Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
jueves, 25 de enero de 2018
En la sección 1 del
capítulo IV de la Conclusión del sistema marxiano, Böhm-Bawerk dice lo
siguiente: “En la búsqueda de esa cosa común que caracteriza al valor de
cambio, Marx recurre al siguiente procedimiento. Pasa revista a las distintas
cualidades que poseen en general los objetos equiparados en el intercambio, y
luego, sirviéndose del método de la exclusión elimina todas aquellas que no
superan la prueba, hasta que solo queda una cualidad. Ésta –es decir la
cualidad de ser producto del trabajo–deberá, pues, ser la cualidad común
buscada. Se trata de un procedimiento bastante extraño, aunque no reprobable
como tal. Es ciertamente extraño que, en lugar de someter la supuesta propiedad
característica a una prueba positiva –que en todo caso habría conducido a uno
de los dos métodos señalados más arriba y cuidadosamente evitados por Marx–,
para convencer al lector de que ésa es precisamente la propiedad buscada, se
recurra exclusivamente a una prueba negativa, mostrando que no es ninguna de
las demás propiedades”.
Los supuestos dos métodos
que Marx evita en sus análisis económicos son la experiencia y la psicología de
los agentes económicos. Pero estas acusaciones son falsas: Marx basa sus
análisis en la experiencia económica y su capacidad de análisis psicológico
está muy por encima de los economistas convencionales. Aunque como dije en la
entrega anterior, los análisis psicológicos de los economistas convencionales
no pasarán a la historia de la psicología. Dejemos ahora a un lado estos dos
dardos críticos sobre metodología que Böhm-Bawerk lanza al cuerpo teórico de
Marx y centrémonos en la esencia de su crítica. Marx plantea que la relación de
cambio entre dos mercancías se puede representar mediante una ecuación, por
ejemplo, 1 quarter de trigo = 1 quintal de hierro. Y se pregunta: ¿Qué nos dice
esta ecuación? Y responde: que en dos cosas diferentes, un quarter de trigo y
en un quintal de hierro, existe algo de común y de la misma magnitud. De manera
que la tarea será ahora descubrir esta cosa común. Böhm-Bawerk plantea que Marx
recurre a una prueba negativa en vez de a una prueba positiva, y que le parece
extraño que lo haga así. Da a entender que en este caso puede emplearse tanto
un método como otro y que es una decisión arbitraria de Marx haberse decidido
por la prueba negativa.
Pero Marx, aunque le pese
y no lo reconozca Böhm-Bawerk, basa su procedimiento en lo que dice la
experiencia. Así que Marx expone lo que dice la experiencia de la relación de
cambio: “…es precisamente la abstracción de sus valores de uso lo que
caracteriza evidentemente la relación de cambio de las mercancías. Dentro de
ella, un valor de cambio vale tanto como cualquier otro solo si existe en la
proporción suficiente. O, como dice Barbon: “Una clase de mercancías es
tan buena como la otra, si su valor de cambio es igual. No hay ninguna diferencia
ni distinción entre cosas de igual valor”. Como valores de uso, las mercancías
son sobre todo de calidad diferente, como valores de cambio sólo pueden ser de
cantidad diferente, esto es, no contienen ni un átomo de valor de uso”. Luego
es la experiencia quien nos dice que en la relación de cambio entre mercancías
se produce la abstracción del valor de uso. Y si en la experiencia se produce
la abstracción del valor de uso, entonces es lógico que en el nivel teórico
tengamos que abstraer el valor de uso de la mercancía y ver después qué nos
queda.
Todo el mundo sabe que
cuando va al mercado a comprarse una cosa, lo hace porque necesita tal cosa:
unos zapatos, una camisa, un automóvil, un teléfono móvil y un sinfín de cosas.
Pero además de ser un valor de uso, esto es, una cosa que por sus propiedades
satisface unas necesidades humanas específicas, tiene un precio, esto es, vale
una determinada cantidad de dinero. Y el dinero, quien lo examine con solo un
poco de detenimiento, es la abstracción del valor de uso. El único uso que
tiene el dinero es el de medio de cambio o medio de pago. Es evidente también,
así lo confirma la experiencia, que con la misma cantidad de dinero puedo
comprarme distintos valores de uso. Luego, bajo el punto de vista del dinero, esto
es, del valor, un valor de uso vale como otro cualquiera. El dinero, según
Marx, es el valor en forma objetivada, o lo que es lo mismo, el valor
existiendo en forma de objeto.
