02-03-2018
En los
últimos años, el conocido Reino de Centro ha estado muy presente en todos los
debates. China cerró 2017 con un crecimiento del 6.9%, un repunte de dos
décimas en su crecimiento, tras un periodo de desaceleración en años pasados.
Mientras tanto, en Europa, economistas y expertos celebran alcanzar un 2%. No
es la única cifra sorprendente que nos deja el país, en los últimos años, unos
68, 53 millones de personas han salido de la pobreza en China según el National
Bureau of Statistics (NBS). Eliminar la pobreza extrema es una de las “tres
batallas” que la administración se ha marcado para 2020.
No obstante, hay un pensamiento bastante asentado
en el mundo académico y político del carácter capitalista de China. El consenso
hegemónico dicta que todos estos progresos se deben a la asunción por parte del
país asiático de un capitalismo voraz a partir de 1978. Consenso asumido
incluso entre círculos de izquierdas, que se limitan a ventilar el problema
rápidamente, “un país capitalista más”. No solo eso, a medida que China sale
del subdesarrollo amenaza los intereses de los EE. UU. A medida que China
avanza, los EE. UU. comienzan a perder hegemonía. Los norteamericanos siempre
han pensado en China como un país poblado por pacíficos campesinos, tal y como
dijo un senador de Missouri “Con la ayuda de Dios, levantaremos Shangai más y
más hasta colocarla a la altura de Kansas City”. Esta es la idea que se ha
transmitido de China, la China del “enriquecerse es glorioso” de Deng Xiaoping
y del capitalismo desenfrenado.
La respuesta a ello es un enfático y rotundo no. En
China no se ha producido una reforma hacia el capitalismo. Tras un análisis de
la estructura económica de este país podremos ver la importancia de dirección
del Estado en la economía y de lo alejado que está el consenso hegemónico de la
realidad de este país. No es casualidad, la calumnia sobre China no es nueva y
en ella convergen derecha e izquierda. La famosa frase “enriquecerse es glorioso”
falsamente atribuida a Deng Xiaoping (que nunca dijo ni escribió) producto del
historiador Orville Schell es un ejemplo entre muchos.
La “nueva era” abierta por Xi Jinping tras el XIX Congreso
y el socialismo con características chinas deja claro que China sigue siendo
una economía dirigida y controlada por el Estado. China se mantiene como un
país poco abierto a la inversión extranjera y sin una perspectiva atractiva
para las empresas foráneas. A eso hay que añadir los proyectos para impulsar y
liderar el sector tecnológico a través sobre todo de sus empresas nacionales
como es el caso del “Made in China 2025”.
Es curioso como se tiende a olvidar la importancia
de este crecimiento. Una de las luchas que estamos presenciando es la lucha
contra la desigualdad a nivel global de China. Lo que ha cambiado es el
monopolio de occidente de la división internacional del trabajo que durante
años ha condenado a la sumisión a los pueblos no occidentales. La reducción de
la brecha tecnológica es un ejemplo del inicio de una independencia y la
reducción de la desigualad global no tienen otro significado que la
emancipación del país. Como dijo en una entrevista el periodista Rafael Poch,
“China es uno de los países mejor gobernados del mundo” debido al nivel ingente
de población, los problemas de recursos y su desmesurado tamaño.
Espero, a través de los datos y el estudio de su
realidad económica, hacer ver lo que la izquierda occidental no quiere ver, un
cambio estructural a nivel global.
Dirección económica del Estado
Ya he dicho que la economía China está dirigida y
controlada por la acción del estado. ¿Cómo se produce dicha dirección?
A través del sector público, sobre todo de las
empresas estatales (State Owned Enterprises). La imagen popularmente conocida
de estas empresas como el último reducto de la etapa socialista en China,
viejos dinosaurios de una época pasada, se encuentra muy lejos de la realidad.
Estas empresas son la fuerza que conduce los sectores clave de la economía
china, las mayores inversiones en infraestructuras y servicios provienen de
este sector. Las empresas extrajeras, incluso las más poderosas, no tienen
posibilidad de oponerse a las empresas estatales. El economista británico
Michael Robert, en su ensayo “ Xi takes full control of China’s future”, hace
referencia a un
informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados
Unidos-China, informe realizado por EE. UU. en el que se analiza y aporta
información muy útil. En este se dice:
“La parte de propiedad y control estatal de la
economía china es grande. Basándose en suposiciones razonables, parece que el
sector público visible- las empresas estatales y las entidades controladas
directamente por las empresas estatales, representan más del 40% del PIB no
agrícola de China. Si se consideran las contribuciones de las entidades
controladas indirectamente, colectivos urbanos y empresas municipales públicas,
la proporción del PIB de propiedad y control del Estado es de aproximadamente
el 50%”. Los grandes bancos son propiedad del Estado y sus políticas de crédito
y de depósito están dirigidas por el gobierno (para disgusto del Banco Central
de China y otros elementos pro-capitalistas). No hay flujo libre de capitales
extranjeros dentro y fuera de China. Los controles de capital son impuestos y
aplicados y el valor de la moneda se manipula según los objetivos económicos
(para gran disgusto del Congreso de Estados Unidos y los fondos de cobertura
occidentales).”
