05/03/2018
La crítica del
eurocentrismo debe renovarse. Para algunos, aplicar los conceptos del marxismo
más allá de las fronteras de Europa es condición suficiente para revisar el
vínculo europeo de la teoría social. Para otros, provincializar Europa
requiere una renuncia a toda conceptualización unitaria del capitalismo y de
los conflictos que se producen en su seno. Matthieu Renault propone cambiar los
términos del debate insistiendo en la originalidad y la importancia del trabajo
teórico de C.L.R. James. El marxista caribeño ofrece una clave esencial de la
crítica del eurocentrismo que Matthieu Renault pretende examinar bajo el prisma
de las nociones de civilización y traducción.
1) De la
crítica postcolonial… al marxismo anticolonial.
“C.L.R. James era
trotskista, y fue marxista toda su vida. No hubiera podido contener la risa si
le hubiesen presentado un texto de los teóricos postcoloniales recientes
diciéndole: “mira, estos son tus hijos”. Sufriría un ataque de risa.”[1]
Estas palabras son
un fragmento de la entrevista con Vivek Chibber, autor de Postcolonial
Theory and the Specter of Capital, obra publicada en 2013[2].
Estas líneas prolongan los argumentos desarrollados en la conclusión de su obra
en la que el autor se opone con vigor a la tesis planteada por Robert J.C.
Young en Postcolonialism: An Historical Introduction (2001). Young
plantea que, sin importar que operen en condiciones marcadamente diferentes de
las existentes en situación colonial, la crítica postcolonial “se inspira” e
“incorpora la herencia de las tradiciones marxistas sincréticas desarrolladas
fuera de occidente durante las luchas anticoloniales”[3]. Dicho de
otro modo, para Young, la crítica postcolonial es heredera directa del
anticolonialismo, y más particularmente de los marxismos anticoloniales. Pero,
según Chibber, “la descripción de Young es totalmente errónea”. ¿Por qué?
Porque las grandes figuras del anticolonialismo, de Kwame Nkrumah a Amílcar
Cabral, pasando por C.L.R. James, fueron fieles al “pensamiento humanista y la
ética universal”. Independientemente de las derivas y desventuras de los
regímenes postcoloniales, añade Chibber, los teóricos y dirigentes
anticoloniales –a menudo fueron lo uno y lo otro– confiaban en la ciencia, la
objetividad y la idea de “emancipación universal”, ideas que por el contrario
constituyen el “blanco privilegiado de las críticas” del campo de estudios
postcoloniales[4].
La crítica de
Chibber es en muchos aspectos bienvenida. Por tomar un ejemplo, es por lo menos
problemático hacer de los pensadores anticoloniales los precursores de la
deconstrucción postmoderna-postcolonial del gran relato europeo de la
modernidad aún cuando una amplia mayoría de ellos, ya sea por predilección
intelectual o por necesidad política y económica –¿podemos realmente trazar una
línea de demarcación entre estos dos motivos?– eran partidarios de llevar a
cabo políticas de modernización en los países en vías de descolonización. No
obstante, aunque rechazando radicalmente la idea de la necesidad de construir
un nuevo marco teórico que dé cuenta adecuadamente de las diferencias entre
oriente y occidente, Chibber no revoca en ningún caso el proyecto postcolonial
de “provincializar Europa”. Oponiéndose a la tesis del arraigado eurocentrismo
de Marx y de la teoría marxista, que se ha convertido en lugar común de toda
una franja de la crítica postcolonial, Chibber afirma no sin provocación que “la
historia del análisis marxista del siglo XX es la historia de […] la
comprensión de la especificidad de oriente”[5]. Propone algunos
ejemplos: La teoría del imperialismo y del “eslabón más débil” de Lenin, los
trabajos de Kautsky sobre la cuestión agraria, la teoría de la Nueva Democracia
de Mao, los trabajos de Cabral sobre la vía revolucionaria africana y, como era
de esperar, la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky[6].