Son dos actividades
distintas, por ejemplo, usar una camisa y pagar una camisa. La camisa como
valor de uso se realiza en el consumo, mientras como valor se realiza en el
mercado. En el mercado las cosas no se usan: se compran o se venden. Y es
evidente que las mercancías en tanto valores, valores que quedan expresados en
los precios, suponen la abstracción del valor de uso. Luego si queremos saber
cuál es la naturaleza del valor de la mercancía, debemos abstraer o restar el
valor de uso. Así que repito: Böhm-Bawerk quiere darnos a entender que Marx
pudo muy bien emplear “la prueba positiva” en vez de “la prueba negativa” para
demostrar cuál es esa cosa común que se manifiesta en el intercambio entre
mercancías, cuando en realidad es la propia experiencia del intercambio, la
propia existencia del dinero, la que demuestra que en la relación de cambio de
las mercancías se hace abstracción del valor de uso. Y cuando de las mercancías
abstraemos su valor de uso solo nos queda una propiedad: ser producto del
trabajo.
Sigamos con las
inteligentes diatribas de Böhm-Bawerk. En la página 110 del libro
mencionado, Böhm-Bawerk, después de anunciar que Marx excluye de la criba
lógica elementos que no debe excluir, se expresa en los siguientes términos:
“Desde el principio pone en su criba solo las cosas intercambiables dotadas de
aquella cualidad que se propone aislar al final como la propiedad común, y deja
a un lado todas las que son distintas. En una palabra, se comporta como aquel
que desea intensamente que de la urna salga una bola blanca, y para obtener
este resultado introduce sagazmente en ella solo bolas blancas… Pero una cosa
es evidente: si realmente en el intercambio se da una equiparación que supone
la presencia de algo común debe buscarse y encontrarse en todas las especies de
bienes que son objeto de intercambio; es decir, no solo en los productos de
trabajo, sino también en los dones de la naturaleza, como la tierra, la leña de
los árboles, los recursos hídricos, las minas de carbón, las canteras, los
yacimientos de petróleo, las aguas minerales, las minas de oro, etc. En este caso,
excluir de la búsqueda del elemento común que fundamenta el valor de cambio
aquellos bienes intercambiables que no son productos del trabajo, es un pecado
mortal de método”.
¿Habla Marx en El
Capital de los bienes de la naturaleza que no son productos del
trabajo? Pues sí, y en estos términos: “Un objeto puede ser valor de uso sin
ser valor. Este es el caso cuando su utilidad para el hombre no se obtiene
mediante el trabajo. Así ocurre, por ejemplo, con el aire, el suelo virgen, las
praderas naturales, la leña silvestre, etcétera”. Queda probado entonces
que Marx tuvo en cuenta el factor –que un objeto puede ser valor de uso sin ser
valor– del que Böhm-Bawerk le acusa de no tenerlo en cuenta en su análisis.
Todos los conceptos tienen su extensión. Y en la concepción de Marx la
extensión del concepto de mercancía tiene dos aspectos fundamentales: ser valor
de uso y ser producto del trabajo.
Supongamos que hacemos
caso a Böhm-Bawerk e introducimos en el análisis de Marx los bienes de la
naturaleza, por ejemplo la leña silvestre, que siendo un valor de uso no es
producto del trabajo. Si de la leña silvestre abstraemos su valor de uso, ¿qué
nos queda? Pues nada. Puesto que bajo el punto de vista económico la leña
silvestre solo es valor de uso. Pero Böhm-Bawerk nos podría objetar que la leña
silvestre puede venderse por una determinada suma de dinero, como ocurre con la
tierra, y por consiguiente participa del intercambio. Y le diremos que sí. Una
cosa, como la tierra, puede no tener valor y, sin embargo, tener un precio.
Entre valor y precio no solo hay diferencias cuantitativas, también hay
diferencias cualitativas. Apropiación y trabajo no van unidos. Alguien se puede
apropiar de un trozo de tierra sin trabajarla. Se convierte en mercancía porque
ese trozo de tierra forma parte de un sistema mercantil. Y ese alguien puede
vendérsela a otra persona por un determinado precio; y de ese modo se apropia
de trabajo ajeno, aunque en este caso el trabajo ajeno apropiado es el del
comprador. El precio de un trozo de tierra en el que su propietario no ha
añadido valor se explica por la propiedad privada y por el predominio del modo
de producción mercantil. Por lo tanto, sin en la urna donde Marx pone las
mercancías que son valores de uso y valor, ponemos además, siguiendo las
instrucciones del economista austriaco, las cosas que son valores de uso pero
no valores, nos quedará la misma propiedad: ser productos del trabajo, puesto
que aquellas que no son productos del trabajo al restarle su valor de uso
quedan reducidos a cero.