Es que hay que recordar que el stock de activos
públicos que tiene China es de un 150%, muy diferente al resto de economías
capitalistas, cuyo stock es menor de un 50%. La propiedad pública en China es
claramente dominante, llegando la inversión pública a un 16% en comparación con
un 3% de EE. UU. Si tomamos como ejemplo 2016, la inversión estatal creció un
23.5% respecto al pasado año frente a la inversión privada, cuyo crecimiento se
desaceleró un 2.3%.
Si bien el número de empresas de propiedad estatal
se ha reducido considerablemente, siguen dominando una serie de sectores (como
petróleo y minería, telecomunicaciones, servicios públicos, transporte y
diversos sectores industriales); se encuentran protegidas frente a la
competencia, se alienta la inversión en el exterior y dominan las listas sobre
índices bursátiles en China. Hay un menor número, pero las empresas
deficitarias y viejas han sido reformadas y ahora son rentables y productivas.
Un estudio del 2010 encontró que las empresas
estatales constituían el 50% de las 500 empresas manufactureras más grandes de
China y el 61% de las 500 principales empresas del sector de servicios.
Las SOE´s no solo son actores dominantes en la
economía de China, sino que son además sectores grandes para los estándares
globales. La lista de Fortune de las 500 empresas más grandes del mundo en 2016
incluye 103 empresas chinas (en comparación con las 29 enumeradas en 2007). De
las 62 de las 103 empresas chinas enumeradas, Fortune identificó 75 compañías
(73% del total) donde el gobierno poseía el 50% o más de la compañía. Juntas,
estas 75 empresas en 2016 generaron $ 7,2 billones en ingresos, tenían activos
valorados en $ 20,7 billones y empleaban a 16,2 millones de trabajadores. De
las otras 28 firmas chinas en la lista de Fortune 500, varias parecen tener
vínculos financieros con el gobierno chino.
Como se puede ver, el consenso hegemónico es
fácilmente contrastable a la luz de los datos. Como comentó el Banco Mundial en
un informe llamado China 2030, "China se ha convertido en uno de los
usuarios más activos del mundo en el uso de políticas y administraciones
industriales". El Consejo de Estado de China actualmente cuenta con
150,000 empresas estatales a nivel del gobierno central y local.
Fuente: Capital Accumulation, Private Property and
Rising Inequality in China, 1978-2015
Thomas Piketty
Además, mediante los bancos estatales, se ofrecen
créditos baratos (privilegiados) que permiten una política expansiva de la
producción. Beijing ha usado las empresas estatales para dirigir la economía y
alcanzar las metas propuestas por el Estado. No solo hay una predominancia de
los activos del Estado, sino que las inversiones se canalizan también hacia el
Estado y han aumentado después de 1980.
Tres cuartas partes de todos los préstamos
bancarios se otorgan a empresas estatales. Estos créditos se otorgan en su
mayor medida a empresas públicas obligando a las empresas privadas a recaudar
dinero fuera del sistema bancario. La planificación principal se realiza a
través de préstamos de fondos en vez de asignaciones directas. De esta manera,
las empresas tienen un acceso privilegiado al crédito bancario que las privadas
no.
En el trabajo del FMI “2017 Article IV Consultation for the People’s Republic of China”,
encontramos un apartado que refleja la conversación entre el FMI y el gobierno
chino.
“Las autoridades argumentaron que la
productividad de las empresas estatales continúa mejorando las reformas del
lado de la oferta y de la propiedad mixta. También señalaron que el rendimiento
comercial de las empresas públicas era comparable con la de las empresas
privadas, particularmente si se contabilizaban sus importantes
responsabilidades. Citando avances significativos en la eliminación del exceso
de capacidad, desapalancamiento y gobernanza, señalaron que las ganancias de
SOE habían aumentado un 10 por ciento año tras año, mientras que las tasas de
apalancamiento había declinado”
A lo que añaden:
“Las empresas estatales eran entidades de
mercado independientes y, por lo tanto, recibían el mismo trato que otras
entidades del mercado. En la medida en que los bancos optaron por extender el
acceso de crédito preferencial a las empresas estatales, esto reflejó la
solvencia crediticia de estos prestatarios.”
