Rodolfo Bejarano Bernal
ALAI AMLATINA, 20/03/2018.- Cada vez vamos
conociendo más acerca de los territorios que conforman una de las regiones más
exóticas y desconocidas –al menos para quienes vivimos en el Sur– que podemos
encontrar en Nuestra América: la subregión Caribe. Pero no por sus
paradisiacas playas y atractivos turísticos, sino porque muchas de sus islas
son mencionadas en cada nueva revelación que sale a la luz como parte de las
investigaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación
(ICIJ, por sus siglas en inglés) que viene trabajando en la recopilación y
análisis de las filtraciones más importantes de los últimos tiempos sobre
cuestiones fiscales y tributarias.
Ya no nos resulta sorprendente escuchar que Panamá,
Aruba, Islas Caimán o Bermudas hayan sido paradas obligatorias de aquellos que
han querido burlar a las leyes de sus países y encontraron el refugio perfecto
para ir acumulando la riqueza obtenida por medios lícitos o ilícitos; aunque,
por el simple hecho de recurrir al secretismo y a la opacidad que ofrecen,
estos regímenes ya generan una duda sobre el origen del dinero.
Según ICJ, los destinos favoritos de los evasores y
delincuentes son Bahamas, Islas Vírgenes Británicas, Malta, Saint Kitts and
Nevis y Aruba, a los cuales se suman jurisdicciones como Panamá, Bermudas,
Trinidad y Tobago y las Islas Caimán, donde resulta bastante expeditivo crear
sociedades offshore con la intención de ocultar activos y simular
operaciones ficticias que permitan eludir el pago de impuestos, lavar dinero
sucio y facilitar la canalización de pagos de sobornos.
Muchos de estos territorios están involucrados en
los escándalos de corrupción que han sacudido recientemente la región latinoamericana,
ya sea porque son usados para esconder el dinero en cuentas pertenecientes a la
banca internacional apéndice de los grandes centros financieros globales, o
porque se mantiene en reserva la información comercial y societaria sobre
aquellas empresas creadas a modo de “fachada”, con la finalidad de que no se
sepa finalmente quiénes son los verdaderos dueños, lo cual es particularmente
útil para aquellos funcionarios corruptos que no quieren ser detectados.
Pero la existencia de estas guaridas no es producto
de una simple casualidad o de una decisión propia de la política fiscal de los
gobernantes de aquellos territorios. Muchas de estas pequeñas islas ya
eran utilizadas desde hace varios siglos como refugio de piratas y corsarios,
que atacaban a los barcos que circulaban en pleno auge del saqueo de la riqueza
de las nuevas tierras o “indias occidentales” hacia el viejo continente.
Los países enemigos de España en esa época avalaron las incursiones de estos
personajes y establecieron a estos territorios como sus colonias; de ahí que
muchas de ellas son, o han sido, jurisdicciones pertenecientes a la corona
británica, principalmente.
Las guaridas
Con el pasar de los años, la expansión de la
globalización, junto con el desarrollo de las tecnologías de comunicaciones y
la profundización de la desregulación neoliberal, permitieron la libre
movilidad de los capitales como nunca antes, y estos territorios se fueron
convirtiendo en los puertos preferidos para modernos criminales que encontraron
la forma de continuar con el legado dejado por los pillos de mar, aunque ahora
vestidos de saco y corbata. El poder empresarial, los especuladores
financieros y políticos de todo el mundo fueron legitimando la existencia de
estas “guaridas” por medio de normas internacionales y marcos legales
nacionales que se adecuaron a los intereses de los centros financieros globales
–principalmente Wall Street y City of London– y a los objetivos
de aquellos que pretendían tener un lugar donde poder acumular tranquilamente
su riqueza.
Según la organización internacional Oxfam[1], son seis los
territorios caribeños que están dentro de la lista de las 15 guaridas fiscales
más agresivos del mundo financiero, encabezando la lista Bermudas e Islas
Caimán, ambos territorios pertenecientes al Reino Unido. Un poco más
abajo en el ranking los acompañan Curazao, Bahamas, Barbados e Islas Vírgenes
Británicas, todos ellos, excepto Curazao, vinculados al reino británico.
Hay que tomar en cuenta que Bahamas y Barbados no se independizaron sino hasta
hace pocas décadas, aunque la dependencia económica los mantiene alineados a
las pretensiones de la City. Sin embargo, no hay que olvidar que
los grandes jugadores de este juego y los que ponen las reglas finalmente, son
países como Suiza, Estados Unidos, Países Bajos, Singapur, Luxemburgo,
Alemania, entre otros, y son los que ostentan el mayor índice de secretismo
financiero, indicador medido por la Tax Justice Network[2].
