13. 03.
2018
Por: Gonzalo
García Núñez
La tasa de interés de referencia del banco central
bajó veinticinco puntos básicos, de 3 a 2.75% por decisión del directorio del
BCRP el jueves pasado.
De modo habitual cuando la inflación sube por
encima del rango meta o inflación objetivo del instituto emisor, éste sube la
tasa para enfriar la economía y contrario sensu, cuando la inflación cae por
debajo del objetivo del banco, entonces el directorio baja la tasa para
impulsar la actividad crediticia, usando principalmente el canal del crédito
bancario y la tasa corporativa en soles.
En efecto, los bancos piden más recursos en el
mercado monetario cuando la tasa baja y no toman o devuelven cuando aumenta.
Todo esto en términos nominales. Sin embargo cuando se calcula la tasa limpia
de inflación en soles (2.19 interanual en febrero) en términos reales, la
bajada de tasas es a un nivel de igual o menos del uno por ciento.
Desde esa perspectiva la capacidad de la política
monetaria de influir sobre el nivel de actividad por el canal crediticio es
menor.
Y valoriza la necesidad de considerar el
aliento a la producción real, por encima del producto potencial,
como motor de la reactivación y salida de la deflación.
Empero las cifras que viene de publicar el INEI no
son tan alentadoras como quisiéramos. Débiles o negativas.
Incluso Bruno Seminario, autor del monumental libro
sobre “el desarrollo de la economía peruana en la era moderna”, descubre en una
entrevista reciente que existe una marcada tendencia a la desaparición de
sectores enteros de la industria peruana, sumida en una crisis que coincide con
la suscripción de los tratados de libre comercio que según la teoría ortodoxa
debieron más bien engrandecerla y modernizarla.
En igual situación y tal vez más dramática por su
mayor coeficiente de creación de empleos, la construcción civil apenas se
recobra del declive de la inversión privada, Y la curva de empleo formal roza
el piso.
Y para el futuro, peor, hay fundadas dudas que sus
empresas principales puedan levantarse de la quiebra moral y económica que ha
significado el develamiento de las prácticas del “club de constructores”, los
arbitrajes bambas, los consorcios traferos con las corruptas empresas del
cartel de la camarina, los aceitados sermones de la CONFIEP.
Mirando hacia la agricultura, no hay consuelo. Hubo
graves enfrentamientos con los agricultores y productores de los circuitos
comerciales de la papa, lácteos y otros ítems de consumo interno. Esto revela
las dificultades de la gestión de la producción agropecuaria y explican
su desigual contribución al crecimiento- Incluyendo ciertamente las dificultades
de la inexorable fluctuación de la explotación hidrobiológica, siempre
sometida al riesgo climático.
Una vez más la minería aparece como la fuerza de
salvataje de la economía. Suerte de precios, el cobre ascendió en los últimos
meses pero cayó en este periodo (-1.2%). El zinc brinca fuerte y, en general,
los metales siguen siendo los “Paolo Guerrero” de la economía ahora entrenada
por los discípulos de Xi Ping.
El tipo de cambio, las reservas, la posición del
BCRP, el EMBI, la estabilidad de precios en alimentos que importamos, el
riesgo país, el superávit comercial minero, siguen estables. Uff, Sin embargo
todo esto depende, en buena medida, del mercado mundial donde el riesgo
inminente es la guerra comercial declarada por los EEUU al imponer aranceles
a la importación de acero (25%) y de aluminio (10%) que golpea directamente a
las industrias sean europeas, chinas, japonesas. También el riesgo reside en el
impacto financiero del alza de la tasa de la FED, la absorción de los inmensos
flujos de dinero de la quantitative easing, léase maquinazo, para salvar a los
bancos de la crisis del 2008, el riesgo de desplazamientos electrónicos de los
capitales golondrinos, volando a la búsqueda de mejores tasas, de bonos, por
ejemplo, las del tesoro norteamericano.
A los metales, Trump le anuncia entonces un
potencial incremento arancelario que se irá por la cadena productiva de
vehículos y transportes. Y un cambio sustancial en la institucionalidad
comercial internacional. Nótese que la alianza de América del Norte, Estados
Unidos con México y Canadá, fue disuelta por la administración Trump. Hoy
negocia desde un nacionalismo económico del tipo de comienzos del siglo
XX, con un nuevo TLC con los países del norte americano y después de apartarse
de la Alianza del Pacifico, sin duda, más temprano que tarde, abrirá otra
renegociación global con el resto de América, en especial Brasil. Como dice
Trump en su peculiar modo de expresión las “guerras comerciales son buenas y
fáciles de ganar”. No es lo que creía Giovanni Arrighi cuando escribiera Adam
Smith en Pekín.
En dicho contexto, volviendo a lo nuestro, el
impulso fiscal queda como herramienta de reactivación y de defensa de la
actividad. Pero es limitado y temporal ante la deflación y la
depresión.
Hay un sólido déficit de las cuentas públicas y un
fuerte endeudamiento en dólares del sector productivo. Ambos siguen creciendo
y más bien los brain trust parecen mirar hacia un ajuste
indispensable, en especial de la inversión pública y en general del gasto
público, agobiado por una caída impresionante de los ingresos
tributarios.
En suma, la magdalena no está para tafetanes, el
único medio para reactivar en emergencia no es otro que estimular el consumo
privado. Dicho en castellano aumentar soles en los bolsillos de la gente y como
dice el saliente, encomendarnos a San Pedro de la Nada.
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