Esta última es
absolutamente central en los escritos de C.L.R. James, en particular en Los
Jacobinos Negros, convertido en un clásico de los estudios postcoloniales.
Tal como destaca Grant Farred, la historia de la revolución haitiana narrada
por James está atravesada por el “tropo de la movilidad, del flujo y reflujo de
los acontecimientos políticos”[7] tan apreciado por Trotsky. Incluso
después de su ruptura definitiva con el trotskismo, James siguió fiel a la idea
del “privilegio del atraso histórico” desarrollada por el autor de la Historia
de la Revolución Rusa[8] (1930, publicada en inglés en 1932).
La “ley de la compensación histórica” que James explicita en sus Notes on
Dialectics de 1948 no deja de hacerse eco de la ley del desarrollo
desigual y combinado:
“La Francia
políticamente atrasada produjo la Revolución Francesa. La Alemania económica y
políticamente atrasada produjo la filosofía clásica y el marxismo. La
Rusia frustrada produjo la gran literatura rusa del siglo XIX […] y el
bolchevismo. […] Esta ley puede ser llamada ley de la compensación histórica.
Su importancia consiste en que poniendo al día una reacción diferida, ésta se
proyecta en el futuro, y el atraso se transforma haciendo de sí mismo la
dinámica de transición hacia el vanguardismo. Menuda fórmula!”[9]
Esta concepción
del salto (leap), de la combinación y de la maraña –del “salto por
encima de las etapas históricas” en los términos de Trotsky– contradice radicalmente
la crítica rudimentaria, pero muy extendida dentro del campo postcolonial, del
historicismo como sucesión lineal, progresiva y necesaria de los estadios
histórico-económicos que cada sociedad deberá recorrer.
No obstante, el
problema de esta concepción alternativa de la “provincialización de Europa” es
que ya ha sido sometida a debate por los teóricos postcoloniales más exigentes.
En “A Small History of Subaltern Studies” –un texto muy utilizado por
Chibber–, Dipesh Chakrabarty afirma que las “teorías del “desarrollo desigual”
–en el seno de las cuales incluye sin ninguna duda la teoría del desarrollo
desigual y combinado de Trotsky– pueden a lo sumo “modular”, no superar, “la
concepción eurocéntrica y etapista de la historia”[10]. Desde un
punto de vista postcolonial, el mayor problema reside efectivamente en el uso
de la noción de atraso en tanto que se apoya en la dicotomía moderno versus
premoderno. De hecho, esta dicotomía es el blanco favorito de las críticas
postcoloniales… y no solamente de ellas. En su obra Caliban’s Reason,
Paget Henry, relacionando la idea según la cual las “tendencias eurocéntricas”
de James derivarían inmediatamente de su adopción de la teoría marxista,
concluye nada menos que el pensamiento de James “sigue atrapado en el discurso
europeo de la modernidad”[11].
No trataremos de abordar aquí el enésimo debate sobre las fechorías del
eurocentrismo, ni juzgar quien es eurocéntrico y quién no. Trataremos, nada
más, de hacer un llamado a la “reconciliación”, a una síntesis que no dejará de
ser artificial entre posiciones “marxistas” y “postcoloniales” preestablecidas
y opuestas. El meollo está más bien en reformular los términos mismos del
debate que opone la crítica postcolonial a sus detractores, particularmente las
críticas marxistas, lo que implica refrescar dos cuestiones con respuestas poco
evidentes: ¿Qué significa eurocentrismo? ¿En qué sentido el eurocentrismo es un
problema? En este aspecto, es particularmente fecundo centrarse en los
marxismos-socialismos anticoloniales en la medida en que su herencia,
reivindicada por las dos (al menos) partes en conflicto, constituye un
verdadero campo de batalla de debates y controversias contemporáneas. Ello
implica a su vez no presuponer que estos marxismos han prefigurado la crítica postcolonial,
ni que han consistido simplemente en aplicar-adaptar el(los) marxismo(s) a las
condiciones particulares no-europeas y coloniales.