Además, como el propio Xi ha reconocido en el
último Congreso, se debe de continuar con el camino de las reformas, sobre todo
en las empresas estatales y a nivel del mercado. Pero, en contra de los deseos
de muchos, estas reformas no pondrán en peligro la autoridad del Partido
Comunista Chino sobre el sector publico. La pérdida sobre el control de la
economía puede suponer una amenaza para el liderazgo del PCCh por lo que, pese
a una possible reducción de las empresas estatales, el PCCh no puede prescindir
de su propiedad pública, es la base de su estabilidad.
¿Capitalism omnia vincit?
Ya hemos dicho que en China el capitalismo de
mercado no es el modo de producción dominante, la rentabilidad no es la que
guía los ciclos económicos en China. Una de las claves fue evitar el
desarrollismo aislado, típico de la URSS. Las reformas de 1978 daban cuenta de
que era imposible mantenerse fuera del complejo mundo que para 1980, comenzaba
a tener un fuerte componente internacionalizado. Esto no se debe de confundir,
como se ha dicho hasta ahora, que China adoptase el capitalismo global sino ser
pragmáticos para el aprovechamiento del motor de desarrollo global. En
diciembre de 1978, en la celebración del 3ra Sesión Plenaria del Comité Central
del XI Congreso de Partido Comunista Chino, se inicia el proceso de apertura y
reforma bajo la mano de Deng Xiaoping. La interacción con la economía global se
entendió beneficiosa para llevar adelante la modernización, para aprovechar el
impulso que ofrecía la atracción de inversiones extranjeras pero controladas y
la facilidad de acumulación de capital. Eso llevo a integrarse en el sistema de
producción global pero no como una parte explotada sino obteniendo ciertos
beneficios y comenzando a poner sus reglas progresivamente. Estamos hablando de
un desarrollo que provoco que la participación de China en el PIB mundial
aumentase de menos del 3% en 1978 al 20% en 2015. Todo ello se ha llevado con
la dirección del PCCh, una coordinación planificada que mediaba entre la esfera
internacional y el capital chino nacional. China comenzó exportando
mayoritariamente textiles de bajo valor y hoy, productos informáticos. Por si
fuera poco, la dependencia de las exportaciones se está reduciendo (hay un paso
de la exportación al consumo interno), pasando de un 35% de su PIB en 2006 23%
en el año 2014.
China también ha aprovechado esta “apertura” para
obtener tecnología de otras latitudes e incorporarla a su propia base
tecnológica. Esto ha sido totalmente fundamental debido a que sin la obtención
de esta tecnología no se podría haber entendido la industrialización tal y como
la hemos conocido y seguiría exportando manufacturas de bajo valor agregado. La
acción del Estado ha permitido la presencia de las condiciones tecnológicas que
la industria necesita.
¿Cómo se ha producido esta escalada tecnológica?
Mediante universidades, centros de investigación, planes como el “programa 973”
que han permitido que China a través de las inversiones privadas, haya podido
obtener tecnología extranjera. No es nada nuevo que el Banco Mundial haya
reconocido que China se convierta en 2020 en una potencia tecnológica e
innovadora. Otro punto importante han sido las patentes. A través de la
adquisición de patentes mediante las fusiones y alianzas que el Estado
promovía, así como a partir de la inversión extranjera, ha permitido la
adquisición de conocimientos que difícilmente hubiese podido adquirir de otra
manera.
Fuente: José Ignacio Martínez Cortés con datos de
National Bureau of Statistics
A medida que la dependencia del país por la
inversión extranjera se reduce, aumenta en número de patentes y el porcentaje
de gasto público en I+D ha pasado de 0.95% en 2001 a 2.07 en 2015.
No solo es una cuestión de innovación tecnológica,
se observa un progreso similar y asombroso en educación, en lucha contra la
pobreza, en la salud y en otros indicadores que nos llevan a pensar lo que
Domenico Losurdo comentaba como “la segunda revolución anticolonial” por parte
de China. El monopolio tecnológico ya no es algo exclusivo de occidente. La
aparición de China, que, con todos sus errores, está poniendo en jaque el
poderío militar, tecnológico o económico occidental, mientras que la izquierda
permanece ausente e irreflexiva y ciega ante estos cambios.
