Lo importante y lo secundario
09-03-2018
El
fracaso en la obtención de las firmas necesarias para figurar como candidata a
presidente elimina al anticapitalismo y a Marichuy de la campaña electoral pero
no de la vida política y social y favorece al candidato de Morena, que podría
obtener unos miles de votos más de quienes todavía creen que la lucha en las
instituciones del Estado capitalista es la única posible.
López Obrador, con su pragmatismo, ha logrado
convencer a una parte importante de la burguesía nacional y del establishment
de que es un conservador, un hombre de orden, un freno indispensable para los
estallidos sociales que la ofensiva del capital financiero internacional está
preparando y provocando. El aterrizaje en paracaídas en la dirección de Morena
de varios de los grandes servidores de la oligarquía gobernante prueba ese
apoyo de una fracción capitalista. Esa gente, como siempre, va donde huele que
puede sacar ventaja y ahora invierte en Morena para después cobrar grandes
dividendos en puestos importantes y en poder.
El programa conservador de Morena, las violinadas
sobre la unión nacional y el amor, la alianza electoral con el PES, los
candidatos elegidos a dedo, el decisionismo verticalista de AMLO, han
modificado su imagen entre los grandes burgueses y en los llamados “poderes de facto”
(léase transnacionales y altos mandos militares nacionales o estadounidenses).
Ellos ya no lo ven más un sapo de otro pozo, un advenedizo plebeyo, un
imprevisible movilizador con su entorno de intelectuales según los cuales hay
que apoyar a los burgueses “democráticos y nacionales” para construir una
“democracia avanzada” y entonces, mucho después, en el Año Verde, comenzar a
encarar medidas socialistas. Ahora ven a AMLO como un hombre bien vestido,
lleno de amor, que les da garantías ofreciendo amnistía a los peores
delincuentes y asesinos, lo ven como un político como los que están
acostumbrados a tratar, dispuesto a todo lo que le pidan y respaldado y
estimulado por su nuevo Estado Mayor de priístas, panistas y perredistas que
acaban de desembarcar en Morena.
Como todavía no hay grandes movilizaciones sociales
pero éstas aparecen sin embargo como una amenaza, AMLO les parece una garantía,
un contrafuego que podría salvar del incendio a la oligarquía. Queda aún por
ver qué piensan el Pentágono que piensa desde un punto de vista mundial y sus
agentes locales cebados por la larga militarización del país y por la represión
y muchos de cuyos cuadros han sido corrompidos por el narcotráfico.
La mayoría de quienes decidieron votar por AMLO son
conservadores pero no proimperialistas y esperan que su voto les salve de caer
de Guatemala en Guatepeor y les permita conservar algo de los derechos,
conquistas e ingresos que la oligarquía está eliminando. AMLO, si quiere
gobernar, debe ser aceptado por el gran capital pero sus bases sociales esperan
en cambio que gobierne para ellas y no para aquél. La desilusión de sus
seguidores, por consiguiente, podría ser rápida, sobre todo en esta situación
internacional tan marcada por las imposiciones de Trump sobre el TLCAN, por la
guerra comercial que Estados Unidos desató con su proteccionismo y por la
amenaza de guerra mundial porque México baila al ritmo de la música que tocan
en los países imperialistas.
En este momento tan grave de la historia humana las
fuerzas anticapitalistas son desgraciadamente diminutas, como lo prueban las
elecciones en Francia y en Italia o la recolección de apenas un poco más de 200
mil firmas para Marichuy (la mitad de las cuales de gente que no la votaría
pero firmó democráticamente para que pudiera ser candidata) así como la extrema
debilidad de las organizaciones clasistas en México y en el mundo. También en
esto -en lo que respecta a la organización independiente de los trabajadores y
en la falta de conciencia de clase de la gran mayoría de ellos- nos han llevado
al siglo XIX. Pero esta situación no es eterna porque la historia muestra que,
en condiciones extremas, los trabajadores se radicalizan, las mayorías
conservadoras se disuelven y la minoría revolucionaria crece si actúa
audazmente y comprende el proceso.
Algunos deducen de esta falta de
conciencia anticapitalista de la mayoría de los trabajadores y del desprestigio
del concepto mismo de socialismo que la lucha por un cambio de sistema es
utópica y, en consecuencia, que sólo queda la vía electoral, o sea, votar a
AMLO y rezar para que cumpla abandonando la lucha.
Por el contrario, los anticapitalistas deben sumar
nuevas fuerzas y unificar para la acción conjunta las fuerzas de las
organizaciones anticapitalistas hoy dispersas. Actuar unidos, todos juntos, no
quiere decir que nadie deba abandonar su visión política y sus reivindicaciones
particulares sino que es necesario buscar coincidencias y combatir unidos por
las posiciones comunes creando al mismo tiempo un ambiente mejor para la
discusión de las diferencias. Es indispensable también elevar el contenido de
la propaganda incorporando los problemas reales de los trabajadores porque en
la lucha ellos se radicalizarán y construirán un nuevo nivel de conciencia.
Independientemente de las elecciones, es necesario
exigir un aumento general de salarios y jubilaciones, asistencia social
generalizada, viviendas y educación de calidad. Es indispensable defender el
agua de la privatización que se prepara, así como los recursos naturales y
ambientales, exigir la eliminación de los aumentos a la energía eléctrica y los
combustibles, el castigo a los corruptos y asesinos y un plan de sostén para
los campesinos en pro de la independencia alimentaria.
Mediante la autoorganización de colonias y
comunidades, la autogestión y la lucha por planes locales de creación de
trabajo y de reconstrucción económica discutidos y decididos en asambleas, hay
que construir comités unitarios locales y regionales. Votar o no es lo de
menos. Lo fundamental es organizarse ahora y para después del voto.
@almeyraguillermo
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