En otros términos,
todavía tenemos que entender el significado de la afirmación de Frantz Fanon en
Los Condenados de la Tierra en la que dice: “los análisis marxistas
deben modificarse ligeramente siempre que se aborda el sistema colonial”[12]
–y debemos añadir actualmente, la situación post-colonial. Para tal fin, es
esencial revisar la obra de C.L.R. James. Tanto si es en la teoría de la
historia (y de la temporalidad) de James, como en su concepción y su práctica
historiográfica, donde reside ciertamente la “respuesta última” a nuestros
interrogantes, debe reconocerse que su pensamiento es el trabajo más terminado del
que disponemos. Es por ello que para empezar, proponemos dos pistas de estudio
centrándonos en dos problemáticas: las de la traducción y la civilización.
2)
Traducciones del marxismo
Con el fin de
tratar el problema de la traducción, nos apoyaremos casi exclusivamente en un
solo texto de James titulado “The Americanization of Bolshevism” (1944), el
comienzo del cual es significativo:
“Para bolchevizar
América, es necesario americanizar el bolchevismo”[13].
Como muchos otros
antes y después de él, James plantea la cuestión de la necesidad de una
“nacionalización del marxismo”. En efecto, “toda gran revolución es ciertamente
una revolución nacional, en tanto que representa los intereses no solo
históricos sino también inmediatos de una nación y es reconocida como tal”[14].
El mejor ejemplo de proceso de nacionalización del marxismo es, según James, la
obra de Lenin –lo que no impidió a este último, más bien al contrario, ser “el
mayor internacionalista de su tiempo”[15]. ¿Cómo procedió Lenin?
Incorporando el marxismo a la tradición del movimiento revolucionario ruso, y a
su vez incorporar esta tradición al marxismo. Dicho de otro modo, “la obra de
su vida fue traducir el marxismo en términos rusos y para el pueblo ruso”[16].
Esto es, afirma James, lo que debe hacerse en los Estados Unidos:
“Cada principio y
práctica del bolchevismo [debe] ser traducido a los términos americanos. El
materialismo histórico, el análisis marxista, el rol del partido […], todo ello
debe ser enseñado, desarrollado, demostrado a partir del desarrollo económico,
social y político americano.”[17]
No obstante, la
noción de traducción es actualmente difusa en la literatura postcolonial. No es
sorprendente que Young la utilice en su Postcolonialism: An Historical
Introduction para explicitar las apropiaciones y transformaciones del
marxismo en contexto (post-)colonial: “El pensamiento anti- y postcolonial
siempre ha estado comprometido con el proceso de reformulación, de traducción y
de transformación del marxismo para sus propios fines”[18]. Sin
embargo, hay profundas diferencias entre la problematización de la traducción
postcolonial y la de James. La diferencia más evidente es que, en “The
Americanization of Bolshevism”, James se interesa por las traducciones entre
dos “lenguajes occidentales” (europeo y norteamericano), mientras que los
teóricos postcoloniales presuponen a menudo que una traducción (política
epistémica) es solo necesaria en el caso de relaciones y de circulaciones entre
occidente y el mundo no-occidental. En segundo lugar, y más importante, la
mayoría de los ejemplos dados por James para manifestar el éxito de la empresa
leninista de traducción del marxismo en Rusia corren el riesgo, más bien, desde
una perspectiva postcolonial, de ser considerados como contra-ejemplos. James
se refiere por ejemplo a la “larga respuesta [de Lenin] a la manipulación del
marxismo hecha por los Narodniki”, así como a “su controversia con los
Narodniki sobre el desarrollo futuro del capitalismo ruso”[19]. Pero
es de temer que, desde este punto de vista, una parte importante de los autores
postcoloniales se sientan más cercanos a los Narodniki que afirmaban que el
destino del socialismo en Rusia era radicalmente diferente al de la Europa
capitalista[20]. Finalmente, a diferencia de la mayoría de autores
postcoloniales, James no tiene ninguna intención de cuestionar el carácter
universal de la teoría marxista:
“Todos los
principios y doctrinas del marxismo […] tienen una aplicación universal”[21].
