por Thierry
Meyssan
Contradiciendo las apariencias que tanto aprecia la
propaganda atlantista, Thierry Meyssan prefiere interpretar las relaciones
internacionales a largo plazo. Estima que lo sucedido en Siria
durante los 7 últimos años no fue una guerra civil sino una agresión
externa y parte de una guerra regional de 17 años en el Gran
Medio Oriente. De ese vasto conflicto, en el que Rusia sale
vencedora ante la OTAN, está surgiendo poco a poco un nuevo
equilibrio mundial.
Red
Voltaire | Damasco (Siria) | 3 de abril de 2018
Todas las guerras terminan con vencedores y
vencidos. Los 17 años que acabamos de vivir en el «Medio Oriente
ampliado», o Gran Medio Oriente, no serán la excepción de esa
regla [1].
Saddam Hussein y Muammar el-Kadhafi fueron eliminados, Siria está ganando,
pero no hay otro perdedor que el pueblo árabe.
Lo más que puede hacerse es fingir creer que el
problema es sólo en Siria. Y que, en Siria, es sólo en la Ghouta. Y
que, en la Ghouta, el Ejército del Islam [2]
ha perdido. Pero ese simple episodio no bastará para proclamar
el fin de las hostilidades que asolan la región, destruyen ciudades
enteras y provocan la muerte de cientos de miles de hombres, mujeres
y niños.
Sin embargo, la fábula de la extensión por contagio
de las «guerras civiles» [3]
permite a los 130 países y organizaciones internacionales que participaron
en las reuniones cumbres de los «Amigos de Siria» negar
sus responsabilidades y mantener la frente alta. Y, como
nunca reconocerán su fracaso, seguirán perpetrando abusos
y crímenes en otros teatros de operaciones. En otras palabras:
la guerra que desataron en esta región terminará pronto, pero continuará
en otra parte.
Desde ese punto de vista, lo que se puso
en juego en Siria a partir de la declaración de guerra de
Estados Unidos –la adopción en el Congreso estadounidense de la Syrian
Accountability Act, en 2003, o sea hace casi 15 años– habrá
moldeado el orden mundial que está surgiendo. En efecto, aunque
casi todos los países del «Medio Oriente ampliado» se han
visto debilitados por lo sucedido, y algunos incluso destruidos, sólo
Siria se mantiene en pie e independiente.
Por consiguiente, el Pentágono ya no podrá
poner en práctica la estrategia del almirante estadounidense
Cebrowski, tendiente a destruir las sociedades y Estados de los
países no globalizados y a obligar los países globalizados a pagar por la
protección de los ejércitos estadounidenses para tener acceso a las materias
primas y las fuentes de energía de los países destruidos. Aplicar
esa estrategia será imposible en esta región, pero tampoco será
posible en otros lugares del mundo.
Por iniciativa del presidente Donald Trump, las
fuerzas armadas estadounidenses están abandonando lentamente su respaldo a
los yihadistas y comienzan a retirarse del campo de batalla. Pero eso
no convierte a la administración Trump en un gobierno de filántropos, sólo
están siendo realistas y esa actitud debería poner fin a su implicación en
la destrucción de Estados.
Volviendo a las bases de la Carta del Atlántico, en
la que Londres y Washington se ponían de acuerdo,
en 1941, para controlar juntos los océanos y el comercio
mundial, Estados Unidos se prepara también para sabotear el comercio
de su rival chino. Donald Trump está reformando el grupo QUADS
(al que también pertenecen Australia, Japón y la India) para limitar los
desplazamientos de la flota mercante china en el Pacífico.
Simultáneamente, nombra como consejero para la seguridad nacional a John Bolton,
cuya gran realización –bajo la administración de Bush hijo– fue implicar a
los países de la OTAN en la vigilancia militar de los océanos y del
comercio global.
Es muy probable que el gran proyecto chino de
creación de «rutas de la seda», terrestres y marítimas,
no llegue a concretarse en los próximos años. Como Pekín ha decidido
hacer transitar sus mercancías a través de Turquía –en vez de
hacerlo a través de Siria– y de Bielorrusia –en vez
de Ucrania–, seguramente seremos testigos de la aparición de «desórdenes»
en los países seleccionados como vías de paso.