Böhm-Bawerk critica a
Marx por cosas o lagunas que él no subsana ni aporta. Si él cree que las
mercancías además de ser valores de uso y ser productos del trabajo, son otras
cosas, que lo diga. Y si cree que las mercancías no deben ser consideradas como
productos del trabajo, que lo demuestre. En la próxima entrega veremos qué
otras cosas considera Böhm-Bawerk que pueden tenerse en cuenta en el análisis.
Böhm-Bawerk se repite en
su crítica, así que no nos queda otro remedio que volverlo a escuchar: “Por lo
demás, Marx se guarda muy bien de explicar el motivo por el que excluye a
priori de su indagación una parte de los bienes permutables. También aquí,
como hace a menudo, recurre a su habilidad dialéctica para evitar los puntos
débiles de su argumentación. En primer lugar, evita que sus lectores adviertan
que su concepto de mercancía es más restringido que el de bien intercambiable
en general. Para poder ceñir el estudio a las mercancías, con increíble
habilidad pone al principio de su libro un punto natural de anclaje, con una
frase general y aparentemente inocua: “La riqueza de las sociedades en que
domina el modo de producción capitalista se presenta como una inmensa
acumulación de mercancías”. Esta proposición es completamente falsa si se
entiende el término “mercancía” en la acepción que a continuación le atribuye
Marx de producto del trabajo, ya que los dones de la naturaleza, incluida la
tierra, constituyen una parte muy importante y en modo alguno indiferente de la
riqueza nacional”.
Según Böhm-Bawerk el
concepto de mercancía elaborado por Marx es más restringido que el de bien
intercambiable en general. Böhm-Bawerk elaboró su crítica suponiendo que el
pensamiento de Marx se quedó parado en la cuarta página de El Capital. En
ese punto sabemos que las mercancías además de valor de uso son productos del
trabajo. Si bien el concepto de valor de uso ya ha sido elaborado, el de valor
a esa altura de El Capital todavía no ha sido elaborado. La crítica
fundamental de Böhm-Bawerk es que Marx no incluye a los bienes de la
naturaleza, por ejemplo a la tierra, dentro de los bienes intercambiables o
mercancías, puesto que le atribuye a Marx la idea de que si un bien no es
producto del trabajo, entonces no es mercancía. Pero como el pensamiento de
Marx no se quedó parado en la cuarta página de El Capital, sino que se
siguió desarrollándose a partir de ahí, debemos en su defensa transcribir lo
que afirmó a este respecto en la sección dedicada a la medida de los valores:
“Sin embargo, la forma de precio no admite solamente la posibilidad de una
incongruencia cuantitativa entre magnitud de valor y precio, es decir, entre la
magnitud del valor y su propia expresión monetaria, sino que además puede
contener una contradicción cualitativa, de suerte que el precio, en
general, deje de ser expresión de valor, aunque el dinero no sea más que
la forma de valor de las mercancías. Cosas que en y de por sí no son ninguna
mercancías, por ejemplo, la conciencia, el honor, etc., pueden considerarlas
sus poseedores vendibles por dinero y recibir así, mediante su precio la forma
de mercancías. Por consiguiente, una cosa puede tener formalmente un precio sin
tener por ello un valor. La expresión de precio se hace aquí imaginaria, como
ciertas magnitudes de las matemáticas. Por otro lado, también la forma de
precio imaginaria, como, por ejemplo, el precio del suelo no cultivado, que
carece de valor por no haberse objetivado en él ningún trabajo humano, puede
ocultar una relación de valor, o una relación derivada de ella”.