Sin embargo,
existe sin lugar a dudas una crítica del eurocentrismo o al menos del
occidentalismo en el texto de James: “Los clásicos del marxismo son europeos en
su origen y contenido. […] El Capital no es solamente un estudio del
capitalismo abstracto. Es la historia del desarrollo del capitalismo inglés.
[…] Para el obrero americano medio, estos libros son en principio extranjeros”[22].
Posiblemente se podrá objetar que este argumento no tiene relación alguna con
la cuestión colonial y menos aún con la problemática postcolonial. No será el
caso del testimonio de este pasaje de la introducción del manuscrito American
Civilization escrito por James unos años más tarde:
“Desde el primer
día de mi estancia en los Estados Unidos hasta el último nunca cometí el error
que, por otra parte, cometen muchos europeos inteligentes, de intentar entender
este país con los estándares europeos. Puede que por una razón –a causa de
mi experiencia colonial–, siempre lo he visto por lo que era y no por lo
que yo pensaba que debería ser[23].”
Más aún, James indica muy claramente que la
americanización del bolchevismo no concierne únicamente a los “obreros de
base”, como si los demás, y en particular los intelectuales, pudieran
vislumbrar inmediatamente los principios universales sin pasar por la mediación
de la experiencia concreta-particular. Al contrario, James subraya que todos
“los miembros del partido, del más alto al más bajo, tienen igualmente
necesidad”.[24] Finalmente, James sostiene al mismo tiempo que los
principios del marxismo son universales y que, para evitar toda “confusión y
perjuicio”, tienen que ser “incorporados, retrabajados y dados vida de nuevo”
en los estudios de un país concreto; hace falta que cada uno “extraiga las nociones
a partir de su entorno cercano y su pasado histórico”[25]. En
resumen, la traducción no es en ningún caso una “relativización” o una
des-universalización del marxismo. Tampoco se reduce a una mera cuestión de
estrategia: es indisociablemente teórica y práctica. Su necesidad se funda
sobre el hecho que el marxismo no puede no ser adaptado a las situaciones
históricas concretas y debe preservarse siempre de una importante amenaza: la
amenaza de la abstracción. En este sentido, la traducción, lejos de ser
una particularización, es una universalización. Es la condición misma de su
universalidad.
Las reflexiones de
James sobre la traducción no pueden dejar de evocar la problemática gramsciana
de la “traducibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos” en los Cuadernos
de la cárcel. Al igual que Gramsci, James parece defender una doble
concepción paradójica: por un lado, el marxismo es un metalenguaje universal
que hace posible las traducciones recíprocas de los lenguajes pre- o
no-marxistas, como así demuestran las traducciones llevadas a cabo por Marx
entra la filosofía alemana (hegelianismo), el pensamiento político francés y la
economía inglesa. Pero, por otro lado, el marxismo mismo es un cuerpo teórico y
de prácticas que debe ser traducido de lenguaje en lenguaje y de nación en
nación –en Europa y más allá de Europa– como muestra la insistencia de Gramsci
en la necesidad de traducir la revolución bolchevique en la Europa del oeste.
Si Young defiende una concepción similar de la traducción, va mucho más lejos
que Gramsci y James, cuando afirma que en el pensamiento y en las luchas
anticoloniales, “la traducibilidad del marxismo estaba ella misma sujeta a un
proceso de traducción”:
“La contribución
de los teóricos tricontinentales ha sido ofrecer una mediación entre la
traducibilidad de la teoría marxista revolucionaria y las propiedades
intraducibles de los contextos históricos y culturales no europeos específicos”[26].