En el siglo XV, China trató de reabrir la «Ruta
de la Seda», construyendo para ello una gigantesca flota de
30 000 hombres, bajo las órdenes del almirante musulmán
Zheng He. A pesar de la calurosa acogida que aquella flota pacífica
recibió en el Golfo Pérsico, en África y en el Mar Rojo, aquel
proyecto fracasó. El emperador ordenó quemar toda la flota y China
se replegó sobre sí misma durante 5 siglos.
El presidente Xi se inspira hoy en aquel
ilustre precedente para concebir la «Belt and Road Initiative»
(Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda). Pero, al igual que
el emperador Ming Xuanzong, el presidente Xi podría verse obligado a
renunciar a ese proyecto, lo cual implicaría la pérdida de las enormes
sumas que su país está invirtiendo para concretarlo.
Por su parte, el Reino Unido
no ha renunciado a su plan de nueva «revuelta árabe», que
reedita la maniobra que le sirvió –en 1915– para poner a los
wahabitas en el poder, desde Libia hasta Arabia Saudita, aunque la llamada «primavera
árabe» de 2011, destinada a poner el poder en manos de la
Hermandad Musulmana, se ha estrellado contra la resistencia siro-libanesa.
Londres pretende aprovechar el «giro hacia Asia»
de Estados Unidos para restaurar su propio esplendor en las tierras
de su antiguo imperio. Hoy se dispone a salir de la Unión Europea y
orienta sus fuerzas armadas en contra de Rusia. Ha tratado de
reunir a su lado el mayor número posible de aliados mediante la
manipulación del «caso Skripal», pero ha sufrido numerosas
decepciones, como la negativa de Nueva Zelanda a seguir haciendo
el papel de dócil «dominion». Lógicamente, Londres reorientará a
sus yihadistas en contra de Moscú, como ya lo hizo antes, durante
las guerras desatadas en Afganistán, Yugoslavia y Chechenia.
Rusia, única gran potencia que sale victoriosa del
conflicto en el Medio Oriente, ha logrado concretar el objetivo que
Catalina La Grande [4]
se había fijado: tener acceso al Mediterráneo y salvar la cuna del
cristianismo, pilar de la cultura rusa.
Moscú debería ahora desarrollar la Unión Económica
Euroasiática, a la que Siria desea integrarse –Damasco ya presentó
su candidatura en 2015. En aquel momento, la adhesión
de Siria a esa asociación de países quedó en suspenso a pedido
de Armenia, inquieta ante la entrada de un país en guerra
en ese espacio económico común.
El nuevo equilibrio del mundo ya es bipolar desde
el momento en que Rusia dio a conocer su nuevo arsenal nuclear. Es
muy probable que el mundo se divida en dos,
pero no por que exista una «cortina de hierro» sino sólo
por voluntad de las potencias occidentales, que ya están separando los
sistemas bancarios y que pronto tratarán de hacer lo mismo con internet.
Ese orden mundial bipolar se basaría en la OTAN, que ya
no tendría enfrente el Pacto de Varsovia sino la Organización del
Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En un periodo de 30 años, Rusia ha
pasado la página del bolchevismo y ha desplazado su influencia del centro
de Europa hacia el Medio Oriente.
Mientras tanto, en un movimiento de balanza,
Occidente –el antiguo «mundo libre»– se convierte en un
conjunto de sociedades coercitivas de falso consenso.
La Unión Europea se dota de una burocracia más grande y opresiva
que la de la desaparecida Unión Soviética, mientras que Rusia vuelve a ser el
defensor del Derecho Internacional.
[1]
Ver como referencia De
la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran
farsa de las “primaveras árabes”, Thierry Meyssan, Orfila Valentini,
2017.
[2]
El autor se refiere al grupo armado islamista Yesh al-Islam (Ejército del
Islam) que durante los últimos años sembró el terror en Damasco disparando
constantemente cohetes y proyectiles de mortero contra los barrios
residenciales de la capital siria y asesinando personas que no aceptaban
su autoridad y homosexuales en las zonas que controlaba. La prensa
atlantista clasifica a Yesh al-Islam como «rebeldes». Nota de la Red Voltaire.
[3]
Ver «Agresión
disfrazada de guerras civiles», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
27 de febrero de 2018.
[4]
«De Catalina La Grande
a Vladimir Putin», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 28 de
noviembre de 2017.
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