La característica común que tienen estos
territorios, además de que el impuesto a la renta personal y a la renta
corporativa simplemente es inexistente, es la absoluta confidencialidad que
ofrecen sobre la identidad de la persona o empresa que es propietaria de una
cuenta, lo que está protegido por leyes de secreto bancario, permitiendo así
evitar que se conozca quienes están detrás de operaciones que puedan resultar
sospechosas en el marco de investigaciones realizadas en algún otro país.
Algo muy conveniente para los defraudadores, lavadores y corruptos.
Otra ventaja utilizada por corruptos y corruptores
es la facilidad con la que se pueden crear empresas fantasmas o de papel con la
intención de camuflar una transferencia de dinero producto de un soborno por
alguna actividad económica que pueda justificar la emisión de facturas por
algún bien o servicio otorgado, aunque este nunca haya existido. Esta
figura era muy utilizada por la empresa brasileña Odebrecht para realizar los
pagos de sobornos a los funcionarios que les eran útiles para sus propósitos,
para ganar licitaciones de contrataciones millonarias en obras en casi todos
los países de la región en que operaban. Al mismo tiempo, estas empresas
artificiales pueden a su vez ser socias de otras empresas y así sucesivamente,
hasta crear tal número de capas que resulta casi imposible rastrear las
operaciones y determinar quién es el verdadero beneficiario.
Una reforma indispensable
Lo que se pierde en recursos por concepto de fuga
de recursos que van a parar hacia estos territorios offshore es un monto
nada despreciable, sobre todo considerando que el 75% de los pagos de
corrupción a nivel internacional se mueven a través de empresas registradas en
guaridas fiscales, según la organización Transparencia Internacional[3]. Por otro
lado, las Naciones Unidas calculan que por delitos de corrupción se pierden 2.6
billones de dólares cada año, lo que equivale a más del 5% del PIB mundial[4], recursos que bien
podrían servir para financiar los programas necesarios para atender las
necesidades más apremiantes de las poblaciones y lograr un avance significativo
hacia el logro de los Objetivos del Desarrollo Sustentable.
Las filtraciones y revelaciones de las que hemos
sido testigos han sido bastante importantes para conocer cómo es que operan los
piratas modernos, sin embargo lo que ha salido a la luz es solo una pequeña
muestra de todo lo que se esconde bajo los mantos de secretismo y ocultamiento
de información. El Intercambio Automático de Información con fines
tributarios, los Reportes Corporativos País por País y la publicación de los
Registros de Beneficiarios Finales de Sociedades son la mejor manera de avanzar
hacia la eliminación de esta lacra, pero lo que se ha hecho hasta ahora es
insuficiente y parece que tampoco hay voluntad de ir más allá.
Muy poco se puede hacer mientras que instancias
como la OCDE sean las responsables de determinar cuáles son las jurisdicciones
que puedan ser consideradas como guaridas fiscales. En su más reciente
reporte, la OCDE reporta solo a Trinidad y Tobago como una “jurisdicción
no-cooperativa”, dejando por fuera de tal clasificación a las ya conocidos
guaridas fiscales y dificultando, de esta forma, el accionar de países en
desarrollo que quieran tomar medidas para detener los flujos financieros
ilícitos.
Una iniciativa importante para contrarrestar el
problema del uso de guaridas fiscales para sostener la corrupción, es la que
Ecuador impulsó en el año 2017 cuando aprobó la ley que prohíbe que
funcionarios públicos puedan estar vinculados a cuentas y bienes en guaridas
fiscales[5], algo que debería
ser replicado por otros países.
Desde la Red Latinoamericana sobre Deuda,
Desarrollo y Derechos (Latindadd) consideramos necesario tomar acciones que
lleven a una verdadera reforma del sistema financiero internacional en un marco
de participación democrática global, que incorpore a todos los países –como la
creación de un Tax Body en el seno de Naciones Unidas–, que acabe con la
opacidad y elimine los incentivos perversos que alientan el uso indebido de la
función pública por parte de funcionarios que, en lugar de trabajar por el bien
de los electores, lo único que hacen es engrosar sus cuentas a costas de los
menos favorecidos.
- Rodolfo Bejarano Bernal es Coordinador de
Investigaciones de la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos
(Latindadd). Ha publicado recientemente "Privilegios a cambio de
nada", un análisis sobre los incentivos fiscales en la región.
Artículo publicado en la Revista América Latina en
Movimiento: La corrupción: Más allá de la moralina 06/03/2018
URL de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/191720
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