Sin embargo, James
seguramente hubiera rechazado la tesis, no solo de la existencia, sino también
de la necesaria persistencia en el mundo no europeo de particularidades
irreductibles a un marco general-universal de interpretación. Dejando esto de
lado, la concepción jamesiana de la traducción sería mejor compararla con otras
prácticas de nacionalización del marxismo, especialmente con la “adaptación
china del marxismo”.[27]
3)
Civilización o civilizaciones
El segundo
concepto-problema es el de civilización. En su obra, L’Orient postcolonial,
publicado por Ediciones Syllepse en enero de 2013, Vasant Kaiwar, otro crítico
de los estudios postcoloniales, declara que en el seno de estos últimos, la
“conciencia de civilización” ha ocupado el lugar de la “conciencia de
clase”[28]. Efectivamente es un riesgo real, si no un hecho
indudable y definitivo. Sin embargo, el problema es que la frontera entre estos
dos “modos de conciencia” ha sido siempre más porosa de lo que sugiere Kaiwar,
así como lo prueba precisamente el ejemplo de los marxismos anticoloniales.
Tomemos el ejemplo del Discurso sobre el colonialismo (1950) de Aimé
Césaire[29] en el que la denuncia del colonialismo en tanto que “asalvajamiento
generalizado”, producto de una “civilización enferma”, “mórbida”, en tanto
que proceso de des-civilización, se identifica integralmente con la crítica
marxista de la decadencia de las clases burguesas europeas y el declive de la
civilización capitalista. En los escritos de James encontramos también el
problema de la civilización, en singular. James no se interesa por las
diferencias entre civilizaciones, en plural, entre “occidente” y “oriente”.
James se interesa por la “civilización mundial” (world civilization)
–de la cual la “civilización americana” es una parte. Lo que preocupa a James
es el porvenir de la “civilización moderna”, concretamente la amenaza de su
declive, su destrucción.
James confesó en
cierta ocasión que dos “obras formidables” –que había descubierto durante el
primer año de estancia en Inglaterra en 1932– ejercieron en él una influencia
capital. Estas dos obras son la Historia de la revolución rusa de
Trotsky y, más sorprendente, La decadencia de occidente de Oswald
Spengler[30] (1918-1923). No hay que subestimar esta influencia a
pesar de la declaración contemporánea por parte de James de que “no aceptaba la
decadencia anunciada por Spengler”[31]. Concretamente, lo que James
no aceptaba era la idea de un declive inevitable, predeterminado, orgánico. Su
trabajo, así como el escrito de Robert A. Hill, ha consistido en “despegar las
ideas de Spengler de su contexto alemán pesimista y modernizarlas poniendo la
tesis del declive de occidente y su civilización [más exactamente de su
“cultura”, dado que para Spengler, la “civilización” es la forma que adopta la
cultura en su largo declive] en relación con las reivindicaciones de los
movimientos políticos, económicos y sociales contemporáneos”[32].
Para decirlo de
otro modo, James opera una transformación, una traducción a un lenguaje
materialista de la filosofía de la historia de Spengler. A partir de ahí, la
contradicción entre la perspectiva conservadora spengleriana y la perspectiva
revolucionaria marxista se diluye, tal como lo ilustran estas palabras de James
en un texto de 1940, “Trotsky’s Place in History”:
“En el mismo
momento en que Spengler escribía sobre el fin de la civilización burguesa,
Lenin acababa de escribir El Estado y la revolución y El
imperialismo mientras preparaba la revolución rusa.”[33]
El enfoque de
James no puede en este sentido dejar de hacer eco en otro gran teórico marxista
no europeo y lector de Spengler: José Carlos Mariátegui: “Spengler anuncia la
decadencia total de Occidente. […] Trotsky constata únicamente la crisis de la
cultura burguesa, el tramonto de la sociedad capitalista. Esta cultura, esta
sociedad, envejecidas, hastiadas, desaparecen; una nueva cultura, una nueva
sociedad emerge de su entraña”[34]. Tanto para Mariátegui como para
James, la revolución socialista es el fin del fin del declive: es un volver a
empezar radical.
En sus escritos
ulteriores, James profundiza sus reflexiones sobre el problema del futuro de la
civilización. Este es el caso particularmente en su obra sobre Herman Melville,
Mariners, Renegades and Castaways : The Story of Herman Melville and
the World We Live In (1952):
“Moby Dick será universalmente quemado o conocido en todas las
lenguas como el primer análisis literario de las condiciones y perspectivas de
la supervivencia de la civilización occidental”, por la lucha “contra su propia
degeneración”[35].
