Por Hernán de la Cruz Enciso (*)
Un
golpe teatral, con la APRA y el
fujimorismo como sus actores principales. Eso es lo que sucedió en el escenario
político en diciembre. El objetivo: tratar de salvar de la cárcel a PPK,
Keiko Fujimori y Alan García (involucrados en el caso Odebrecht). Este salto de
malabarista, que contó con la anuencia poco disimulada de PPK y la asistencia
de un bufón llamado Frente Amplio, tuvo también un segundo objetivo: preparar
el terreno para que en un mediano plazo uno de los Fujimori –eso creen– caiga
sentado en el sillón de Palacio de Gobierno. El indulto ilegal de Fujimori fue,
en realidad, solo una cortina de humo, pues el jefe de la mafia, esté en la
cárcel o esté en libertad, ha de ser enterrado para siempre (por sus crímenes)
en el lodo de la Historia.
Hasta
diciembre, el escenario era distinto. A pesar de que aún no había terminado de
morir (políticamente), las moscas ya planeaban sobre el cuerpo agonizante de PPK.
Porque PPK es el presidente sin nadie: carece de una estructura política
partidaria nacional, no tiene una bancada sólida en el Congreso y, para
completar su soledad, no cuenta con operadores políticos que le ayuden a capear
los temporales. Por eso, por ser un presidente débil (de carácter y
políticamente), para que termine su gobierno solo le quedaba escoger un camino
entre dos: o aliarse con la calle, o arrimarse al fujimorismo. Prefirió lo
segundo, entregándole la SUNAT, la Defensoría del Pueblo, la Contraloría y el
Banco Central de Reserva. No es que el fujimorismo y PPK sean enemigos. Pueden
ser rivales ocasionales en el reparto de la torta pero enemigos, no son:
respiran por la misma garganta (la Constitución del 93), comparten el mismo
pensamiento sobre los peruanos (que todos somos cojudos) y carecen de
escrúpulos a la hora de robarle al país. La única diferencia entre los dos es
que PPK no mata a sus opositores, como sí lo hacía el fujimontesinismo.
Desde
diciembre para adelante las cosas han cambiado. Ahora gobiernan la APRA y el
fujimorismo, con un presidente decorativo llamado PPK. El fujimontesinismo
tiene en sus manos dos ministerios fundamentales en el control represivo del
país: Interior y Defensa. En Interior se encuentra Vicente Romero, que aparece
en algunas fotos repartiendo material de campaña junto con Keiko Fujimori.
Romero es especialista en orden interno y análisis de inteligencia. De allí que
como su primer trabajo, el día de la marcha pacífica contra el indulto de
Fujimori hizo cortar la luz de la plaza Dos de Mayo y ordenó echar bombas en la
avenida Arequipa. Ahora está matando campesinos en varios puntos del país. El
siguiente paso serán los reglajes contra toda voz que demande cambios, y no se
descarta asesinatos selectivos... En Defensa se encuentra Jorge Kisic. Según la
Comisión Investigadora del Caso Montesinos, Kisic estuvo involucrado en los
malos manejos de la Caja Militar Policial, y fue sentenciado en su momento a
cuatro años de prisión suspendida, pero solo unos días antes de ser elegido
ministro, el 27 de diciembre del 2017, su sentencia fue anulada. La APRA
controla, a su vez, dos ministerios.
El
primer trabajo de esta malévola alianza (APRA y Fujimori) es sacar con juicios
de la carrera electoral a líderes regionales y nacionales, para ir limpiando el
camino para las elecciones nacionales. Uno de esos casos es el de Walter
Aduviri, el líder aimara que le bajó el pantalón al gobierno aprista durante el
Aimarazo. Es pues la venganza de la APRA (que controla jueces y fiscales), un
partido moribundo que para sobrevivir tiene que sacrificar líderes nuevos (“En
Perú el presidente tiene un poder, no puede hacer presidente al que él
quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiere”, dijo
alguna vez Alan García) e impedir la inscripción de partidos nuevos, evitando
la renovación política que demanda toda sana democracia (aprobaron la ley que
eleva a más de medio millón la cantidad de firmas para inscribir un partido).
En el caso de Aduviri se trata de persecución política, y la verdad es que de
tanto perseguirlo, en un mediano plazo le harán Presidente de la República.
Porque su condena (siete años de cárcel) no es por ladrón o asesino, sino por
defender los derechos del Pueblo Aimara.
¿RECONCILIACIÓN O POLARIZACIÓN?
Después
de liberar a Fujimori, PPK nos llamó a la reconciliación. ¿Puede haber
reconciliación con el terrorismo y con la corrupción? ¿Puede haber
reconciliación donde nunca hubo una conciliación? De ninguna manera.