No es un secreto que la República de la China
plantea liderar la producción de inteligencia artificial para 2030. China
busca, a través del apoyo estatal, el desarrollo de sectores clave con el apoyo
de las empresas chinas, actores integrale s para impulsar y reestructurar su
industria y mejorar la calidad de su producción
Encuadrado en el decimotercer plan de cinco años
(2016-2020), China busca convertirse en una nación de ciencia. En el 13º Plan
Quinquenal de Innovación Científica y Tecnológica se informó sobre la voluntad
de llegar a esa innovación robótica y tecnología a través de serie de 15
"Megaproyectos 2030 de Innovación Científica y Tecnológica". Tras su
particular lanzamiento de Sputnik, la victoria de Alpha Go sobre el campeón
mundial de este juego de mesa, se han iniciado una serie de proyectos para
introducir la inteligencia artificial en todos los ámbitos de la sociedad.
Gobiernos locales y provincias enteras ya están otorgando millones de dólares
para el desarrollo de esta tecnología.
Por supuesto, esta dirección se realiza gracias al
apoyo estatal, bajo las principales empresas del sector, los famosos campeones
nacionales y ha puesto entre las cuerdas a los EE. UU, que cada vez realizan
una menor inversión en este campo. En el ya mencionado informe de la
Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China sobre
computación y robótica se dice que:
“El gobierno chino ha establecido los planes
industriales donde el gobierno -no las fuerzas del mercado- desempeña un papel
central en el desarrollo Las empresas chinas en el líder mundial en tecnologías
de vanguardia y de doble uso (vea la Figura 1) ‡ Estos planes industriales
establecen la estrategia para el desarrollo del sector a nivel nacional y local
objetivos del gobierno y establecer objetivos para la localización y
productividad.”
Además:
“El enfoque liderado por el estado de China
catapultó a China a la dominación global en industrias estratégicas como solar,
eólica, * aluminio y acero en menos de una década.”
El gobierno chino impone altas barreras
regulatorias para la entrada en el mercado que buscan una discrecionalidad
clara en la producción. En el sector del automóvil, por ejemplo, el gobierno
requiere que firmas extranjeras se unan a empresas conjuntas con propiedad,
algo así como un precio de entrada en el mercado.
Aquí se integra el importante plan
“Made in China 2025” con una serie de objetivos a largo plazo para convertirse
en una potencia tecnológica. Una reestructuración e impulso del sector
industrial para mejorar la producción.
Nos encontramos ante un plan global de 30 años. Se
desarrollaría en tres fases: La primera sería disminuir la distancia entre
otros países (2025), la segunda fortalecer la posición (2035) y finalmente
liderar la innovación (2045). En base a esos puntos se plantea un cambio
integral de la industria y un objetivo nacional como es el crecimiento en la
era digital.
El plan se concentra en 10 sectores principales
para afianzar la tecnología nacional como son el sector aeroespacial, robótica
o tecnologías de la información, No solo se aplica a la innovación, también
están englobados la producción y la industria tradicional. Todo ello acompañado
de 15 centros nacionales de ciencia que se esperan para 2020 y 40 más para
2025.
A las políticas de apoyo al plan como son la mejora
de la administración industrial, el aumento de la producción de componentes
básicos de producción local o la reforma del sector financiero, se prevé
desarrollar proyectos en cinco áreas importantes como son los centros de
investigación, infraestructuras, equipos de alta gama y la fabricación
sostenible e inteligente.
Un plan ambicioso que va desde los chips de
computadoras hasta los coches eléctricos en los que están presentes los
jugadores subsidiados por el gobierno. Una especie de plan quinquenal con unos
efectos a nivel global. Mientras el emperador Xi quiere fabricar la mitad de
los robots del mundo en China, en el sur de Europa todavía vamos cargando con
la lápida del neoliberalismo.
Conclusiones
Resulta curioso que mientras se producen estos
cambios radicales en la estructura global, mientras que el escenario se
desplaza desde Europa y el protagonismo americano hasta Asia, se mantenga un
silencio “cargado de recelo”.
Hay un nerviosismo fácilmente palpable en Bruselas
y en Washington, frente a la parálisis de los políticos alemanes, el
estancamiento en el ruedo europeo o el fracaso del “pivot to Asia” americano,
China rellena los huecos que se quedan vacíos. Por mucho que la Unión Europea
mantenga la receta de capitalismo neoliberal y hegemonismo unipolar en las
relaciones internacionales, lo cierto es que China sigue su camino imparable.
Lo que se ha dicho aquí es un ligero esbozo, que se ampliará en las siguientes
publicaciones y que espero, rompa cada vez más el silencio para anunciar como
en el cuento, que el rey se encuentra desnudo.
Fernando Solana Romero. Estudiante de Derecho y
Ciencias Políticas en la UAM.
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