Unos años más
tarde, en Facing Reality (1958) –escrito en colaboración con Grace Lee
Boggs y Cornelius Castoriadis (bajo el pseudónimo de Pierre Chaulieu)–, James
afirma que “la sociedad oficial no está en declive. Como la civilización, la
cultura, la razón, la moral, ya está muerta”[36] –y podríamos
presentar otros ejemplos diseminados a lo largo de la obra de James.
Evidentemente, estas reflexiones sobre la civilización no son exclusivas de
James, ni de los teóricos marxistas no europeos, solo cabe observar el propio Manifiesto
del Partido Comunista. Pero James es incontestablemente uno de los autores
que ha llegado más lejos en este tema: no solo ha conferido un lugar central,
incluso una cierta autonomía, al problema de la civilización –más allá de toda
referencia a la decadencia de la civilización burguesa-capitalista– sino que lo
ha reformulado de manera original. Tal como escribe Robert A. Hill, la
interpretación jamesiana de Spengler debe ponerse en relación con su crítica,
en la misma época, del gobierno británico en las Antillas. Como dice el mismo
James:
“Lo que el extranjero
poco familiarizado con estas islas debe meterse en la cabeza es que esta gente
no son salvajes, no hablan otra lengua aparte del inglés, no tienen otra
religión que no sea el cristianismo, en realidad, su perspectiva global es la
de la civilización occidental modificada y adaptada a sus circunstancias
particulares”[37].
Así se entiende
cómo, estando íntimamente ligada con la cuestión colonial-imperial, y más
generalmente con el problema de la relación entre occidente y el resto del
mundo, la concepción jamesiana de la civilización puede permanecer alejada de
toda idea de diferencia irreductible entre civilizaciones. Al contrario, lo que
James subraya es la integración, presente y sobretodo futura, de las diversas
partes del mundo –que no perderán por este motivo sus diferencias– en una única
civilización moderna que sigue estando por (re)construir, (re)inventar. Del
mismo modo que otros autores anticoloniales han hecho, James lleva a cabo una
apropiación, una profundización y un desplazamiento de la crítica intra-europea
(intra-civilizacional) de la civilización. A este respecto, su relación con la
obra de Spengler puede compararse a la relación de Fanon con El malestar de
la cultura de Freud o a la del filósofo vietnamita Tran Duc Thao con la La
crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental de
Husserl[38]. Los tres autores –aunque Fanon en menor medida–
traducen dicho diagnóstico de crisis a los términos de la concepción marxista
de la decadencia de la civilización capitalista… y de su superación.
A guisa de
conclusión… provisional
Estas reflexiones
deberían ser más extensas. No obstante, nos permiten por el momento esbozar una
conclusión provisional: algunos de los problemas centrales destacados por los
teóricos postcoloniales en las últimas décadas fueron sin lugar a dudas
formulados por los marxistas anticoloniales durante las luchas de liberación
nacional y posteriormente. Pero las soluciones propuestas por ambos campos a
estos “mismos” problemas son profundamente heterogéneas, en ocasiones
contradictorias. Es por ello que, frente a la cuestión de si los marxismos
anticoloniales prefiguran la crítica postcolonial, tenemos una sola respuesta:
“sí y no”. Por esta razón hay que substituir la pregunta por una más
compleja que dé cuenta de las continuidades y de las rupturas sobre las cuales
se funda el pasaje compartido histórico-epistémico del anticolonialismo a la
crítica postcolonial. En resumen, si los teóricos tricontinentales tales como
James han formulado problemáticas originales e inventado enfoques inéditos, lo
han hecho desde el interior de la teoría marxista más que separándose
de ella. Tal es el sentido de la idea fanoniana de “distensión del marxismo”:
desplazar y extender las fronteras de la teoría marxista más que “provincializarla”
propiamente hablando. Este es un punto de partida adecuado para pensar las
modalidades de lo que podemos llamar –de manera también provisoria– un materialismo
postcolonial, y, por lo tanto, para reformular la hasta ahora confusa
cuestión del eurocentrismo.