La
verdad es que la polarización se viene ahondando. ¿Y polarización entre
quiénes? En cierto momento, los medios de información masiva (MIM) querían que
el país se polarice entre fujimorismo y antifujimorismo. Después nos dijeron
que la polarización era entre los hermanos Fujimori (Keiko y Kenji), por la
herencia política de su padre. (Ante la posibilidad de que Keiko entre a la
cárcel, van a fingir una ruptura entre los hermanos, para salvar al
fujimorismo). Luego inventaron una falacia, la fórmula fujimorismo versus
terrorismo, y nos dijeron que el fujimorismo representaba al bien y el
terrorismo al mal, y nos presentaron a Fujimori (el mayor criminal de la
historia peruana, solo superado por Abimael Guzmán y Francisco Pizarro) como si
se tratara de un santo. A todo opositor de Fujimori empezaron a llamar
“terruco” (incluso a quienes hemos pasado por los cuarteles). Un juego de
palabras y de sicosociales de la mafia para que el apellido “Fujimori” sea el
centro de la discusión nacional, el protagonista del escenario político.
Luego
los MIM nos dijeron que la polarización era entre Jorge del Castillo y Mauricio
Mulder, apristas ambos (y conste que, por lo menos en esto, la APRA no es, como
dicen, un manicomio dirigido por uno de los locos, sino una mafia bien
organizada). Es la ya legendaria escopeta de dos cañones. Es decir, aparentan
peleas partidarias internas para repartirse la torta. O, entendiéndolo de otro
modo, con una mano te golpean y con la otra te acarician.
¿Y
cómo respondieron desde la oposición? Diciendo que la polarización es entre
izquierda y derecha. ¿Cómo? Decir que en el Perú hay una izquierda, significa
reconocer que hay una derecha; y llamar derecha a los parásitos que succionan
la sangre de los peruanos, es simplemente un error: es darles categoría. Las
economías apátridas que han secuestrado el país no se merecen un nombre
simpático como “derecha”, sino hay que llamarlas por su propio nombre: mafias
que controlan los poderes económico, político, militar y mediático para
beneficio de unos pocos y para saquear el país. En otros países hay una
izquierda que pelea por los reconocimientos sociales y por el cambio, mientras
que hay una clase empresarial dirigente (conservadora) que, si bien pelea por
sus intereses, busca el bien común. En el Perú eso no sucede. En el Perú llaman
“izquierda” a los cojos de la esquina que se arranchan las muletas para que no
camine ninguno.
La
verdadera polarización se resume en esta frase: o estás con el Perú, o estás
contra el Perú. Y, en este marco, la polarización es entre los muchos y los
pocos. A este lado se encuentran los muchos patriotas honestos de a pie que
piden transformaciones profundas, los indignados que claman democracia y
libertad, los peruanos que hacen caminar la gran locomotora económica. Al otro
lado se encuentran los enemigos de la Patria, que son pocos: los ladrones que
se cargaron en peso el país cuando les tocó llegar a Palacio, los que vendieron
el país por pedacitos, los que llevaron (o permitieron que lleven) a la Patria
a la situación de humillación histórica y a la pobreza total a pesar de que el
nuestro es uno de los países más ricos del mundo. Por tanto, los Fujimori, los
Alan, los Toledo, los Humala, los PPK –los representantes políticos de esa
mafia– son enemigos del Perú.
TERRORISMO PARA BRILLAR
Todos
los países tuvieron peleas internas o guerras civiles. Si las guerras son
temporales, los odios también lo son, mucho más si se trata de una pelea entre
ciudadanos de un mismo país. ¿Recuerdan la primera Guerra mundial, cuando
alemanes y franceses se buscaban desesperadamente por aire, mar y tierra para
matarse y terminaron enterrándose por millones en los recovecos de las
trincheras? El odio se estableció en los corazones hasta el límite de lo
ridículo y los llevó al extremo de tener cinco mapas distintos en solo cinco años.
Ahora los descendientes de esos soldados enemigos se casan o toman café en esa
sola nación económica en que se ha convertido toda Europa.
El
Perú también tuvo sus guerras internas, sobre todo en los años ochenta y
noventa. Pero ya veníamos superando esa etapa negra de nuestra historia, cuando
de pronto aparecen los Fujimori tratando de convertir el odio temporal en
permanente. Debe ser porque la única manera de que pueda brillar la estrella
muerta (Fujimori) es recorriendo a la palabra “terrorismo”. Como los
murciélagos, necesitan sangre para seguir vigentes, aunque con ello puedan
infectar de rabia a medio país. Porque, en el fondo, el fujimorismo no tiene
propuestas sostenibles y coherentes para el país.
