentado sueldos, se les han dado
ingresos más que satisfactorios a ciertas categorías de técnicos. Pero
en los nuevos muchachos, los que ahora están en secundaria básica, los que
alfabetizaron, que pronto ya estarán en la preuniversitaria y después en la
universidad, y después, a lo mejor muy jovencitos, con 20 ó 22 años, quizás ya
especializados a lo mejor en cirugía o en cualquier cosa, en cualquier
especialidad, él y además la compañera con la que a lo mejor se casó en la
carrera o terminaba, él ganando 800 pesos y ella otros 800 pesos, ¡mil
seiscientos pesos!, ¿eso es espíritu revolucionario?
En
los jóvenes que empiezan —está bien los que están ya graduados, e incluso los
que todavía están en ese trámite universitario—, en toda esta generación, en
todos estos 60 000 becados, ¿vamos o no vamos a empezar a crear una actitud
verdaderamente revolucionaria, una actitud más elevada, más generosa, y más
revolucionaria ante la sociedad y ante la vida? (APLAUSOS.)
Estas
son cosas que sinceramente nos preocupan, y son cosas que sinceramente debemos
comenzar a plantear y a hacer, para hacer una sociedad nueva, una generación
nueva, sin egoísmos, sin individualismos antisociales; la generación que va a
vivir en la sociedad de la abundancia, donde se les va a poder brindar a todos
todo lo que necesiten con el esfuerzo y el trabajo de todos.
¿Y qué mejores condiciones
para hacerlo que las condiciones que rodea a esta juventud? Juventud
que sin importar cuánto gana su padre, ni los ingresos de su familia, ni
cuántos hermanos tiene; juventud que, simplemente, por el hecho de ser jóvenes,
por el hecho de vivir en este país, por el hecho de desear superarse, ser
útiles a su patria, sin importar ni los ingresos —repito—, ni la situación de
la familia, reciben una beca, vienen a la capital o adonde sea, van a estudiar
a los más regios centros, viven en las más cómodas mansiones, tienen la ropa,
los zapatos, la alimentación, la asistencia médica, todos los servicios
educacionales, todos los servicios culturales, todos los servicios recreativos;
porque hemos hecho el esfuerzo, el pueblo está haciendo el esfuerzo para que a
esa juventud no le falte nada (APLAUSOS).
Y esta mañana, esta
mañana, en una reunión de dirigentes obreros, donde se hacía entrega al Comité
Ejecutivo de la CTC de más de 300 casas en un antiguo reparto de veraneo y de
vacaciones de las clases dominantes, y que hoy ha pasado a manos de los
trabajadores, al hablar ante aquellos obreros, padres de familia, fue para
nosotros de una extraordinaria significación, allí mismo, junto a una de esas
escuelas donde hay 5 000 jóvenes estudiando, donde antes no podía ni siquiera
transitar el ciudadano; cuando hablábamos de todo lo que eso significaba para
el porvenir de la patria, cuando les preguntaba si algunos de ellos tenían
familiares allí, al ver que muchos levantaban la mano, fue para nosotros de una
gran satisfacción al hablar —repito— de que valía la pena el esfuerzo que se
estaba haciendo, y que si teníamos que pasar hambre para que esa juventud
creciera fuerte y saludable, estábamos dispuestos a pasarla
(APLAUSOS). Y para nosotros fue de una gran satisfacción ver aquel
estallido de entusiasmo y de aprobación.
Satisfacción que se
acrecentó cuando más adelante, al detenernos junto a una construcción donde
había medio centenar de obreros, conversando con ellos les preguntamos si
tenían algún familiar entre los becados; y aquellos humildes obreros de la
construcción casi todos levantaron la mano, porque uno tenía un hijo, otro
tenía dos, otro tenía un sobrino, otro tenía un hermano; el otro tenía a la
novia estudiando en El Nacional, en la Escuela de Domésticas, estudiando
taquigrafía y mecanografía (APLAUSOS). Y, prácticamente, no había
uno que no tuviera un familiar más o menos allegado.
Era la clase obrera, esa
clase que produce, esa clase que trabaja, y esa clase que siente tan
profundamente la Revolución y que ve bien cerca de ella lo que la Revolución
significa.