Traducción de Ivan Gordillo para Marxismo
Crítico quien agradece la amabilidad de los amigos de Période y la
ayuda de Matthieu Renault en la búsqueda de los pasajes de James en el original
inglés.
Fuente: Période
Notas:
[1] Entrevista con avec Vivek Chibber a cargo de Orazio
Irrera y Matthieu Renault: “La fausse promesse de la théorie postcoloniale” en La
revue des livres (web): publicado el 23 de septiembre de 2013, última
consulta: 6 de enero de 2014.
[2] Vivek Chibber, Postcolonial Theory and The
Specter of Capital. Londres : Verso, 2013.
[3] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An
Historical Introduction. Malden : Blackwell Publishing, 2001.
[4] Vivek Chibber, Postcolonial Theory and The
Specter of Capital, op. cit., p. 290.
[5] Ibid., p. 291.
[6] Ibid., p. 292.
[7] Grant Farred, “C.L.R. James and
Anti-/Postcolonialism”, Solidarity, http://www.solidarity-us.org/site/node/1526,
última consulta: 6 de enero de 2013.
[8] Ver particularmente: León Trotsky, Historia de la
Revolución Rusa 1. La Révolution de février. Paris : Le Seuil, 1995. «
Particularités du développement de la Russie », pp. 39-52. El historiador
económico Alexandrer Gerschenkron hablará posteriormente de las “ventajas del
atraso” (advantages of backwardness); ver Alexander Gerschenkron, Economic
Backwardness in Historical Perspective: A Book of essays, Cambridge
(MAQQ): Belknap Press of Harvard University Press, 1962.
[9] C. L. R. James, Notes
on Dialectics : Hegel, Marx, Lenin. Westport : Lawrence Hill & Co,
1980, p. 136.
[10] Dipesh Chakrabarty, “A Small History of Subaltern
Studies” en Habitations of Modernity: Essays in the Wake of Subaltern
Studies. Chicago y Londres : University of Chicago Press, 2002, p. 11.
[11] Paget Henry, Caliban’s
Reason : Introducing Afro-Carribean Philosophy. New York et Londres :
Routledge, 2000, p. 5.
[12] Frantz Fanon, Los Condenados
de la Tierra. México D.F.: Fondo de Cultura Económico, 1963, p. 19
[13] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism”
(1944) en Marxism for Our Times : C. L. R. James on Revolutionary
Organization (edited and with an introduction by Martin Glaberman).
Jackson (Miss.) : University Press of Mississipi, p. 16. (también reproducido
en American Civilization, pp. 283-292).
[14] Ibid., p. 16.
[15] Ibid.
[16] Ibid., pp. 16-17.
[17] Ibid., p. 23.
[18] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An
Historical Introduction, op. cit., p. 168. Ver igualmente pp. 6,
8, 169, 174, 199, 311, 314, 351, 355.
[19] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism”, op.
cit., p. 17.
[20] El propio Marx había afirmado en su carta a Vera
Zasúlich el 8 de marzo de 1881 que la “comuna es el punto de apoyo de la
regeneración social en Rusia, más para que pueda funcionar como tal será
preciso eliminar primeramente las influencias deletéreas que la acosan por
todas partes y a continuación asegurarle las condiciones normales para un
desarrollo espontáneo” (Karl Marx, “Carta de Marx a Vera Zasúlich”).
[21] C. L. R. James, « The Americanization of Bolshevism
», op. cit., p. 17.
[22] C. L. R. James, « The Americanization of Bolshevism
», op. cit., p. 19.
[23] C. L. R. James. American Civilization
(edited and introduced by Anna Grimshaw and Keith Hart). Cambridge (MA) y
Oxford (UK), Blackwell, 1993, p. 13. Subrayado nuestro.
[24] C. L. R. James, “The Americanization of Bolshevism”, op.
cit., p. 20. American Civilization es la prueba del esfuerzo de
“americanización” en la obra de James.