¿A
favor de los pobres?
Yo no le creo a los Fujimori cuando hablan de trabajar a favor de los pobres.
En 1990, Fujimori le ganó a Mario Vargas Llosa (“el candidato de los ricos”)
con el apoyo de los pobres al ofrecerles “honradez, trabajo y tecnología”. La
propuesta sólo sirvió para llegar a Palacio. El “candidato de los pobres”
cambió de pellejo no bien llegó al poder: de inofensiva lagartija pasó a voraz
y peligroso lagarto. Se rodeó de los ricos del país y nos llevó a la peor etapa
de nuestra historia. Intentó acabar con la pobreza esterilizando a los pobres
para que no tengan más hijos mientras traía chinos por miles para que ocupen el
lugar de los peruanos que no nacerían nunca. A los pobres les repartía comida
contaminada con sicoquímicos para que no puedan reaccionar ni protestar y les
regalaba cuadernitos y uniformes en vez de darles un trabajo digno.
¿Honradez? La mafia se cargó el
país en peso. Los fujimoristas se volvieron millonarios con el dinero de todos
los peruanos. Entregaron casi todas las empresas estatales a sus allegados. Por
poco privatizan nuestras casas y las calles. Una parte de ese dinero (seis mil
millones) se llevaron a bancos del exterior.
¿Trabajo? Fujimori ofreció
trabajo para todos (como ahora) pero despidió miles de trabajadores y acabó con
la estabilidad laboral, convirtiéndonos en el país de los cachuelos. Fueron
creación del fujimorismo los services que les roban a los trabajadores.
A los jóvenes de entonces nos prometió el futuro (como ahora) y nos robó el
presente. Abrió nuestro mercado a los chinos, a la competencia desleal (dumping),
y ahora nuestros pequeños empresarios de Gamarra (fabricantes de ropa y
zapatos) se encuentran al borde de la quiebra. Desde esos años hasta ahora se
fueron del país casi tres millones de peruanos, principalmente jóvenes, en
busca de ocupación, como consecuencia del modelo económico que enriquece a unos
pocos y empobrece a las mayorías.
¿Tecnología? Somos un país
“picapiedras”. En eso nos ha convertido Fujimori y los siguientes presidentes
que aplicaron el mismo modelo económico y la misma Constitución. Vendemos
piedras (minerales) a precio de gallina flaca y compramos productos fabricados
con esas mismas piedras pero costando miles de dólares. Cero en tecnología.
Compramos chatarra, llenando las calles de carros de segunda mano.
¿Educación?
Fujimori
firmó con el Fondo Monetario Internacional (FMI) una carta de intención que
posicionó a la educación peruana en el último lugar en Latinoamérica, sólo
encima de unos cuantos países. Según ese compromiso de sometimiento, el Perú
debe destinar a la educación menos del 4% del Producto Bruto Interno. Los
dueños del FMI (Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón, España y otros) nunca
permitirán que destinemos más dinero a la educación. No les conviene.
Destinando, por ejemplo, un 15% de nuestro PBI a ese rubro (como los países
europeos), en veinte años nos industrializaríamos y superaríamos a esos países,
quitándoles el mercado mundial (porque tenemos materias primas).
Y
ahora, los que nos robaron a todos los peruanos (los Fujimori, Martha Chávez,
las Chacón, los mismos de antes pero con un nuevo rostro, Keiko o Kenji), nos
hablan de honestidad. Los que llevaron al país a la dependencia total, nos
hablan de cambio. Los que beneficiaron a los extranjeros, hablan de promover al
empresariado peruano (las empresas peruanas son asfixiadas con impuestos
antitécnicos, mientras las multinacionales tienen privilegios). Los que
implantaron una de las dictaduras más implacables de esta parte del mundo,
hablan de democracia.
LA PATRIA EN AGONÍA
Dicen
que avanzamos con el modelo económico diseñado por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. ¿Hacia dónde avanzamos? Hacia la bancarrota
total. La prensa y los políticos no lo dicen, pero solamente para sobrevivir en
el último gobierno, en diecisiete meses, el Perú se ha endeudado por cuarenta
mil millones de dólares y el déficit fiscal supera los veinticinco mil
millones. No se trata de PPK o de los Fujimori, o de Alan García o de Alejandro
Toledo, o de Ollanta Humala (ladrones todos, según las últimas investigaciones).
Se trata de la corrupción y del manejo económico del país, con el falso
membrete de liberalismo. Y se trata de la Constitución. Pero, sobre todo, se
trata de ese algo fundamental con que cuenta todo país que digne llamarse tal:
nos falta un Proyecto Histórico.