¿Qué mejores condiciones
que esas —decía— para forjar revolucionarios, donde los jóvenes lo reciben
todo, porque se los da la sociedad, porque se los da el pueblo
trabajador? Y allí van a estudiar conforme a su capacidad, y van a
recibir conforme a sus necesidades. Ya desde ahora son estudiantes
que practican una especie de fórmula comunista: cada cual estudia según su
capacidad y recibe según sus necesidades (APLAUSOS).
¿Qué mejores condiciones
y qué mejor escuela revolucionaria? ¿Qué mejores condiciones para
desarrollar, impulsar el espíritu revolucionario de los jóvenes, el verdadero
espíritu revolucionario, la convicción y la conciencia, el conocimiento
profundo, la preparación?
Nosotros tenemos escuelas
de instrucción revolucionaria donde estudian a veces 45 días, otras veces tres
meses, cuatro, ocho. Si nosotros podemos darles oportunidad a los
jóvenes de estudiar marxismo no tres meses, no un año, sino cinco años, siete
años, ocho años, desde la secundaria básica, desde la preuniversitaria, desde
el instituto tecnológico y desde la universidad (APLAUSOS). Y forjar masivamente, crear masivamente
cuadros revolucionarios, con el verdadero espíritu revolucionario, con la
profunda convicción de un verdadero revolucionario que sabe pensar, que sabe
discutir, que tiene una convicción, que tiene una disciplina, que tiene una
conciencia nueva, una actitud nueva ante la vida.
Ese es el revolucionario
que nosotros queremos; ese es el revolucionario que nosotros queremos en la
organización política de la Revolución, ese tipo de hombre que sea ejemplo; ese
núcleo que tenga autoridad no simplemente porque sea núcleo, sino porque sea
ejemplo; que tenga autoridad no porque se la impongan a nadie, sino porque todo
el mundo la reconozca. Porque quien quiera pasar de revolucionario
siendo un vago, no se ganará el respeto de nadie (APLAUSOS); quien quiera pasar
de revolucionario siendo un privilegiado, no se ganará el respeto de nadie.
Y por eso hay que ganarse
la autoridad que da el ejemplo, que da la conducta. Y así tienen que
ser los núcleos. Y no descansaremos, compañeros, ni debemos
descansar, en la incesante lucha porque en el aparato político de la
Revolución, en el Partido Unido de la Revolución, se junten los mejores hombres
y mujeres de la patria.
Y que a la organización
juvenil de la Revolución pertenezcan y militen los mejores jóvenes de la
patria, los más disciplinados, los más cumplidores, los más estudiosos, los más
abnegados, los más trabajadores, lo mejor de nuestra juventud; y que sea un
honor, un altísimo honor, honor siempre, satisfacción siempre.
Ese el premio que deben
aspirar a recibir los revolucionarios: la satisfacción de quien cumple con su
deber de hombre, de quien cumple con su deber para con la sociedad y para con
la patria.
¡Privilegios
jamás! ¡Guerra al privilegio! ¡Guerra a todo lo que sea
debilidad, a todo lo que sea acomodamiento!
La Revolución ha
integrado su Dirección Política; la Revolución ha avanzado en el campo de la
organización. Ahora debemos seguir marchando adelante como una
flecha disparada hacia el porvenir, trabajando bien, seleccionando lo mejor,
poniéndoles fin a estas cosas minúsculas, a este tipo de sectarismo hueco y
huero, inútil.
¡Guerra a ese sectarismo,
que lleva al privilegio, que lleva al pantano!
¡Salgamos de ese pantano inmundo de un sectarismo
miserable! ¡Y empecemos, compañeras y compañeros, empecemos a hacer
lo que la historia espera de nosotros, lo que la patria espera de nosotros, lo
que América espera de nosotros, lo que el mundo espera de nosotros (APLAUSOS),
con espíritu verdaderamente revolucionario, con espíritu verdaderamente nuevo,
con espíritu verdaderamente creador, donde la piedra de toque de cada hombre y
cada mujer de la patria sea el mérito, sea el espíritu de sacrificio, sea la
conciencia revolucionaria, sea el amor a la Revolución!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos! (EXCLAMACIONES DE: “¡Venceremos!”)
(OVACION)
(DEPARTAMENTO DE
VERSIONES TAQUIGRAFICAS
DEL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO)
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