[25] Ibid., p. 20.
[26] Robert J. C. Young, Postcolonialism: An
Historical Introduction, op. cit., pp. 6, 169.
[27] Magistralmente analizado por Arif Dirlik en su ensayo
“Mao Zedong and Chinese Marxism”; ver Arif Dirlik, «Mao Zedong and « Chinese
Marxism » en Companion Encyclopedia of Asian Philosophy (editado por
Brian Carr e Indira Mahalingam), Londres y New York : Routledge, pp. 593-619.
No es casualidad que Dirlik sea al mismo tiempo muy crítico con los estudios
postcoloniales: ver Arif Dirlik, The Postcolonial Aura : Third World
Criticism in the Age of Global Capitalism. Boulder (Colo.): Westview
press, 1997. Al fin y al cabo, la problemática jamesiana de la traducción
debería ser considerada a la luz de la práctica de traducción, en sentido
literal lingüístico, de James (del francés al inglés), de Stalin de
Boris Souvarine (traducción publicada en 1939 en Nueva York) y de La lutte
des classes sous la Première République de Daniel Guérin (traducción
abortada).
[28] Vasant Kaiwar, L’Orient postcolonial : Sur la «
provincialisation de l’Europe » et la théorie postcoloniale. Paris :
Éditions Syllepse, 2013, pp. 57-59.
[29] Aimé Césaire. Discours sur le colonialisme.
Paris : Présence Africaine, 2004. No discutiremos aquí su Carta a Maurice
Thorez del 24 de octubre de 1956, que resulta más problemática en la
medida en que podemos mostrar cómo esta representa claramente el paso hacia una
forma de crítica que podemos llamar postcolonial.
[30] Oswald Spengler, Le Déclin de l’Occident (2
tomes). Paris : Gallimard, 1993.
[31] Robert A. Hill, “Afterword” en C. L. R. James, American
Civilization, op. cit.,p. 297.
[32] Ibid., p. 297.
[33] C. L. R. James (J. R. Johnson), “Trotsky’s Place in
History”, http://www.marxists.org/archive/jamesclr/works/1940/09/trotsky-history.htm,
última consulta el 6 de enero de 2013.
[34] José Carlos Mariátegui, “Trotsky” (1924), https://www.marxists.org/espanol/mariateg/oc/la_escena_contemporanea/paginas/trotsky.htm,
última consulta el 31 de enero de 2018 [Ndt].
[35] C. L. R. James, Mariners, Renegades and Castaways
: The Story of Herman Melville and the World We Live In. Hanover (NH) :
Darmouth College Press, 2001, pp. 89, 102.
[36] C. L. R. James, Grace Lee Boggs, Pierre Chaulieu,
Facing Reality. Detroit :Bewick Editions, 1974, p. 44.
[37] C. L. R. James, The Life of Captain Cipriani : An
Account of British Government in the West Indies, citado por Robert A.
Hill, Robert A. Hill, “Afterword” en C. L. R. James, American Civilization,
op. cit.,p. 298. De modo similar, las reflexiones de James sobre los
“salvajes” no europeos de Moby Dick (Queequeg, Tashtego y Dagoo) en Mariners,
Renegades and Castaways, forman parte integrante de su problemática sobre
la “civilización moderna”. Pero lejos de repetir, “el viejo esquema del noble
salvaje contra la civilización corrompida”, James afirma que, según Melville,
estos salvajes no deben confundirse con primitivos, en la medida en que, más
que cualquier otro miembro de la tripulación del Pequod, ellos han adquirido
“el control de una de las posiciones más importantes y de mayor autoridad
dentro de una gran industria moderna”, la industria de la caza ballenera. (C.
L. R. James, Mariners, Renegades and Castaways, op. cit., p. 40).
[38] Ver Matthieu Renault, “Fanon and Tran Duc Thao: The
Making of French Anticolonialism”, Nottingham French Studies, volumen
54, num. 1, p. 107-118.
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