Cuando Böhm-Bawerk habla
de las habilidades dialécticas de Marx lo entiende en el sentido de que Marx
tiene unas habilidades lingüísticas que le permiten engañar a cualquiera, no en
el sentido de que Marx tiene una capacidad intelectual que le permite reflejar
la realidad, su esencia y apariencia, de manera profunda, puesto que la
realidad es más dialéctica que metafísica. Marx afirma que hay cosas que no son
valores pero pueden tener un precio. Y desde que tienen un precio dichas cosas
adoptan la forma de mercancía. Y pone de ejemplo el honor y la conciencia. Aquí
la forma de la mercancía se deriva de la forma de precio. Y esta clase de
precios los cataloga Marx de precios imaginarios. Y los llama precios
imaginarios porque aquella cosa que tiene un precio carece de valor: no se ha
objetivado en ella trabajo humano. Y no se olvida del suelo. A este respecto
nos dice que un trozo de suelo donde no se ha objetivado trabajo humano carece
de valor. Pero puede tener un precio y, en este caso, será un precio imaginario.
No obstante, hace una acotación o matización importante: “el precio imaginario
del suelo puede ocultar una relación de valor o una relación derivada de ella”.
Yo tengo un trozo de suelo donde no he objetivado trabajo alguno. Pero el trozo
de suelo del que yo soy propietario forma parte de un área donde el
Ayuntamiento tiene pensado invertir en carretera, alcantarillado y alumbrado.
Además dicho Ayuntamiento tiene pensado dar una licencia a una empresa para que
construya un centro comercial. Y así ocurre. En el plazo de dos años mi trozo
de suelo pertenece a un área donde hay invertido una gran volumen de capital
fijo y donde se despliega una gran actividad comercial. El precio de mi trozo
de suelo ve multiplicado su precio en veinte veces. Su precio sigue siendo
imaginario, yo no he incorporado trabajo humano alguno, no obstante, encierra
una relación de valor, el que tiene incorporado el área al que pertenece mi
trozo de suelo.
La afirmación de
Böhm-Bawerk de que Marx no incorpora determinados bienes, como la tierra, a su
concepto de mercancía es falsa. Marx sabe que la tierra es una mercancía y
dedica varios capítulos a la misma. Ahora bien, aclara que es una mercancía de
naturaleza especial. Y habla de la tierra que no tiene incorporado trabajo alguno,
porque la tierra de labranza, la tierra que sí tiene un trabajo agrícola
incorporado, es valor y es potencialmente mercancía. Sí se compra y se vende.
Porque una cosa aún siendo valor de uso y valor, para ser mercancía necesita
además ser objeto del intercambio. Pero de aquellos suelos donde no hay trabajo
humano incorporado y, por consiguiente, no tienen valor, pueden tener, no
obstante, un precio. Y en una economía mercantil generalizada, como sucede en
el capitalismo, todo adquiere un precio. Y es de su forma de precio de donde
proviene su forma de mercancía. Marx es un gran dialéctico, no en el sentido en
que lo toma Böhm-Bawerk, como alguien que por sus habilidades dialéctica puede
engañarnos, sino alguien que por su poderosa forma de pensar puede
representarnos el mundo en toda su profundidad, riqueza y movimiento.
Para liberarnos de esta
visión tan burguesa y tan limitada de las personas, de la que hacen gala los
economistas burgueses, que son incapaces de pensar en el ser humano sin la
determinación histórica de un específico modo de producción de la riqueza, a
saber, del modo de producción capitalista, escuchemos a Marx en el capítulo
XLVI del tomo III del libro III, respiremos aire puro: “Desde el punto de vista
de una formación económica superior de la sociedad, la propiedad privada de los
distintos individuos sobre la tierra parecerá algo tan absurdo como la
propiedad privada de una persona sobre otra. Ni siquiera una sociedad entera, ni
una nación, ni todas las sociedades que coexistan al mismo tiempo, son
propietarias de la tierra. Solo son sus poseedores, sus usufructuarias, y como
buenos padres de familia tienen que dejársela mejorada a las
generaciones futuras”. A esto se llama pensar, tener una visión del ser humano
de largo alcance, no quedar atrapado en los estrechos límites de la visión
burguesa del mundo. Aunque ha sido la burguesía la que llegó a la abstracción
del ser humano y a concebir sus derechos como unos derechos que tiene cualquier
persona independientemente de su nacimiento, religión o posesión, es una
concepción que no va más allá de la oprobiosa propiedad privada de los grandes
medios de producción, que solo genera pobreza y sufrimiento a las grandes masas
de la población.
Fuente: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.pe/2018/01/el-valor-la-abstraccion-del-valor-de.html
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