¿Y
a qué llamamos Proyecto Histórico? Lo explicaremos de un modo más o menos
sencillo: Juan Quispe tiene dos hijos y dos hectáreas de chacra. Cuando muera
Juan Quispe, sus dos hijos se repartirán esa chacra a una hectárea cada uno.
Supongamos que los hijos de Juan Quispe también tengan dos hijos cada uno. A
cada quien le tocará media hectárea de esa chacra. Cien años después, luego de
cuatro generaciones, a los tataranietos de Juan Quispe solo les tocará cien
metros cuadrados de tierra. ¿Cómo se llama eso? Decadencia familiar de los
Quispes. Si Juan Quispe abuelo se hubiese proyectado para varias generaciones,
educaba al primer hijo y dejaba dos hectáreas de chacra al segundo hijo, así
sucesivamente por las generaciones siguientes, de modo que aseguraba la
supervivencia de su descendencia… Para no terminar en la decadencia total, toda
familia planifica y diseña su futuro para muchos años, tomando en cuenta sus
fortalezas personales y los elementos del medio que le sirvan para ese fin.
Igualmente, todo pueblo y toda Nación se proyectan, mínimo, para doscientos o
trescientos años. Hubo a lo largo de la Historia pueblos burdeles, por voluntad
propia o por imposición, así como hay en la actualidad pueblos fábricas y
pueblos metrópolis y pueblos gendarmes, cada uno desempeñando el papel de líder
o de gusano ante los demás. Los pueblos que no se proyectaron fueron borrados
del mapa o engullidos por potencias extranjeras, tal vez no territorialmente
pero sí económicamente. Con el África los europeos se divirtieron como esos
niños que juegan dibujando mapas en el suelo, haciéndolos pelear tribu contra
tribu, inventando –según sus conveniencias– países de corta o larga duración,
hasta que vaciaron los recursos del continente… En cuanto a Chile, Diego Portales
fue el primero en advertir que Chile nació a la República encerrado entre el
Antártico, la cordillera y el mar, sin posibilidad de expandirse, de modo que
para sobrevivir había que invadir a los vecinos porque en el futuro faltaría
comida y territorio para los nuevos pobladores. Por eso nos arrebataron una
porción de territorio con la ayuda de Inglaterra y por eso ahora, ya en la era
de las guerras invisibles, la oligarquía chilena controla en nuestro país un
algo de los poderes político y económico (principalmente empresas de
servicios). En ese escenario, a los peruanos nos tocó jugar el papel de
empleados y ellos el de patrones. ¡En nuestra propia casa!
Si
hablamos de Proyecto Histórico, ¿adónde camina el Perú? A ninguna parte. ¿Cuál
es su proyecto de aquí a doscientos años? Ganarle a Chile en la enajenación de
materias primas, principalmente el cobre. El objetivo de los gobernantes es que
el Perú permanezca, por lo menos, en lo que llamaban el Tercer Mundo, aunque ya
parecemos un país de Cuarto Mundo.
No
puede ser nuestro destino vivir de los donativos que nos dejan los mercaderes
mineros llamados transnacionales. Tenemos que industrializarnos. No puede ser
nuestro destino dejar el gobierno en manos de una banda de forajidos que sirven
de bisagra a las transnacionales en la entrega, el control y el sometimiento
del país. Tenemos sacarlos de Palacio. No puede ser un buen destino que
nuestros hijos laven el plato de chinos, japoneses o gringos en nuestra propia
casa. Los que llegan al Perú son bienvenidos pero deben venir a estas tierras a
ser nuestros empleados. No puede ser nuestro destino regalar millones de
toneladas de peces mientras nuestros niños se mueren de desnutrición. Toda la
producción de alimentos debe ir a la mesa de los peruanos… El pueblo donde un
día el Inca se irguió por encima de todo el continente no se merece, de ninguna
manera, el destino de los países africanos. El destino del Perú, con todo lo
que tiene (climas, petróleo, minerales, etc.), es ser la primera potencia de
Latinoamérica.
Después
de doscientos años de república, el Perú (el único país del mundo donde un
extranjero puede, con derecho y oficialmente, dar órdenes a las fuerzas armadas
de los peruanos) es todavía un país provisional: sin norte, sin instituciones
sólidas, sin libertades para expresarse (la protesta es un crimen). Peor aún:
desde que el poder cayó en manos de mercaderes sin escrúpulos, no hemos dejado
de caer hacia el abismo. Con un modelo que enajena los recursos y el territorio
de la Nación, que abre brechas cada vez más grandes entre ricos y pobres, que
ha elevado a la corrupción a la categoría de virtud (que robe pero que haga
obras), nuestro destino más cercano como país pareciera ser la decadencia, la
guerra civil o una transición con participación ciudadana.
(*) Escritor y periodista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario