BBC Serie "Acuerdos multimillonarios y
cómo cambiaron tu mundo"
En lo más
profundo de una bóveda secreta en Londres hay algo que muy pocas personas en el
mundo llegan a ver: mil millones de libras esterlinas en efectivo.
A ese lugar, al
final de cada día, llega el dinero de los comercios de todo el país. A la
mañana siguiente, sale para depositarse en cajeros automáticos.
Hay quienes
creen que en tan solo 10 años que ese lugar no existirá.
En 2015, en
Reino Unido, los pagos con tarjeta superaron al efectivo por primera vez.
Otros países van
más lejos.
Corea del Sur ya
no tiene monedas. Dinamarca y Suecia son pioneros en la reducción de pago con
moneda tangible; de hecho, Estocolmo está considerando tornar al país en una
sociedad sin efectivo para 2030; ya en 2016, apenas el 1% del valor de todos
los pagos fue con monedas o billetes.
Si esa es la
realidad venidera, ¿quién se beneficiará? y ¿quién controlará finalmente el
dinero en el futuro?
Tú
y yo... y ellos
Si me vendes
algo y yo te pago con billetes, haremos una transacción directa en la que nadie
más que tú y yo nos beneficiamos.
Pero si esa
transacción fuera digital, alguien tendría que administrarla.
Hay un espacio
entre tú y yo, y en ese espacio se genera dinero.
Por eso hay gran
interés en que dejes de comprar con metal y papel.
10
minutos
El nuevo mundo
sin efectivo se está convirtiendo lentamente en una realidad.
Hubo un cambio
fundamental en la forma en la que pensamos en el dinero, y no ocurrió
por accidente.
En 1998, Peter
Thiel, un emprendedor tecnológico, dio una charla en la Universidad de Stanford
en California.
Una de las
personas escuchándolo sólo estaba ahí para hacerle una propuesta.
Cuando terminó
la charla, Max Levchin, un programador de computadoras de 23 años, subió al
podio, hablaron por menos de 10 minutos y llegaron a un acuerdo
que cambió la naturaleza del dinero y cómo lo gastamos.
Los
viejos tiempos
En esa época,
enviar dinero de persona a persona era un proceso torpe.
Podías hacer una
transferencia por cable, pero era caro y lento. Podías mandar un cheque, aún
más lento. O enviar dinero en efectivo por correo: demasiado arriesgado.
El plan de Thiel
y Levchin era permitirle a las personas transferir dinero instantáneamente a
través de dispositivos electrónicos.
"Si
creábamos algo que reemplazara el efectivo, no solo la gente de Silicon Valley,
sino la de países industrializados y pobres podría aprovechar el sistema",
le dijo a la BBC Eric Jackson, quien fue el vicepresidente de marketing de la
nueva compañía: PayPal.
"Una razón
por la que tuvimos éxito fue que, sin intención de ofender a los bancos, estábamos
compitiendo con tanques monolíticos, burocráticos y enormes, que demoran
una eternidad en cambiar", señaló Jack Selby, vicepresidente de desarrollo
corporativo de PayPal en esos años.
"Crecimos a
un ritmo escandaloso... fue aterrador en algunos aspectos".
Un año después
de su lanzamiento, PayPal tenía un millón de usuarios.
Comenzaron a
cobrar una tarifa de transacción del 3%. Y dos años más tarde, llegaron a un
acuerdo lucrativo con el sitio de subastas en línea eBay, que aceleró su
crecimiento global.
"Se
prendió como un reguero de pólvora. Recuerdo que la primera vez que llegó
a un millón en una semana, fue muy emocionante. Y antes de que lo asimilaras,
era un millón todos los días, y luego, un millón cada hora", contó
Jackson.
Y simplemente
siguió creciendo a ese ritmo exponencial. eBay intentó muchas veces comprar a
PayPal y, en 2002, lo logró.
A
miles de kilómetros de Silicon Valley
PayPal había
hecho realidad la transacción de nanosegundos digitales. La idea de que
podías registrarte en línea y mover dinero cambió las reglas del juego.
Pero hubo un
cambio de reglas mucho más grande en el negocio de transferencias de dinero
tramado por un proveedor de telefonía móvil.
Y ocurrió a
16.000 kilómetros de distancia de Silicon Valley, en Nairobi, Kenia, una ciudad
a punto de convertirse en una sociedad libre de efectivo.
En 2003, el
Departamento de Desarrollo Internacional (DDI), el brazo de ayuda exterior del
gobierno británico, notó que pocos keniatas tenían cuentas bancarias. Los bancos eran demasiado burocráticos y no tenían sucursales en las zonas
rurales.
DDI hizo un
trato con Safaricom, una subsidiaria de Vodafone, para buscar una solución.
El resultado fue
M-Pesa. Con sólo un número de móvil y un código se puede enviar crédito de
M-Pesa a cualquier persona. El teléfono es de los más básicos y las
transacciones son cifradas, muy simples pero seguras.
Kenia se
adelantó al mundo. Pero esa visión brillante y positiva deempoderar a
los excluidos de los servicios del sector financiero en África es
apenas la mitad de la historia.
La
otra mitad
Hoy en
día, un tercio de la economía de ese país pasa por M-Pesa, que
solo en Kenia cuenta con 19 millones de suscriptores.
Su alcance e
influencia se debe en gran parte al monopolio de una compañía telefónica.
"Lo que
sucedió en Kenia es un muy buen ejemplo de cómo un monopolio puede emerger por
debajo del radar del sistema regulatorio", subraya Izabella Kaminska,
analista del diario Financial Times.
"Esencialmente,
la unidad real de la economía es la unidad Vodafone", señala
Kaminska.
"Una
firma que no es un banco de repente se convirtió en el mayor emisor de
dinero en Kenia", subraya.
Además, fue
resultado de que un departamento del gobierno británico le dio un millón de
libras esterlinas a Vodafone, una firma privada, para desarrollar un producto
con el que iba a ganar una fortuna.
"Son
argumentos razonables a primera vista -señala Nick Hughes, quien desarrollo la
tecnología-, pero en realidad, los problemas que M-Pesa resuelve en África son
problemas profundos y la necesidad es muy aguda".
Café
+ pastel
El paisaje
estaba cambiando rápidamente y un trato hecho por un banco permitiría imaginar
con más claridad la vida sin efectivo por completo.
En 2007, el
Royal Bank of Scotland (RBS), que era el banco más rico del mundo, contrató a
la empresa Gemalto que tenía la tecnología para hacer posible un nuevo tipo de
pago, sin contacto.
El objetivo
final era claro. Si las transacciones pequeñas en efectivo se hacen con
tarjeta, aumenta la cantidad de transacciones, lo que beneficia a los bancos.
Realizaron una
prueba en la cantina del personal de RBS.
El volumen de
compras con efectivo se redujo drásticamente. Además, notaron que al pagar sin
contacto, en lugar de solamente comprar sólo una taza de café, la gente
compraba el café y un pastel.
El experimento
de RBS mostró que las personas gastaban más haciendo pago sin
contacto.
Sin saberlo, la
tecnología estaba aprovechando el trabajo de un científico del Instituto de
Tecnología de Massachusetts, que somete la forma en
que pensamos a un intenso escrutinio.
Drazen Prelec ha
pasado casi 20 años investigando lo que pasa en el cerebro cuando tomamos la
decisión de pagar en efectivo o con tarjeta.
"La IRM
detecta picos de actividad en la región del cerebro conocida como insular,
asociada con sentimientos desagradables como dolor, rechazo, disgusto", le
explica a la BBC.
"Nos indica
que hay dolor asociado con gastar dinero. No es físico, es ansiedad y aversión,
y puede que no sea consciente, pero está ahí. Las tarjetas anestesian a
las personas y eliminan el dolor del pago. La gente compra más".
El
nacimiento de una economía
En el mismo año
en que la crisis financiera sumió a la economía mundial en la recesión, una
economía digital incipiente estaba abriendo sus puertas virtuales.
Llegaría a valer
más de US$140.000 millones, y comenzó con el lanzamiento del
iPhone en 2007.
Al principio, el
dispositivo sólo permitía instalar aplicaciones creadas por Apple, pero en
pocos meses todo cambió y nació una economía multimillonaria de aplicaciones.
El iPhone se
convirtió en un extraordinario dispositivo para vender y la App Store provocó
una fiebre del oro entre los desarrolladores atraídos por el fácil acceso que
les concedía a los cientos de millones de tarjetas de crédito vinculadas a cuentas
de iTunes.
Apple gana alrededor
del 30% de cada aplicación descargada de su App Store. Pero estableció como
política no ver lo que compraste ni conservar los datos de la transacción
Su objetivo
final es vender teléfonos inteligentes y hardware, y vincular cada aspecto de
tu vida a su marca.
Cuando el rival
Google lanzó un servicio similar un año después, Android Pay, estaba interesado
en otra cosa.
¿Qué?
La respuesta
está en la letra pequeña de los términos y condiciones.
"Podemos
recopilar información sobre esta transacción", incluida la fecha, hora,
"la ubicación del comerciante, una descripción proporcionada por el
vendedor", cualquier foto que decida asociar con la transacción, "los
nombres y correos electrónicos del vendedor y el comprador", el tipo de
método de pago, "su descripción del motivo de la transacción y la oferta
asociada a la transacción, si corresponde".
¿Recuerdas ese
espacio entre tú y yo en la transacción, en el que las empresas hacen dinero?
Ahora ese espacio está lleno de datos.
Tú te has
convertido en la nueva moneda.
"Lo que las
compañías de tecnología pueden hacer con los datos es interminable. No
olvidemos que los datos financian internet. La mayor parte de todas esas
aplicaciones, de todo lo que ves, es pagado por los anunciantes", señaló
Izabella Kaminska.
"Las firmas
tecnológicas realmente ven datos como el nuevo petróleo. Ylos
datos sobre pagos son el petróleo de mejor calidad en
el negocio. Son un registro completo de cómo gastas y vives tu vida".
Esta es la era
de Big Data, con algoritmos que analizan cada aspecto de tu comportamiento. Esa
es nuestra realidad.
Las compañías
tecnológicas son el sistema nervioso central.
Y un gigante de
la tecnología detectó una oportunidad que no se limita a aprovechar los datos
de los clientes de una empresa en particular... ¿qué tal capturar los datos de
la economía de todo un país y, eventualmente, de dos terceras partes de la
población mundial?
El
estándar de oro
En enero de
2017, un jet privado aterrizó en la oscuridad de la noche en el aeropuerto
Kenyatta de Kenia.
Uno de los
multimillonarios tecnológicos más influyentes del mundollegó a África con la
intención de aprender sobre el dinero móvil: Mark Zuckerberg.
Su visita fue
oportuna. En el momento de su viaje a Kenia, la filial de Facebook, WhatsApp,
estaba a punto de probar pagos de persona a persona en India con el objetivo de
desplegar transferencias de dinero a sus 200 millones de usuarios allí.
M-Pesa es el
estándar de oro a seguir.
Uno de los
grandes desafíos para las empresas es conquistar la economía informal. En
Nairobi, más del 90% de la gente hace la compra en puestos de vendedores
callejeros típicos, no en supermercados. Y lo hacen usando M-Pesa.
La fortuna está
en la parte inferior de la pirámide.
Alguien como
Zuckerberg tiene la capacidad para escalar el modelo de M-Pesa, ofrecer un
servicio global y conseguir lo que se fomenta en el mundo tecnológico: un
monopolio.
El objetivo es
ser un pulpo. M-Pesa es un ejemplo de un pulpo muy exitoso, que efectivamente
se hizo cargo del suministro de dinero de Kenia en un golpe encubierto. Nadie
lo notó hasta que fue demasiado tarde.
Sin embargo, el
objetivo puede ser más grande: no sólo brindar otroservicio de
dinero móvil, sino convertirse en "el" servicio
de dinero móvil.
Un
monopolio del dinero
"¿Quiero
que un puñado de compañías tengan la oportunidad de controlar algo tan
fundamental como dónde puedo gastar mi dinero?", se preguntó Mike Weston,
consultor de ciencia de datos.
"No".
"Como en
todas las otras industrias, hay peligros de monocultivo", señala David
Birch, experto en dinero digital. "No queremos una situación en la
que todos dependamos de un tipo de dinero y, si algo sale mal,
estamos todos en problemas".
Ni los gobiernos
ni los bancos ni la tecnología han matado al dinero en efectivo todavía, pero
gracias a ellos, la forma en que pensamos ha cambiado.
El dinero en
efectivo, en forma de monedas, comenzó a usarse por primera vez 600 años a.C.
y fue una invención tan sofisticada como el iPhone.
Pequeños objetos
de metal intercambiados como una muestra de confianza. Esa confianza ahora la
estamos depositando en las compañías de tecnología.
Quizás vale la
pena detenerse y pensar si realmente queremos esa economía sin
dinero, antes de que sea toda una realidad.
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