Dr. Hugo SALINAS
Al parecer, las grandes fuerzas
progresistas y de izquierda se han especializado en grandes combates contra
molinos de viento. Hasta la fecha, en todos los campos pierden sin saber
todavía el motivo de sus fracasos. ¿Llegarán algún día a reflexionar sobre sus
errores en la intención de encontrar la verdadera raíz que sume a la población
en tantos problemas de sociedad?
Acabamos de salir de una lucha sin cuartel
contra la vacancia del presidente de la República, Pedro Pablo Kuczinski, para
terminar con la liberación de Alberto Fujimori, condenado por delitos de lesa
humanidad. El fracaso es doble, y sienta un precedente internacional para
la liberación de sanguinarios acusados de delitos de lesa humanidad.
Un doble fracaso animado por las fuerzas
progresistas y de izquierda, que sirvió para olvidar otra lucha perdida en el
buen manejo de los fondos públicos para la reconstrucción de extensas zonas geográficas
del país devastadas por la furia de la Naturaleza.
Grandes combates perdidos que casi nos
hacen olvidar otro de igual o de mayor talla: el flagelo de la corrupción en
todos los niveles de la administración pública y política, animado por el
gigante Odebrecht. De poco sirvió encarcelar al ex presidente Ollanta Humala y
su primera dama, Nadine Heredia. Menos aún sirven y servirán los intentos
judiciales para lanzar a la prisión a ex presidentes como Alan García y
Alejandro Toledo. Todos ellos son grandes combates contra molinos de viento.
¿Hasta cuándo no seremos capaces de entender que esos “grandes combates”
incentivados por todos los medios de comunicación sirven únicamente a
desorientarnos en nuestra lucha frontal contra la verdadera raíz de todos estos
problemas?
Y el asunto no es de ahora. Basta recordar
los alcances de nuestra “independencia nacional” para que la población se diera
cuenta que era simplemente una independencia política. Y aún más. Se oculta que
esta independencia política sirvió únicamente para que los que ya estaban en el
poder económico de América Latina se desligaran de su patrón, el Rey de España.
Una “independencia” que sirvió únicamente para oprimir con mayor fuerza a todos
los sectores populares del país.
Y las grandes luchas contra molinos de
viento van más allá todavía, si recordamos las grandes epopeyas animadas por
Túpac Amaru, Atusparia y otros tantos líderes de las causas perdidas.
Tenemos que llegar a comprender que si
bien la corrupción, el asesinato impune, los desastres naturales más allá de su
verdadera dimensión, son males a combatir o prever, ellos son solamente la
expresión fenomenal de algo más profundo; de algo que, hasta la fecha, como
dirían los poetas, no lo hemos tocado ni con el pétalo de una rosa.
De lo que se trata es de comprender que la
inmensa cantidad de problemas de sociedad son el reflejo de un modelo
socio-económico que es cruel y sanguinario contra los perdedores. Lo que
tenemos que entender es que los males no provienen de una persona en particular
ni de un grupo social. El mal proviene de los mecanismos de un modelo
socio-económico que viene funcionando desde que los españoles y portugueses lo
instalaron en nuestro suelo.
Tenemos que comprender que muy poco
lograremos en nuestro combate contra molinos de viento. Ellos son ingentes y se
reproducen en mayor cantidad que aquellos que pensamos haber aniquilado. Todo
ello porque hemos dejado intacto a la verdadera raíz del problema.
Los españoles y portugués, como pudieron
ser otros personajes de otras nacionalidades, instalaron en nuestro suelo algo
que ya se practicaba en el resto del mundo y desde hacía varios miles de años.
Se trata de un modelo socio-económico en donde uno de sus elementos es la
Repartición Individualista del resultado de la actividad económica. A través de
este tipo de repartición, un puñado de personas se apropia la casi totalidad
del esfuerzo de todo un pueblo.
Y este tipo de repartición perdura en el
tiempo con la ayuda de dos instituciones que nunca antes existieron en nuestros
suelos: la propiedad privada y la herencia. Este tipo de repartición, y estas
dos instituciones, están en el origen de las grandes riquezas acumuladas en un
puñado de personas, y de la extrema pobreza, masivo desempleo y atraso de la
mayoría de la población. Y en su camino, este tipo de repartición facilita la
corrupción política, el verticalismo en las decisiones y el totalitarismo en el
control social. Nada lejos del asesinato y del genocidio.
Mientras no seamos capaces de entender
esto, seguiremos en nuestros grandes combates contra molinos de viento. Por
supuesto que estos “grandes combates” nos tendrán bien ocupados para la plena
satisfacción de quienes, en el correr del tiempo, siguen acumulando inmensas
fortunas, despreciando a quienes las producen, y asesinando a quienes se
atreven a cuestionarlos.
Paris, 2 de enero del 2018
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